Comienza marzo y con él, la violeta
oleada de manifestaciones feministas. Organizamos la impostergable marcha del 8M
y el paro de mujeres para el día siguiente. La causa se ha masificado con las décadas,
al punto de abarcar casi todo el territorio occidental.
Desde el ámbito literario, algunos
rituales que conmemoran este mes es leernos entre mujeres que hemos puesto en la
retina las demandas feministas, así como también crear círculos de escrituras, debates,
tertulias, lecturas poéticas, performances, etc. Sin ir más lejos, se me ha pedido
escribir algunas líneas en torno a lo que por años nos ha movido a las poetas, y
me ha parecido una buena oportunidad hablarles de algunas mujeres que poetizaron
mucho antes que nosotras, sin redes sociales, contra todo un sistema patriarcal
y desde Latinoamérica (el continente que ha normalizado las cifras de femicidios,
la región del reggaetón, cuyas letras dejan en evidencia la presencia de una violencia
simbólica latente).
Quisiera aclarar, no obstante,
que las mujeres que a continuación presento no son más que una muestra de botón
de un universo mucho más amplio; la punta del iceberg de tantas que escribieron
y nunca fueron visibilizadas, o fueron tachadas de locas; o algunas cuyos escritos
terminaron quemados por las dictaduras latinoamericanas.
A pesar de tener el antecedente
de Sor Juana Inés de la Cruz, Latinoamérica calló por siglos los versos de muchas
mujeres, convirtiéndose en tierra fértil de poetas (hombres) que observaron el mundo
con una sensibilidad operante y ah doc a la época.
A principios del siglo XX, en
Chile -el país más austral del continente- una joven Teresa Wilms Montt, incomprendida
y tachada de loca, a quien quitaron la tuición de sus hijas y enviada a un convento,
escribía alrededor de 1920, el poema Autodefinición:
Soy Teresa Wilms Montt
y aunque nací cien años antes
que tú,
mi vida no fue tan distinta a
la tuya.
Yo también tuve el privilegio
de ser mujer.
Es difícil ser mujer en este mundo.
Tú lo sabes mejor que nadie.
Viví intensamente cada respiro
y cada instante de mi vida.
Destilé mujer.
Trataron de reprimirme, pero no
pudieron conmigo.
Cuando me dieron la espalda, yo
di la cara.
Cuando me dejaron sola, di compañía.
Cuando quisieron matarme, di vida.
Cuando quisieron encerrarme, busqué
libertad.
Cuando me amaban sin amor, yo
di más amor.
Cuando trataron de callarme, grité.
Cuando me golpearon, contesté.
Fui crucificada, muerta y sepultada,
por mi familia y la sociedad.
Nací cien años antes que tú
sin embargo te veo igual a mí.
Soy Teresa Wilms Montt,
y no soy apta para señoritas
En 1922, allá por esas mismas
coordenadas geográficas, Gabriela Mistral (la primera mujer en obtener un Nobel
de Literatura; latinoamericana, tosca, lesbiana) publica Desolación. Esta
magnífica obra comprende varias secciones, entre ellas la que la autora llamó Dolor.
Dentro de la misma, el poema titulado Íntima:
Tú no oprimas mis manos.
Llegará el duradero
tiempo de reposar con mucho polvo
y sombra en los entretejidos dedos.
(…)
Tú no beses mi boca.
Vendrá el instante lleno
de luz menguada, en que estaré
sin labios
sobre un mojado suelo.
(…)
No me toques, por tanto. Mentiría
al decir que te entrego
mi amor en estos brazos extendidos,
en mi boca, en mi cuello,
y tú, al creer que lo bebiste
todo,
te engañarías como un niño ciego.
Porque mi amor no es sólo esta
gavilla
reacia y fatigada de mi cuerpo,
que tiembla entera al roce del
cilicio
y que se me rezaga en todo vuelo.
Es lo que está en el beso, y no
es el labio;
lo que rompe la voz, y no es el
pecho:
¡es un viento de Dios, que pasa
hendiéndome
el gajo de las carnes, volandero!
Otra incomprendida de la época,
adelantada en sus tiempos e infra valorada por una estructura patriarcal y tradicionalista
es Stella Corvalán. Mucho más conocida en círculos intelectuales de Europa, Stella
provenía de Talca, una ciudad al sur de Chile famosa por ser territorio de oligarcas
y terratenientes, bajo una sociedad diez veces más cerrada que la de Santiago, donde
las buenas costumbres operaban casi como un dogma.
En 1943, Stella publica su poemario
Palabras, en el que incluye el bellísimo poema Novia del Viento:
Ni yugos pesados, ni muro al acecho:
he buscado esposo que me avive
el paso:
soy novia del viento.
Iré como brújula,
peregrina eterna de nuevos senderos;
no hay nada que me ate,
ni palabra airada, ni beso travieso.
Ya elegí destino... soy novia
del viento,
trazará mis rutas con aliento
fresco,
me dirá la estrofa borracha de
cielos
y estaré a resguardo con su helado
beso;
siempre el rostro claro, dorado
a sol nuevo.
Ni yugos pesados, ni muro al acecho;
soy libre y ligera, mi novio es
el viento.
Stella Corvalán nos ofrece una escritura que no pierde su belleza
a pesar del rupturismo promovida en ella. La utilización precisa de la metáfora
nos permite ver un manifiesto que contiene principios primordiales del pensamiento
feminista: el despojo del yugo, la peregrinación en una soledad elegida libremente,
la frescura de la libertad. Sin duda, una propuesta tan vigente en nuestros días.
Por último y caminando algunas décadas más, podemos encontrar a
Julia de Burgos, que desde Puerto Rico publica una escritura sincera y personal,
aludiendo también a aquella independencia interior que para nuestra época pudiera
ser evidente, sin embargo, pensada por pocos durante los tiempos en que estas mujeres
vivieron. En 1964, Julia de Burgos publica, entre varios poemas, Yo misma fui
mi ruta:
Yo quise ser como los hombres
quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra
promisoria
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar
el beso
de los senderos nuevos.
Cuántas otras escritoras nos quedan
por descubrir y leer. Afortunadamente, subsiste la memoria colectiva y sus versos,
que hoy cobran un sentido vital, pues reclaman demandas y reivindicaciones que el
feminismo como movimiento social revive a diario, sin descanso y con la esperanza
de que cada día lleguen a todo rincón del territorio universal para demostrar y
vociferar que la poesía (también) es nuestra.
DANIELA SOL, poeta e investigadora latinoamericana.
Ha publicado más de seis poemarios y una serie de libros que abarca los estudios
de género, la escritura creativa y la memoria colectiva. En 2018 publicó “Ixquic,
Antología Internacional de Poesía Feminista” (Verbum, Madrid), un compendio de 60
poetas contemporáneas que escriben desde las demandas feministas en ejes como el
cuerpo, la memoria, la comunidad y la introspección. Pertenece a la Sociedad Chilena
de Estudios Literarios. www.danielasol.com
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Número 174 | junho de 2021
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