JAVIER ALVARADO | José Lezama Lima recorre las islas: una fragata con las velas desplegadas en Fragmentos a su imán
JOSÉ CARLOS BECERRA
Fragmento de Carta a José Lezama Lima, México D.F. 21 de diciembre de 1968.
En una
de sus célebres frases, el poeta, pensador y héroe cubano, José Martí afirma: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien
la obra de la vida” y rememorando aquí en este instante una de las cartas que le
escribiera el gran poeta mexicano José Carlos Becerra, muerto prematuramente, a
José Lezama Lima estamos ante dos obras que se encontraron como en un ciclón en
nuestra lengua y que nos han dejado un otoño recorriendo las islas; verso aparecido
en Muerte de Narciso. Era el año 2001, cuando caminaba por el malecón de La Habana
y pude percatarme de un tomo blanco de tapa dura que ostentaba: Poesía Completa
de José Lezama Lima y no tenía entonces en ese momento dinero para comprarlo y gracias
a Ricardo Segura, mi profesor de literatura universal, pude adquirirlo y enorme
fue la sorprendida fiesta de corroborar en una de sus páginas iniciales: “A Cleva
Solís, a su poesía, donde la sorpresa se hace transparente como una mágica gota
de agua. Su amigo… y seguidamente el nombre de un poeta de las Antillas que para
mí también ha sido una suerte de destino. Conmemoramos en este año convulso, los
120 años de su natalicio y 50 años de la muerte de Becerra, que se fascinó con él.
A Lezama Lima se le ha catalogado de críptico, hermético, incomprensible y otros
epítetos, asumidos desde la dificultad de penetrar en sus laberintos maravillosos
con el lenguaje. Gran fascinación ha ejercido en mí poemas como Llamado del deseoso,
Oda a Julián del Casal, San Juan de Patmos ante la Puerta Latina, Pensamientos en
La Habana, Rapsodia para el Mulo, El arco invisible de Viñales, Cuerpo, caballos,
Una oscura pradera me convida, Ah, que tú te escapes, entre otros que despiertan
un caudal de metáforas dormidas en una vorágine desenfrenada. Confieso que es mi
autor de culto personal, siempre vuelvo, siempre regreso, siempre está ahí con sus
innumerables alternativas con el lenguaje. Su Neobarroco, su fascinación lingüística
por Góngora y con elementos del Nuevo Mundo, que derivaron en su gran expresión
americana, tomando un título de su libro de ensayos. Helo aquí con su habano, con
su respiración asmática, el mesiánico Lezama.
Se atribuye a Severo
Sarduy la primera mención a esta estética en su ensayo de 1972, “Lo barroco y lo
neobarroco”, donde afirma: “Neobarroco: reflejo necesariamente pulverizado de un saber
que sabe que ya no está "apaciblemente” cerrado sobre sí mismo.” Tiempo después,
en Argentina, Néstor Perlongher, acuñaría el término neobarroso, asumiendo lo neobarroco
con el barro del Río de la Plata y en Chile, Soledad Bianchi, describe lo Neobarrocho,
agregando al término, sílabas del nombre del río Mapocho para las poéticas chilenas
con estos sesgos. Hace un tiempo he estado tentado a nombrar el Neobarrocú, siguiendo
estos ejemplos por el lugar donde transcurrió mi infancia y donde vivo. Es un producto
americano que se fusiona con geografías, temáticas, elementos culturales desde donde
se escribe. La influencia de José Lezama Lima es innegable. La ya emblemática antología
Medusario, compilada por José Kozer, Roberto Echavarren y Jacobo Sefamí (donde convergen
autores como Gerardo Deniz, Gonzalo Muñoz, Paulo Leminski, Eduardo Espina, Rodolfo
Hinostroza, Mirko Lauer, Marosa di Giorgio, David Huerta, Raúl Zurita, Arturo Carrera,
Wilson Bueno, Reynaldo Jiménez, Tamara Kamenzain) toma uno de sus versos y abre
la misma con varios de sus poemas y los poetas presentados se sienten heredaros
de este cubano universal.
Su universo creativo es asombroso. En novela
Paradiso y Oppiano Licario; en ensayo Coloquio con Juan Ramón Jiménez, Aristides
Fernánez, Analecta del reloj, La expresión americana, Tratado de La Habana, Las
imágenes posibles, La cantidad hechizada. En poesía: Muerte de Narciso, Enemigo
Rumor, Aventuras sigilosas, La fijeza, Dador y Fragmentos a su imán, su libro póstumo,
del cual me ocuparé en esta disertación.
La edición póstuma de Fragmentos a su imán
(dedicada a su esposa María Luisa), recoge una serie de poemas dispersos y contó
con un prólogo de Cintio Vitier donde afirma:
La poesía no es para Lezama un estado efusivo del alma, ni
una cualidad de las cosas, ni mucho menos el culto de la belleza. La poesía es el
reto sagrado de la realidad absoluta. Este reto nos conmueve, le da una fascinación
distinta a las cosas, nos enamora de la belleza del ser, pero a ninguna de estas
instancias debemos responder como ante realidades con las cuales podamos dialogar.
La respuesta tiene que ser la respuesta del artesano: una jarra; o la respuesta;
o la respuesta del honnete homme: una reverencia; o la respuesta del músico; una
fuga; o la respuesta del estratega: una batalla. Asi concibe Lezama sus poemas,
respuestas simbólicas, fuera de todo determinismo, en una especie de señorial cortesanía
trascendente, donde la creación adquiere la distancia transmutadora de una ceremonia.
El mismo Lezama advierte en el poema inicial
Desembarco, al mediodía:
El coco con dos ojos
Pintado se sonríe,
Aclamaciones, la pólvora
Diseña un mariscal cegato
Hurgando con la lanza.
Para escudriñar
en la poesía lezamiana hay que tener ojos muy abiertos, asimilar sus claves, escuchar
sus aclamaciones e imaginar los colores de la ´pólvora si hay ceguera y por último,
que el lector hurgue con su lanza y descubra la estrategia.
En este tomo,
se convocan el verso libre y también el verso medido. Fluyen las décimas como homenaje,
para la otra gran poeta de Orígenes, Fina García Marruz:
Mariposa en entredós
Vino de la décima, Fina,
Fingí astucia divina
Como un griego, quería dos
Plieguillos en la encina
Fijos, me fingí airado
Porque me fuera otorgado
El doblete del bailón,
Y siento en buen alegrón
Dos décimas he sumado.
No tengo el genio ni el rayo
De Jove, ni escapado
En el halcón del mes de mayo,
Si el tomeguín azulado,
No en la ventana cipayo.
La aristía, la protección
De Minerva en el turbión,
Con la que usted me acreciera,
No vale, -Dios lo quisiera-
Su caridad, su corazón.
Para Reinaldo Arenas:
Una soga y un reloj,
Un tenedor al revés,
El terciopelo y el boj
Vistos en nube al través,
Y el picaflor en su envés
Va a su siesta milenaria.
Sin preguntar por su aria,
El carbunclo desconfía
¿El fuego será un espía
O la abuela temeraria?
Y así prosiguen
otras décimas dedicadas a Carlos y Rosario Spottorno, José Triana, Juan David, Darío
Mora, Luis Martínez Pedro, Mañanas en la Sociedad Económica de Amigos del país,
Reynaldo González; la serie de espinelas bajo el título de Agua Oscura y Amanecer
en Viñales. En las décimas lezamianas hay riesgos lingüísticos, giros idiomáticos
y de rima con una gran musicalidad.
El poema Octavio
Paz hace gala de imágenes que transitan por la cultura mexicana con alusiones a
otras culturas en un cortejo a la grandilocuencia del lenguaje del maestro mexicano:
…
la
furiosa divinidad mexicana.
…
El movimiento de la palabra
en el instante del desprendimiento que comienza
a desfilar en la cantidad resistente,
en la posible ciudad creada
para los moradores increados, pero ya respirantes.
…
La ciudad dormida evapora su lenguaje,
el incendio rodaba como agua
por los peldaños de los brazos.
Una invocación al poderío verbal, al lenguaje,
a las palabras: a las ciudades habitadas y deshabitadas de las civilizaciones y
la cosmovisión poética de los moradores increados, pero ya respirantes en las realidades
hechizadas y posibles.
Confluyen en la obra poética y prosística
de Lezama Lima dos entes fabuladores, cercanos, enraizados a su existencia y a su
devenir: Rosa Lima de Lezama, madre del poeta y Eloísa Lezama Lima. El poema La
madre pone en evidencia esas evocaciones de la infancia:
Vi de nuevo el rostro de mi madre.
Era una noche que parecía haber escindido
la noche del sueño.
La noche avanzaba o se detenía,
cuchilla que cercena o soplo huracanado,
pero el sueño no caminaba hacia su noche.
Sentía que todo pesaba hacia arriba,
allí hablabas, susurrabas casi,
para los oídos de un cangrejito,
ya sé, lo sé porque vi su sonrisa
que quería llegar
regalándome ese animalito
Este poema
remite al Llamado del deseoso, donde nos dice: “Deseoso es aquel que huye de su
madre” y al cual Néstor Perlongher contesta:
Quiero pues? deseo, pues? después?
huyo de la madre de Lezama Lima? la hago pedazos?
rajo la chata de bronce de cerámica
de la madre nocturna como una polución Mamá,
tuve una polución en la que aparecías
abriéndome los cofres y diciendo:
Pues vé y búscale búscale vé no ves acaso lo que buscas?
buscas acaso lo que ves? esa herida
ese acto de herir ese empalagamiento
El diálogo
con la poesía, los personajes y las instancias lezamianas en la literatura latinoamericana
es amplia; ya sea como una presencia grata, insistente, castradora, proverbial pero
siendo el contrapunto de lo deseoso.
En cuanto
a su hermana, nos ofrece el hermoso poema:
ELOÍSA LEZAMA LIMA
Una sonrisa que no termina.
Una sonrisa que sabe terminar admirablemente.
La sonrisa se agranda como la noche
y los ojos se reducen a una pequeña piedra
escondida. Calidad de un mineral
que se guarda en un paño de aceite
milenario: Saber reírse y dar la mano.
Las pausas y los hallazgos de la risa
transcurren con la sencillez de una silla pompeyana.
La mano ofrece la brevedad del rocío
y el rocío queda como la arena tibia del recuerdo.
Ofrecerá así siempre la sencillez compleja de la risa
y el acuoso laberinto de su mano en el sueño.
Este libro también
es una celebración a la amistad. José Lezama Lima dedica poemas a Virgilio Piñera
(el gran poeta, prosista y dramaturgo cubano) y a María Zambrano, la ilustre filósofa
española. En el poema Virgilio Piñera cumple 60 años afirma:
Sus manos cruzadas golpean los sesenta
Golpes de la cábala
El hierofante y la emperatriz duermen ya
En la cámara de la reina
Y a María Zambrano:
María se nos ha hecho tan transparente
Que la vemos al mismo tiempo
En Suiza, en Roma o en La Habana.
Con ambos cultivó
la rosa blanca y franca de la amistad, a lo cubano, se conservan sus sendas correspondencias
y poetizó con ellos. Hay esa nostalgia y esa saudade por lo vivido, por lo añorado,
por lo tangible e intangible. Fragmentos a su imán reúne textos de variopinta génesis,
desde referencias de lecturas, culturales y reiterativas en el universo de Lezama
Lima.
Hay en este libro
maravilloso y luminoso un poema erótico El Abrazo, donde se conjugan las sombras
y las escenificaciones amatorias ante un solo espejo corporal:
Los dos cuerpos
avanzan, después de romper el espejo
intermedio, cada cuerpo reproduce
el que está enfrente, comenzando
a sudar como los espejos.
Saben que hay un momento
en que los pellizcará una sombra
algo como el rocío, indetenible como el humo.
La respiración desconocida
de lo otro, del cielo que se inclina
y parpadea, se rompe
muy despacio esa cáscara de huevo.
La creación
y el eros en todo su esplendor, en toda la magnificencia del lenguaje y en lo excelso
de saberse en la belleza y en la desnudez total.
Abarcar
la obra del cubano José Lezama Lima, su aparente sosegada biografía y los llamados
del deseoso de todos sus libros es una tarea titánica de la cual se han vertido
varios tomos y páginas. Se replanteó la lengua y la herencia lingüística española
y las referencias culturales a las cuales accedió para fundar una estética con valores
americanos dando como producto una constelación fascinante. “Furiosamente las abjuro
y clásicamente las convoco” nos dice en Para llegar a Montego Bay. Para llegar a
José Lezama Lima es necesario el reto, la aventura. “Sólo lo difícil es estimulante”
es una de sus premisas más reveladoras y citadas y en esa dificultad del neobarroco
americano se han derivado otras galaxias quizás impactando a otras lenguas, como
en el caso de Haroldo de Campos y su famoso libro.
Papá Lezama:
comprenda usted y comprendan ustedes lo difícil y estimulante que es difícil escribirle.
De ahí que ha sido una ardua tarea porque su obra entera ha sido signación y destino
como lo fue para Becerra. Ante su obra no hay que dar cabida al atolondramiento:
Si te atolondraras,
El firmamento roto
En lanzas de mármol
Se echaría sobre nosotros.
Y ahí
está usted con una gran fragata con las velas desplegadas desde su gran isla en
forma de caimán, donde su legado se seguirá multiplicando como la sorpresa, que
se hace transparente como una mágica gota de agua como escribió usted en su libro
dedicado a Cleva. Sigue siendo usted ese gran imán de nuestra americanía.
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