sábado, 19 de junho de 2021

CLAUDIA VILA | Lo ominoso, como un factor preponderante en el cuento Gómez Palacio de Roberto Bolaño



El cuento a analizar se caracteriza por la conjunción de variados elementos que lo hacen único dentro de la narrativa mundial y, por consiguiente, de la narrativa latinoamericana. Ello, porque Bolaño se inserta dentro de una concepción de literatura que instaura un nuevo orden dentro de lo ya establecido, acercándose así a la postmodernidad, en relación a los recursos estéticos que este desarrolla. Estos elementos son: espacio interno (síquico), espacio externo (lugares), divagación, lugar del lector etc. Además, se destaca el concepto de “lo ominoso” acuñado por Freud como relevante en relación a la propuesta estética del autor. Según el psicoanalista se vincula con “Un Heimlich, o lo siniestro, próximo a lo espantable, angustiante, espeluznante (…)” (Freud).

Los espacios síquicos de los personajes, están plagados de complejidades propias del hombre postmoderno, como, por ejemplo, la permanente sensación de vacío, incomodidad y frustración que no logran saciar de ninguna manera. Se aprecia que el protagonista (poeta) se ve poseído por una constante desazón: “pensaba en el desastre que era mi vida” (Bolaño), la que es propia de un hombre desadaptado frente al medio que le ha tocado vivir: “Todo aquello no tenía sentido, pensaba, pero en el fondo sabía que tenía sentido y ese sentido era el que me desgarraba (…) (Bolaño). Ello representa el estado emocional de los personajes que padecen una sensación de abandono, vacío y permanente intolerancia frente a una realidad, que en el fondo no ofrece nada novedoso, ni auspicioso, sino que en el relato se percibe como un continuo desasosiego: “Me levantaba continuamente e iba al baño a llenarme el vaso. Ya que estaba levantado aprovechaba para comprobar una vez más si había cerrado bien las puertas y las ventanas” (Bolaño). El hecho que el protagonista se levante muchas veces refiere a un constante sentimiento de temor frente a lo desconocido, es decir, temor compulsivo a que “algo externo” pueda entrar en su habitación y lo ataque. En este punto, es cuando lo ominoso cobra mayor presencia en ese “algo” que continuamente está aflorando, que el lector intuye como un aviso de peligro. Esto se debe principalmente a la forma en que Bolaño construye la historia; ya que esta sensación en el lector, es una especie de continua molestia, lo cual se equipara con lo sentido por el poeta, por ello su calidad magistral al traspasar este sentimiento.

Asimismo, se debe tomar en cuenta el rasgo de bestialidad que se vincula con lo ominoso en esta historia. Lo salvaje es una muestra evidente del concepto mencionado, ya que ubica al hombre al borde de la inseguridad latente en un marco dónde nada es lo que parece ser, sino que se aproxima a mundos que no tienen explicación y por lo tanto, hacen que el protagonista constantemente esté dudando y se encierre dentro de sí mismo, temeroso de dar el próximo paso. Esto se hace presente en la referencia de Bolaño a los “ojos saltones” de la directora del Bellas Artes. Esta referencia va in crescendo a lo largo del transcurso del relato, ya que primero solo se menciona: “La directora, una mujer de ojos saltones, regordeta (…)” (Bolaño) se insinúa este aspecto de forma débil, lo que solo es una sugerencia para el lector. Luego, “Con prudencia me encaminé hacia donde estaba la directora. Ella bajó la ventanilla y preguntó qué había pasado. Tenía los ojos más saltones que nunca” (Bolaño), “La directora me miró: sus ojos saltones brillaban como seguramente brillan los ojos de los animales pequeños del estado de Durango, de los alrededores inhóspitos de Gómez Palacio” (Bolaño). La fisonomía de la mujer es parte de un espacio exterior, caracterizada por su evidente semejanza con los animales de un lugar específico de México y por ello, constituye una otredad siniestra porque se liga con rasgos de animalidad y de lo ominoso. Esto último se produce porque el poeta tiene una relación de cercanía con esta mujer, pero de igual manera ella constituye un tipo de extrañamiento; ya que ignoramos qué representa finalmente, solo se insinúa este rasgo aniquilante que deja una sensación de duda y de incerteza en el lector, porque no sabe a qué exactamente se está enfrentando, lo cual nos lleva a la pregunta: ¿Quién es la directora? De acuerdo a ello, Molina señala que “las relaciones contradictorias entre personajes con sus contextos en los cuentos analizados expresan relaciones dinámicas, la conformación de contradicciones nunca estáticas, constantemente reelaboradas, pero también condicionadas por la perspectiva del trabajo literario y de la materia narrable. La necesidad de la lucha por lo dinámico, de lo dialógico, contra lo estático o monológico en la definición de valores no sólo estéticos, sino también culturales”.


También es interesante la alusión que hace el autor al color, como una marca textual que se repite en el relato y que de un modo o de otro señala lo complejo que es definir este concepto, debido a que si bien todos conocemos los colores, la conformación de los mismos corresponde a ciertas leyes físicas relacionadas con la luz que corresponde a un término más complejo y alejado del conocimiento común de los lectores y público en general. Esta referencia se aprecia durante todo el desarrollo de la obra: “¿De qué color es el desierto de noche?, me había preguntado días atrás en el motel” (Bolaño). “Una mañana, mientras desayunábamos, la directora me preguntó por el color de mis ojos (…)” (Bolaño). Esto alude a espacios desconocidos que constituyen un elemento inexplorado y a dónde se encuentra una zona deshabitada que debemos contemplar, pero no se accede a ella por el miedo a perder algo valioso de nuestras vidas.

Además, otro punto importante es la construcción del elemento divagación como un recurso que cruza el relato e inserta al lector dentro de un terreno poco certero y difícil de asimilar. Ello implica un camino sinuoso que este debe recorrer por el territorio de la lectura. En relación a ello, Molina señala que es fundamental: “la vaguedad con que se manifiestan en la escritura estos espacios entre lo real, imaginario y simbólico, a través, por ejemplo, del sueño. Se construye una proyección, una imagen que tiene en la contra utopía un referente constante. Queda la destrucción de un referente utópico, la crítica a lo que la generó y no le permitió avanzar. El contexto actual entonces está marcado por fuerzas ominosas que son observadas en los cuentos, abordadas sobre todo desde lo urbano”.

La relación entre el hombre con lo externo es vital, porque plantea cuáles son los roles de cada uno de estos espacios (interno y externo). En este sentido, se aprecian relaciones entre ambos, porque la interioridad de los personajes manifiesta el reflejo del exterior, como una muestra de “cómo es adentro es afuera”. Asimismo, se produce una contraposición de estos, que privilegia la desconexión de los dos, así como también la permanente lucha del hombre por querer adaptarse dentro de este entorno, pero con resultados desfavorables.


Es innegable, la posición que se da en América Latina en relación a los imaginarios que surgen en estos contextos, lo cual, finalmente se traduce en espacios salvajes, complejos que lideran la lucha del hombre por domesticarlos, pero sin ninguna expectativa, ya que prima lo salvaje por sobre lo racional, y esto mismo implica una manera de ser específica del hombre Latinoamericano. Este modo lo predispone ante lo sobrenatural que se yergue en el “afuera” como una realidad distinta a lo conocido normalmente por él. Ello, tiene su reflejo en el espacio en que se contextualiza la historia, una carretera y un desierto de México, que de cierta forma nos muestran este mismo vacío y desconexión del hombre dentro de un mundo adverso para él. Estos lugares poseen mucho de ominoso cuando se conjugan elementos que ayudan a esta desconexión del hombre, ya sea en sí mismo como también de su entorno salvaje: “En el horizonte vi unos montes bajos entre los cuales se perdía la carretera. Por el este empezaba a aparecer la noche. ¿De qué color es el desierto de noche?, me había preguntado días atrás en el motel” (Bolaño). Según Ostria “La obra de Roberto Bolaño tiende a establecer una relación fronteriza y marginal con el mundo, en la medida en que expresa una subjetividad movediza, susceptible de ser leída en varios niveles de sus textos y de interpretarse como una escritura “desterritorializada”.

Esto implica además el reconocimiento de la identidad propia del sujeto latinoamericano, el cual dentro de la historia se observa como un ser marginal que lucha constantemente por condiciones de vida mejores y de esta forma se puede afirmar que siempre se conserva en un lugar intermedio, ya que aspira a otras condiciones políticas, socio-económicas, pero no lo logra. Es decir, este sujeto permanece en esta zona intermedia, lo que en la historia se ve reflejado mediante el mismo poeta que no está conforme con su propia existencia y continúa inserto dentro de un lugar del desacomodo. Asimismo, se muestra la visión realista de este protagonista (poeta) acerca de uno de sus alumnos (que adopta la poesía como un medio para alcanzar la libertad): “Detrás de esa respuesta, sin embargo, vi al obrero del jabón, no como era ahora sino como había sido cuando tenía quince años o tal vez doce, lo vi corriendo o caminando por calles suburbiales de Gómez Palacio bajo un cielo que se asemejaba a un alud de piedras. Y también vi a sus compañeros: me pareció imposible que sobrevivieran. Eso era, pese a todo, lo más natural” (Bolaño).


De acuerdo a ello, se muestra un individuo marginado en relación a circunstancias sociales-económicas que está permanentemente atado a esta condición que de algún modo determina su vida, lo cual es una característica fundamental de este sujeto definido como un hombre que debe luchar dentro del espacio en el que está inserto. Es evidente el gesto que realiza Bolaño de “naturalización” del hecho que implica una situación sine qua non de los habitantes de Latinoamérica.

 

Referencias bibliográficas

Bolaño, Roberto. “Gómez Palacio” en Putas asesinas (2001).

Freud, Sigmund. Lo siniestro (1919).

Molina, Mario. “Otra Latinoamérica: la crítica de la utopía en Roberto Bolaño” (2011). Proyecto de investigación Diccionario de Autores de la Literatura Chilena del siglo XIX al XX.

Ostria, R, Olga. “La escritura desterritorializada: dos insufribles discursos de Roberto Bolaño”. Kipus: revista andina de letras. 31 (2012): 97-109.

 

CLAUDIA VILA (Chile, 1969) es escritora nacida en Viña del Mar. Profesora de lenguaje y comunicación (PUCV), poeta, editora, correctora de textos y crítica literaria. Publicaciones: Los ojos invisibles del viento (poesía, 2012); Componiendo la ilusión (antología poética surrealista, 2017); Reseña crítica a Doce Noturnos Da Holanda (1952) de la poeta brasileña Cecilia Meireles (2018). Ixquic (antología poética feminista, 2018); Luna llena (antología poética surrealista, 2018); Reseña crítica a Barajar la poesía (panorama artístico, cultural y surrealista en Latinoamérica) de Alfonso Peña (2020). Antología de la luz (poesía, 2020); y 120 noches de Eros – Mujeres surrealistas, de Floriano Martins (2020).



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