Sucedió en el año 2015, en
verano, cuando el flujo tremendo de trabajo de mi docencia universitaria se
detiene por unos meses y la pausa, y las lluvias que acompañan esta estación en
la Florida, abren otras puertas. Entró lo inesperado, una voz que venía de
lejos, de un país para mí aún desconocido con un idioma ligeramente familiar.
Pero no pude negarme a saber más sobre Henriqueta Lisboa luego de leer su magnífico
ensayo “Poesia: Minha profesion de fe,” que me llegó en una versión fragmentada
en inglés que divulgó Sara Castro Klarén. Luego, claro está, quise conocer su
poesía, y encontré Henriqueta Lisboa. Obras completas I (Poesía geral
(1929-1983), editada por Fabio Lucas (1985), que por entonces
brindaba el mejor resumen de sus poemas, y que alimentó mi curiosidad al
constatar su interesante evolución estilística y los registros variados que se iban
revelando. También tuve acceso a sus ensayos reunidos en Convívio poético
(1955), Vigília poética (1968) y Vivencia poética (1979), libros
en portugués y de complicado acceso para las bibliotecarias de mi universidad
floridana. No siendo conocedora de la lengua más allá de la afinidad que
presenta con el español y de mi conocimiento de otras lenguas romances, me
volqué sobre la búsqueda de su obra en español para dar con un vacío
inexplicable donde solo fueron accesibles algunos poemas traducidos por Angel
Crespo. Fue recientemente que supe de una antología de Adovaldo Fernández
Sampaio donde también se incluyen y traducen poemas de Lisboa. Por supuesto, busqué
algunos de los estudios que se le han dedicado, y obviamente me detuve en su correspondencia
con Mario Andrade. Dentro de la academia me sentí muy afín con las ideas que
plantea Adriana Rodrigues Machado en su disertación doctoral cuyo título
traduzco como: “Rosa Plena: Lo Sagrado en la poesía de Henriqueta Lisboa.”
Pero la sed de acercarme a su
obra era fuerte. Acudí a una apreciada estudiante de la Maestría de Español,
ahora amiga y colega, Ester Bastián, nativa de Brasil, quien ya sabía de su coterránea.
Ella estuvo dispuesta a traducirla y trabajar conmigo desde que se lo propuse
en aquel intenso verano de indagaciones. Fue una necesidad personal,
profundamente espiritual y a la vez de una gran intensidad intelectual. Creo
que siempre llega así la Voz de Lisboa, reclamado toda la atención de nuestro espíritu
y nuestra mente, su obra apela a la más clara razón y la intuición que la
sustenta.
Emprendí el quehacer y desde
entonces ha sido sin atajos. Ese mismo año Bastián y yo publicamos una nota de presentación
de la autora al lector hispano en la prestigiosa revista Letras Femeninas
(Vol 41, Issue 2015: 156-163) que se
publica en Estados Unidos donde incluimos algunos poemas traducidos por Bastián.
Le siguió en 2016, otra nota muy similar en otra revista literaria (Surco
Sur Vol. 6, Issue 9 (2016): 14-15) pero anunciando otros poemas. La
selección obedecía a intuiciones por mi parte sobre la estética de Lisboa, y al
gusto personal de la traductora. Sin embargo, los lectores en español en
Estados Unidos, que son muchos, pudieron ampliar el contacto con esta gran escritora
que habían facilitado las previas traducciones de Crespo y Fernández Sampaio, y
de seguro de otras que deben haber escapado a mis pesquisas. En la actualidad,
me encuentro trabajando con Stockero, editorial radicada en Florida, una pequeña
edición con todo lo que Bastián ha ido traduciendo y yo estudiando.
Sin embargo, acepto que mis estudios
son solo aproximaciones, y no extensas investigaciones, porque estas las he dedicado
a la filósofa española María Zambrano desde
hace dos décadas y sobre la cual añado un breve párrafo para beneficio de un
público que quizás no la conozca.
Zambrano nació en Vélez Málaga en 1901 y murió
en Madrid en 1991. Fue la voz femenina más revolucionaria dentro de ese exilio
español que salió de España asfixiado por el Franquismo y que, en el Nuevo
Mundo, entregó lo mejor de sí comprometiéndose con los cambios socio políticos
que las décadas de los años 40’ y 50’ trajeron a América Latina. Es de noble
estirpe su aporte fundamental a la crítica del racionalismo: el método de la
razón poética, cuyo humus se halla en
las fuentes clásicas griegas de las que bebe Zambrano y en su estrecho vínculo
con la poesía. Sin prejuicios como filósofa acudió a la superposición de campos
e incursionó en lo religioso y en lo literario. Además, se posicionó como
feminista, aun sin declararlo así, al incorporar el saber de la experiencia
vivida a su método. Mucho se ha escrito mucho sobre cómo su exilio, sobre todo la
vivencia del Caribe, moldeó la perspectiva vivencial que define el giro
filosófico propuesta por la nueva razón zambraniana. El lector interesado podrá
apreciar este método de pensar el mundo, de escribir el mundo, en el libro que
mejor la revela, Claros del Bosque
(1977), título escrito en su refugio en el Jura francés, antes de pasar un
tiempo en Italia, cuando el periplo americano de la filósofa se cierra y
comienza el regreso a casa para morir en su España.
Mas que estas diferencias,
quiero anotar que, en lo profundo de sus respectivos estilos y géneros
cultivados, hay una voluntad de transmitir una Esperanza: la posibilidad de que
el hombre trascienda su existencia como individuo apresado en una formación histórica.
La poesía les servirá de Guía, Zambrano y Lisboa la concibieron así. De ahí que
lo metafísico transpire en sus obras donde hay lugar para la mirada amorosa
sobre el mundo exterior seguida de una la actitud de recogimiento y contemplación.
Por eso resultó inevitable que mi
cercano trato con la razón poética zambraniana fertilizase mis lecturas de
Lisboa. Solo para dejar anotada una de esas correspondencias que he encontrado
entre ambas, propongo que en ambas pueden encontrarse influencias del gnosticismo.
Entiéndase este, dentro del contexto de este artículo de divulgación literaria,
como la amplia variedad de escuelas de pensamiento que desde la Antigüedad hasta
nuestros días han postulado que el hombre encontrará su salvación a través de adquirir
un conocimiento (gnosis) del origen divino que ha quedado apresado en su
existencia corporal.
Este tema está más estudiado en Zambrano.
Otros prudentes investigadores también han visto esa influencia, por ejemplo,
Jesús Moreno Sanz y Agustín Andreu, pero quizás respetando los deseos de la
propia Zambrano, no creo se ha profundizado en ello, pues ella no quiso ser identificada
con una corriente de ideas considerada herética para el cristianismo, dentro
del cual se formó y nunca abandonó, así como no ser marginada como “esotérica”
dentro del círculo de la filosofía, su campo profesional. Entre ambas
tensiones, muy consciente de que todo valor intelectual es social, y sujeto a
juicio colectivo, deseosa de un reconocimiento que le llega, aunque sea tardíamente
al ser reconocida con el Premio Cervantes en 1984, Zambrano pudo ser una gnóstica
vergonzante. Pero develar ese “su secreto áulico” como le llamaría Andreu, no
es el objetivo de estas páginas en las que muy libremente afirmo que hay
suficiente prueba textual, mucha más por supuesto de la que puedo ofrecer en este
breve ensayo, para considerar que el gnosticismo es una de las fuentes de su
obra.
Con respecto a Lisboa, el presente texto no
puede proponerse una afirmación sino adelantar una sospecha. Sobre fuentes
similares ha trabajado con rigor Rodrigues Machado en sus tesis, tanto la de maestría,
“La poesía esencial de Henriqueta Lisboa”, como la doctoral antes citada. Es
muy probable que otros estudiosos también hayan abordado caminos coincidentes
con estas impresiones mías pero mis lecturas sobre Lisboa tienen mucho por recorrer
y no puedo dar fe de ello. Hasta el momento, pienso argumentar mi propia
hipótesis trabajando en la correspondencia entre Lisboa y Mario de Andrade
donde encuentro puntos de contacto con la que estableció María Zambrano con
Gustavo Pittaluga, teniendo en común ambas relaciones lo que llamar la creación
de una sicigia o pareja espiritual, uno de los preceptos practicados por los gnósticos
y desarrollado conceptualmente por la llamada escuela valentiniana del siglo
II, una de las más prominentes dentro del mundo helenístico que fue caldo de
cultivo de las ideas gnósticas. Otros elementos que en mi opinión acercan a la
autora brasileña al gnosticismo aparecen en algunos de los poemas que cito al final
de este trabajo. Los analizo brevemente, limitándome a usar la filosofía gnóstica
como una hermenéutica literaria para llegar a la poética de Lisboa.
Como estoy consciente de que
escribo esta nota para un público hispano asentado mayormente en Brasil no
estoy tomando espacio para dar un sumario de los libros publicados por la
autora ni entro en detalles de sus contextos literarios ni históricos, que
asumo conocidos. Hice esto en mis notas anteriores con modestia, pero con
profunda admiración, y pude comprobar como su obra logra un estilo personal en
medio de la presión literaria que ejercía el Vanguardismo, entiéndase
Modernismo brasileño, sobre todo el ambiente intelectual que la rodeaba. Ella como
Cecília Meireles y Jorge de Lima se distinguieron por su acento neo-simbolista.
Pero todo esto, los estilos de moda e incluso los eventos políticos e históricos
quedaron dentro de su poesía incorporados dentro de cauces silenciosos,
personalísimos, llevándose a cabo la alquimia de lo exterior para crear su
propia palabra poética. En sus poemas, una siente el infortunio de la catástrofe
bélica, y, en su ensayística, la pasión que le provocó la escuela
estructuralista. No sin que dejemos de mencionar el ejercicio de la traducción
de escritores ingleses, españoles e italianos que la convierte en una pionera
de la gestión de divulgación cultural transatlántica.
Este artículo de aproximación
que Agulha Revista de Cultura y su editor Floriano Martins han recibido presenta
la autora a un público amplio y lo hace en español en una revista brasileña, ¿Y
por qué no? Agulha Revista de Cultura se destaca en el panorama de las letras
lusoiberomaericanas por su vocación pluralista en cuanto a las lenguas que
acoge. Por mi parte, cierro con tres fragmentos de poemas traducidos por Bastián
que luego recogerá mi edición de Stockero. En estos versos espero que el lector
podrá verificar, o explorar más, algunas de las influencias que he apreciado en
la visión poética de Lisboa, particularmente las que apuntan hacia su vocación
gnóstica. Otras, estoy convencida, están presentes en claves que aún no se me han
revelado, y en poemas que aún no he leído. Estudiar esta rica herencia de
imágenes e ideas me compromete a nuevas
incursiones en esta obra hermética en sentidos y cristalina en su lenguaje, una
de las paradojas que caracteriza a una escritora esencial para el acervo
mundial de la poesía.
Por ahora estas son algunas
lecturas puntuales.
“Las fases” es nuestro título
traducido de “Os Estágios.” Es este uno de mis poemas favoritos por la pureza
conceptual con que expresa la idea aristotélica de un mundo animado por el
Nous, donde todo lo creado por Dios lo representa. El énfasis en los distintos
estados de la materia es algo que preocupó a los filósofos presocráticos y a la
poeta de Minas de Gerais. Apreciamos además como retoma Lisboa el viejo símbolo
de la aurora que encontramos en los versos escritos por los sabios sufíes,
trabajado siglos después en Alemania por el místico zapatero Boehme, retomado
por Nietzsche, y recogido más tarde por Zambrano. Y desde mucho antes de todo
eso, imbuido en la cultura mesoamericana a través de Quetzalcoalt. Desde muy
lejos le llega esa poderosa imagen a Henriqueta Lisboa que supo ser vaso e
instrumento de saberes esenciales.
……………………………………..
Aleluya. Quizás exista un nuevo reino
más allá de
las fronteras
del mineral, del vegetal, del animal.
Quizás al desaguar del océano
salpicada de las iniciales espumas
otra aurora se abra. Quizás.
Aleluya por este quizás. Aleluya.
……………………………………..
“As criancas”, que traducimos
como “Los niños,” nos recuerda la amistad que unió a Lisboa y a Gabriela
Mistral. Ambas se conocieron en Brasil. Como se sabe luego Lisboa efectuó la traducción
al portugués de versos de Mistral. El texto, dedicado a la chilena, busca a
propósito un tono similar al mistraliano “Meciendo”. En ambas autoras se
aprecia una intención de acercase a los niños como criaturas puras y a su
silencio como aquel lugar donde se reposa a la sombra de Dios. Cabe destacar
que Meireles, con quien se ha relacionado a Lisboa por el carácter místico y
simbólico de su poesía, fue también una sensibilidad preocupada por la educación
de la infancia a la que dedicó obra y esfuerzos. Es interesante que estas tres
grandes mujeres ven en el niño la criatura de Dios en un estado ideal para
proporcionarle la educación que mejor le abra los caminos hacia el pleno desarrollo
de intelecto y espíritu.
Los niños cantan
Quiero un silencio
perfecto
ni hoja al viento
ni fuentes que murmuran
entre los arbustos.
Bien lejos
pájaros
risas.
Nadie me busque
nadie me bese
Quiero el silencio
de antes de la creación
……………………………………
En “Sibila,” el nombre remite ya
a la mitología griega, y la imaginería porta todo el simbolismo oscuro que
rodea a estas extrañas figuras femeninas que no han dejado de volver a inquietarnos
con esa voz transhistórica que habla de eventos y eventos que se repiten, según
lúcidamente nos dice el poema. Esta mirada transversal a la Historia es algo
que también destaca el método de la razón poética en María Zambrano. Además de
su contenido filosófico, en el plano literario, “Sibila” tiene destellos de un
simbolismo distinto al habitual en Lisboa. Vemos el uso de ciertas imágenes sorprendentes,
incluso coloquiales, en mezcla retadora con sus elevadas reflexiones, recurso
que no es ajeno a la poesía de su época si pensamos en la poética vanguardista
que inaugura Vicente Huidobro, autor estudiado por Lisboa.
Ahora es la
voz de Sibila.
Ella no tiene
voz y canta
Es ronca,
pero canta
Muda habría
de cantar.
Canta con
los nervios
con los
músculos
con todo
el cuerpo
hasta
con los cabellos.
……………..
¿Quién vio el rostro de la Sibila?
¿Quién se arriesgó al fondo del
pozo
en la búsqueda de humanos rasgos?
Quizás ella no tenga rostro:
es
múltiple innumerable
en la imagen
de la estratosfera.
Mientras, es única - estructura
vaso comunicante
de eventos y más eventos
que se disuelven pronto
en aludes del tiempo
(Los peces son portados
en velocísimas bandejas
de otra galaxia)….
Pero hasta acá mi comentario-muestra
de textos. Esperamos que lo escogido, como avance de la edición en español, deje
al lector hispano de Agulha Revista de Cultura, para cual se ha pensado este artículo,
colocado invitadoramente en el brocal de una fuente profunda.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 176 | julho de 2021
Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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