ALBERTO PEYRANO & ELIZABETH OTERO-KRAUTHAMMER | Homenaje a Julia de Burgos
1. Presentacion | Alberto Peyrano
¿Cómo habré de llamarme cuando sólo me quede
recordarme, en la roca de una isla desierta ?
Un clavel interpuesto entre el viento y mi sombra,
hijo mío y de la muerte, me llamarán poeta.
JULIA DE BURGOS
Una mujer poeta es más que una mujer;
es un ángel encarnado con una bella y difícil misión: estimular las conciencias,
modificar al otro, movilizarlo, azuzarlo, empujarlo a la acción desde sus centros
más recónditos y sutiles, en una palabra: abrirle el corazón. Tiene para ello los
dones propios de su sexo: calidez, seducción, convicción propia, suavidad, capacidad
de protección y de contención, intuición, enorme sensibilidad.
Todos estos atributos y muchos más encontramos en Julia de Burgos, puertorriqueña,
latinoamericana, pero por sobre todas las cosas: mujer.
Amante a ultranza de su Borinquen, enamorada del mar y de las olas, su naturaleza
isleña le dio el toque justo para que su voz fuera única, sin influencias, sin virus
foráneos, compenetrada de su patria grande a la que supo albergar perfectamente
en su hermoso y pequeñito, pero a la vez grande, corazón humano.
Alma de Acuario, se nutrió de amor por la emancipación y la independencia;
su Luna en Escorpio la hizo amiga de la muerte y la dotó de la posibilidad de renacer
de sus propias cenizas, en un intermitente descenso a los infiernos y consiguientes
vuelos hacia la Luz; su Ascendente en Capricornio la impulsó con dinamismo hacia
sus más caros objetivos, sin tregua y sin descanso.
Su verdad sencilla sólo fue Puerto Rico; en sus venas circuló incansablemente
el Río Grande de Loíza; los pájaros marinos nunca dejaron de volar por sus pupilas,
su interna esencia de niña fue alimentada por el recuerdo permanente de su mar y
de su gente (los vivos y los muertos) y siempre, siempre, como lo afirma ella misma,
desnudó el corazón en su poesía, pues fue la grifa negra libre que cantó hasta morir,
como los cisnes.
Mi homenaje 2002 para el Día de la Mujer pasó por una rigurosa selección.
De pronto, entre tantas expresiones conocidas y valiosas, complejas y difíciles
opciones, sugerencias de corazones cercanos, alcancé a oír distante, con sabor a
mar y con una resonante vibración de no sometimiento, la voz de Julia de Burgos.
Venía de la mano de mi amiga Elizabeth Otero-Krauthammer, comprometida estudiosa
e investigadora de las letras hispanoamericanas, quien me la presentó y la dejó
en mi casa.
Desde ese día, en mi estudio, entre mis libros, debajo de mis papeles y en
los rincones, a veces hasta en mis sueños, suenan los susurros de una brisa cálida,
el viento del mar y sus veleros, los sones inspirados por aquél que extraña a su
tierra y la bendice, los cálidos ecos de las voces paisanas aferradas al alma, el
sagrado canto de la Libertad.
Julia de Burgos y su Puerto Rico, navegan para siempre entre mis cosas.
2. Transgresion y creatividad
en la poesia de Julia de Burgos, poeta independentista (1914-1953) | Elizabeth
Otero-Krauthammer
En un cielo profundamente
azul, Julia de Burgos, lucero centelleante y luminoso, vela junto a Bolívar y Martí
por la paz y unión de los países de hispanoamérica.
No olvidemos hermanos hispanoamericanos, que dividir es gobernar. Nuestra
América está hoy dividida y lo estuvo siempre. La gestación de una América Latina
unificada, no es más que el sueño frustrado de aquellos que lucharon con la pluma,
la palabra y las armas, por la liberación de las colonias americanas, de las potencias
extranjeras. Latinoamérica tiene en común un pasado en el que las minorías dominantes
abusaron de los seres humanos, tanto del nativo como del negro en todos los aspectos
posibles.
Cuando en muchas colonias de Latinoamérica se conseguía y celebraba la independencia
de España, Puerto Rico fue entregado por España a los Estados Unidos de Norte América
como botín de guerra, en el año 1898. De colonia española pasó a la categoría de
posesión norteamericana, para convertirse en un Estado Libre Asociado a los Estados
Unidos de Norteamérica, en 1952.
Inmediatamente después de la invasión norteamericana de 1898, por medio de
una política paternalista y dominante, se impuso en el territorio conquistado la
nacionalidad, religión, lengua y cultura de la potencia invasora. La ciudadanía
norteamericana otorgada a Puerto Rico, en el año 1917, ha facilitado la emigración
de muchos puertorriqueños a los Estados Unidos, ya sea por razones de trabajo, turismo,
educación u otros motivos particulares. Este movimiento emigratorio es, al mismo
tiempo, contrarrestado por los puertorriqueños que regresan a su país. Se trata
de un ir y venir en una eterna búsqueda de sus raíces.
Se ha dicho que todo puertorriqueño que deja la isla con destino a los Estados
Unidos, lo hace con la firme idea de regresar algún día. El puertorriqueño, tanto
en la isla fuertemente influenciada por lo norteamericano, como en el mismo país
capitalista, conserva su idioma nativo, sus comidas típicas, sus valores familiares.
Habita, como muchos otros inmigrantes que han llegado a los Estados Unidos, en más
de un espacio geográfico, cultural, sicológico e imaginario y, entre otros, en un
espacio o recámara interior donde se penetra en momentos de introspección. La proyección
de estos espacios en la literatura, como una manifestación de tiempos, lugares,
estados emocionales y otros, permite experimentar realidades diferentes, como respuesta
al surgir de necesidades ya sean tanto objetivas como subjetivas.
Hablar de la obra literaria de una mujer, implica en sí, la realización de
un acto de indagación transgresiva de todo aquello que ha sido reprimido e inhibido
en la mujer en general, por los cánones tradicionales de nuestras sociedades occidentales.
Numerosos críticos literarios se han interesado en la obra de Julia de Burgos por
ser ella una de las precursoras de un movimiento que, por medio de la palabra poética,
clama por un urgente despertar de las conciencias dentro y más allá de las fronteras
puertorriqueñas. Iris Zavala Martínez observa que Julia de Burgos representa la
lucha emancipadora de la mujer al mismo tiempo que denuncia las fuerzas opresivas
fascistas, racistas y colonialistas que ella tuvo que enfrentar; a su vez, otra
crítica puertorriqueña, Luz María Umpierre, expresa, de acuerdo a Zavala Martínez,
que es en esa misma poesía donde la poeta encuentra su poder.
La poesía de Burgos ha sido estudiada, en su mayor parte, a la luz de un
acercamiento literario basado en la biografía de la autora. Estos estudios de su
obra, detenidos en un primer nivel de lectura, han dejado un vacío interpretativo.
La pregunta, qué hay detrás de las palabras en la poesía de Julia de Burgos, es
la premisa en la que se apoya esta introducción a su obra poética, intentando observar
imágenes literarias y signos que al referir al lector a otros signos más profundos,
indicarían la coexistencia de dos diálogos en la poesía de Burgos. Un diálogo entre
la hablante y el mundo que la rodea: erótico, doloroso y con sabor a muerte, y otro
diálogo entre la hablante poética y la inspiración creadora que se eterniza por
medio de la escritura al permitir el conocimiento del éxtasis de lo absoluto, de
la plenitud cósmica.
Como lectores, y citando las palabras de Octavio Paz en “El arco y la lira”:
“El poema es una obra siempre inacabada, siempre dispuesta a ser completada y vivida
por un lector nuevo”, se observará la dinámica dialógica que entrelaza los distintos
niveles semánticos que se revelan en dos de los poemas citados a continuación de
este breve comentario crítico: “Proa de mi velero de ansiedad” y “Poema del minuto
blanco”.
En “Proa de mi velero de ansiedad” vemos cómo los signos que lo componen
indican una posible bifurcación del poema en dos niveles interpretativos. El título
en sí, indica la existencia de más de un significado. En un primer nivel de lectura,
puede interpretarse como la constante búsqueda del amado ausente, tema que ha sido
centro de interés de algunos críticos que han trabajado la obra de Julia de Burgos,
en relación a la biografía de la autora. Por otro lado, si penetramos en esa ansiedad
por el amor mundano y desenmascaramos los signos que se erigen en el blanco de la
hoja, encontraremos otro tipo de ansiedad y búsqueda: la de no saber si la inspiración
estará presente en el momento en que la creación poética quiera realizarse. Las
tres primeras estrofas, están encadenadas por signos poéticos que se funden en una
sinfonía lírica, la cual a su vez se desdobla en el amor y la creatividad. En estas
estrofas el mar es una figura poética, cuya inmensidad sin límite le garantizaría
a la hablante lírica, el amor eterno del amado o la senda sin fronteras de la creatividad.
Se percibe también en estas estrofas la ansiedad de la hablante ante la incertidumbre
del no saber con certeza si se llenará el vacío de la ausencia. En un nivel heurístico,
la ausencia estaría representada por la falta del objeto de su amor mundano. En
un nivel hermenéutico, la voz poética estaría clamando por la palabra creadora que
diera forma al poema. En las tres estrofas siguientes, se puede observar también
la dualidad poética con que se expresa la hablante. La cuarta estrofa es un canto
lírico de espera y esperanza, en el que otra vez se pueden separar dos niveles.
La espera del amado y la espera de la conjunción del ánima y el ánimus en la siquis
de la hablante, para completar el TODO. Continúa en los siguientes versos una elegía
de amor dedicada al encuentro y a los frutos amorosos que nacerán para que sus ojos
los miren con el brillo de las estrellas. “Cuando me tomes, trémulo, habrá lirios
naciendo por mi tierra,…”. El lirio es símbolo de pureza. La voz poética ha alcanzado
el lirismo más elevado en la poesía y esa tensión se mantiene constante hasta el
final de las ocho estrofas que lo componen, al mismo tiempo que se observa una pluralización
del yo poético. Ahora son dos. El encuentro se ha realizado y otra vez se puede
observar el diálogo con el amado y con su inspiración poética. Estos diálogos se
unifican al recoger las “albas infinitas” en un paisaje tropical de selvas, alondras
y palmeras. En los últimos versos, decididamente, se revela el proceso creativo
en imágenes de amor y poesía, en las que se exalta la recepción del poema por el
lector y la unión de la hablante lírica con la inspiración:
En cada alba desharemos juntos / este poema exaltado de la espera, / y detendremos
de emoción al mundo /al regalo nupcial de auroras nuestras.
En “Poema del minuto en blanco”, un encadenamiento de signos en un nivel
heurístico de lectura, convierte al lector en testigo de un proceso de exaltación
erótica del amor, hasta un punto en que la hablante alcanza un estado total de éxtasis
amoroso. Los signos que se erigen en un primer plano de lectura, no dejan dudas
en el lector de la posibilidad de hacer una interpretación amorosa del poema.
...actitud de éxtasis (...) / abandonada y tímida se quedó la sonrisa (...)
/ Una palabra débil que flotaba (...) / se me hizo silencio (...) / una quietud
de rocas se filtró por mis poros (...) / transparente de esencias se rodó en el
instante mi emoción y mi cuerpo (…).
Es evidente que podría tratarse de la unión sexual amorosa de una pareja.
Lo que se propone a continuación es observar cómo, si el lector permite que los
signos lo remitan a un segundo nivel de lectura, el poema sufrirá una metamorfosis
interpretativa que pondrá en evidencia la posible existencia de un poema místico/meditativo.
En la primera estrofa del “Poema del minuto en blanco”, la hablante lírica
recuerda una actitud de éxtasis, para luego continuar en la segunda, con el relato
de cómo quedó su sonrisa más allá de los labios y luego se quedó en silencio: “Los
ojos se me fueron perdiendo de sus órbitas y cayendo en su centro…”. Uno de los
puntos de concentración para entrar en estado de meditación es el ojo espiritual
o tercer ojo. Una quietud de roca se adueñó de la hablante y la emoción y el cuerpo
desapareció en transparencias y sólo fue “el minuto blanco”, que más allá de la
vida la empujó al cielo. Es dejando el cuerpo en absoluto reposo y silencio, con
los ojos centrados y la mente en blanco, el camino hacia adentro del ser humano,
hacia el todo, hacia la esencia. Es al llegar a esa esencia cuando todos los diálogos
se unifican y convergen en el YO cósmico.
La pluralidad dialógica que se ha observado en las poesías de Julia de Burgos,
no significa una falta de unidad o coherencia poética en su obra, sino más bien
ejemplifica las diferentes facetas que conviven en el mundo imaginario del ser humano.
Estas facetas subordinadas a un orden simbólico, especialmente en la mujer, sólo
pueden traerse a la superficie por medio de una lectura que se podría llamar subversiva
o transgresiva de la obra poética.
3. Poemas de Julia de Burgos
VOCES PARA UNA NOTA SIN PAZ
(Para Julia de Burgos por Julia de Burgos)
Será presente en ti tu manantial sin sombras.
Estarás en las ramas del universo entero.
Déjame que te cante como cuando eras mía
en la llovizna fresca del primer aguacero.
Tu mano en semi-luna, en semi-sol y en todo
se refugiaba núbil, sobre la mano mía.
Porque yo te cuidada, hermanita silvestre
y sabes que lloraba en tus claras mejillas.
Será presente en ti tu manantial sin sombras.
Estarás en las ramas del universo entero.
Pero ¿dónde dejaste tu paz? - En cada herida-
me contestan tus ojos anegados por dentro.
Déjame que te cante como cuando eras mía,
hermanita silvestre, como cuando trepamos
el astro que salía a dormir soledades
entre nuestras pupilas destiladas de amor.
Déjame que te cante como cuando eras mía,
y era paz la distancia de tu nombre y mi nombre
y era paz el sollozo de la muerte que espera.
Será presente en ti tu manantial sin sombras.
Estarás en las ramas del universo mío
y todas las estrellas se bajarán cantando
la canción del espacio refugiada en un río.
YO MISMA FUI MI RUTA
Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisora
no resistían caminar hacia atrás,
y seguía adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar el beso
de los senderos nuevos.
A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.
Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía
se separaba más y más y más de los lejanos
horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro,
la expresión definida que asomaba un sentimiento
de liberación íntima;
un sentimiento que surgía
del equilibrio sostenido entre mi vida
y la verdad del beso de los senderos nuevos.
Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia,
de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.
Y fui toda en mí como como fue en mí la vida...
Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos,
se me torció el deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.
EL MAR Y TU
La carrera del mar sobre mi puerta
es sensación azul entre mis dedos,
y tu salto impetuoso por mi espíritu
es no menos azul, me nace eterno.
Todo el color de aurora despertada
el mar y tú lo nadan a mi encuentro,
y en locura de amarme hasta el naufragio
van rompiendo los puertos y los remos.
¡Si tuviera yo un barco de gaviotas,
para sólo un instante detenerlos,
y gritarle mi voz a que se batan
en un sencillo duelo de misterio!
Que uno en el otro encuentre su voz propia...
que entrelacen sus sueños en el viento,
que se ciñan estrellas en los ojos
para que den, unidos, sus destellos.
Que sea un duelo de música en el aire
las magnolias abiertas de sus besos,
que las olas se vistan de pasiones
y la pasión se vista de veleros
Todo el color de aurora despertada
el mar y tú lo estiren en un sueño
que se lleve mi barco de gaviotas
y me deje en el agua de dos cielos.
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