JORGE
BOCCANERA (Bahía Blanca, Argentina, 1952) es poeta, ensayista y periodista.
Vivió largos períodos exiliado en México (1976- 1983) y en Costa Rica (1989-1997).
Ofreció seminarios, cursos y charlas en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora
(Argentina), Universidad de Costa Rica y Universidad de Salamanca (España). Coordina
actualmente la Cátedra de Poesía Latinoamericana en la UNSAM. Escribió numerosos
libros de poesía, de relatos y crónicas, de ensayos y de teatro, mientras textos
suyos han sido musicalizados y llevados al disco; poemas suyos se han incluido en
varias antologías de poesía y en la Juan Gelman de poesía argentina del Ministerio de la Nación. Participó
en encuentros literarios realizados en varios países e integró el jurado de galardones
literarios. Obtuvo numerosos y prestigiosos premios tanto nacionales como internacionales
con más recién el Premio “José Lezama Lima”, Casa de las Américas, Cuba (2020) para
su poemario Ojos de la palabra. Poemas suyos fueron traducidos al holandés,
italiano, inglés, japonés, checo, portugués, búlgaro, francés, sueco, húngaro y
griego.
ÁNGELA
GENTILE (Berisso, Argentina) es profesora de lengua y literatura
española e italiana. Especialista en Políticas socio-educativas y en la Enseñanza
de la literatura. Post grado en Gestión Cultural (Flacso). Becaria Universidad de
la Perugia. Integró el centro de estudios italianos (UNLP) Premio Nacional de Literatura
–Ministerio de Educación y justicia de La Nación (bienal 1985-1987). Premio "Pregonero"
Feria Internacional del libro 2009. Distinguida por la Asociación Mundial Amigos
de Nikos Katzantzakis, Suiza, 2020. Premio Damaso Alonso 2020-Academia Hispanoamericana
de letras, Madrid. Coordinadora Premio Strega 2020 (La Plata). Realiza junto a la
Asociación Nostos “Ágora de Poiesis” y “Poetas griegos de la diáspora”- difusión
de poetas griegos en español y griego. Publicó: Escenografías, Cantos de la Etruria (Edit Fénix) Los pies de Ulises (Edit, Ocelotos, Atenas,
Grecia) Voces Olvidadas (Edit. Del Árbol,
Auspiciado por la UNESCO; Lo sguardo di Demetra
(Cuadernos de Casa Bermeja-Mago Ediciones); Bizancio (Edit, Vinciguerra) Pensar
la lengua y la literatura (Edit Llongseller) Palabras originarias (Edit Mandioca); Giacomo Leopardi, poeta infinito (2019) Desde el origen (Edit del Árbol);
Palabras, la voz de las mujeres indígenas
(Edit Hudson, 2020). Incluida en la colección Juan Gelman de poesía argentina del Ministerio
de la Nación. Ocho Centurias (Univ
de Salamanca 2018). Madrás (Chile, Mago, colección
Raúl Zurita, 2019); Madrás en portugués (Edit. Labirinto, Lisboa; Madrás en francés
París, ed. L´Hammartan, 2021)
ALFREDO FRESSIA (Montevideo, Uruguay, 1948) es poeta, traductor y docente.
Enseñó letras francesas durante 44 años. Destituido de la enseñanza por la dictadura
uruguaya se instaló en Sao Paulo, Brasil, donde reside desde 1976. Ha ejercido la
crítica literaria en medios de Uruguay, Brasil y México. Su obra poética ha sido
traducida al portugués, inglés, francés, rumano, italiano, turco, árabe y macedonio.
Ha sido editor de la revista mexicana de poesía La Otra en su versión impresa. Dictó clases en Marshal University, WV,
Ohio State University de Columbus, Fundación para las Letras Mexicanas, entre otras
instituciones. Publica desde 1973. Sus poemarios más recientes son La mar en medio (Buenos Aires y Montevideo,
2017) y las antologías Clandestin (Harmattan, París, 2013, bilingüe), Susurro Sur (Valparaíso, México, 2016) y Radici del Paradiso (Fili d’Aquilone, Roma,
2018, bilingüe). En 2019 publicó en Buenos Aires su libro de memorias Sobre roca resbaladiza, reeditado en Montevideo
en 2020. Recibió varias distinciones (Premio Nacional
de Poesía, Premio Bartolomé Hidalgo, Premio Morosoli a la trayectoria, entre otros).
En 2018 la Alcaldía montevideana le otorgó el título de “Ciudadano ilustre” de su
ciudad natal.
*****
1 | JORGE BOCCANERA
EL ALTILLO
Casi a nueve peldaños de la muerte
bajo una luz difusa
te desvistes.
Esto no es la cubierta del Kabanos,
esto no se parece al paraíso,
es tan solo un altillo.
Aquí tus pechos vuelan,
tu cintura golpea entre mis brazos
y la humedad es una amiga,
mirando con ojos agrietados
un desorden de piernas.
Esto no es
la suite especial del Plaza Hotel,
ni una alfombra roja donde rodar a gusto,
es tan sólo un altillo.
Aquí tu pelo emerge de la noche
y es bandera de mimbre,
aquí una vieja cama pide a gritos
¡Socorro!
Aquí no hay vencedores ni vencidos
Afuera,
no muy lejos
la estrella herida de la tarde
rueda como un gato sin fuerzas
sobre el techo del mundo.
Aquí,
casi a nueve peldaños de la muerte,
tus ojos encuentran a los míos
y no tenemos tiempo siquiera a despertar.
OLAS
Tu corazón es una taza diminuta,
y es la única taza que precisa dos
bocas,
y es la única boca que no se vuelca
nunca.
Enormes olas,
locomotoras de agua se desploman
cerca de tus
labios de Grecia.
Pero esto es Isla Negra y enfundada
que vas
en un abrigo hecho para otro cuerpo,
hecho para otro clima.
Pero siempre en tus ojos brillando
una tacita.
Hay un hombre encerrado en los
papeles de la noche.
Sus vagabundos quieren levantar esa
taza,
como los deportistas a sus copas doradas.
CINTAS
A mi madre,
María Agustina
Aros para bordar, un costurero, toda
la vida un hilo. Enhebra olores en la cocina, zurce
palabras desgarradas.
Su nostalgia es de lino.
Nunca se nace, siempre
vamos cosidos a una madre:
Y calados, botones, bastidores, vivos para
la orilla de la lengua y encajes en la risa.
Junto a la rosa triste del alfiletero:
mi madre.
El camino lo alumbran las hebras de una estrella,
un viento de algodón, resplandor de abalorios.
Y en cada cosa que levantó el mundo,
la aguja y el dedal.
POSTALES DE GRECIA
A mi primo Costas Hisichos, ex
diputado
y ex viceministro de Defensa de
Grecia
La leyenda oriental del Hilo Rojo habla de destinos
enlazados que se cumplen por sobre los tiempos y las geografías; de modo que esa
hebra puede ajarse, tensarse, adelgazarse hasta ser una hilacha, pero nunca romperse.
Más que un hilo rojo me ata a Grecia un cordón umbilical; el de mi madre María Agustina,
y mi abuelo Alejandro Hisijos, nacido en la isla de Samos, que llegó como emigrante
a Argentina a inicios del siglo XX con sus hermanos Heraclio y Jacobo.
Aunque me crie con mis abuelos paternos italianos,
también emigrantes, el mundo helénico siempre estuvo presente, más allá de compartir
el mismo nombre de mi abuelo samiense –“Alejandro”- y de familiares apellidados
Sarantidis, Moraitis, Julys, Kalasakis, Pentakys, porque fue resonando en mis sentidos
desde la infancia una cultura popular expresada en las numerosas anécdotas familiares,
los sonidos, los sabores, las danzas griegas y la música de su lengua; vale decir
todas aquellas actividades de una comunidad helénica que en Argentina se mantuvo
unida a través de rasgos solidarios.
II
Suelo decir que quien nace en un puerto, lleva por
siempre el viaje puesto. Nací en un puerto del Atlántico que alguna vez se llamó
Puerto de la Esperanza, en la ciudad de Bahía Blanca, al sur de la provincia de
Buenos Aires, y mi vida y mi escritura están marcados por el tránsito. Incluso algún
crítico señaló que mi poesía tenía la respiración de los viajes. De modo voluntario
o deb n ido al destierro político, el desplazamiento territorial ha sido una marca
de mis días desde los veinte años. Podría decirse que llevo el viaje en la sangre,
en los ojos, en el caminar, en la curiosidad por realidades diferentes. Un maestro
mío, el poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón dijo en consonancia con conceptos
de Costantino Kavafis: “navegar me fascina, no la llegada a puerto alguno”.
Y aquí encuentro otro enlace esencial con Grecia;
el tema del viaje: uno de los ejes de su historia, su mitología, su literatura y
su arte en general, rubricado en esa Itaca que al mismo tiempo que es tierra firme,
se desplaza junto a nuestros sueños, utopías, quimeras.
Vuelvo al puerto donde nací -en una época fue quizá
el de mayor calado del cono sur americano-, repleto de barcos enormes vistos desde
mi infancia. Subo las escalerillas de un enorme buque de bandera griega al que muchos
llamaban “el Kavanos” y Lefteris, oficial de la tripulación y amigo de mi tío abuelo
Eraclio, me acompaña en una recorrida por cubierta sin advertir que con ese gesto
afectuoso está abriéndole las puertas a la aventura a un niño de apenas ocho años.
Precisamente, entre las primeras palabras que conocí del idioma griego se me grabaron
estas dos: KaloTaxidi.
III
Más allá de mi numerosa familia griega, los marineros
y personajes diversos -como “Micho”, dueño del restaurante griego más concurrido
del puerto durante cuarenta y cinco años, quien solía recordar su amistad en los
años 20 en el barrio de La Boca de Buenos Aires, con el joven Aristóteles Onasis-,
figura entre mis lecturas e influencias, la literatura griega. Y además de su narrativa
clásica, cobran espesor aquellas obras poéticas con las que fui dialogando a través
del tiempo. Me refiero a libros de Kavafis, Elytis, Seferis, Ritsos, Vretakos, Varvitsiotis
y autores posteriores.
Sobre todo me atrajo la poesía de Yanis Ritsos, quizá
por su lenguaje coloquial y su veta humanista. La suerte quiso que hacia 1980 desde
México, donde viví exiliado, pudiera intercambiar un par de cartas con el gran escritor
griego. Fue por intermedio de un tío que solía cruzárselo a Ritsos en Samos, donde
el poeta pasó algunas vacaciones. Más tarde, en el 2000, dirigiendo una colección
de poesía en Argentina, edité una antología de poetas griegos -Ritsos incluido-
realizada por el escritor argentino Horacio Castillo. A Castillo lo había conocido
un poco antes en forma casual (¿existe la casualidad?) y me interesó su propia poesía
al punto de editarle una compilación suya; pero además debo decir que me impactó
su amor por Grecia expresado, entre otras cosas, en un exhaustivo trabajo como traductor
de poesía griega; labor que quedó reflejada en una decena de antologías; en especial
una muy abarcadora, Poesía griega moderna, que va de Kavafis a Vanglis Kassos
nacido casi un siglo después.
IV
Como dije, me atan muchos hilos con Grecia. Por ello
no dejo de indagar en su historia pasada y contemporánea. En ese sentido en mi adolescencia,
interesado por temas políticos, viví como propio el terrible golpe de la Junta de
los Coroneles de 1967, y en 1973 la matanza de estudiantes del Politécnico, que
con algunas semejanzas se replicaría en Argentina en 1976 con la toma del poder
por parte de los militares, que dejó un lamentable saldo de treinta mil desaparecidos,
miles de presos y otro tanto de exiliados. Entre esos desaparecidos figuran muchos
griegos sobre los que aún se desconoce su suerte. Recuerdo en los años anteriores
a esa asonada castrense de Argentina, haber estado consustanciado tanto de la realidad
chilena -y el gobierno de Unidad Popular derribado por el general Pinoche mediante
un golpe sangriento en 1973- como también de la coyuntura griega. Justamente ese
año, el talentoso Mikis Theodorakys presentó en Buenos Aires la obra Canto General
sobre textos del poeta chileno y Premio Nobel, Pablo Neruda. Otro hito de ese tiempo
fue la exhibición de la película Z que narraba el asesinato de Grgoris Lambrakis
por los militares fascistas, dirigida por Costa Gavras, quien años después denunciaría
a la dictadura chilena con film Desaparecido.
Como alguien que desde siempre bregó, como tantos
en mi país, por el respeto a los derechos humanos y una justicia más nivelada, también
el hilo rojo de la leyenda con la que di inicio a estas notas me lleva a esos inmigrantes
griegos que llegaron sólo con su esperanza, a los dirigentes obreros griegos reprimidos
en diversas partes del país, a los cientos de obreros griegos que laboraban en los
talleres ferroviarios de Remedios de Escalada -muy cerca de mi casa cuando me instalé
con mi familia en el conurbano de la provincia de Buenos Aires-, y a tantos hombres
y mujeres, griegos anónimos hermanados por el gesto solidario que brega por un mundo
mejor. Sabiendo que, como escribió Yanis Ritsos, en la vida se alternan los momentos
duros en los que debemos hacer de una piedra, una almohada, con aquellos momentos
de dicha con un pez de oro nadando en nuestro pecho.
2 | ÁNGELA GENTILE
DANZA
El poeta dijo:
—En la otra orilla hay fiesta.
Sus manos orientaron el viaje y su lengua la palabra.
Las naves seguían las estrellas junto al aliento de los remeros.
El poeta repitió:
—Me esperan.
y danzó en la noche.
Su cuerpo giró hacia Oriente y su rostro miró por última vez
Occidente.
Lejos, las piras encendidas y los becerros sagrados, anunciaban
lo eterno.
LUEGO DE TROYA
Cuando el poder les mostró sus abalorios,
los hombres regresaron desde la ciudad arrasada.
Olvidaron que la justicia no sopla sobre los ojos de los muertos
y el destino de todos es la Nada.
Allí, algunos marinos leyeron el cielo y navegaron por calles
de agua.
Bebieron estrellas en fuentes troyanas lejos de las Cícladas,
y soñaron Sunión, donde naufragaron las naves aqueas.
Entonces, el rey de los hombres, siguió hacia su destino:
Micenas.
CANTOS DE LAS LAVANDERAS NOCTURNAS
Hacia el oeste, Céfiro sopla sobre los lavaderos
donde nuestras jóvenes manos noche a noche sepultan la luna.
Aquí aguardamos las naves que temen el mar de negra obsidiana,
mientras navegaban junto a Euro, el funesto viento del Este.
Debemos lavar nombres, escudos y velar las sandalias de los
héroes,
libando el agua sagrada de abril en nuestras manos.
Peregrinamos la arena de los cataclismos.
Y cantamos.
LAERTES
He aquí un anciano.
La vejez que contemplas también habita en tu mirada.
Todos llevamos dentro algo profano:
un traficante de vinos y aceites, un perseguidor de gloria,
un desterrado de lo sagrado.
Soñé ruiseñores y un verano bajo los árboles.
Perseguí los pasos de Amor sin ser sorprendido y fui padre
del más astuto de los
hombres.
LO SGUARDO DI DEMETRA
I
Dietro il cielo
c’ è l’ occhio dell’ uomo.
Sguardo deserto degli dei.
Veglia.
II
Un uomo attraversa
il giorno,
dietro l´ombra
della vita.
Davanti soltanto il Desiderio.
III
Spogliarsi.
Io percorro la notte
cercando ingiallite fotografie.
IV
Non scorre l’ acqua nè la notte.
I cuori non battono piú.
Il vento è la misura degli uccelli.
V
Mai ho sentito vicino
il mare,
l’ angoscia dell’ immensità,
l’ abitudine di calpestare gli autunni.
SABORES
El
sabor de su cocina huele a todo el “Mare Nostrum”, a ánforas vertiendo aceite de
oliva, a cráteras de vino, a legumbres y pescados. Los
bizantinos les dejaron la forma de comer y sentir; pero los griegos les fueron dando
el alma a los sabores; y es así que los productos frescos invaden los ambientes
con el aroma de los limones, con los platos más templados que calientes, con los
quesos como el feta, el kefalotyri, el kasseri y mizithra. Todos los ingredientes
nos hablan de antiquísimas recetas como trahanas, skordalia, sopa de lentejas, retsina,
pasteli. Alejandro Magno, al extender los territorios, contribuyó a la difusión
de los sabores; también estos motivaron a Arquestrato a escribir un poema humorístico
didáctico. “Hedypatheia” (La vida de lujo), donde aconseja a un lector gastronómico
la mejor comida del mundo. Grecia se traduce en sabores.
ANNA
KRITILAKIS, LOS SABORES DE GRECIA
3
| ALFREDO FRESSIA
LOS PERSAS
Según Herodoto, la armada de Jerjes
ya había dejado Sardes camino a Salamina,
cuando el sol empezó a abandonar su lugar en el cielo
y a desaparecer. El día, sereno y sin la sombra de una
nube,
se fue transformando en noche. El sol
tomaba el color del zafiro y, al mirarse entre sí,
los hombres se veían pálidos como muertos.
Todas las cosas parecían bañarse en un vapor oscuro.
El estupor y el espanto se apoderaron del corazón
de aquellos hombres jóvenes. Jerjes veía el prodigio,
lo siguió con atención y preguntó a sus magos
lo que significaba. El cielo, le respondieron,
anunciaba a los griegos la destrucción de sus ciudades
pues el sol, decían, es el astro profético de los griegos,
y la luna el de los persas. Jerjes, suspendido,
se encantó con la respuesta, alivió a sus hombres
con palabras confiantes y ¾no callará nunca
Herodoto¾ ordenó que retomasen la ruta.
Al morir lo comprendieron: morimos
de un eclipse, eternos como el zafiro,
y seguiremos el retorno de las lunas
mientras un Coreuta recite nuestros nombres.
Fue sólo para eso que vivimos.
Jerjes murió en palacio, asesinado por un traidor.
PÍNDARO INTEMPESTIVO
Eclipse de Tebas, ¿vuelves otra vez del breve exilio
para apagar el sol de Montevideo? ¿Traes tú
el anuncio de otra guerra, la ruina
de nuestras cosechas, alguna innombrable tempestad de
nieve
donde se oculte el temblor de los tiranos, o un desbordamiento
del mar que vendrá a vaciarse península adentro? ¿Será
el hielo
sobre el descampado o un verano que los vientos del sur
harán derramarse en sudestadas furiosas?
¿Vas a inundar la tierra y expulsar a los hombres aterrados?
¿Nacerá entonces otra raza entre nosotros? ¿Y seremos
otra vez
fantasmas sin bordes bajo la penumbra?
ÁYAX
DIARIO DE CAZA
Duró toda una noche. Navegamos
más allá de las columnas, lejos los bosques
donde ríe una diosa y las estrellas
sin memoria apuntaban al lunario. Yo les robo los pétalos
a las plantas carnívoras del jardín de las delicias.
Acecho sobre la escotilla, enhebro collares vegetales
para los tripulantes de efímeras gargantas. Mis dedos
ágiles
siguen la línea sinuosa en el elzevir:
Estos son los ríos de Babilonia, se suben
en busca del olvido y vuelven siempre
soberbios como un planeta. A veces me detengo
en los jardines suspendidos del imperio, y ejercito
la muerte en mis últimos torneos de cetrería.
El Centauro me afiló los dientes y las uñas, tengo
la avidez de trece lunas llenas, y del viaje sólo recuerdo
unas cartas de navegación hundidas, una cacería
de altura y el canto de los marineros.
UN
MUNDO COMPARTIDO
El
otro día tuve la ocasión de escuchar “Los Suplicantes”, emitido desde Avignon por
una radio francesa. Se trata de un texto que me acompaña desde mi juventud (como
todas las tragedias de Esquilo), es decir, no tenía nada para mí de “novedad”. Y
sin embargo, fui tomado por una emoción profunda, primigenia. Es evidente que el
tema de los migrantes no podía ser más actual, y que yo mismo he sido un migrante,
pero había algo más en la emoción que me llevó –otra vez, como cuando era joven-
a las lágrimas. Ese “algo más” es la magia del mundo griego, capaz de dar forma
a las pasiones humanas, y atravesar los siglos con una lozanía casi desconcertante.
Y en el universo clásico podría decir lo mismo de la poesía lírica, y por supuesto,
de la épica, la homérica, la que enseñé tantos años como profesor y a la que logro
siempre descubrir aristas nuevas.
Para
terminar, diría que mi carácter de mestizo cultural -porque puedo pasar de Hesíodo
al Popol vuh, o de una mitología, la griega,
a la otra, sea la inca, la maya, la azteca- me hace, y perdón por mi inmodestia,
apreciar más aun el legado griego, la parte que la cultura helénica nos legó y por
la que transito como si fuera la mía propia. Porque de hecho lo es, y la cultura
de mi querida Agathi y de muchos de los que leen este testimonio es definitivamente
universal.
*****
SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO
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NICARAGUA | PANAMÁ | PERÚ | |
REP. DOMINICANA | URUGUAY | VENEZUELA |
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 176 | julho de 2021
Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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