terça-feira, 17 de agosto de 2021

CARMEN MOLINA-TAMACAS | Cartas de amor y desamor desde la Gran Manzana

 


El presente texto es una versión revisada tomada del capítulo III del libro SalviYorkers (K ediciones, 2020) que cuenta casi un siglo de historias de inmigrantes salvadoreños en Nueva York.

En la década de 1940, dos personajes importantes de la cultura salvadoreña pasaron cortos pero intensos años en Nueva York: Consuelo Suncín y Salvador Salazar Arrué, Salarrué. En circunstancias distintas —ella como refugiada de guerra y él como representante y emisario cultural salvadoreño— tuvieron vivencias artísticas ligadas a sus relaciones amorosas: Consuelo con su esposo, el aristócrata y piloto francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, y Salarrué con su amante, una socialité neoyorquina llamada Leonora Nichols. La intensidad y los vaivenes de ambas relaciones trascendieron en el tiempo gracias a la publicación de las memorias de Consuelo —que incluyen una carta de despedida de ella, un mes antes que el conde De Saint Exupéry desapareciera en 1944— y el intercambio epistolar entre Salarrué y Nichols, publicado cinco décadas después bajo el título Sagatara mío.

 

La rosa del Principito

Consuelo Suncín (Armenia, El Salvador, 1901- Grasse, Francia, 1979) llegó a Nueva York en el invierno de 1942 con el objetivo de reunirse con su esposo, el conde Saint-Exupéry. El matrimonio se había separado un año atrás, luego de la ocupación nazi en Francia: Saint-Exupéry se trasladó a Nueva York y Consuelo vivió aproximadamente un año (once meses) en la comunidad artística de Oppede, en Francia.

Saint-Exupéry, quien estaba desarrollando su carrera como escritor —publicó sus primeros libros, Correo del sur en 1929, Vuelo nocturno en 1931, y Vuelo a Arras en 1942—, le envió un telegrama desde Nueva York pidiéndole que viajara, por lo que ella tomó un avión hacia Portugal y luego un barco hacia Estados Unidos. El reencuentro, no obstante, no fue lo que ella esperaba, según relató en su libro The Tale of The Rose (2000) [El cuento de la rosa], el cual fue publicado más de veinte años después de su muerte, y en el que reclama su lugar como inspiración directa del personaje de La Rosa en El Principito.

En sus memorias, Consuelo cuenta a manera de crónica “sus altas y bajas emocionales” en el matrimonio de 12 años con el conde, “empezando con una reunión en Buenos Aires en 1930, cuando Consuelo, dos veces viuda a los 29 años, fue literalmente barrida en el aire por Saint-Exupéry: Mientras volaban por la ciudad apenas unas horas después de que se conocieron, el piloto anunció que la amaba y quería casarse con ella”, según una reseña de Alan Riding (2000) para The New York Times. En el relato, añade la reseña, queda establecido que aparentemente Consuelo no fue bien recibida por el círculo social e intelectual de su esposo y se acostumbró a quedarse en el apartamento rentado del hotel Barbizon Plaza —el cual era usado como residencia de muchos artistas—, donde ambos vivían pero en pisos distintos. En su estudio, Saint Exupéry se dedicó a trabajar en una memoria de sus vuelos de reconocimiento sobre Francia en 1940 a bordo de un avión Potez 637. Flight to Arras fue publicado en Estados Unidos en 1942. Mientras tanto, Consuelo decidió inscribirse en The Art Students League para aprender escultura (De Saint-Exupéry, 2003. p. 280).

Pese a las desavenencias y el hartazgo por un supuesto amorío de Saint-Exupéry con otra mujer, a quien Consuelo solo identifica como K, la pareja se instaló en una casa prestada en Northport, donde el piloto escritor escribió gran parte de El Principito.

La Biblioteca Morgan, de Nueva York, organizó en 2013 una exposición conmemorativa por los setenta años de la publicación de El Principito; además de mostrar por primera vez el manuscrito original de 140 páginas, acuarelas y borradores del libro, incluyó objetos personales del matrimonio, como el brazalete con la identificación de Saint-Exupéry, el cual fue encontrado en 1998 por un pescador en aguas de Marsella. Tiene grabada la inscripción “Antoine de Saint-Exupéry (Consuelo) Reynald and Hitchcock, 386 Fourth (i.e., Park) Avenue, N.Y.C., U.S.A., siendo Reynal and Hitchcock sus editores.

El brazalete fue un préstamo de la familia de Antoine de Saint-Exupéry que nunca había sido exhibido en los Estados Unidos. Aunque inicialmente se consideró falso, años después fue encontrado en la misma zona el bombardero de Saint-Exupéry. A continuación, un extracto de la reseña publicada en El Diario de Hoy por Molina-Tamacas (2013b) a propósito de la exposición de la Biblioteca Morgan:

[Saint-Exupéry] trabajó en El Principito en varios puntos alrededor de la ciudad, incluido el apartamento de su amiga Silvia Hamilton (después Reinhardt) en Park Avenue, usando su poodle negro como modelo de la oveja y una muñeca con pelo de trapeador como modelo para el protagonista. Como parte de la exposición estará una página del manuscrito en el cual Saint-Exupéry hace mención explícita de Manhattan, Long Island e incluso del Rockefeller Center, referencias que él decidió eliminar de la historia.

Los curadores de la exposición destacan que incluso el papel que Saint-Exupéry usó para el borrador de El Principito, y por ende, el personaje, es “hecho en América”. La marca de agua que es visible en las páginas a trasluz dice: “Fidelity Onion Skin. Made in U.S.A.”.


Esos dos años de estancia pasaron rápido, de tal forma que El Principito se estaba imprimiendo en 1943, cuando Saint-Exupéry se reincorporó a su escuadrón después de la invasión de los Aliados en el norte de África. Antes de irse, ya vestido con su uniforme, llegó al apartamento de Hamilton con una sorpresa. “Quisiera darte algo espléndido”, le dijo [a su esposa], según la historia recopilada para la muestra. “Pero esto es todo lo que tengo”, continuó, al tiempo que rompió una bolsa de papel en la mesita del recibidor: eran el manuscrito y los dibujos de El Principito.

Porque el autor dejaba la ciudad de prisa para volver a la guerra, solo autografió un par de copias de El Principito a sus amigos. La exposición de la Biblioteca Morgan promete, por vez primera, mostrar el ejemplar que le regaló al hijo de 12 años de su amiga, el único que se sabe dedicó a un niño: “Para Stephen, a quien ya le hablé del Principito, y quien quizás sea su amigo”, reza la dedicatoria.

 

La despedida

Consuelo narra con tristeza el momento de la inevitable separación. Ella recuerda que Saint-Exupéry dijo lo siguiente:

 

Mejor endereza mi corbata. Dame tu pañuelo para que pueda escribir la siguiente parte de El Principito. Al final de la historia, el Principito le dará este pañuelo a la Princesa. Nunca más volverás a ser una rosa con espinas, serás una princesa de ensueño que siempre espera al Principito. Te dedicaré ese libro a ti. No puedo perdonarme por no habértelo dedicado. Estoy seguro de que, mientras esté fuera, nuestros amigos serán amables contigo. Cuando estoy aquí, ellos prefieren mi compañía, pero eso no es particularmente halagador para mí. Aquellos que aman solo al hombre famoso en mí me ponen triste. Olvidaré a todos aquellos que no te extiendan todos sus favores. Cuando regrese, esposa mía, los dos estaremos con los verdaderos amigos de nuestros corazones. Solo ellos (De Saint-Exupéry, 2003, p. 303). [La traducción, como las que siguen, es de la autora.]

 

Poco tiempo después, para su cumpleaños, ella le escribe la siguiente carta:

 

Lake George, a finales de junio, el día de tu cumpleaños.

Tonio, mi amor:

Me levanté a las seis de la mañana. Corrí hacia el lago en pijama para sumergir mis pies. El agua es deliciosa. Un sol púrpura rojizo está saliendo de detrás de la montaña vecina. Yo sueño contigo, mi amor. Y estoy feliz de pensar en ti, de soñar contigo. A pesar del miedo que siento, sabiendo que eres el piloto más viejo del mundo, mon chéri, ¡imagínate si todos los hombres fueran como tú!

Tengo que ir corriendo al pueblo, a una pequeña iglesia católica donde se celebra la misa todos los días a las 7:30, y es la única misa, muy pocos católicos y muy pocos sacerdotes católicos aquí. Quiero ir a sentarme en los bancos vacíos de la iglesia hoy, el día de tu cumpleaños. Eso es todo lo que puedo darte. Así que estoy corriendo, esposo mío, debo vestirme, es una caminata de media hora a la iglesia.

Adiós por ahora. Si no te vuelvo a ver en este planeta, debes saber que me encontrarás con el buen Señor, esperándote, de verdad. Tú estás en mí como la vegetación está sobre la tierra. Te amo, eres mi tesoro, eres mi mundo. Tu esposa,

                            Consuelo

                            29 de junio de 1944

 

El mismo día en que Consuelo escribió esta carta, Antoine le escribió una carta de amor muy sombría, con una nota en el margen que decía que acababa de cumplir cuarenta y cuatro. Un mes después, el 31 de julio de 1944, desapareció mientras volaba en una misión de reconocimiento sobre el sur de Francia. Ni su avión ni su cuerpo fueron encontrados. En 1998 se recuperó del Mediterráneo una pulsera con las palabras “Consuelo” y “Antoine” (De Saint-Exupéry, 2003, p. 307-308).

 

Sagatara y Blwny

Salvador Salazar Arrué (Salarrué), uno de los artistas salvadoreños más cosmopolitas y universales, vivió en Nueva York entre 1946 y 1958, cuando fungió como agregado cultural.

Según Huezo Mixco (2005),

 


cuando Salarrué llegó a Nueva York gozaba de una especie de beca sin grandes responsabilidades diplomáticas, como tampoco un gran salario. Tiene 48 años. Está casado y tiene tres hijas, todas mayores de edad. Viene de toda una vida de limitaciones materiales. Nueva York se le ofrece como una ventana para desplegar su talento. En este momento es cuando se conoce con Leonora, una aristócrata, adinerada, bella, mística, y un poco menor que él. Se enamoran, nace el amor... ¿Amor dije? Sí, amor. Amor con todas sus celadas. Amor que endulza y sangra. Pero apenas han pasado unos meses desde aquel encuentro fantástico y los problemas comienzan a aparecer.

 

En su recuento, que usó para presentar el libro Sagatara mío, de Janet Gold, Huezo Mixco (2005) detalla cartas como la fechada el 9 de enero de 1947, en la que Leonora le dedica una serie de reproches:

 

Leonora está enamorada del otro yo de Salarrué, Sagatara, el personaje de su libro más fascinante: O-Yarkandal. Sagatara: hijo de reyes, de noble linaje, es un ser en el que brilla el fuego de lo divino. Ella sueña con venir a El Salvador y vivir a su lado, y construir juntos una cabaña en lo alto, y fundar un Centro de Arte. Esos momentos de ilusión, sin embargo, se ven repetidamente interrumpidos por la incertidumbre de Salarrué. Este, incapaz de darle la espalda a su familia, tampoco parece dispuesto a deshacerse de su amante. A finales de ese mismo año, en noviembre, la paciencia de Leonora parece haber llegado al límite: “Tú estás buscando condicionar mi vida con tu vigor personal, mismo que es propiedad de un hombre pletórico de celos y temeroso de disparates inexistentes”, le reprocha. Desafortunadamente, las cartas de Salarrué parecen estar perdidas. En esas cartas, probablemente, hubiéramos encontrado los argumentos que la poesía no era capaz de darle a esa mujer dispuesta a entregar su vida por ese amor y ese hombre.

 

Según publicó El Diario de Hoy, en una entrevista realizada por Adda Montalvo (2005), Gold, junto al Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), investigaron el quehacer de Salarrué en esa época, que derivó en la publicación de Sagatara mío y, además, descubrió una novela escrita por Salarrué que nunca fue publicada, la cual se tituló “The Range of Gold” [“El rancho de oro”], la cual según la investigadora, fue escrita en inglés como un ejercicio para aprender el idioma. “Son como diferentes estampas. Algunas historias tienen lugar en las calles de Nueva York, en el Parque Central. Con un personaje tal como él que habla con un doctor, un antropólogo y les empieza a contar cosas de aquí [El Salvador]. Es una mezcla [de estilos], lo único que le da unidad a ese libro es que fue escrito por él en Nueva York”, dijo Gold en dicha entrevista.

En 1947 y 1949 Salarrué participó en dos exposiciones colectivas de arte latinoamericano en la Knoedler Galleries y The Barbizon Plaza Galleries, donde exhibió las obras “Monja blanca”, “Autorretrato”, “Sihuanahual” y “Kukulcán”. Los textos usados por ambas galerías para los respectivos catálogos fueron tomados de Evolución del arte en El Salvador, escrito por Alberto Guerra Trigueros, y Salarrué compartió el reconocimiento de la crítica y la prensa neoyorquina, al mismo tiempo que de los muralistas mexicanos José Clemente Orozco, Diego Rivera, Rufino Tamayo y David Alfaro Siqueiros, entre otras luminarias del arte latinoamericano.

Según Primavera (2014), Olga (1923-2004), la mayor de las tres hijas de Salarrué, se quedó a vivir en Nueva York: “En la gran ciudad, Olga trabajó en diversas cosas, entre ellas, pintando maniquíes. Pero también desarrolla su talento artístico y muestra sus pinturas en galerías de arte. Conoce a Willard Clark (Bill), con quien se casó y procrearon a Paul y Bruce, ambos son abogados. En abril de 1950, en la galería de arte The Barbizon-Plaza Hotel, Olga inauguró una exposición individual; un año antes, su padre había expuesto en ese mismo lugar”.


Sesenta y cuatro años después de la última exposición conocida de Salarrué en Nueva York, su obra Conchas marinas volvió a ver la luz pública en Highlights, la exhibición de la Colección de la Misión Permanente de El Salvador ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La obra fue prestada por su propietaria, Ana Rosenthal Haskin, hija del escritor Mario Rosenthal, quien en los años ochenta fundó y dirigió en El Salvador el periódico bilingüe News Gazette. “Mi padre fue amigo de Salarrué por muchísimos años. Tengo unas fotos de una casa en que vivió mucho antes de llegar a vivir a Los Planes [de Renderos]. Nosotros también vivimos en Los Planes, cerca de la casa de él. Cuando yo tenía quince años me dijo que quería hacer una pintura de mí. Bueno, lo que pintó fue una semblanza y yo todavía la tengo […], ya se imagina ¡yo de cipota creí que me iba a pintar realistamente!”, relató la señora Haskin en entrevista con El Diario de Hoy (Molina-Tamacas, 2013a).

En cuanto a las Conchas en la arena, el cuadro mide 19¾” x 16” y tiene en primer plano una concha marina de color verde azulado. La fecha estimada de su creación, el tema y los tonos de la obra corresponden al tiempo en que Salarrué mantuvo su intenso romance con la estadounidense Leonora Nichols.

Salarrué y su alter ego creativo, Sagatara, encontraron en la ciudad de los rascacielos a su “alma gemela”: Leonora se convirtió en Blwny (forma cariñosa de “vino azul” en inglés). Pese a estar casado con Zelie Lardé y ser padre de tres hijas, ella fue “la fruta prohibida y mística mujer, quien lo perseguiría hasta el fin de su vida en El Salvador”, de acuerdo con el documental La manzana azul, del realizador Tomás Guevara (2006).

El autor de Cuentos de barro, Cuentos de Cipotes y Catleya Luna, entre muchos otros, regresó a El Salvador y murió en 1975; Leonora nunca se casó y murió en 1990, a los 91 años.

Gold explica en el documental que los caracoles y las conchas en el cruce de la vida entre Salarrué/Leonora-Sagatara/Blwny significa “meditación y escuchar consejos espirituales”. Añade que, poco antes de morir, Nichols habría quemado todas las cartas que Salarrué le envió. No obstante, sobre su cama pendía un cuadro con un caracol grande, la evidencia de un amor que trascendió en el espacio y el tiempo.

 

BIBLIOGRAFÍA

De Saint-Exupéry, C. (2003). The Tale of the Rose. The love story behind The Little Prince [El cuento de la Rosa. La historia detrás de El Principito]. Nueva York: Random House Paperback.

Guevara, T. (2006). La Manzana Azul [Documental]. El Salvador-USA: Ángulos Films.

Huezo Mixco, M. (2005, 24 de octubre). “Leonora y Salarrué: amantes peregrinos”. El Faro. Recuperado de: http://archivo.elfaro.net/secciones/el_agora/20051024/ElAgora2_20051024.html

Molina Tamacas, C. (2013a, 24 de junio). “Salarrué expone en Nueva York”. Pp. 92-93.

Molina Tamacas, C. (2013b, 6 de diciembre). “El Principito en Nueva York”. El Diario de Hoy. Pp. 92 y 93.

Montalvo, A. (2005, 2 de febrero). “Gold: Salarrué rechazó los esquemas morales”. El Diario de Hoy. Recuperado de: http://archivo.elsalvador.com/noticias/2005/02/24/escenarios/esc6.asp

Primavera, T. (2017). “Olga Salarrué, una artista desconocida”. Diario Colatino. Recuperado de: https://www.diariocolatino.com/olga-salarrue-una-artista-desconocida/

Riding, A. (2000). “A Prickly Rose Who Loved a Starry Prince; a Voice From The Past Upsets The Saint-Exupery Legend” [Una Rosa Espinosa que Amaba a un Príncipe Estrellado; Una Voz del Pasado Molesta a la Leyenda de Saint-Exupery]. The New York Times.

Recuperado: https://www.nytimes.com/2000/06/07/books/prickly-rose-who-loved-starry-prince-voice-past-upsets-saint-exupery-legend.html?mtrref=undefined&gwh=2D44331CCD07E63FAE75AB0962CD1C58&gwt=pay

 

CARMEN MOLINA-TAMACAS. Periodista y antropóloga salvadoreña residente en New Jersey, EE. UU. En El Salvador desarrolló su carrera profesional en periódicos como La Prensa Gráfica, Diario El Mundo y El Diario de Hoy, colaborando además con proyectos independientes como El Faro, Revista Factum, Kóot y Escultural. En Nueva York ha trabajado para Bklyner y El Diario, de Impremedia, el periódico en español más antiguo de Nueva York, con artículos sobre inmigración, educación, cultura, arte y política, entre otros. Es autora del capítulo de El Salvador en el libro Ciberperiodismo en Iberoamérica (2016), publicado por Fundación Telefónica, Ariel y la Universidad de Navarra, así como de investigaciones sobre el periodismo cultural. En 2020 publicó bajo el sello K ediciones el libro SalviYorkers, que cuenta 90 años de historias de inmigrantes salvadoreños en Nueva York. Ganó los segundos lugares en las categorías “The Victor Villaseñor Best Latino Focused Nonfiction Book Award-Spanish” y “Best Website” de los 2020 International Latino Book Awards de Empowering Latino Futures y fue presentado en la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Nueva York.

 


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