¿Cuántos desastres se ocultan en esas palabras odiosas? Palabras ventiladas
y adiestradas afuera o adentro de la casa, soltadas con naturalidad para, eso sí,
insultar y rebajar, pero también, fíjense, para cachondear y glorificar… Palabras
heredadas, según se dice, del albur, marca lingüística de la identidad mexicana,
con su deje “irónico”, su toque “humorístico”, su final “coquetón” – pero, que delatan,
en el manejo y uso del retruécano, una prepotencia varonil que inculca el desprecio
al sexo opuesto. Son hábitos idiomáticos tan arraigados en el habla común y corriente
que apenas indignan mientras degradan terriblemente a la mujer y la remiten a su
supuesta esencia: ser pura hembra. Si bien son nuestras palabras y las de los otros
las cuales nos construyen y nos identifican, ¿qué hacen de las personas las palabras
que desvalorizan, someten y deterioran? ¿Cómo penetran, se instalan, controlan y
brutalizan los cuerpos?
Con el aporte narrativo de nueve escritoras mexicanas, oriundas de diferentes
partes de la República, autoras de una obra ya confirmada para algunas, en construcción
para otras, El silencio de los cuerpos
se abisma en la violencia de género, verdadero problema de salud pública en el país.
Los textos reunidos nos entregan no sólo una especie de bitácora del naufragio del
cuerpo de la mujer en el México de hoy sino que establecen desde la intimidad de
casos singulares un registro nómada y plural de los maltratos sicológicos, verbales,
físicos vividos. Generalmente articulados como monólogos, testimonios, confidencias,
las narraciones privilegian la voz en primera persona, la de mujeres que escriben
sobre las mujeres y “se escriben a sí mismas” para que “sus cuerpos”, como lo preconizó
Hélène Cixous en La Risa de la Medusa
(1974), “se hagan oír”, [2] sobre todo
cuando la escucha política es negligente e indiferente frente a hábitos que marginan,
subordinan, atentan a la mujer, y naturalizan el monopolio del hombre.
Como objeto literario, cada relato –dotado de una musicalidad personal
que nos suena familiar e impulsa así todo el potencial creativo de las escritoras
convocadas para la realización de este libro– expone, desarrolla y cierra su universo
a partir de las exigencias estructurales de la micro-ficción. En unas páginas, se
describen y se auscultan escenas de vidas, enmarcadas en atmósferas ordinarias hasta
banales, ritmadas y moldeadas cotidianamente por la brutalidad; una brutalidad examinada
y desnudada desde múltiples ángulos. Para eso, las narraciones siguen el recorrido
de una protagonista o de una familia a través de las que van cobrando forma las
caras y las acciones polifacéticas de la violencia de las que el cuerpo de la mujer
es el trágico receptáculo.
Luego, mediante el retrato de dos media-hermanas, cuya masculinización
de parte de una es fuente de burla, rechazo y hostigamiento, Orfa Alarcón (“Bato”) observa de qué manera
el medio hogareño y el escolar reproducen y consolidan lo que debe ser y hacer una
chica de unos quince años. El tono confesional de la voz de su adolescente autodenuncia
también la opresión y el apocamiento, hasta el drama, que padece la “otra”, la que
no corresponde a los cánones femeninos establecidos.
La narradora de Abril Posas (“Réflex”), en cuanto a ella, revisita la biografía
de su madre, luego de su inesperada e inexplicada desaparición. A partir de la cadencia
de una pesquisa y de una inmersión en el álbum fotográfico de sus padres, la hija
va descubriendo la estrategia –artística– que la figura materna se había inventado
para escaparse de la agobiante disciplina doméstica y conyugal, y así gozar de su
ser y hacer sin ser “la mujer de”.
Los cuentos de terror no salen de leyendas caseras sino de las espeluznantes
cosechas necrológicas que a diario alimentan las tierras de Nayarit y de Sinaloa;
es lo que sobrentiende el viaje turístico por estos rumbos de tres defeños en el
relato de Ivonne Reyes Chiquete (“Estación Cora”). Más allá de mostrar que la libre
circulación de las personas y el derecho a la vida no son una garantía en todo el
territorio mexicano, las supuestas vacaciones de una pareja junto a una niña destacan
sutilmente la omnipresencia, en dichos estados, de gestos machistas y de glosarios
sexistas, primicias de una caza a la mujer.
Al rendir homenaje a la poetisa y defensora de los derechos humanos, Susana
Chávez, asesinada en 2011 y cuyo crimen relacionado con su activismo sigue impune,
Tania Tagle (“Lepidosirena”) despliega el diario íntimo y el cuaderno de apuntes
de su protagonista heterosexual. Ésta, a la luz del nacimiento de su amor lésbico,
relee el feminicidio en Ciudad Juárez, desde una urbe olvidadiza de sus “muertas”
más preocupada por la campaña de rehabilitación de su imagen salpicada de huesos
y de sangre que por el aullido de las sirenas de las patrullas, insignia de la seguridad
imperante.
La historia de Iris García Cuevas (“Consuelo de tontos”), jalonada por
los preceptos del suspenso, la protagoniza, en una de las ciudades más inseguras
y corruptas del país –Acapulco–, una taxista. El oficio móvil que ella ocupa, ejercido
tradicionalmente por hombres, quebranta el papel materno y sedentario que el imaginario
colectivo le pega al cuerpo de la mujer. Además, refleja los riesgos de la profesión
(cuya vulnerabilidad incrementa de modo exponencial si una es mujer), la cual por
ser un panóptico de los movimientos de la ciudad, se vuelve un socio o un blanco
tanto de las redes criminales como de las autoridades corruptas.
Gabriela Damián Miravete (“Soñarán en el jardín”), entre la ucronía y el
relato de prospección, radiografía los discursos discriminatorios que posibilitan
el asesinato diario de muchachas en el Edomex. Al
mismo tiempo, hace visibles los focos de resistencia entretejidos por mujeres que
aprovechan su experiencia o sus estudios superiores, para reivindicarse como sujetos
de la memoria del feminicidio y no como objetos de su amnesia.
Raquel Castro (“Viva”), desde el soporte de la novela de enigma, desmenuza
el lugar tóxico y sórdido que puede ser la casa, primer lugar de violencia. Si muestra
que sus principales presas son niñas, chavas, madres, desmantela la relación binaria
“dominación/sumisión” entre el sexo masculino y el sexo femenino. Desenmascara a las mujeres que participan en el mantenimiento de esta asimetría
y llama la atención sobre aquellas que rompen esta dicotomía, ya sea por el bienestar
o por el malestar de las mujeres, lo que indica que la violencia no es un problema
estrictamente masculino sino una construcción humana.
Con el tacto del matiz y del contraste, estos nueve relatos, al contar las coacciones, restricciones y abusos que pueden cumular las mujeres por “ser mujer”, hacen, por una parte, el inventario de los fracasos institucionales para concretamente modificar los comportamientos patriarcales y misóginos. Por otra parte, hacen estallar el credo de espacios localizados de desposesiones del cuerpo de la mujer al dibujar una cartografía que se desplaza por todo México, pasando sin transición de los cuartos cerrados a los lugares públicos, indicadores elocuentes de la expansión de la desprotección de la mujer y de su aterradora gravedad. Semejante gravedad tiene réplica en el tiempo optado por las escritoras, inscrito en lo inmediato y lo inacabado: primero, con el objetivo de insistir, otra vez, en una
Prologado por Sergio González Rodríguez, cuya obra ensayística y narrativa
es un veredicto inapelable sobre los proteicos fenómenos de violencia que devastan
México, El silencio de los cuerpos confirma
que la Literatura surge porque las realidades soportadas sufren carencias alarmantes;
carencias que convierten este libro en una literatura de urgencia. [3]
NOTAS
Una primera versión de este texto fue publicado en el periódico
Milenio. “El abismo de la violencia contra
las mujeres”, en Milenio, Ciudad de México,
el 18 de septiembre del 2016.
1. Alarcón, Orfa, Castro, Raquel, Damián Miravete,
Gabriela, García Cuevas, Iris, Iglesias, Susana, Posas, Abril, Reyes Chiquete,
Ana Ivonne, Rivera Garza, Cristina y Tagle, Tania, El silencio de los cuerpos. Relatos sobre feminicidios, Prólogo de
Sergio González Rodríguez, Ediciones B, México, 2015.
2. Hélène Cixous, Le rire de
la Méduse (1974), Editorial Galilée,
París, 2010, p. 37.
3. Expresión creada por la investigadora
Emanuela Borzacchiello para hablar del “periodismo de urgencia”.
*****
SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 179 | setembro de 2021
Artista convidado: Saúl Kaminer (México, 1952)
Curador convidado: José Ángel Leyva (México, 1958)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
ARC Edições © 2021
Visitem também:
Atlas Lírico da América Hispânica
Excelente reseña; me gustaría poder leer el libro
ResponderExcluir