Observar
la manera como el poeta Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, Antioquia,
1947), dispone sus temas y maneja los tiempos en los cuales los moviliza, es el
motivo de este ensayo, y para su elaboración se exploran los poemas publicados en
sus libros: Historias (1974), Tratado de retórica (1978) y Poemas de amor (1986).
“Biografías
Imaginarias” es el primer apartado de los tres que componen el libro Historias, y se abre con la “Biografía imaginaria
de Seymour”, la cual se entrega como si se tratara de una conversación. En esta
se anuncia el tono propuesto por el poeta para sus lectores, tono dado en cuadros
cotidianos que procuran mantenerse ajenos a los sentimientos de lo mostrado como
profundo e incógnito. Así, manejando un lenguaje conversacional y combinándolo con
sus recorridos literarios, el poeta consigue un aliento para la rutina elaborada
en el poema. Este primer apartado es resultado de las conjeturas del poeta sobre
figuras de la literatura que le permiten aproximarse a circunstancias propias, empleando
para ello un narrador. Entonces su escritura y los asuntos reflejados en ella, conducen
al lector por pasadizos y diálogos donde suceden las íntimas mudanzas que el poeta
descarga en el narrador. En esta escritura el narrador es el hilo que permite al
poeta tejer la trama de sus poemas, la elíptica de la experiencia siendo encarnada
por el narrador quien, al ser entretejido en la narración, adquiere una semejanza
de espejo dada por las asociaciones evocadas a través de él. Así, en muchos pasajes
de las “Biografías imaginarias” el narrador dona a los episodios gajes de leyenda,
en decires y modos que perfilan una noción del mundo y sus usos, como en la “Biografía
imaginaria de Marcel Schowb”:
Muere de tu muerte:
no envidies nunca muertes antiguas; nunca
bajes la guardia:
recuerda siempre que la ternura no es la historia de tus remordimientos;
quema cuidadosamente
a los muertos y expande sus cenizas; no abraces a los muertos porque ellos ahogan
a los vivos,
no golpees nunca
con el mismo lado de la mano: recuerda
que sólo tienes una mejilla
y no olvides que toda confesión es otra mancha.
Casi
una letanía en una escritura ejercida en versos largos, rayanos con la prosa y elaborados
en imágenes que sin comprometer la sintaxis usual, establecen para el lector —aquí
casi un oyente— su decir.
El
segundo apartado: “Rincón poético”, contiene: “Instrucciones para escribir un poema”,
“Arte poética una” y “Arte poética otra”. Estos poemas permiten al poeta espectrar
algunos de los malestares que le afligen y motivan en la composición de su propia
escritura, al tiempo que le sirven para organizar y programar los asuntos a inmiscuir
en la narración del tercer apartado: “Historias” que concluye y da título a este,
el primer libro publicado por Darío Jaramillo Agudelo.
Quien
narra historias de otros, ¿se hace más verosímil en estas que en las propias? La
sensación que nos penetra con la lectura de los poemas del apartado “Historias”,
es la de encontrarnos frente a vivencias enrarecidas por la proyección incisiva,
ya de imaginarios al trasluz de una permeabilidad literaria, ya por la de seres
cuasi-anónimos entrevistos al mirar el álbum de familiares que impregnan de un murmullo
surreal el entresueño cotidiano. Son “Historias” en tramos por donde se cuela la
memoria de las costumbres de los ancestros en su ámbito familiarizador: “Asido fatalmente a los objetos, / venerando su
inmutable presencia, / el desesperado se mueve entre el frío mirar de las cosas
/ que el tiempo y un no sé qué de venganza / acumuló alrededor suyo”.
La
elaboración del poema así presentado, deja al lector ante un espejo de presunta
realidad cotidiana varada fatalmente en lo inerte, donde la reflexión de acceso
a las vivencias sucedidas queda detenida. Surge entonces un interrogante: ¿volver
sobre las circunstancias y el decorado de un pasado que insiste en entretejerse
con la realidad presente, es querer exorcizar la fisura de este pasado que se repite?
Nos responde el poeta: “Puede usar la vieja
fórmula de redecorar la casa / o la también aconsejada de huir, / pero todo será
en vano. / Para el desesperado todas las cosas son un espejo”.
Estigma,
bisagra que retiene a quien narra el pretérito de un ciclo humano, plural o singular
en sus eventos, pero pormenorizado hasta conseguir la pisada precisa sobre la huella
de un participante anónimo en “la última guerra Púnica”, o la imagen de “José Vicente
Jaramillo, / perseguido por la lluvia”. El narrador agrega sin abandonar, en este
tramo, la voz plural: “La historia es una
forma noble / de ignorar el pasado”.
Empero,
¿el presente “alguien otro” lo encarna en el recuento escrito? O ¿es siempre la
imagen escurridiza del pasado la que prende en la existencia? Sigamos.
Tratado
de retórica —o de la necesidad de la poesía— es
el segundo libro de Darío Jaramillo Agudelo y como el anterior, a este también lo
integran tres apartados. El primero, llamado “Libro de las mutaciones”, contiene
textos en los cuales las metáforas merodean atmósferas surreales y cuya mutabilidad
cotidiana es encabalgada en los versos que imponen a su narrador semblanzas y rictus
de actor poseído por el espectro de sus personajes. En este limbo rico en imágenes,
la coartada narrada es expuesta entre la ambigüedad y la nitidez de los objetos,
y la murmuración que delata a los ausentes, asimilándolos como si se trataran de
un fósil o de los albores del fenotipo de la estirpe no absuelta:
flota
el potro blanco, brillante el potro blanco húmedo vuela,
ave
fénix del viajero: en adelante solo lo orientará la mano cálida
de
una baraja desplegándose: allí verá el viajero realizado el sueño
de
alguien que soñó que era un ángel, una vez, hace años,
allí
el viajero oirá cantar y esto quiere decir que deberá detenerse
porque
el tiempo ha hecho un alto en su camino.
¿Es
“el tiempo” el que “ha hecho un alto”, o es “la mano cálida de una baraja desplegándose”
la que con su azar permite al viajero saber que en su destino el tiempo se ha detenido?
¿Irrumpe el presente o, solo es el azar ajustando al viajero por un trazado destino
de ángel caído? El cuerpo de los poemas que componen este apartado nos evidencia
“la memoria viva de una alianza, de un pacto, de un cómplice, que sabe la manera”
de mantenerse mientras la presencia de la que está poseso se “pudre”, se escinde
sin registros vívidos de enmienda. Aparece entonces un encono de hermandad. Que
conste, este pasado no es abstracto, la nervadura de su intervención es eficiente:
“No. Nunca sabrás de dónde vino todo esto.
/ En el origen todo era caos, dios antes de dios, / punto central —inmóvil— / de
la rueda; / todo fue superponiéndose / con la misma promiscua ansia de los días”.
En
este espejo reflejo del Tao, ¿asistimos al evento de un ángel que, vuelto hacia
su propia podredumbre, se proyecta desde otras presencias? Al final de este apartado
nombrado “Libro de las mutaciones”, el poeta suspende su escritura “trazando un
jeroglífico” que, como si se tratara de “una ave roja”, surca por su blanca página.
El
segundo apartado, “Cónclave”, contiene cinco poemas de los cuales “Razones del ausente”
es bisagra y pieza arquetípica de la escritura poética de Darío Jaramillo Agudelo:
Si alguien les pregunta por él,
díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa
acaso ya nadie reconozca su rostro; díganle también que no dejó
razones para nadie, que tenía un mensaje secreto, algo importante
que decirles
pero que lo ha olvidado.
Díganle que ahora está cayendo, de otro modo y en otra parte
del mundo, díganle que todavía no es feliz.
En
estos versos ¿se ausenta quien dice tal sarta? O ¿más bien desfigura sus señas procurando
entorpecer cualquier pesquisa? No importa, pues aun así sus huellas siguen imprimiéndose,
por ellas, sigue acumulando anales que lo delatan y hacen posible su presencia.
Cabe decir que al ausente de este pasaje citado lo visten cortes de pretérito desplegándose
como en un país de abanico dominando el instante, dejando en evidencia que el ausente
narrado en el poema permanece prendido al círculo familiarizador que lo entraña
y mantiene escindido y sin enmienda.
El
tercer apartado, “Tratado de retórica”, cumple la función de sutura para la zona
donde se prolongan las atmósferas de desasosiego en las que el poeta figura al narrador
quien, en un tono coloquial, anuncia el arte poética donde es elaborado su decir,
la forma de hacer visible la saga inscrita en el talismán labrado por la humanidad
en cada uno de sus períodos visibles e incógnitos donde permanecen las distintas
maneras de poner las flores en el jarrón de siempre de la condición humana:
El
presente Tratado de Retórica General
al
día y actualizado
con
los últimos descubrimientos en la materia
—y
también en el espíritu—
sirve
para salvar el alma
—de
los que todavía la tienen,
se
entiende—,
para
investigar los más hondos secretos
del
bien decir, —“embelleciendo la expresión de los conceptos”—
del
maldecir —que es otra cosa—,
y
pura y simplemente del callarse,
que
es donde radica la necesidad de la poesía.
La
cantidad de poemas de contenido amoroso y erótico escritos en la tradición poética
de Occidente resulta extrema. En la poesía escrita en español también es tratado
ampliamente junto con el tema de la muerte, volviéndose recursos que cargan con
los sentimientos donde se idealizan la plenitud, la ausencia y los desgarramientos
humanos. Esta parrafada para introducirnos en el tercer libro de Darío Jaramillo
Agudelo, Poemas de amor.
Poemas
de amor está compuesto
por los apartados: “Poemas de amor”, “Escenas de la vida diaria”,
“De la nostalgia” y “Colección de máscaras”. En el primer apartado el poeta nos
da cuenta de presencias vividas en las fisuras de una integridad vital: “Ese otro
que también me habita / [...] / invasor quizás o exiliado en este cuerpo ajeno o
de ambos / […] / eco o palabra / […] / también te ama”. Estableciendo así maneras
de amor impresas en la página como el recuento de aquello que fue pronunciado en
una lengua de la cual se reclama el estampido de su alfabeto, la fuerza transgresora
que exorciza la realidad del cuerpo escindido justo donde la conciencia se revela
desvelando el inédito lado de la libido de un pétalo fosilizado.
Dejemos
que sea el poeta quien nos describa tal umbral, la sustancia que en él se mantiene
y revela:
Pero
primero está la soledad,
y
tú estás solo,
tú
estás solo con tu pecado original —contigo mismo—.
Acaso
una noche, a las nueve,
aparece
el amor y todo estalla y algo se ilumina dentro de ti,
y
te vuelves otro, menos amargo, más dichoso;
pero
no olvides, especialmente entonces,
cuando
llegue el amor y te calcine,
que
primero y siempre está tu soledad.
Los
apartados “Escenas de la vida diaria” y “De la nostalgia” reflejan, a través del
narrador, los itinerarios del poeta volviendo una y otra vez al álbum donde permanecen
los retratos de la estirpe, de la cual se sabe exhumada imagen expuesta en la galería
de facciones que, como en los fragmentos de un rompecabezas intentan integrarse
en la trayectoria de sus cotidianas e íntimas rutinas:
Ah,
los mudos retratos
sin
aroma y sin aire,
construidos
con el color exacto que fue siempre el color del pretérito,
agridulce
aparición de nombres olvidados,
de
fechas ya amarillas,
[…]
Ah,
los retratos,
construidos
con materia de otro tiempo,
documento
de un olvido distinto y más certero.
En
el último apartado: “colección de
máscaras”, el poeta nos lleva otra vez al principio que da origen a su itinerario
poético, es decir, a las “Biografías imaginarias” de su primer libro, confirmándonos
la presencia constante de su personaje narrador, el decir de este trayendo para
los hilos de su escritura, ecos de una entraña que “horada los ojos”, y donde quedan
evidentes las apetencias de una estirpe sobre las realidades de su descendencia.
En
la poesía escrita en Colombia, la obra de Darío Jaramillo Agudelo nos muestra la
fuerza esclarecedora de la palabra coloquial siendo penetrada por el acervo de una
tradición literaria, la palabra vuelta espejo verbal. Así sus poemas nos quedan
como piedras de toque, como alertas sobre las raíces de nuestro presente. Ascuas
de sueños al despertar, para el primer paso de cada día.
Los
tres libros de Darío Jaramillo Agudelo tratados en este ensayo, fueron reunidos
por la Editorial de la Universidad Nacional de Colombia en 1987 con el título de
77 poemas. Otros de sus libros de poemas
son: Del ojo a la lengua (ilustraciones
para diez grabados de Juan Antonio Roda, 1995), Cantar por cantar (Pre-Textos, 2001), Gatos (Pre-Textos, 2005), Cuadernos
de música (Pre-Textos, 2008), Solo al
azar (Pre-Textos, 2011) y El cuerpo y
otra cosa (Pre-Textos, 2016). En septiembre de 2018, Lumen publicó Poesía selecta de Darío Jaramillo Agudelo,
libro que reúne una amplia muestra de la poesía escrita por el poeta entre 1974
y 2017.
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