Para
comenzar, diremos que los cuentos de este libro tienen como antecedente a la escritora
Alice Munro, de una prosa sencilla y elegante, donde, como nos dice Fernando López
[2] hablando de Demasiada Felicidad, “una narración que se extiende horizontalmente
como una red y otra que se va intercalando y busca espesor en lo que no está a la
vista: lo secreto, lo olvidado, lo que dejó marcas en la memoria, en los sentimientos
o en la profundidad de la conciencia”, en paralelo con la propuesta de Baudoin,
pues, los cuentos de este libro, tienen en general una manera de narrar que guarda
para sí, para la autora, otros relatos que no se dicen, que no se hablan. Siendo
que Alice Munro, según Gurpegui, [3]
se inserta en la tradición en paralelo a Flannery O’Connor “con quien mantiene interesantes
conexiones y a quien ha reconocido como una de sus principales influencias”.
Esta
proximidad de Baudoin con Munro también la encontramos en la declaración que Munro,
citada por Gurpegui, hace en el “Prólogo” de La vista desde Castle Rock, cuando nos señala que en sus obras “hacía
algo más cercano a la autobiografía: explorar una vida, mi propia vida, pero no
de un modo preciso o riguroso. Me situaba en el centro de ella y escribía sobre
esa identidad, de forma tan escrutadora como me era posible”, pues vemos que los
cuentos de La composición de la sal parecen
emerger de historias reales, relatos verídicos que parecen deformados para ocultar
cosas que acaso se dicen sin decir, se dicen para sí misma, para la autora, sin
transmitirse, apenas sugiriendo líneas, creando en el lector un sentimiento de cierta
angustia que hace a la esencia misma de los cuentos que, como la sal, ocultan el
sabor esencial de los alimentos.
Muy
probablemente la línea de Monro haya llegado primero a Baudoin por medio de Lorrie
Moore, muy leída en la Argentina, adonde Magela Baudoin se marchó para estudiar
en Casa de Letras; pero también, aquí en Sudamérica, la escritura de Baudoin nos
refiere al uruguayo Felisberto Hernández, tanto en su viaje de la memoria como en
la secuencia inesperada de las escenas.
La
prosa de Magela Baudoin corre elegante, líquida, clara, como si intentara lavar
un universo psicológico terrible, hecho de memorias.
El
niño es un personaje constante en los cuentos de este libro. Pues aquí los niños
se presentan en toda su impotencia de niños, en su fantasía de niños limitada a
su mundo de niños. Aquí, maravillosamente, los niños son niños, con toda su fragilidad,
con todo el infierno que significa ser niños en un mundo de adultos difícil de alcanzar
o descifrar.
En
los cuentos descubrimos que Magela Baudoin utiliza las descripciones detalladas,
ya sea de vestidos, comida u otros, descripciones que en lugar de aterrizar en la
realidad, nos dibujan un escenario de hiperrealidad, que parece permanecer en todo
momento.
No
se puede obviar el hecho de que este libro está escrito por una mujer, quiero decir
escrito desde su mundo, un mundo que conoce y reconoce en cada relato. En “Amor
a primera vista” encontramos la relación asimétrica donde el personaje varón se
ve atrapado en las demandas de una mujer (no la narradora), que lo empujan a vivir
juntos, no por el deseo mismo de hacerlo, sino obedeciendo a un objeto del deseo,
que no es erótico, sino material, en este caso un departamento. Así, el varón se
deja enredar en la situación como una mosca en la telaraña.
“Algo
para cenar” es un alucinante relato de narcotráfico, vista desde la mirada
cotidiana de una familia de barrio, de mujer sola que cría seis hijos. La mujer
se presta dinero para los trámites que resultan de un accidente provocado por el
hijo, que es un niño. Accidente gracias al cual descubren droga en el automóvil
del padrastro del amigo. El dinero parece cuantioso, y suena como una carga que
la familia tiene que llevar por mucho tiempo. El planteamiento del cuento tiene
un cariz sociológico que enriquece el libro.
En
el cuento “La composición de la sal” ocurre un salto mágico, el personaje
al alcanzar la vejez, contra lo que él mismo había esperado de esta etapa de la
vida, resulta transformado en un ser tan sensible que es imposible de proteger:
el llanto es el resultado de toda interacción con el mundo. Ese viaje insoportable
que concluye con un baño de sal que no deja de ser una sugerencia de suicidio, la
muerte como liberación. Y cuando el lector curioso quiere encontrar una cifra para
el libro, ya que este cuento es el que le brinda el nombre, la respuesta es poética,
es decir, abierta, asentando que el lector debe también leer en su interior las
líneas personales para completar los cuentos.
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Tomando
en cuenta los criterios de Genette, expuestos por Bernat Castany, y a José María
Pozuelo Ybancos, [4] los cuentos de Baudoin
siguen una línea de relato mimético, aunque ya no se fundan necesariamente, como
dice Hernáez [5] “en relaciones de causalidad
en plano de la acción, sino en relaciones de pura contigüidad en el plano de la
emoción y del pensamiento, de forma que los personajes solo pueden existir separadamente
dentro de sus diferentes tiempos subjetivos” (82); sin embargo, encontramos momentos
en que la narradora tiende a fugarse al medio del relato con una analepsis externa
que nos lleva a las memorias personales de la narradora como es el caso de “La cinta
roja”, creando paralelismo y dotando de una significación más íntima a la narración.
La mitad de estos cuentos son contados en primera persona, autor implícito no representado,
como una voz ulterior, en su mayoría autodiegética, teniendo como narratarios a
los lectores, excepción hecha de los cuentos “Amor a primera vista” y “Moebia”,
donde se tiene a un narrador homodiegético testigo, y como narratario a uno de los
personajes a quien se dirige a manera de amonestación; mientras que la otra mitad
se encara con un narrador omnisciente, heterodiegético, como un narrador-focalizador,
aunque, en otros, como en el caso del cuento “La composición de la sal” la focalización
es interna. En cuanto al modo, en general el relato aparece como un discurso indirecto
libre y singulativo, en general en escenas, transitando del restituido al inmediato,
según la necesidad.
En
general, la trama de los textos nos lleva a la sensación de que algo se encuentra
a punto de derrumbarse. Como en Gourmet donde se instala una pintura psicológica
penetrante.
El
mundo que propone Magela Baudoin en La composición
de la sal es un mundo de obsesiones no resueltas, de fantasías equivocadas.
Un laberinto sin salida, pues la puerta que parece ser el éxito, fracasa, salvando
acaso al personaje de un desastre mayor. Mundo que plantea al lector una visión
sin solución concreta, que lo mantiene en vilo, sujeto a la historia, aun mucho
después de haberse concluido la lectura.
NOTAS
1. Magela Baudoin. La composición de la sal. La Paz: Plural editores, 2014. Impreso.
2. Fernando López. “Demasiada Felicidad”. La Nación. 11 mar. 2011. Cultura: Mundos únicos. Web. 28 jul. 2019.
3. José Antonio Gurpegui. “Alice Munro, la catarsis de lo cotidiano”. El cultural. 10 oct. 2013. Web. 28 jul. 2019.
4. José María Pozuelo Ybancos. Teoría del lenguaje literario. Madrid: Cátedra,
1989. Digital.
5. Ma. Jesús Hernáez Lerena.
Exploración de un género literario: los relatos
breves de Alice Munro. La Rioja: Universidad de la Rioja, servicio de publicaciones,
2011. Digital.
GARY DAHER (Bolivia, 1956). Poeta, narrador, ingeniero y ensayista. Master en Estudios Avanzados de Literatura Española e Hispanoamericana (Universidad de Barcelona, España). Autor de catorce libros de poesía, tres novelas, un libro de ensayos sobre poesía boliviana y un libro con poemas de Catulo y Safo, frutos de su traducción. En 2018, la Editorial Vitrubio de Madrid ha lanzado su libro Piedra Sagrada conformada por una trilogía que reúne tres de sus producciones poéticas. Recientemente, en 2019, a través de Plural editores, publicó, con el poeta español José María Muñoz Quirós el libro doble La Santa y la Cruz, en el cual participa con el libro Muralla Iluminada.
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Número 172 | junho de 2021
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