CÉSAR GONZÁLEZ PÁEZ | José-Luis Appleyard: Me gustaría reencarnarme en mí mismo
El mozo, Bernardo Torales, salió a atendernos y
pronto, acompañados de una fría cerveza, se desencadenó el diálogo. Conversaciones
que siempre deslindaban en la literatura. Para romper el silencio, aprovechando
el tema sorpresa, le pregunté al poeta.
CGP | ¿Tú crees en la reencarnación?
JLA | No, yo soy católico creyente, no creo en la reencarnación
así tal cual como la conciben otras religiones, otras filosofías.
CGP | En el supuesto caso de que existiese para ti la
reencarnación, ¿en quién te gustaría reencarnarte?
JLA | Nunca me he hecho esa suposición y creo que sinceramente,
respondiendo en forma hipotética a esa pregunta, me reencarnaría en mí mismo.
CGP | O sea que te amas mucho...
JLA | Jesús dijo que el amor a sí mismo es el patrón del
amor, es el metro del amor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Entonces, uno debe
amarse a sí mismo, no en el sentido narcisista, sino que se respete a sí mismo y
que de ese autorrespeto surja el respeto hacia los demás.
CGP | ¿Eres supersticioso?
JLA | [Sonríe]
Sólo en una cosa, en no cortarme las uñas los días con aire, el resto no lo soy.
[A la mañana
de este encuentro celebrado en 1993, José-Luis había recibido el Premio Municipal
de Literatura por su libro Desde el tiempo que vivo, editado por Ricardo Rolón.
Un volumen que reunía los artículos aparecidos en este Correo Semanal, en donde
hablaba de temas universales, saliéndose de su estilo costumbrista con temas locales.
Era su libro 13º.]
CGP | Al final, el 13 te trajo suerte.
JLA | Así es, me trajo suerte, este libro que hasta el
momento es el menor de mis hijos, o “el pahaguecito” como le decimos por acá. Lo
mimé mucho y confié mucho en él. Yo puse mucho de mí en este libro, pero también
de este mundo que nos rodea que tuve fe en él desde que lo comencé a escribir.
En Estados
Unidos se le tiene miedo al trece, hay edificios que no tienen piso 13, pero como
es un número ambivalente a mí me dio suerte. En ese aspecto recuerdo a un gran amigo,
ya desaparecido, Ricardo Mazó, que nació un 13 de setiembre. Él siempre decía que
el 13 traía suerte.
CGP | ¿Cómo se te ocurrió el tema del fin del siglo en
Desde el tiempo en que vivo?
JLA | Desde hace varios años empecé a leer varias cosas,
historias de diferentes autores, de diferentes credos, para tener una noción de
lo que había sucedido en este milenio porque me sentí parte, un grano minúsculo
de arena, entre los millones de hombres que vivieron en este milenio, y sentí que
yo era también protagonista de este final.
[Luego de una pausa, el poeta reflexiona.]
JLA | Un milenio terrible para mí, que comienza con la
peste negra prácticamente y terminará probablemente con otra peste terrible como
es el sida. Dentro de esos dos paréntesis han transcurrido mil años y eso me fue
obsesionando, comenzando a escribir esos capítulos, la mayoría de los cuales aparecieron
en Última Hora, pero siempre teniendo yo la convicción de que esos capítulos eran
para un libro.
CGP | En el último capítulo seleccionaste a la Madre Teresa
de Calcuta. ¿Cuál fue el motivo?
JLA | Es porque justamente dentro de esa tiniebla de barbarie
que ha caracterizado a este siglo, a pesar de las luces de la gran civilización,
creo que la imagen de la Madre Teresa se eleva como una imagen esperanzadora del
próximo milenio. Que no todo está perdido mientras existan personajes como ella,
como lo hicieron dentro del milenio San Juan de la Cruz o una Santa Teresa de Jesús
y otros grandes que rompieron esa constante de maldad, de egoísmo, de codicia, que
caracterizó el andar de los hombres durante esos mil años.
CGP | Digamos que no es un tema local (por el premio),
sino universal...
JLA | Exactamente, pero aquí recurro a la remanida cita
de Tolstoi, que dice que quien describe su aldea describe al mundo y nosotros somos
parte de esa parte del mundo, con todos sus defectos, con todos sus vicios, pero
también con sus virtudes, que desgraciadamente son las menos.
CGP | ¿Cuál fue el mensaje final de todos esos artículos?
JLA | Es una reflexión sobre la realidad del hombre con
un pretexto que nos da el tiempo. Porque el tiempo es compañero del hombre, y así
como tenemos aniversarios y celebramos centenarios, yo creo que el final de diez
siglos es propicio para meditar sobre la realidad humana. El hombre, por más que
se haya lanzado en estas últimas décadas al Universo, llegó al espacio, llegó a
la Luna y piensa ir más allá, pero nosotros seguimos siendo esta bolita de Tierra,
que somos una especie de célula dentro del Universo. Tenemos que pensar tal cual
somos y no tener ambiciones desmedidas y también ver la limitación de la vida del
hombre, evitando que en esa limitada existencia hagamos tanto mal, tengamos tanto
afán de gloria, de poder, etcétera.
[…Y la improvisada
conversación se suspende porque van llegando los amigos del poeta, como Víctor-jacinto
Flecha, Jacobo Rauskin y William Baecker, dispuestos a festejar el merecido premio.]
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