terça-feira, 1 de junho de 2021

GARY DAHER | Magela Baudoin y los múltiples sabores de la sal

 


Magela Baudoin (1973), boliviana, es autora de un libro llamado La composición de la sal, [1] mismo nombre con el que aparece uno de los catorce cuentos que hacen a esta propuesta literaria, ganadora el 2015 del Premio Hispanoamericano de Cuentos Gabriel García Márquez. Baudoin es autora también del libro de entrevistas Mujeres de Costado (2010) y de la novela El sonido de la H (2014).

Para comenzar, diremos que los cuentos de este libro tienen como antecedente a la escritora Alice Munro, de una prosa sencilla y elegante, donde, como nos dice Fernando López [2] hablando de Demasiada Felicidad, “una narración que se extiende horizontalmente como una red y otra que se va intercalando y busca espesor en lo que no está a la vista: lo secreto, lo olvidado, lo que dejó marcas en la memoria, en los sentimientos o en la profundidad de la conciencia”, en paralelo con la propuesta de Baudoin, pues, los cuentos de este libro, tienen en general una manera de narrar que guarda para sí, para la autora, otros relatos que no se dicen, que no se hablan. Siendo que Alice Munro, según Gurpegui, [3] se inserta en la tradición en paralelo a Flannery O’Connor “con quien mantiene interesantes conexiones y a quien ha reconocido como una de sus principales influencias”.

Esta proximidad de Baudoin con Munro también la encontramos en la declaración que Munro, citada por Gurpegui, hace en el “Prólogo” de La vista desde Castle Rock, cuando nos señala que en sus obras “hacía algo más cercano a la autobiografía: explorar una vida, mi propia vida, pero no de un modo preciso o riguroso. Me situaba en el centro de ella y escribía sobre esa identidad, de forma tan escrutadora como me era posible”, pues vemos que los cuentos de La composición de la sal parecen emerger de historias reales, relatos verídicos que parecen deformados para ocultar cosas que acaso se dicen sin decir, se dicen para sí misma, para la autora, sin transmitirse, apenas sugiriendo líneas, creando en el lector un sentimiento de cierta angustia que hace a la esencia misma de los cuentos que, como la sal, ocultan el sabor esencial de los alimentos.

Muy probablemente la línea de Monro haya llegado primero a Baudoin por medio de Lorrie Moore, muy leída en la Argentina, adonde Magela Baudoin se marchó para estudiar en Casa de Letras; pero también, aquí en Sudamérica, la escritura de Baudoin nos refiere al uruguayo Felisberto Hernández, tanto en su viaje de la memoria como en la secuencia inesperada de las escenas.

La prosa de Magela Baudoin corre elegante, líquida, clara, como si intentara lavar un universo psicológico terrible, hecho de memorias.


En muchos de los relatos, la enfermedad, la muerte, la soledad, son dichos como rasgos de la fragilidad de la vida que sin embargo se levanta, a sabiendas de su pronto derrumbe, por amor a otro. Mientras la magia (o hechicería, según) interviene, pero de una manera apenas sugerente, o como el dibujo de un mundo incomprensible.

El niño es un personaje constante en los cuentos de este libro. Pues aquí los niños se presentan en toda su impotencia de niños, en su fantasía de niños limitada a su mundo de niños. Aquí, maravillosamente, los niños son niños, con toda su fragilidad, con todo el infierno que significa ser niños en un mundo de adultos difícil de alcanzar o descifrar.

En los cuentos descubrimos que Magela Baudoin utiliza las descripciones detalladas, ya sea de vestidos, comida u otros, descripciones que en lugar de aterrizar en la realidad, nos dibujan un escenario de hiperrealidad, que parece permanecer en todo momento.

No se puede obviar el hecho de que este libro está escrito por una mujer, quiero decir escrito desde su mundo, un mundo que conoce y reconoce en cada relato. En “Amor a primera vista encontramos la relación asimétrica donde el personaje varón se ve atrapado en las demandas de una mujer (no la narradora), que lo empujan a vivir juntos, no por el deseo mismo de hacerlo, sino obedeciendo a un objeto del deseo, que no es erótico, sino material, en este caso un departamento. Así, el varón se deja enredar en la situación como una mosca en la telaraña.

“Algo para cenar” es un alucinante relato de narcotráfico, vista desde la mirada cotidiana de una familia de barrio, de mujer sola que cría seis hijos. La mujer se presta dinero para los trámites que resultan de un accidente provocado por el hijo, que es un niño. Accidente gracias al cual descubren droga en el automóvil del padrastro del amigo. El dinero parece cuantioso, y suena como una carga que la familia tiene que llevar por mucho tiempo. El planteamiento del cuento tiene un cariz sociológico que enriquece el libro.

En el cuento “La composición de la sal” ocurre un salto mágico, el personaje al alcanzar la vejez, contra lo que él mismo había esperado de esta etapa de la vida, resulta transformado en un ser tan sensible que es imposible de proteger: el llanto es el resultado de toda interacción con el mundo. Ese viaje insoportable que concluye con un baño de sal que no deja de ser una sugerencia de suicidio, la muerte como liberación. Y cuando el lector curioso quiere encontrar una cifra para el libro, ya que este cuento es el que le brinda el nombre, la respuesta es poética, es decir, abierta, asentando que el lector debe también leer en su interior las líneas personales para completar los cuentos.

 


 


 Tomando en cuenta los criterios de Genette, expuestos por Bernat Castany, y a José María Pozuelo Ybancos, [4] los cuentos de Baudoin siguen una línea de relato mimético, aunque ya no se fundan necesariamente, como dice Hernáez [5] “en relaciones de causalidad en plano de la acción, sino en relaciones de pura contigüidad en el plano de la emoción y del pensamiento, de forma que los personajes solo pueden existir separadamente dentro de sus diferentes tiempos subjetivos” (82); sin embargo, encontramos momentos en que la narradora tiende a fugarse al medio del relato con una analepsis externa que nos lleva a las memorias personales de la narradora como es el caso de “La cinta roja”, creando paralelismo y dotando de una significación más íntima a la narración. La mitad de estos cuentos son contados en primera persona, autor implícito no representado, como una voz ulterior, en su mayoría autodiegética, teniendo como narratarios a los lectores, excepción hecha de los cuentos “Amor a primera vista” y “Moebia”, donde se tiene a un narrador homodiegético testigo, y como narratario a uno de los personajes a quien se dirige a manera de amonestación; mientras que la otra mitad se encara con un narrador omnisciente, heterodiegético, como un narrador-focalizador, aunque, en otros, como en el caso del cuento “La composición de la sal” la focalización es interna. En cuanto al modo, en general el relato aparece como un discurso indirecto libre y singulativo, en general en escenas, transitando del restituido al inmediato, según la necesidad.

En general, la trama de los textos nos lleva a la sensación de que algo se encuentra a punto de derrumbarse. Como en Gourmet donde se instala una pintura psicológica penetrante.

El mundo que propone Magela Baudoin en La composición de la sal es un mundo de obsesiones no resueltas, de fantasías equivocadas. Un laberinto sin salida, pues la puerta que parece ser el éxito, fracasa, salvando acaso al personaje de un desastre mayor. Mundo que plantea al lector una visión sin solución concreta, que lo mantiene en vilo, sujeto a la historia, aun mucho después de haberse concluido la lectura.

 

NOTAS

1. Magela Baudoin. La composición de la sal. La Paz: Plural editores, 2014. Impreso.

2. Fernando López. “Demasiada Felicidad”. La Nación. 11 mar. 2011. Cultura: Mundos únicos. Web. 28 jul. 2019.

3. José Antonio Gurpegui. “Alice Munro, la catarsis de lo cotidiano”. El cultural. 10 oct. 2013. Web. 28 jul. 2019.

4. José María Pozuelo Ybancos. Teoría del lenguaje literario. Madrid: Cátedra, 1989. Digital.

5. Ma. Jesús Hernáez Lerena. Exploración de un género literario: los relatos breves de Alice Munro. La Rioja: Universidad de la Rioja, servicio de publicaciones, 2011. Digital.

 

GARY DAHER (Bolivia, 1956). Poeta, narrador, ingeniero y ensayista. Master en Estudios Avanzados de Literatura Española e Hispanoamericana (Universidad de Barcelona, España). Autor de catorce libros de poesía, tres novelas, un libro de ensayos sobre poesía boliviana y un libro con poemas de Catulo y Safo, frutos de su traducción. En 2018, la Editorial Vitrubio de Madrid ha lanzado su libro Piedra Sagrada conformada por una trilogía que reúne tres de sus producciones poéticas. Recientemente, en 2019, a través de Plural editores, publicó, con el poeta español José María Muñoz Quirós el libro doble La Santa y la Cruz, en el cual participa con el libro Muralla Iluminada.


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Número 172 | junho de 2021

Artista convidada: Elvira Espejo (Bolívia, 1981)

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