quinta-feira, 22 de julho de 2021

SUSANA WALD | Recuerdo de sus amigos: Arturo Schwarz (1924-2021) y Cruzeiro Seixas (1920-2020)

 


1 | Arturo Schwarz

Arturo Schwarz era buen amigo. Era de estatura media, de muy buen ánimo, sonriente, de trato cálido. Todo fluía en forma natural alrededor de él. No había trazas de artificialidad ni amaneramiento en sus modales. Era un hombre encantador, apasionado.

Nuestro primer encuentro con él fue en París. A finales de los mil novecientos setentas, hace más de cuarenta años. Hicimos la cita por el contacto que nos dio Edouard Jaguer. Fuimos a buscarlo. La primera vez que lo vimos fue en el foyer del hotel Hotel Georges V. Venía saliendo del ascensor. Nos llamó de inmediato la atención el enorme lujo de ese hotel radicalmente distinto del que habitamos nosotros.

El contacto fue inmediato. Fuimos a un café. Ludwig Zeller y él se sentaron frente a frente y se miraban. Los dos usaban barba (en una época en que esto era prácticamente tabú), ambos la tenían negra, ambos vestían pulcramente. Se parecían, como primos hermanos.

Ludwig nació el 1º de febrero, Arturo el 2º. Hay sólo tres años de diferencia de edad entre ellos, Arturo es de 1924, y Ludwig de 1927. Ambos, poetas, ambos promotores de las artes visuales y ambos editores de libros. Los dos, coleccionistas de obras de arte. Arturo con una vida acomodada, hombre con una considerable fortuna. Ludwig siempre al borde de la pobreza, despreocupado de asuntos de dinero. Ambos nacieron de padres alemanes y madres de países y tradiciones latinas. A ambos les interesaba el arte tibetano. Ambos conocieron de primera mano a iniciadores del surrealismo; Arturo en Europa, Ludwig en América del Sur. Los dos, bibliófilos, lectores empedernidos, con grandes bibliotecas a su haber.

En el Internet encuentro una lista de veinticuatro libros de la autoría de Arturo Schwarz; en lo personal conozco varios de los que no hay mención. Arturo escribía crítica de arte y dictaba numerosas conferencias sobre artistas y otros temas. Dentro de esta actividad estuvo la gran exposición internacional que organizó para la XLII Bienal de Venecia, de 1986. Ese año el tema de la Bienal era Arte y Ciencia. La exposición ideada por Schwarz se llamaba Arte e Alchimia, y venía con ella un magnífico catálogo que sí aparece en la lista antes mencionada. Arturo siempre aportaba algo extra en sus textos, lograba ubicar datos y personajes por otros desconocidos, lo que tiene por efecto que catálogos como el de la Bienal resultaran muy apasionantes.

A Arturo lo veíamos cada vez que coincidían nuestros viajes a París con los de él. Viajaba mucho. En una oportunidad, cuando le tocó ir a Nueva York, se dio un desvío y nos visitó en Oakville, Ontario, en Canadá, donde vivíamos. Vino a nuestro departamento y pasó horas viendo la obra de ambos. Nos invitó a visitarlo en Milán.

Fuimos en 1994. El 16 de septiembre inauguramos una exposición de nuestra obra en la Galerie 13 de Hannover, en Alemania. Ahí mismo arrendé un auto y fuimos por tierra al norte de Italia, primero a Verona, una ciudad con la que tengo una conexión personal, de allí a Argegno un pueblo sobre el Lago Como donde vivía un amigo muy querido. El 28 de septiembre hicimos una excursión a Milán, con la explícita intención de visitar a Arturo quien el día anterior nos recordaba por teléfono nuestra promesa de verlo.


Fue una experiencia inolvidable. De Milán no recuerdo nada. Lo que me tuvo fascinada fue la visita para ver tres departamentos en un elegante edificio en un barrio muy bello de Milán. Recuerdo que me llamó mucho la atención que ese edificio tiene un jardín delante. Para cualquiera que conoce las grandes ciudades de Europa donde cada centímetro de terreno se hace escaso, es evidente que un jardín así es indicio de gran lujo. Los departamentos de este edificio eran muy amplios, en cada piso había sólo dos. Me parece que fue en el cuarto piso donde Arturo nos invitó primero a entrar al departamento en que vimos una biblioteca y su cuarto de trabajo. Allí estuvimos bastante rato. Luego nos invitó a echar un vistazo al departamento frente a éste en que vivía con su esposa. Los muros del departamento-habitación los vi con bellas obras de arte impecablemente enmarcados. Recuerdo principalmente dibujos y grabados de los siglos dieciséis y diecisiete. Luego Arturo nos llevó al departamento debajo del de trabajo. Este gran espacio tenía todos los muros y espacios intermedios cubiertos de estantes de libros, de esos que tienen puertas de vidrios. Había libros, recuerdo, incluso en la tina del baño. Al andar entre los espacios estrechos entre los estantes vi un libro en el piso; me iba a agachar para recogerlo y Arturo me dijo: “Déjalo, en un rato viene el bibliotecario y lo acomoda.” En esa misma oportunidad me mostró un recibo de ese día de un librero anticuario que ubicaba para él, casi a diario, y de todas partes del mundo, los libros que necesitaba para extender su investigación de los temas que le apasionaban. En ese entonces no había Internet…


Los libros de su biblioteca estaban organizados por temas. Le interesaba la anarquía, la Kábala, el tantrismo, la alquimia, la literatura francesa, italiana e inglesa, el arte prehistórico o tribal, el arte y la filosofía de la India. Por ejemplo, en su biblioteca vi una sección sólo de poesía surrealista de Francia, otra, muy amplia, de judaica.

Luego de la visita, tanto Ludwig como yo estábamos en un estado de euforia.

De 1961 a 1975 existió la Galleria Schwarz, conocida en toda Europa, en la Via Gesú, del centro de Milán. Allí se hicieron exposiciones de artistas del Dadá y del Surrealismo. Durante muchos años de trabajo Arturo publicó libros seminales tanto sobre los dos movimientos como sobre los artistas que conoció personalmente, como Man Ray y Duchamp.

Era muy sabio coleccionista de arte. En los mil novecientos-noventas donó una selección de su colección, setecientas obras de artistas de Dadá y del surrealismo, al Israel Museum de Jerusalén. Así fue que llegaron a ese museo obras de Zeller y Wald. Entre esa donación están dos libros únicos nuestros, uno de ellos hecho en colaboración por encargo especial de Schwarz. Es el poema de amor Ponte Parole, del propio Arturo, regalo especial para su mujer. También donó centenares de obras de arte a museos italianos.

En 1977 publicamos en nuestra editorial Oasis Pieces of Dreams, un libro de poemas suyos escritos durante un viaje por avión mientras lo llenaba la emoción al escuchar la música de Albinoni. Ese libro lo ilustramos con mirages nuestros, obra en colaboración. También publicamos en Oasis un ensayo extenso Discours sur le peu de réalité du dernier port du Capitaine Cook que escribió Arturo sobre el collage de Zeller que se llama El último puerto del Capitán Cook.

Nuestro contacto con Arturo Schwarz se mantuvo durante muchos años, con una nutrida correspondencia. Hace apenas un mes desde que me llegó la noticia de su paso a esferas que desconocemos. Su obra permanece, su esencia la siento cercana.

 

2 | Cruzeiro Seixas

Lo recuerdo como un hombre muy buen mozo, de finos modales que fluían con naturalidad, sin afectación de ningún tipo. Vestía en ropa elegante que ajustaba muy bien, sin duda tenía un buen sastre. Sonriente, con buen humor, no contaba chistes y durante las horas que pasamos con él la conversación cubría temas que interesaban a fondo.

Habíamos viajado a Lisboa desde Madrid, en compañía de Amparo Segarra y Eugenio Granell en el auto que les pertenecía. Amparo y yo manejábamos porque ni Ludwig Zeller ni Eugenio sabían hacerlo. La noche del 11 de julio de 1983 esperamos a Artur Cruzeiro Seixas en el hotel en que alojábamos con los Granell. Anoté que llegó a las ocho y media. Cominos con él en un muelle, frente al Tajo, y luego fuimos a su casa para ver obra suya y conversar hasta las dos de la mañana. Artur me parecía persona gratísima, muy cercano en ánimo a nosotros, hombre de mundo, conversador ágil, gentil, firme y muy creativo.


Dos días más tarde, el 13 de julio, Cruzeiro Seixas nos buscó en el hotel después de la siesta, en la tarde, y nos llevó donde el pintor Raúl Pérez quien resultó ser un personaje angelical. Se dio una reunión en que también participó Isabel Meyrelles.

Pocas fueron horas que pudimos pasar con Artur Cruzeiro Seixas, pero fueron suficientes para que se estableciera entre él y nosotros una firme amistad que fluía en cartas e intercambios de dibujos y novedades. 

Guardo una impresión maravillosa de este artista excepcional. Beatriz Hausner organizó la Celebración de los sesenta años de Ludwig Zeller. Durante todo un año llevó la correspondencia con escritores y artistas de muchos países. Se realizó la publicación de un libro que yo diseñé en el que cuarenta y tres poetas aportaban una traducción del poema de Zeller que se llama El faisán blanco y que más de cincuenta artistas plásticos ilustraron con un dibujo o pintura de pequeño formato. El lanzamiento del libro se hizo en Toronto en el marco de una gran exposición de las obras plásticas y una lectura de poemas en que participaron muchos de los traductores.

Me acompaña en mi vida cotidiana la ilustración que Artur Cruzeiro Seixas mandó para ese libro. Es una imagen bellísima, de mil detalles, dibujo en tinta china sobre papel. Las formas se han dado de manera automática, en la mejor tradición surrealista. Los trazos hechos con pluma son elegantes como los movimientos del artista, el delicado achurado es minucioso, aplicado con obstinada perseverancia, con calma. El fondo negro, aplicado con pincel está parejo, pulido, impecable. El conjunto de la imagen tiene sentido de humor, un aire alegre, elementos que también recuerdan a la mente y la mano que los han creado.

Cruzeiro Seixas dice de sí que es “un hombre que pinta”. Y pinta y ha pintado mucho, imágenes extraordinarias, marcadas con una personalidad fuertísima. De inmediato se reconoce cualquiera de ellas como obra suya. Se ha dedicado con gran entusiasmo y enorme talento a su oficio de pintor y dibujante. Su obra es bien conocida; ha realizado numerosas exposiciones.

Fue mi fortuna poder encontrarme con Artur Cruzeiro Seixas. Este año cumple sus cien años, en casi la misma fecha en que yo celebraré también mi natalicio. ¡Celebramos juntos la vida!

 


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Número 176 | julho de 2021

Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)

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