DELIA QUIÑÓNEZ | El pensamiento y la palabra de Margarita Carrera Molina
La
palabra como entidad totalizadora y vital, la profundidad filosófica y el respeto
a la libertad del ser humano que vive en sociedad, fundamentan la obra de Margarita
Carrera, cuyo humanismo atesora, además, la pasión creativa y el amor en su más
amplio sentido.
Sobre
esas sólidas bases encontramos en el pensamiento y en la palabra de Margarita, la
búsqueda de la expresión esencial para enfrentar la condición humana y con ella,
sus complejas facetas y sus intrincados laberintos. Nos vemos frente a una intensa
indagación de renovación formal y conceptual en la literatura guatemalteca, enmarcada
en la pulcritud y la belleza idiomática. Intimismo y universalidad son también,
revelaciones que se comunican entre sí, a lo largo de su amplia como hermosa producción
literaria.
La
duda existencial, el dolor, Dios, la muerte, el sufrimiento y la nostalgia, son
motivos que alimentan la voz de Margarita Carrera. La libertad, la condición del
hombre latinoamericano, las voces preclaras de los escritores y pensadores de Europa
y América, caben en la ágil y profunda dimensión de su escritura, donde hay una
fuerza constructiva que emana de su amor por la palabra:
¡Qué bello tenerte
en la inmensa hora
del silencio
refulgente y plena
más allá del precepto
y la mentira!
Tú sola eres
la verdad de mi vida.
El
acto de escribir está visto por Margarita Carrera como una función abarcadora, absoluta,
total. Como una actitud de vida donde cabe toda la dimensión humana del poeta, toda
su epifanía y sus caídas irredentas; todo el ser y sus recodos vulnerables; todos
los añicos del tiempo en una sola eternidad.
En
la obra de Margarita Carrera, la reflexión es la base de una poesía que se vincula
a las cuestiones existenciales. Reflexión que resulta en detonante de sus más valiosas
proclamas respecto de la creación literaria. Así, en “la omnipotencia de la palabra
y la omnipotencia del silencio”, ella sentencia con luminosa precisión:
La palabra conlleva
el silencio, como la vida conlleva la muerte… Poesía y silencio son dos momentos
de una realidad. Omnipotencia de palabra implica omnipotencia de silencio…
Ser poeta es ser eso:
desembocar en palabras los largos silencios de la niñez… Silencios de silencios;
silencios de luz y silencios de sombras; silencios de penumbra; silencios de regocijo
y silencios de dolor. Silencios que vueltos palabras duelen hasta los huesos.
(Ensayo
contenido en el volumen Rebeliones y revelaciones
del signo lingüístico)
Para
Margarita, escribir poesía es el acto supremo para recuperar la vida, para tomarla
entre las manos con sílabas de fuego o de misterio; para retomar el universo y desde
el ancho cielo de la memoria, reconstruir o destruir lo vivido.
Escribir es seguir
vivo
Retornar,
Cambiar,
Hacer actos de magia
Aparecer
Memorizar el agua
Persistir, insistir
gobernar
Entrar en jirones en
los rincones de otras almas
En
la poesía de Margarita hay no pocos desgarramientos frente a su propio tránsito
vital; y sobre ellos escribe y reflexiona con toda la sabiduría de su vida como
estudiosa de la cultura y del idioma. Ella es, por su altura lírica, una poetisa
indiscutiblemente representativa de las voces literarias de nuestra lengua.
Insisto
en que desde siempre, Margarita se unió a la poesía con un sentido no sólo expresivo
sino hondamente reflexivo. Sabemos que el poeta es siempre un buscador de misterios,
alguien que nunca renuncia a los secretos del por qué y el para qué; sin embargo,
el poema por su esencialidad es una cárcel y no todos los espíritu se conforman
con recrear el mundo en espacios tan limitados.
Entonces,
para hacer frente al intimismo existencial, Margarita traspuso los diques de su
poesía para renovar sus alas y darles mayor libertad por medio de una obra ensayística
de continuado ejercicio.
Ella explica así la necesidad de internarse en
el yo, aquel donde el poeta suele transitar con mayor énfasis:
Nada nos asusta más,
que el acercamiento a la verdad. Por eso nuestras máscaras, nuestras poses, la constante
fuga, nuestro tormento. Conocernos profundamente es amargo, a veces insoportable.
…Y todo porque tememos contemplar el abismo de nuestro mundo íntimo, que es lo más
recóndito, pero lo más auténtico.
(Introducción
al Tomo 1 de obra ensayística)
Por
eso ha escogido también los campos sin fronteras del ensayo, donde suelen abismarse
y recrear el universo, tanto el creador como el filósofo; y así juntos, en un camino
pleno de conflictos, recrear o interpretar ese desconocido universo que es y será
siempre el ser humano.
El
corpus de reflexiones filosófico-existenciales de Margarita Carrera también se solaza
plenamente en el amor, el que abarca a seres humanos por igual, el amor que hiere
sin piedad o endulza la savia que circula en los cuerpos urgidos de erotismo y de
terrenales paraísos. Mucho de este amor hay en el ancho mundo poético de Margarita.
Por
otra parte, y ya lo he señalado en anteriores oportunidades, ella proclama en toda
su obra ese impulso radiante y sin límites que es la pasión. Ella se enfrenta plenamente
con los grandes apasionados que revolucionaron el mundo con su arte o con su pensamiento.
Así, en uno de sus ensayos postula la amalgama entre filosofía y la poesía con la
pasión. Hay diferencias, dice, entre los filósofos que son tal y los que son filósofos
y al mismo tiempo poetas.
Los primeros, simplemente
huyen de las pasiones y tranquilamente se dedican a razonar con una lógica implacable
que satisface todo deseo sensual o sexual. Piensan mucho, viven poco, gozan poco,
sufren poco. Los segundos, le hacen frente a las pasiones, se adentran en ellas.
Al no poder saciar todos sus deseos, se dedican a razonar, pero con una razón que
conlleva más vida que lógica. Viven mucho, gozan mucho, sufren mucho; como consecuencia,
piensan mucho.
Esa
veta apasionada de la ensayista que es Margarita surge precisamente de su empatía
con temáticas, autores y corrientes de pensamiento que se perfilan en sus ensayos.
Se identifica —por ejemplo—, con Freud y con lo que ella establece como “ars poética
freudiana”, porque Freud no indagó en la esfera racional de hombre, sino en los
oscuros rincones de la libido. Por ese afán que se adentra en las pasiones humanas,
comulga con ese buscador de caracteres que es Shakespeare; o con Cortázar, el hombre
que es capaz de meter microscopios en lo más recónditamente emocional de las criaturas.
Margarita
Carrera es apasionada porque reconoce los ámbitos donde el hombre sufra y llora
con más intensidad, con más desgarrada soledad. Porque ama la raíz espiritual donde
el hombre latinoamericano debe encontrar su propia salvación. No le es ajena la
pasión que circula por las venas de Asturias o de Alejo Carpentier; ni la exuberancia
de América, ni las islas de angustia de nuestro continente.
El
poder de discusión con que Margarita enfrenta y replantea el pensamiento de los
grandes autores y creadores surge, a mi juicio, de un intenso e inextinguible amor
hacia la capacidad creadora del hombre. Para Margarita, dudar y discutir es valorar.
Todo lo contrario, es ignorar.
Paralelamente
a ese rigor y a esa pasión, la obra poética, ensayística y narrativa de Margarita
adopta un compromiso. Un rotundo compromiso con la literatura, con su pueblo, con
su época y consigo misma. Cree en el hombre como ser social, en la hermandad de
éste con la literatura, en aquellos que hacen de ese vehículo de cultura, el mejor
instrumento para mejorar y ennoblecer la calidad material y espiritual del ser humano.
Pero
en tal contexto, no podemos dejar de mencionar su permanente apego a la libertad
individual, a su postura siempre vigilante frente al dogma o frente a todo aparato
que intente aherrojar el pensamiento o el acto creador del artista. Por eso la obra
ensayística de Margarita Carrera, merece una actitud de estudioso, similar a la
que ella revela y mantiene en cada uno de sus ensayos y con cuanto, generalmente,
padeció con ellos.
Existe
en la densa obra literaria de Margarita, la coherencia conceptual entre cada una
de las facetas donde su obra se articula. Es una especie de ramaje vital que la
sostiene, de cara a su personal visión del mundo; por cierto, un mundo nutrido por
lo más influyente del pensamiento universal. Y en el centro, como dije anteriormente,
esa pasión de Margarita que circula en toda su obra. Porque, como lo expresa en
su ensayo “Historia y pasión”:
La pasión abre los
caminos de la historia; los cierra, los incrementa, los sitúa. Sin ella no se operarían
los benéficos o maléficos cambios sociales (entendiendo por benéfico aquello que
otorga libertad y justicia al hombre y por maléfico, lo que lo esclaviza, reduciéndolo
a la miseria material o espiritual.
(En
Antropos)
Margarita
Carrera Molina también ha incursionado en la narrativa. En la mirilla del jaguar,
(publicada en el 2002) se adentra con cuidadosa maestría en la biografía novelada
de Monseñor Gerardi Conedera, cuyos valores personales y de ejemplar empeño en busca
de la verdad, se agigantan frente a la crueldad de la muerte, al igual que la de
otros que han luchado y que, sin previo juicio, han muerto en la búsqueda de una
patria más humana.
Dos
obras autobiográficas enriquecen la obra de la autora: Sumario del Olvido y Sumario
del Recuerdo. Estas son, a mi modo de ver, una gran lección de paciencia, humildad
y rebeldía en donde deja un hermoso testimonio de sí misma. Ella camina con fuerza
y agilidad extraordinarias en medio de una vida dolida, pero plena en sus realizaciones;
audaz, pero prudente en su misma apasionada circunstancia; lúcida, pero mágica en
la grandeza de su inagotable creatividad.
A
propósito de esa coherencia entre pensamiento y obra, a la que antes me referí,
cabe insistir aquí que Margarita Carrera ha logrado plasmar en toda su obra, su
sentido de libertad. Ella ha sido consecuente con todo aquel que en medio de su
enorme soledad ha de encontrarse cada día con lo inescrutable y en un mundo igualmente
incierto en donde es a la vez, un ser social, rodeado de otros seres humanos tan
complejos como él, y tan vulnerables en su deambular por el mundo.
Ella
encarna la capacidad del escritor que sabe dar unidad a su obra, adentrarse en su
propio mundo para captar la realidad que le circunda, sin distanciarse de la reflexión,
sino reflejarse en ella.
¿A
dónde ha conducido toda la creatividad reflexiva de Margarita? Sin duda alguna,
a espacios susceptibles de ampliarse y multiplicarse gracias a su docencia, de la
que muchísimos alumnos, maestros y académicos de varias generaciones han recibido
el influjo de su pensamiento, de su vocación magisterial, de su devoción por la
palabra. Voz multiplicada en sus columnas de opinión publicadas en los más importantes
medios de comunicación de Guatemala.
En
cada una de sus expresiones, reconocemos una obra literaria sólida y un pensamiento
ejemplarmente reflexivo como el suyo. Margarita Carrera Molina es un ejemplo de
vida cuyo compromiso ha sido siempre el de la labor fecunda, aquella que ha florecido
gracias a la generosa entrega de su luminoso pensamiento y, en suma, a su indiscutible
humanismo.
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