Así
lo da a entender con ironía un crítico como Carlos Monsiváis: “Las actitudes de
los estridentistas poseen el interés que sus versos suelen opacar.” Dicho de otra
manera: su poesía (y su prosa, podríamos añadir) carece de todo valor. A lo que
agrega: “Su culto por la edad de la máquina, derivado linealmente de los futuristas,
o su amor por la literatura de los anuncios económicos, conducen a una estética
desafiante (…) En el fondo, Edison, y no Marx o Marinetti, preside este fervor ante
los avances de la civilización. Sin embargo, los artistas afines al movimiento son
extraordinarios…” [2] Este sin embargo, por lo que se ve, tiene un valor
estratégico: por la vía de una exaltación
de pintores como Germán Cueto, Ramón Alva de la Canal, Leopoldo Méndez o Fermín
Revueltas, que en efecto formaron filas en el estridentismo, Monsiváis logra desentenderse
de las aportaciones de escritores como Manuel Maples Arce, Arqueles Vela, Germán
List Arzubide, Kyn Taniya, Salvador Gallardo y Xavier Icaza. Lo único interesante
del estridentismo, parece sostener Monsiváis, son sus artistas plásticos.
El
juicio de Monsiváis es paradigmático en un doble sentido. Primero, porque resume
el esquema que se ha propagado desde los años veinte, cuando los Contemporáneos
incluyen a Maples Arce en su decisiva Antología
de la poesía mexicana moderna (1928), pero no lo hacen sin antes descalificar
el estridentismo y señalar su demagogia socializante, que le habría producido al
autor, según esto, “los beneficios de una popularidad inferior, pero intensa.”
[3] Segundo, porque una suerte de inercia
discursiva, cuyos efectos se actualizan a pesar de los esfuerzos por neutralizarla,
reinstala de manera casi automática, cada vez que se trata de hablar de esta generación,
un poderoso esquema dual que termina exaltando a los Contemporáneos en la medida
en que menosprecia a los estridentistas.
Es
cierto, los temperamentos así como las posiciones dentro del campo cultural son
muy diferentes. A los estridentistas les viene bien, por su carácter de clase, la
gritonería y la provocación. Por eso publican manifiestos, y por eso mismo, en su
acta de nacimiento, la hoja volante Actual
No. 1, publicada en diciembre de 1921, que firma en solitario un escritor desconocido
que se identifica como Manuel Maples Arce, se articula este incendiario llamado
a todos los artistas jóvenes… “que no han sido maleados por el oro prebendario de
los sinecurismos gobiernistas (…) [y] que no han ido a lamer los platos en los festines culinarios de Enrique González
Martínez, para hacer arte (!) con el estilicidio de sus menstruaciones intelectuales
(…), a los que no se han descompuesto con las eflorecencias lamentables y metíficas
de nuestro medio nacionalista con hedores de pulquería y rescoldos de fritanga,
a todos esos, los excito en nombre de la vanguardia actualista de México, para que
vengan a batirse a nuestro lado en las lucíferas filas de la decouvert…” [4]
Esta
insolencia juvenil sella para siempre el encono que rige las relaciones entre estridentistas
y Contemporáneos. Me parece que el desencuentro alcanza los límites de lo intolerable
cuando apenas dos años después, acaso inspirado por el machismo ambiente y una homofobia en la que asoman tintes persecutorios,
al propio Maples Arce no le tiembla la mano para escribir en el que es para mí su
mejor poema, Urbe: “Los asalta braguetas
literarios nada comprenderán de esta nueva belleza sudorosa del siglo.” [5] El desafío, como es obvio, llevaba dedicatoria.
El
temperamento de los Contemporáneos, por contraste, es más bien reticente. Los Contemporáneos
asumen de manera relajada el sprit nouveau.
Son una vanguardia bien temperada, que
casi nunca incurre en radicalismos y a la que le interesa en todo momento mantener
un vínculo vivo con la tradición. [6]
El único acto de provocación cultural que se les reconoce es la publicación de la
ya mencionada Antología de la poesía mexicana
moderna, que como afirma Guillermo Sheridan, hizo las veces de un manifiesto.
¿Por qué? Creo que el libro contenía una triple provocación que tocaba diversos
intereses: 1) Excluía a Manuel Gutiérrez Nájera, el verdadero (e imprescindible,
habría que agregar) introductor de la modernidad literaria en este país; 2) Recogía
sin rubor, al lado de poemas de los autores entonces consagrados, muchos de ellos
ya fallecidos, como Manuel José Othón y López Velarde, como Amado Nervo y Alfonso
Reyes, los textos de un grupo de muchachos de “pantalón corto” que en ese entonces
no podían presumir de haber escrito una obra, en el sentido pleno de la palabra,
y que daban casi todos ellos sus primeros pasos en el mundo de las letras. Jaime
Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia,
Gilberto Owen… todos menores de treinta años, no habían escrito entonces, por supuesto,
los grandes libros por los que los conocemos; 3) Siendo una obra colectiva, como
lo ha demostrado el fallecido Guillermo Tovar de Teresa, [7] la antología estaba firmada por un soberano desconocido: Jorge Cuesta.
Gente llegó a pensar que se trataba de un pseudónimo.
Las
posiciones dentro del campo cultural también fueron diferentes. Creo que esto puede
empezar a entenderse si paramos mientes en quienes fueron sus mentores o sus “padrinos”
espirituales. Dos padrinos notorios tuvieron los estridentistas: Diego Rivera y
José Juan Tablada, ambos artistas independientes sin puestos en la burocracia del
Estado; el segundo de ellos, estaba exiliado en la ciudad de Nueva York, a mayor
abundancia. Los padrinos de los Contemporáneos, José Vasconcelos y Genaro Estrada,
fueron en cambio altos funcionarios públicos, por lo que pudieron protegerlos desde
sus cargos en el gobierno. La “moderación” de los Contemporáneos tiene qué ver con
la de los funcionarios que los protegían, así como la “radicalidad” de los estridentistas
es en buena parte reflejo de la de sus mentores. Diego Rivera, como todo mundo sabe,
era un comunista vociferante no sólo en su trabajo como muralista. El bastón de
Apizaco que usaba Maples se lo había regalado él. El otro regalo notable había sido
el caligrama-manifiesto que se reproduce en el número inaugural de la revista Irradiador. Proyector internacional de nueva
estética. [8] El modernista Tablada,
quien se había sumado a las filas de la vanguardia y convivía con artistas dadaístas
en Nueva York, apoyó desde un inicio a los vanguardistas, al grado de que llegó
a ser considerado por Manuel Puga y Acal como el instigador, e incluso, como el
inventor (!) del estridentismo, sin duda una exageración. [9]
Jaime
Torres Bodet, cabeza de los Contemporáneos se inicia a los dieciocho años como secretario
privado de Vasconcelos. La primera publicación formal del grupo, La Falange. Revista de cultura latina (1922-23),
como lo deja ver su título, es vasconceliana hasta la médula; además, algunos de
sus redactores colaboran de modo cercano con la revista El maestro (1921-23) que publica Vasconcelos en su calidad de Secretario
de Educación Pública. Por su parte, Genaro Estrada, en funciones de Secretario de
Relaciones Exteriores, funge como mecenas de la revista Contemporáneos. Gracias a su mediación y a sus buenos oficios, el Gral.
Álvaro Obregón, entonces en campaña para acceder por segunda vez a la Presidencia, paga de su bolsillo el costo de impresión
de la Antología de la poesía mexicana moderna
de la que tanto se hablaría desde entonces.
Pero
la ubicación de ambos grupos cambia con el paso del tiempo, al grado de que llegan
a entrecruzarse, con lo que se rompe la identidad
fija con la que nos obstinamos en clasificarlos. Los nacionalistas se vuelven cosmopolitas, y al revés, por extraño que parezca,
los cosmopolitas se vuelven nacionalistas. Se diría que el cambio es su norma.
Esta fluidez, esta capacidad mutante, no exenta de sorpresas que pueden cogernos
desprevenidos, debe ser tomada en cuenta si queremos entender mejor el papel de
unos y otros en de la cultura nacional. Acaso exagerando un poco la nota, Guillermo
Sheridan ha llegado a sostener acerca de los Contemporáneos: “Son una cinta de Moebio,
una intencionalidad en constante formación y en constante crisis. Existen más como
una azarosa concatenación de voluntades críticas que como un designio literario
programático. Se trata, en dado caso, más de una voluntad que de una idea, y más
de un presupuesto de trabajo que de una voluntad.” [11] Sin ánimo de emularlo, creo que algo más o menos semejante se puede
predicar de los estridentistas. En tres renglones: surgen como cosmopolitas, se
vuelven gradualmente nacionalistas con el paso del tiempo, y terminan, ya en su
madurez, abjurando de la vanguardia artística. ¿Abjurando de la vanguardia? Tal
cual. Me reservo la explicación para más adelante.
Trato
de dar en seguida, así sea de modo esquemático, las diversas posiciones que adoptan
estridentistas y Contemporáneos en el curso de su desarrollo y eventual disolución.
Empiezo con quienes son primeros en el tiempo: los estridentistas.
1.-
En realidad Maples Arce no “inventa” el estridentismo al dar a la luz su manifiesto
Actual No. 1 (1921). Como lo ha señalado
el investigador Carlos García, el nombre que escoge Maples Arce para designar a
su movimiento es el de actualismo. De
ahí la frase que se repite en el texto: en
nombre de la vanguardia actualista de México. [12] Por razones difíciles de explicar, la propuesta cae en el vacío
y muy pronto la gente, o los enemigos del movimiento, es difícil saberlo, imponen
como gran denominador el sustantivo estridentismo.
El denso y complejo documento redactado por Maples Arce se inscribe de modo contundente
dentro de un internacionalismo artístico que desborda la óptica nacionalista y que,
incluso, reniega de ella, como queda patente en una cita del manifiesto que transcribí
al comenzar este artículo. Por lo demás, casi lo primero que presume Maples es que
un poema suyo, de vanguardia, naturalmente, había sido publicado por la revista
Cosmópolis que animaban los ultraístas
en Madrid. En relación con lo anterior, Carlos García ha establecido que: “Una de
las peculiaridades del movimiento literario de vanguardia en castellano de los años
veinte fue su internacionalismo.” [13]
El documento de Maples Arce corrobora de diversos modos esta afirmación. El parágrafo
X de Actual No. 1, por ejemplo, contiene
esta excitativa que no deja lugar a dudas: “Cosmopoliticémonos. Ya no es posible
tenerse en capítulos convencionales de arte nacional (…) Las únicas fronteras posibles
en arte, son las propias infranqueables de nuestra emoción marginalista.” [14]
2.-
Maples Arce publica unos pocos meses después su primer libro de poemas, Andamios interiores. Poemas radiográficos (1922).
Nada en este libro desmiente la ubicación cosmopolita del autor. También de este
año es La señorita etcétera, de Arqueles
Vela, al que se considera el primer relato de vanguardia en hispanoamérica.
3.-
Los primeros signos de un giro gradual hacia el nacionalismo pueden rastrearse en
los tres números de Irradiador que se
publican en septiembre, octubre y noviembre de 1923. Codirigida por Maples Arce
y por el pintor y muralista Fermín Revueltas, la revista da a conocer varios grabados
de Jean Charlot que anticipan algunos de los motivos “localistas” que realizará
años después Diego Rivera. Se publica ahí mismo un poema visual de Gonzalo Deza
Méndez (pseudónimo del Abate de Mendoza) que prefigura una marimba dentro de una
“vecindad” como las que existen en el centro histórico de la Ciudad de México. Agréguese
que la portada del segundo número de Irradiador
reproduce un fragmento del mural “Los mineros” que Diego Rivera pinta en la
Secretaría de Educación, en obvia referencia a una realidad de la economía nacional,
vinculada, por lo demás, a la lucha de clases. Por último, la revista da a conocer
en sucesivos números dos extensos artículos de Ricardo Gómez Robelo, escritor muy
cercano a José Vasconcelos, acerca de las pirámides de Uxmal y la del Sol, en Teotihuacán.
El cosmopolitismo dogmático, por lo que se ve, cede poco a poco paso ante la preocupación
por lo nacional.
4.-
El cambio que se anuncia en Irradiador llega
a su apoteosis en Urbe. Super-poema bolchevique
(1924) de Manuel Maples Arce. Verdadero mediodía del estridentismo, este libro es
a la vez un canto “brutal y multánime” a la ciudad de México, y una celebración
tanto del obregonismo en el poder como de la revolución soviética, cuyo influjo
(¿benéfico?, ¿o más bien, amenazador?) imprime su sello a los tiempos que corren:
“Los pulmones de Rusia / soplan hacia nosotros / el viento de la revolución social.”
La hora (victoriosa) del Gral. Obregón, también se transparenta en el texto: “La
muchedumbre sonora / hoy rebasa las plazas comunales / y los hurras triunfales /
del obregonismo / reverberan al sol de las fachadas.” [15] Nunca estuvo Maples Arce tan cerca y a la vez tan lejos del dogma
estético del realismo socialista como en este libro. Tampoco en ningún otro texto
del estridentismo, me parece, llega a expresarse como en éste la presunta sintonía
del poeta con la actualidad política y social del “momento revolucionario” mexicano.
Arqueles Vela pensaba sin duda en Urbe
cuando escribió, en sus Fundamentos de la
literatura mexicana: “Por primera vez en la poesía mexicana, la individualidad
desmesurada encuentra una resonancia social. La angustia del poeta no canta su soledad
sola, como la romántica o surrealista, sino la soledad acendrada en las multitudes.
Su soledad proviene de no poder adentrarse en el fondo de la muchedumbre, como una
realidad de los sucesos sociales.” El Lukács que tuvimos a nuestro alcance, añade
este juicio sintético que me parece en lo esencial exacto: “La realidad tumultuosa
se transforma en conmemoraciones internas. Lo objetivo de su verso proviene de sentir
tan subjetivamente el sujeto de la Revolución.” [16] A casi treinta años de distancia, Arqueles Vela no se ahorra una
observación crítica a propósito de la poesía de su antiguo correligionario que supongo
merece guardarse en la memoria: “Su lírica [la de Maples Arce, se entiende] es la
expresión estética de un movimiento social, que intentó transformar un mundo. Acaso
al frustrarse el ideal político de su tiempo, se frustrara también su poética.”
[17] Sólo quisiera agregar que Vela parece
ser el único crítico que retiene la idea de que existe un vínculo íntimo entre la
poesía estridentista y la Revolución Mexicana. En consecuencia, al apagarse el impulso
revolucionario (al finalizar la cuarta década del siglo, con el régimen del Gral.
Manuel Ávila Camacho y los que le siguen), se apagan también las posibilidades de
la lírica de corte social.
5.- El clímax del estridentismo como movimiento
de vanguardia se produce en 1925 cuando el Gobernador del Estado de Veracruz, el
Gral. Heriberto Jara, nombra a Manuel Maples Arce como su Secretario General de
Gobierno. Lo primero que hace Maples Arce es invitar a sus camaradas estridentistas
a que se instalen en Xalapa y colaboren con él en las tareas de propaganda y difusión
de la cultura, sabiendo que tiene el respaldo del gobierno para realizar estas tareas.
Se trata, en varios sentidos, de un verdadero salto cuántico en la historia de la vanguardia. Primero, me parece,
porque los rebeldes estridentistas, que parecían reacios a ocupar puestos en la
burocracia, acaban sometiéndose a la del Gral. Jara. Esto echa por tierra una de
las altisonantes frases de Maples Arce en su manifiesto de 1921, cuando sostenía,
sobrado y categórico: “Mi locura no está en los presupuestos”, y cuando, como se
vio, remataba burlándose del “oro prebendario de los sinecurismos gobiernistas.”
Segundo, porque esta colaboración constituye un episodio único en la historia mundial
de las vanguardias: el caso, insólito como quiera que se lo vea, de un movimiento
de vanguardia que recibe todo el apoyo oficial para realizar sus actividades. No
obstante, creo advertir una injustificada nota de alarma en Jorge Schwartz, cuando
señala que el estridentismo… ¡habría pasado a la historia como el único movimiento
de vanguardia en América Latina que contó con apoyo de los militares! [18] Esto puede ser cierto, pero siempre
que se pongan las cosas en contexto y se añada que el Gral. Jara no es un Videla
ni un Pinochet, personajes de infausta memoria en el Continente, sino uno de los
generales más volcados a la izquierda que generó la Revolución Mexicana.
6.-
Según el conocido dictum de Luis Mario
Schneider, con la caída de Jara en 1927 concluye el estridentismo. Aunque es cierto
que el colectivo deja de existir como tal, el abogado Xavier Icaza, un intelectual
de izquierda muy cercano al grupo se las ingenia para publicar Panchito Chapopote (1928), un divertido relato
de vanguardia al que habría que reservarle un lugar prominente al lado de los conocidos
textos de Arqueles Vela. De hecho, Icaza aporta lo que le faltaba a éste: la denuncia
de la corrupción y la crítica a las instituciones políticas del país. Sin el temple
contestatario propiciado por la existencia del grupo este texto magistral de seguro
no existiría. Para mí, este es el verdadero canto de cisne de la vanguardia estridentista.
Lo
que sigue es la debácle. Maples Arce regresa
a la ciudad de México y se convierte en diputado federal. Años después ingresa a
la diplomacia y sale fuera del país. Germán List Arzubide se radicaliza. Al lado
de su hermano Armando, historiador anarquista, se une a José Mancisidor, Lorenzo
Turrent Rosas y Miguel Bustos Cerecedo, del grupo Noviembre, y se declara marxista.
Como suele suceder, la vanguardia artística y la política entran en colisión. Como
resultado de ello, List Arzubide publica “Cuenta y balance”, un artículo en el que
desglosa los logros del estridentismo a la vez que lo declara cosa del pasado: “La
Revolución Estridentista, el movimiento juvenil que iniciamos en contra de las momias
académicas, de los escribidores acartonados y de los poetas en cuclillas, hace ya tiempo que está liquidada.” [20]
También
Maples Arce, por lo que parece, abjura del estridentismo, pero no por razones de
radicalidad política, sino por un proceso de “maduración”. La vida del diplomático
aconseja cautela en los modales. Publica un libro más de poesía, Memorial de la sangre (1947), que retrocede
hacia una dicción más bien próxima al posmodernismo. Aprovecha su estancia en Roma
para publicar ahí una Antología de la poesía
mexicana moderna (1940), contestación, remedo y parodia involuntaria de la que
doce años antes habían dado a conocer los Contemporáneos. En el libro no hay una
sola mención al estridentismo y ninguno de los poemas de sus antiguos compañeros
de ruta (List Arzubide, Salvador Gallardo, Kin Taniya) merece el privilegio de figurar.
Hay, eso sí, violentos ataques la mayoría de las veces aderezados con insinuaciones
homofóbicas en las notas de presentación de algunos de los Contemporáneos (Jaime
Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo).
En cambio, José Gorostiza y Enrique González Rojo reciben un trato ponderado y hasta
cordial. La antología cierra fuerte con una selección de poemas de Octavio Paz,
único escritor en toda la recopilación que merece el calificativo de poeta de vanguardia. [21]
El
aguerrido Arqueles Vela, quien se perfilaba como el “teórico” del movimiento (en
Irradiador había dado a conocer “El estridentismo
y la teoría abstraccionista”), al regresar de su temporada europea da a las prensas
su Teoría literaria del modernismo (1949).
Este libro representa un giro de ciento ochenta grados. En él articula una serie
de difusos y profusos ataques en contra de la vanguardia: “La poesía de vanguardia,
y la post-vanguardista --presa en un laberinto de pensamientos-- carece de pasión,
de imágenes y de símbolos, estructurados con elementos de simpatía.” Se trata de
una: “poesía sin fe, sin amor, sin estremecimiento.” [22] Cito otro pasaje análogo: “La poesía de vanguardia agostó la fuerza
comunicativa del lenguaje, eliminando del fenómeno artístico, los elementos esenciales:
lo sensual y la musicalidad de las palabras.” [23] Ni siquiera Neruda se libra de sus dardos críticos: “…en Neruda,
lo contemporáneo se oportuniza o se deslíe en prosaísmos ordinarios, coligentes
de la existencia diaria. Y lo estremecible, al soplo de su ceniza interior, deviene
bagazo incombustible.” (?) [24]
Que
Arqueles Vela se había convertido en un teórico marxista de la literatura, queda
más que patente en la siguiente cita: “Los elementos prosísticos de la lírica de
vanguardia y post-vanguardista, provienen de la declinante forma de vida burguesa, exhausta de ensoñaciones y opresa
de imperativos cotidianos, a los cuales no pudo sustraerse ni Rubén Darío.” [26] La sección final de Teoría literaria del modernismo enseña el
“peine” que estaba haciendo falta. El libro concluye con una exaltación de la poesía
socialmente comprometida del poeta cubano Regino Pedroso, de quien el día de hoy
pocos se acuerdan.
El
grupo de los Contemporáneos recorre una ruta similar que se diría es inversa y a la vez paralela a la de los estridentistas. Trataré de dibujar, dentro de los
límites de una revisión esquemática, las principales estaciones dentro de su proceso
de evolución.
1.-
Los Contemporáneos surgen a la vida pública bajo el signo de la continuidad: fundando
un Nuevo Ateneo de la Juventud (1919). Integrarían este organismo, de cuyas actividades
existe escasa información, Torres Bodet, Ortiz de Montellano, Gorostiza y González
Rojo. Su primer proyecto perdurable, La Falange.
Revista de cultura latina (1922-23), los coloca a la sombra del frondoso árbol
de Vasconcelos y de los primeros ateneístas en general, incluyendo, por supuesto,
a Alfonso Reyes. Se trata, según la propuesta de Torres Bodet, de abogar por una
literatura castiza, sincera y tradicional. Desde su primer número, los redactores
de La Falange declaran que la publicación
se propone: 1) Expresar, sin limitaciones,
el alma latina de América; 2) Reunir a
todos los literatos de México que hacen literatura sana y sincera, en un núcleo
que sea exponente de los valores humanos de nuestra tierra; 3) Servir de índice a la cultura artística nacional
a los demás pueblos del Nuevo Mundo. Para corroborar de modo suficiente lo anterior,
agregan: “Todos los que en esta revista colaboran creen que ninguna nación triunfará
si no es ateniéndose a los principios esenciales de la raza y la tradición histórica.
Desautorizan, por ilógica y enemiga, la influencia sajona y se proponen reivindicar
los fueros de la vieja civilización romana de la que todos provenimos y que es como
el cogollo sangriento y augusto de nuestro corazón y nuestra vida.” [27] Después de varios números en aparente
buena salud, la revista termina de modo inesperado con la aparición de una antología
de la poesía norteamericana moderna (Carl Sandburg, Ezra Pound, Amy Lowell, Sara
Teasdale, Edgar Lee Masters) a cargo de Salvador Novo y Rafael Lozano. La doble
resistencia latina ante la vanguardia y la cultura angloamericana, por lo visto,
desaparece de golpe. La inusitada aparición de esta antología de la poesía anglosajona
de vanguardia, por cierto, se debe sin duda al magisterio radical del intelectual
dominicano Pedro Henríquez Ureña, entonces avecindado entre nosotros, tal y como
lo documenta José Emilio Pacheco en importante artículo. [28]
2.-
Tras una fase que podemos suponer de reacomodo y reubicación, Xavier Villaurrutia
y Salvador Novo unen esfuerzos para publicar Ulises (1927-1928): Joyceana y por lo mismo radical desde el título,
esta es la primera, y también la única publicación cosmopolita de vanguardia que
hacen los Contemporáneos. En franco desafío al público lector, publican poemas de
Max Jacob y de Carl Sandburg en su lengua original, sin ofrecer la traducción. ¿Quieren
enterarse, señores? ¡Pues aprendan idiomas! Ulises
da a conocer relatos y poemas de vanguardia, y pasa a la historia –entre otras
cosas—porque ahí aparece el incisivo ensayo que endereza Samuel Ramos contra su
maestro Antonio Caso. Cuesta escribe sobre Margarita
de niebla de Torres Bodet. Ahí aparecen también El joven (1928), el relato de Novo, y un significativo texto de Villaurrutia:
“Poesía”, que es el gozne entre sus primeros ejercicios muy próximos al imagism (tal y como vemos en Reflejos, de 1926) y la poética surrealista que empezaba a abrazar y que daría su mejor
fruto en Nostalgia de la muerte (1938).
3.-
Ulises desaparece para que su lugar lo
ocupe Contemporáneos. Revista mexicana de
cultura (1928-1931). Sólo de manera tardía, y gracias al impacto de la revista,
se acuña el nombre con el que los identificamos. El gran orquestador, Jaime Torres
Bodet acaba de publicar Contemporáneos. Notas
de crítica (1928), un libro de ensayos que lo consagra como el cerebro más articulado
del colectivo, al menos hasta ese entonces. Pero no es Contemporáneos, en el sentido pleno de la palabra, una revista beligerante,
de vanguardia, sino una publicación más bien ecléctica, en la que, habiendo un poco
de todo, se otorga un lugar privilegiado a las figuras “mayores” del parnaso nacional:
Alfonso Reyes, Enrique González Martínez, Genaro Estrada, Bernardo Gastélum, Ermilo
Abreu Gómez, etc. Destaca que la revista publique traducciones de Valéry, de Gide,
de Eluard, y la primera versión de La tierra
baldía, de T. S. Eliot, que el traductor, Enrique Murguía vierte como El páramo. No todos los integrantes de Contemporáneos,
hay que decirlo, estaban de acuerdo con el carácter ecléctico de la revista, que
de cualquier forma se impone en la escena literaria a lo largo de cuatro años. [29]
El
golpe de audacia de Torres Bodet lo constituye la publicación de la Antología de la poesía mexicana moderna (1928).
Gracias a la compilación de la correspondencia de Torres Bodet con Alfonso Reyes,
que debemos a Fernando Curiel, es ya posible corroborar el papel protagónico del
primero en la cristalización del proyecto. Escribe Torres Bodet: “Le diré –muy en
confianza-- que estamos trabajando algunos amigos y yo en la composición de una
antología de la nueva poesía mexicana. En ella ocupará usted el lugar que merece,
es decir, no agrupado entre los escritores del intermedio desaparecido, como algunas
opiniones quisieran, sino entre los poetas de hoy, entre los absolutamente nuevos.” [30] Utilizando como referencia un ejemplar
de la biblioteca del autor de Biombo (1925)
y Cripta (1937), con anotaciones manuscritas
del mismo, Guillermo Tovar de Teresa ha establecido que quienes participaron en
su elaboración fueron el propio Torres Bodet, Enrique González Rojo y Xavier Villaurrutia. Las notas de presentación habrían sido redactadas,
de modo fidedigno, por ellos. [31] El
misterio no aclarado es por qué se pidió a un intelectual exógeno, que no estaba
involucrado en el proyecto, Jorge Cuesta, que firmara la selección y escribiera
el prólogo correspondiente. [32] Ausencias
notables, como las de Manuel Gutiérrez Nájera, Manuel Acuña o Juan de Dios Peza,
levantaron protestas. Ortiz de Montellano en un artículo publicado en el número
inaugural de Contemporáneos, revista de
la que era director, justifica la exclusión distinguiendo entre antologías históricas
y antologías del gusto, y afirmando que un sesgo de condescendencia con el romanticismo
“en una antología del gusto nuevo, en
marcha, la estricta lógica del crítico no podía permitirlo.” [33]
Esta
reseña es significativa por su inmediatez y, sobre todo, por la argumentación justificatoria
que haría pensar que Ortiz de Montellano fue uno de los Contemporáneos que participó
en la concepción y la elaboración de este proyecto colectivo. ¿De
dónde, si no, esta seguridad para afirmar que la selección tendría que ubicarse
en el rubro de las antologías del gusto
y no en las antologías objetivas o históricas? ¿Cómo puede él conocer la intención general que sustenta el proyecto?
En esta reseña, por lo demás, Ortiz de Montellano añade información a la que sólo
podría tener acceso alguien que se ha colado hasta la “cocina” en la elaboración
de la Antología: Ahí sostiene, en efecto, que “la selección y las notas de los poetas
agrupados en las dos primeras secciones son fruto de una labor colectiva que casi
quisiéramos llamar impersonal…” Labor colectiva, trabajo de grupo, en el que sin
duda estaba involucrado. Si se toma en cuenta lo anterior, no estaría tan injustificada
la “venganza” que toma Maples Arce doce años después en su Antología cuando descalifica a Ortiz de Montellano y, pretendiendo una
objetividad que nunca fue la suya, remata señalando: “Una crítica imparcial [la
de MMA], no puede inadvertir extravíos tan lamentablemente obstinados y reprender
esta errata de la poesía mexicana”. (Sic por la redacción). [34]
4.- El
fin de la revista Contemporáneos en diciembre
de 1931 permite imaginar una crisis interna en el grupo. Jorge Cuesta sale al quite
y publica Examen (1932), pero el gusto le dura poco: sólo alcanza
tres números. Excélsior, que ha desatado una campaña en su contra (aunque se sabe
que el destinatario “de fondo” era el
Secretario de Educación, Narciso Bassols, donde sus redactores trabajan), acaba
por llevarlos ante los tribunales por “faltas a la moral”. Cuesta y Salazar Mallén
se defienden como gatos acorralados ante un juez que termina por absolverlos en
este juicio insólito en la historia mexicana. Pero el daño está hecho. La revista
deja de publicarse.
5.-
Esto da pie para que el periodista Ortega, en El Universal ilustrado, promueva una encuesta bajo el título: “¿Existe
una crisis en nuestra literatura de vanguardia?” La literatura de vanguardia, se sobreentiende, no alude
a otra sino a la de los Contemporáneos, que acababa de ser presa de escrutinio público.
Subrayo con intención vanguardia porque
hay indicios de que a ninguno de ellos le simpatizaba el término. Si llegan a usarlo,
obsérvese, es forzados por la circunstancia. Si leemos lo que expresa José Gorostiza
en un incendiario artículo, la presunción
de la crisis se convierte en certeza.
En su texto “Hacia una literatura mediocre”, el futuro autor de Muerte sin fin (1939) endereza sus baterías
contra la existencia misma de la generación a la que pertenece en lo que es sin
duda un inusitado ejercicio de autocrítica. De tal suerte, lamenta que “la inteligencia
bizca de México tenga un ojo en la tradición española y el otro en la francesa,
y trate de caber un poco idealmente en ellas, en lugar de esforzarse por ir haciendo,
ya que no la hay, una tradición mexicana.”
El
elitismo dominante en la literatura mexicana le parece execrable y nefasto. “No
condeno por un solo instante nuestra pequeña literatura, exquisita, de origen europeo.
Menos mal que existe. Pero abogo, eso sí, porque se tire un puente de literatura
espesa, cosechada a ras de suelo, como la que hicieron en otras épocas el Pensador
Mexicano, don Guillermo Prieto y nuestros primeros novelistas, para que el lector
medio pueda alcanzar en dos o tres generaciones la ribera mental que han ganado
solos, a brazo partido, los mejores intelectos mexicanos.”
El
argumento continúa: “Nos hace falta una gran cantidad de mala literatura, una inundación,
un diluvio de literatura mala, no sólo para crearnos lectores --y entre ellos, futuros
lectores de buen gusto, ya que éste se hace, no nace-- sino, principalmente, para
echar la sola tierra en que pueda crecer una literatura mexicana genuina.” [35]
Cuesta
responde ubicándose en el polo opuesto, esto es, defendiendo no el mexicanismo sino el cosmopolitismo. ¿Existe de verdad una crisis en la literatura de vanguardia?
A Jorge Cuesta la pregunta le parece una necedad, que por lo mismo ha merecido respuestas
más o menos “irreflexivas” de parte de mucha gente. Para empezar, así como Pellicer
decepciona al paisaje mexicano, Ortiz de Montellano a nuestro folklore, Torres Bodet su “admirable y peligrosa
avidez de todo lo que la rodea”, José Gorostiza “se decepciona a sí mismo”. ¿Cómo
hacerle el menor caso a una decepción que ni siquiera sabe que lo es? En cuanto
la supuesta “vuelta a lo mexicano” que arguye Ermilo Abre Gómez, Cuesta contraataca
para que entiendan todos: “El nacionalismo equivale a la actitud de quien no se
interesa, sino con lo que tiene que ver inmediatamente con su persona: es el colmo
de la fatuidad.” A lo que agrega, como remate: “por lo que a mi toca, ningún Abreu
Gómez logrará que cumpla el deber patriótico de embrutecerme con las obras representativas
de la literatura mexicana.” [36]
Bien
visto, es la guerra de todos contra todos. Al calor de la refriega periodística,
Xavier Villaurrutia sostiene en El Universal
ilustrado: “Ninguno de nosotros puede hacerse responsable de Contemporáneos. Fue siempre una revista con
director, no con directores (…) Contemporáneos
tuvo una intención colectiva y aglutinante que jamás logró. El fracaso de Contemporáneos se debe al ambiente, y la
falta de ambiente se debe a Contemporáneos,
que no supo crearlo.” [37] Mejor y más
contundente prueba de la disolución del grupo no podría haber. Así como los estridentistas
se dispersan a finales de 1927, los Contemporáneos lo hacen cinco años después,
durante los primeros meses de 1932. Ni los movimientos ni los grupos tienen por
qué ser eternos.
Anotaré,
empero, una notable diferencia a la que acaso sea necesario buscarle una explicación.
Mientras que los textos emblemáticos de los estridentistas (Andamios interiores, Urbe, Poemas interdictos, de Maples Arce; La señorita etcétera y El café
de nadie de Arqueles Vela; Esquina y
El movimiento estridentista, de List Arzubide;
El pentagrama eléctrico de Salvador Gallardo;
Radio y Avión, de Kyn Taniya) se escriben
todos ellos durante los años de actividad
efectiva del grupo, a saber, entre 1922 y 1927 (Panchito Chapopote, aunque se publica un año después, responde hasta
donde veo a esta misma crispación emotiva), los grandes textos de los Contemporáneos
son todos o casi todos muy posteriores a la disolución del grupo. En efecto, Cripta de Torres Bodet y Muerte de cielo azul de Ortiz de Montellano,
son de 1937; Nostalgia de la muerte de
Xavier Villaurrutia es de 1938; Muerte sin
fin, de Gorostiza, de 1939; el Canto a
un dios mineral de Cuesta, de 1942; y por último el Libro de Ruth de Owen de 1944. Los Contemporáneos, podría decirse, dan
lo mejor de sí en la soledad, alejados ya del clima emocional que llegó a fundir
sus voluntades y sus intereses. Los estridentistas, en cambio, no subsisten a la
disgregación. El talento de los Contemporáneos se refina en el atomismo y la soledad; el de los estridentistas depende de un clima de creación colectiva, de una síntesis macrológica
que pertenece a la temperatura de la época y que concluye con ella misma. Dicho
de otro modo, los Contemporáneos saltan sobre su propia sombra; los estridentistas,
en cambio, permanecen cautivos de ella sin solución de continuidad. Lo anterior,
por supuesto, tiene que ver con los misteriosos mecanismos de la creación, y no
implica de ningún modo un juicio de valor literario.
NOTAS
1. Transcribo las respectivas fechas de
nacimiento para que esto se vuelva más explícito. En cuanto a los estridentistas,
tenemos Manuel Maples Arce (1898), Germán List Arzubide (1898), Jean Charlot (1898)
Arqueles Vela (1899), Luis Quintanilla (Kyn Taniya, 1900), Fermín Revueltas (1901),
Leopoldo Méndez (1902). En lo que respecta a los Contemporáneos, Octavio G. Barreda
(1897), Samuel Ramos (1897), Bernardo Ortiz de Montellano (1899), Enrique González
Rojo (1899), José Gorostiza (1901), Jaime Torres Bodet (1902), Xavier Villaurrutia
(1903), Jorge Cuesta (1903), Celestino Gorostiza (1904), Gilberto Owen (1904) y
Rubén Salazar Mallén (1905).
2. Carlos Monsiváis, La cultura mexicana en el siglo XX. Edición
de Eugenia Huerta. México, El Colegio de México, 2010.
3. Véase Jorge Cuesta (Comp.), Antología de la poesía mexicana moderna.
Presentación de Guillermo Sheridan. México, Secretaría de Educación Pública, 1985
(Lecturas Mexicanas, 99). Ahí podemos leer, en el mismo tenor: “En cierta porción
de la actual literatura hispanoamericana, Maples Arce representa una de las conquistas
de la vanguardia. El marco de socialismo político en que ha sabido situarse le ha
sido, para estos fines, de la mayor utilidad.”
4. Enrique González Martínez, además de
ser entonces el poeta vivo más influyente de México (Ramón López Velarde había fallecido
unos meses antes), era uno de los maestros de los jóvenes escritores que más tarde
se conocerían como los Contemporáneos. A ello debe agregarse que su hijo, Enrique
González Rojo, fallecido muy joven, era uno de los miembros de la cepa originaria
del grupo. Al criticar a González Martínez, Maples Arce podía imaginar que igualmente
ofendía a quienes eran sus discípulos más cercanos.
5. Manuel Maples Arce, Urbe. Super-poema bolchevique en cinco cantos
(1924), en Luis Mario Schneider (comp.), El estridentismo. La vanguardia literaria en México. México, UNAM, 1999
(Biblioteca del Estudiante Universitario, 129). Creo advertir una amenaza estética en este enunciado: al no
entender la nueva belleza sudorosa del siglo,
Torres Bodet y los amigos que lo acompañan se convertirán muy pronto en artículos
de anticuario, listos para depositarse en el polvoriento desván de la historia.
6. La excepción notable es Salvador Novo,
quien nunca ocultó su homosexualidad, que tuvo un vínculo fugaz con Maples Arce,
al publicar un poema en Actual, y que,
pese a que se responsabilizó conjuntamente con Xavier Villaurrutia de la revista
Ulises (1927-1928), no se consideraba
miembro de Contemporáneos. A propósito de la “autoexclusión” de Novo, véase Salvador
Novo, Letras vencidas. México, Universidad
Veracruzana, 1962 (Cuadernos de la Facultad de Filosofía y Letras, 10).
7. Véase Guillermo Tovar de Teresa, “Hallazgo
en torno a los Contemporáneos”, en Vuelta,
núm. 206, enero de 1994.
8. Realicé con la colaboración de Serge
Fauchereau la edición facsimilar de la misma. Irradiador. Proyector internacional de nueva estética. México, Universidad
Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 2012
9. Véase Manuel Puga y Acal, Los poetas mexicanos contemporáneos (1888).
Presentación de Eugenia Revueltas. México, Coordinación de Humanidades de la UNAM,
1999, p. 165. En realidad, la afirmación de Puga y Acal se encuentra en el “Prólogo”
a Lirismos de antaño (1923), incorporado
a este libro. Ahí el crítico especula “que deben ser atroces los remordimientos
de José Juan Tablada (…) por haber a últimas fechas no sé si inventado o propagado
el estridentismo, ya no para épater les burgeois, puesto que los burgueses,
hoy tan asendereados, ni siquiera tienen noticia de tales extravagancias, sino,
lo que es mucho peor, para desencaminar a quién sabe cuántos jóvenes incautos y
noveleros que están en peligro de correr la misma suerte que aquel malogrado e indiscutible
poeta, Ramón López Velarde…” No está de más recordar, con respecto a Tablada, que
Maples Arce incluye su nombre en el directorio de vanguardia de Actual No. 1, y que el tercer número de Irradiador publica “Supradimensional”, uno
de sus poemas.
10. Véase Evodio Escalante, “Los proto-Contemporáneos
en La Falange (1922-23)”, en América. Cahiers du CRICCAL,
No. 28. París, Presses
de la Sorbonne Nouvelle, 1988.
11. Guillermo Sheridan, Los Contemporáneos ayer. México, FCE, 1985.
12. Véase Carlos García (ed.), Alfonso Reyes
y Guillermo de Torre, Correspondencia (1920-1958).
Valencia, Pre-Textos, 2005.
13. Ibid.
14. En Luis Mario Schneider, op. cit.
15. En Luis Mario Schneider, El estridentismo o una literatura de la estrategia.
México, CONACULTA, 1997 (Lecturas Mexicanas, Cuarta Serie).
16. Arqueles Vela, Fundamentos de la literatura mexicana. México, Editorial Patria, 1953.
Además de este libro, Arqueles Vela en su veta de teórico de la estética publicó,
entre otros, una Teoría literaria del modernismo
(México, Ediciones Botas, 1949), una Historia
materialista del arte (México, Secretaría de Educación Pública, 1936) y El arte y la estética. Teoría general de la filosofía
del arte (México, Ediciones Frente Cultural, ¿1940?) César Núñez da cuenta de
estos y otros textos un tanto relegados de Vela y lo ubica, si no cercano a Lukács,
sí como un continuador mexicano de las lecciones de Lunacharski. Véase César Núñez,
“Una literatura determinada: la historiografía literaria de Arqueles Vela y su relectura
de la vanguardia”, en Laura Cázares (ed.), Escribir
la lectura. Representaciones literarias en textos hispano e hispanoamericanos.
México, UAM-Iztapalapa, 2013.
17. Ibid.
18. Jorge Schwartz, Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos
y críticos. México, Fondo de Cultura Económica, 2002.
19. Arqueles Vela no podría participar de
cuerpo entero en la aventura xalapeña del estridentismo debido a su estancia de
varios años en Europa. Desde allá, empero, envía sus colaboraciones a la revista
Horizonte.
20. Germán List Arzubide, “Cuenta y balance”,
en Ruta, Jalapa, Veracruz, mayo de 1933.
Yo subrayo. Añade List: “Además, como revolucionarios integrales, sabíamos que toda
revolución que no se decapita a tiempo, acaba por hacerse reaccionaria… (…) En el
estridentismo no somos ya. Eso es la historia.”
21. Manuel Maples Arce, Antología de la poesía mexicana moderna.
Roma, Poligráfica Tiberina, 1940. Véase cómo inicia su juicio acerca de Villaurrutia:
“Fruto de ese vicio impune de que habla Valery Larbaud (…) la poesía de Villaurrutia
se ofrece marcada por las fatalidades del sexo, bajo un arreglo de palabras que
apenas encubre los artificios de una falsa elaboración. (…) Así, esta poesía sometida
y limitada a una expresión ajena, no copia en su congelada superficie mas que paisajes,
naturalmente invertidos, en aguas muertas de reflejos.” En contraste, un fragmento
de su comentario en torno a Paz: “De la nueva generación poética de México, es Octavio
Paz uno de los poetas que mejor representan su vanguardia (…) Que el poeta, al firmar
la conciencia de su realidad humana conserve la raíz de su integridad y la virilidad
de su acento.” Debo agregar un par de datos significativos: para ese entonces, Enrique
González Rojo ya había fallecido; José Gorostiza, también diplomático, era su compañero
de trabajo en Roma.
22. Arqueles Vela, Teoría literaria del modernismo. México, Ediciones Botas, 1949.
23. Ibid.
24. Ibid.
25. Ibid.
César Núñez observa, y creo que no le falta razón, que el discurso crítico de Arqueles
Vela tiende a articularse con una sucesión de “frases enfáticas, casi proverbiales,
que al carecer de argumentación y al ser levemente ambiguas recuerdan más la lógica
del manifiesto que la del análisis.” César Núñez, art. cit.
26. Ibid.
Yo subrayo.
27. La
Falange. Revista de cultura latina, núm. 1. En un caso de extrema (por no decir
patética) desorientación, Jorge Schwartz supone que La Falange… ¡es una revista de vanguardia! Consecuente con ello, incluye
la castiza declaración de propósitos que elaboraron Jaime Torres Bodet y Bernardo
Ortiz de Montellano, y que cité antes, en su libro Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos y críticos. Tal
es su “despiste”, que afirma que Actual No.
1, el manifiesto de Maples Arce, ¡se habría pegado en las esquinas de la ciudad
de Puebla! No extraña, en este sentido, que haya incluido entre las publicaciones
mexicanas de avanzada a las revistas El Maestro
(1921) y Antorcha (1931), dirigidas
ambas por Vasconcelos, con su clara orientación racialista y (en particular la última)
¡pro-nazi! Son tan numerosos los dislates, cuando menos en lo que respecta a la
vanguardia mexicana, que uno se pregunta, ¿dónde estaban los correctores del FCE
cuando las planas de este libro pasaron por sus manos?
28. Véase José Emilio Pacheco, “Nota sobre
la otra vanguardia”, en Revista Iberoamericana,
núms. 106-107, Pittsburg, University of Pittsburg, 1979.
29. En una entrevista con Marcial Rojas,
en efecto, Enrique González Rojo lamenta “la falta de doctrina, de designio, de
direcciones” en que ha caído la revista, la cual, “en su forma actual, no me interesa.”
Véase la revista Escala, núm. 2, noviembre
de 1930.
30. Carta de Jaime Torres Bodet a Alfonso
Reyes del 6 de octubre de 1927. Véase Fernando Curiel (ed.), Casi oficios. Cartas cruzadas entre Jaime Torres
Bodet y Alfonso Reyes 1922-1959. México, El Colegio Nacional-El Colegio de México,
1994, p. 43 Subrayado mío. El generoso ofrecimiento de Torres Bodet, la de incluir
a Reyes dentro de los poetas de vanguardia, no se corresponde con el resultado final.
Reyes aparece en el libro como el último de estos escritores intermedios, y no como
el primero de los “nuevos”.
31. Guillermo Tovar de Teresa, art. cit. El argumento de Tovar, al que respalda
prueba documental, desmiente de paso la temeraria afirmación de Sheridan en el sentido
de que Cuesta, Owen y Novo habrían trabajado en la selección. Véase Guillermo Sheridan,
Los Contemporáneos ayer. México, Fondo
de Cultura Económica, 1985, p. 313. Desmiente de igual manera, sin proponérselo,
por supuesto, el encarnizado papel protagónico en la selección de los materiales
que atribuye a Cuesta un libro de Elena Poniatowska, Dos veces única. México, Seix Barral, 2015.
32. Llamo a Jorge Cuesta intelectual exógeno porque él, al igual de
Gilberto Owen, fue ajeno a los proyectos constitutivos de Contemporáneos, al incorporarse
de manera tardía y un poco desdibujada a sus actividades. Guillermo Sheridan observa:
“Dentro del grupo de los Contemporáneos --al que, dicho sea de paso, se sumó poco
y tarde-- Cuesta había sido una presencia borrosa.” Véase Guillermo Sheridan, Malas palabras. Jorge Cuesta y la revista Examen.
México, Siglo XXI Editores, 2011.
33. Bernardo Ortiz de Montellano, “Motivos.
Una antología nueva”, en Contemporáneos,
número 1. México, junio de 1928. Yo subrayo.
34. Véase Manuel Maples Arce (comp.), Antología de la poesía mexicana moderna.
35. José Gorostiza, Prosa. Recopilación y notas de Miguel Capistrán.
México, CONACULTA, 1995 (Lecturas Mexicanas. Tercera Serie, 97).
36. Jorge Cuesta, “Un artículo” y “La literatura
y el nacionalismo”, en Jorge Cuesta, Ensayos
y prosas varias, en Obras reunidas,
t. II. México, Fondo de Cultura Económica, 2004.
37. Xavier Villaurrutia, “¿Existe una crisis
en nuestra literatura de vanguardia?”, en El
Universal ilustrado, núm. 773, 1° de marzo de 1932, cit. por Guillermo Sheridan,
Los Contemporáneos ayer.
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SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 179 | setembro de 2021
Artista convidado: Saúl Kaminer (México, 1952)
Curador convidado: José Ángel Leyva (México, 1958)
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