1 | Arturo Schwarz
Arturo Schwarz era buen amigo. Era de estatura media, de muy buen ánimo, sonriente, de trato cálido. Todo fluía en forma natural alrededor de él. No había trazas de artificialidad ni amaneramiento en sus modales. Era un hombre encantador, apasionado.
Nuestro
primer encuentro con él fue en París. A finales de los mil novecientos setentas,
hace más de cuarenta años. Hicimos la cita por el contacto que nos dio Edouard
Jaguer. Fuimos a buscarlo. La primera vez que lo vimos fue en el foyer del
hotel Hotel Georges V. Venía saliendo del ascensor. Nos llamó de inmediato la
atención el enorme lujo de ese hotel radicalmente distinto del que habitamos
nosotros.
El
contacto fue inmediato. Fuimos a un café. Ludwig Zeller y él se sentaron frente
a frente y se miraban. Los dos usaban barba (en una época en que esto era
prácticamente tabú), ambos la tenían negra, ambos vestían pulcramente. Se
parecían, como primos hermanos.
Ludwig
nació el 1º de febrero, Arturo el 2º. Hay sólo tres años de diferencia de edad
entre ellos, Arturo es de 1924, y Ludwig de 1927. Ambos, poetas, ambos promotores
de las artes visuales y ambos editores de libros. Los dos, coleccionistas de
obras de arte. Arturo con una vida acomodada, hombre con una considerable
fortuna. Ludwig siempre al borde de la pobreza, despreocupado de asuntos de
dinero. Ambos nacieron de padres alemanes y madres de países y tradiciones
latinas. A ambos les interesaba el arte tibetano. Ambos conocieron de primera
mano a iniciadores del surrealismo; Arturo en Europa, Ludwig en América del
Sur. Los dos, bibliófilos, lectores empedernidos, con grandes bibliotecas a su
haber.
En
el Internet encuentro una lista de veinticuatro libros de la autoría de Arturo
Schwarz; en lo personal conozco varios de los que no hay mención. Arturo escribía
crítica de arte y dictaba numerosas conferencias sobre artistas y otros temas.
Dentro de esta actividad estuvo la gran exposición internacional que organizó
para la XLII Bienal de Venecia, de 1986. Ese año el tema de la Bienal era Arte
y Ciencia. La exposición ideada por Schwarz se llamaba Arte e Alchimia, y
venía con ella un magnífico catálogo que sí aparece en la lista antes
mencionada. Arturo siempre aportaba algo extra en sus textos, lograba ubicar
datos y personajes por otros desconocidos, lo que tiene por efecto que
catálogos como el de la Bienal resultaran muy apasionantes.
A
Arturo lo veíamos cada vez que coincidían nuestros viajes a París con los de
él. Viajaba mucho. En una oportunidad, cuando le tocó ir a Nueva York, se dio
un desvío y nos visitó en Oakville, Ontario, en Canadá, donde vivíamos. Vino a
nuestro departamento y pasó horas viendo la obra de ambos. Nos invitó a
visitarlo en Milán.
Fuimos
en 1994. El 16 de septiembre inauguramos una exposición de nuestra obra en la
Galerie 13 de Hannover, en Alemania. Ahí mismo arrendé un auto y fuimos por
tierra al norte de Italia, primero a Verona, una ciudad con la que tengo una
conexión personal, de allí a Argegno un pueblo sobre el Lago Como donde vivía
un amigo muy querido. El 28 de septiembre hicimos una excursión a Milán, con la
explícita intención de visitar a Arturo quien el día anterior nos recordaba por
teléfono nuestra promesa de verlo.
Luego
de la visita, tanto Ludwig como yo estábamos en un estado de euforia.
De
1961 a 1975 existió la Galleria Schwarz, conocida en toda Europa, en la Via
Gesú, del centro de Milán. Allí se hicieron exposiciones de artistas del Dadá y
del Surrealismo. Durante muchos años de trabajo Arturo publicó libros seminales
tanto sobre los dos movimientos como sobre los artistas que conoció
personalmente, como Man Ray y Duchamp.
Era
muy sabio coleccionista de arte. En los mil novecientos-noventas donó una
selección de su colección, setecientas obras de artistas de Dadá y del
surrealismo, al Israel Museum de Jerusalén. Así fue que llegaron a ese museo
obras de Zeller y Wald. Entre esa donación están dos libros únicos nuestros,
uno de ellos hecho en colaboración por encargo especial de Schwarz. Es el poema
de amor Ponte Parole, del propio Arturo, regalo especial para su mujer.
También donó centenares de obras de arte a museos italianos.
En
1977 publicamos en nuestra editorial Oasis Pieces of Dreams, un libro de
poemas suyos escritos durante un viaje por avión mientras lo llenaba la emoción
al escuchar la música de Albinoni. Ese libro lo ilustramos con mirages
nuestros, obra en colaboración. También publicamos en Oasis un ensayo extenso Discours
sur le peu de réalité du dernier port du Capitaine Cook que escribió Arturo
sobre el collage de Zeller que se llama El último puerto del Capitán Cook.
Nuestro
contacto con Arturo Schwarz se mantuvo durante muchos años, con una nutrida
correspondencia. Hace apenas un mes desde que me llegó la noticia de su paso a
esferas que desconocemos. Su obra permanece, su esencia la siento cercana.
2 | Cruzeiro Seixas
Lo recuerdo como un hombre muy buen mozo, de finos modales que fluían con naturalidad, sin afectación de ningún tipo. Vestía en ropa elegante que ajustaba muy bien, sin duda tenía un buen sastre. Sonriente, con buen humor, no contaba chistes y durante las horas que pasamos con él la conversación cubría temas que interesaban a fondo.
Habíamos
viajado a Lisboa desde Madrid, en compañía de Amparo Segarra y Eugenio Granell
en el auto que les pertenecía. Amparo y yo manejábamos porque ni Ludwig Zeller
ni Eugenio sabían hacerlo. La noche del 11 de julio de 1983 esperamos a Artur
Cruzeiro Seixas en el hotel en que alojábamos con los Granell. Anoté que llegó
a las ocho y media. Cominos con él en un muelle, frente al Tajo, y luego fuimos
a su casa para ver obra suya y conversar hasta las dos de la mañana. Artur me
parecía persona gratísima, muy cercano en ánimo a nosotros, hombre de mundo,
conversador ágil, gentil, firme y muy creativo.
Pocas
fueron horas que pudimos pasar con Artur Cruzeiro Seixas, pero fueron
suficientes para que se estableciera entre él y nosotros una firme amistad que
fluía en cartas e intercambios de dibujos y novedades.
Guardo
una impresión maravillosa de este artista excepcional. Beatriz Hausner organizó
la Celebración de los sesenta años de Ludwig Zeller. Durante todo un año
llevó la correspondencia con escritores y artistas de muchos países. Se realizó
la publicación de un libro que yo diseñé en el que cuarenta y tres poetas
aportaban una traducción del poema de Zeller que se llama El faisán blanco y
que más de cincuenta artistas plásticos ilustraron con un dibujo o pintura de
pequeño formato. El lanzamiento del libro se hizo en Toronto en el marco de una
gran exposición de las obras plásticas y una lectura de poemas en que
participaron muchos de los traductores.
Me
acompaña en mi vida cotidiana la ilustración que Artur Cruzeiro Seixas mandó
para ese libro. Es una imagen bellísima, de mil detalles, dibujo en tinta china
sobre papel. Las formas se han dado de manera automática, en la mejor tradición
surrealista. Los trazos hechos con pluma son elegantes como los movimientos del
artista, el delicado achurado es minucioso, aplicado con obstinada
perseverancia, con calma. El fondo negro, aplicado con pincel está parejo,
pulido, impecable. El conjunto de la imagen tiene sentido de humor, un aire
alegre, elementos que también recuerdan a la mente y la mano que los han
creado.
Cruzeiro
Seixas dice de sí que es “un hombre que pinta”. Y pinta y ha pintado mucho,
imágenes extraordinarias, marcadas con una personalidad fuertísima. De
inmediato se reconoce cualquiera de ellas como obra suya. Se ha dedicado con
gran entusiasmo y enorme talento a su oficio de pintor y dibujante. Su obra es
bien conocida; ha realizado numerosas exposiciones.
Fue
mi fortuna poder encontrarme con Artur Cruzeiro Seixas. Este año cumple sus
cien años, en casi la misma fecha en que yo celebraré también mi natalicio.
¡Celebramos juntos la vida!
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UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 176 | julho de 2021
Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)
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Dos testimonios maravillosos, disfruté mucho la lectura.
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