1. Territorio de enunciación
El territorio
donde habito hoy, se hace llamar México. Pero esa idea de país, parece preconfigurada
y abstracta para lo que hoy sucede en sus múltiples territorios. Quizá, esta prefiguración
siempre ha existido. Se encuentran cuerpos y más cuerpos en descomposición, en fosas
clandestinas, mientras los que siguen caminando sobre las polvorientas calles de
este país, tal vez sin darse cuenta, comienzan a arrastrar las preguntas sobre su
paradero y, sobre la barbarie bajo sus pies, mientras los huesos permanecen y pertenecen
a los nadie.
El arte no recorre el territorio sin dar cuenta de este
contexto, sin hacer una crítica profunda de los horrores y de los problemas sistemáticos
que acosan a la sociedad contemporánea, en este caso, a la mexicana, con sus múltiples
capas temporales, económicas, sociales e identitarias. Entre las varias expresiones
del arte escénico en México, en sus diferentes variantes, algunos creadores se han
acercado a esta disciplina para trabajar y exponer estos temas desde distintas poéticas
y estéticas. En la necesidad de ahondar en la relación de lo político y el arte
es que me he dado a la tarea de poner en foco trabajos de artistas escénicos que
problematicen, no sólo su contexto, sino su propio trabajo con la vital distancia
crítica que el artista realiza para poderse mirar, pues ante el desconcierto de
lo real, el artista, a partir de un mecanismo básico pero imperioso, se ubica en
un espacio a distancia de su propia experiencia, que se comparte con los demás,
y a su vez puede dar cuenta de una realidad común.
Hay un tipo de trabajos desde la escena teatral y performática
en México donde los artistas están presentes en un espacio de denuncia, ya que más
que enunciar, los creadores denuncian una situación “real”; y lo hacen desde su
individualidad, y no desde la idea de la construcción de un personaje. Su experiencia
e historia no busca generar una ficción sino una performance, un momento de realidad
donde, a partir de mecanismos poéticos, ciertas reglas del status quo se ponen en
cuestionamiento. Este tipo de experiencias son, desde mi punto de vista, la posibilidad
de convertir un espacio de intercambio estético en un espacio para el pensamiento
político: lugar donde el público deja de ser una audiencia para convertirse en partícipe
(como en el ágora) de una serie de enunciaciones, que en conjunto generan una tensión,
y que abren espacio a la reflexión crítica, al distanciamiento. Estos mecanismos
políticos y estéticos están estrechamente vinculados con la idea del pensamiento
sobre lo trágico y con la función de la tragedia en la escena contemporánea.
¿Cómo serían esos rasgos trágicos en algunos trabajos artísticos
de la escena performática mexicana? Esta sería la pregunta que se plantea el presente
texto, y que abre la indagación y profundización hacia ciertos conceptos antes nombrados,
para dar cuenta del trabajo de ciertos artistas performáticos desde una mirada contemporánea
de lo trágico.
Antes de pasar al trabajo de Lukas Avendaño, quisiera detenerme
en algunas ideas sobre el pensamiento trágico contemporáneo, el cual podríamos ubicar
desde dos perspectivas. La primera, como el momento de crisis, del fracaso del ritual
de sacrificio, el cual produce, según el teórico argentino Eduardo Grüner, una crisis
“sacrificial”: “ese riesgo de recomposición de la violencia mimética de la guerra
de todos contra todos. La tragedia como una suerte de antropología de lo político,
situada en la transición conflictiva entre la cultura barbárica en el sacrificio
(orden arcaico) y un orden racional, que sustituye la prodigalidad del sacrificio
por la Ley a secas” (La cosa política 94). Y el segundo, desde el punto de vista
estético, como una estructura que propone una visión crítica de un conflicto sin
resolución, que muestra las capas de complejidad de una situación social y humana,
tal como lo hiciera la tragedia griega en su tiempo, en donde la tensión entre el
poder humano y el “divino”, siempre presente, se exteriorizaba de forma dramática
produciendo una dialéctica crítico-estética que generaba en el otro un distanciamiento
reflexivo sobre su propio estado de cosas.
¿Pero por qué sería interesarte considerar este vínculo
entre la tragedia y el momento político latinoamericano? Para Grüner, hay tres experiencias
fundantes de la cultura occidental.
La cita anterior parece describir en muchos sentidos el
trabajo de Lukas Avendaño, pues la tensión que logra crear a partir de su experiencia
como performer y bailarín mexicano (muxe y oaxaqueño) con la situación nacional,
expone la tensión fundacional del llamado Estado Mexicano, al ponerse él mismo como
chivo expiatorio (una suerte de acto sacrificial realizado desde su lugar de artista
y ciudadano). Con su voz y su cuerpo, Avendaño se planta como un mapa histórico
para abrir las llagas y desdoblar las falacias de ese sacrificio, exponiendo las
ruinas y la crisis de un Estado basado en la convención de sus leyes y forma de
gobierno, los cuales reúnen (supuestamente) lo que la mayoría entendemos como “el
bien común”, dentro del contexto de la nación mexicana.
Es latente en el trabajo de Avendaño, específicamente en
su performance “Yo no soy persona, soy mariposa”, estas tensiones mencionadas. El
performance al que nos referimos se trata de una adaptación del texto original de
Felipe Osornio, Pensamiento Puñal. Me interesa este trabajo en específico desde
varias esferas de análisis. La primera de ellas es la de la relación de la palabra
con el cuerpo. La teatralidad propuesta por el trabajo de Avendaño podría pensarse
desde el espacio que Angélica Lidell ha llamado el Sacrificio de lo poético, y que
me parece importante poner en foco.
Angélica Lidell escribe:
Por otra parte, no hay que identificar al creador con un
mártir ni con un héroe doliente, más bien el creador se avergüenza de sí mismo y
trabaja bajo la presión de esa vergüenza, con el mono prehistórico al lado. El creador
se identifica con la ira y la frustración del mono. El creador se siente mono en
celdas pestíferas, mono de circo, de zoológico, de laboratorio, mono ingenuo con
violencia poética a cuestas, mono inútil, frecuentemente apaleado sin motivos, fagocitado
en muchas ocasiones por los cultísimos necios y los modernísimos necios, esos que
devoran la violencia poética con el mismo estómago que la violencia televisiva sin
entender nada. (Angélica Lidell, El sacrificio como acto poético 43)
En el performance de Avendaño vemos a un indígena semi
desnudo que parodia de alguna forma “la mirada sobre el indio” en nuestra cultura;
cultura que ha puesto el énfasis en el desnudo como acto de pobreza y también como
mirada sobre lo salvaje. El performer sólo se tapa el pene con una especie de langosta
gigante, hecha de paliacates (típicos pañuelos mexicanos) dejando ver lo grotesco
del prejuicio y de la “estupidez” humana: el pobre, el iletrado, el indio desnudo
frente a nosotros. Su sola presencia tensa la mirada del espectador. Como afirma
Lidell sobre los negros que parecen monos, aunque en este caso no es difícil hacer
la analogía sobre los indios. Parafraseando a Lidell, devorando la violencia que
expone, el artista Avendaño se presenta como mono de zoológico ante nosotros (los
ciudadanos supuestamente no racistas ni con una ideología burguesa). En palabras
de Lidell: “con el mismo estómago que la violencia televisiva sin entender nada”.
La segunda esfera de interés sobre este performance es
la de la creación de lo poético como territorio de enunciación y evocación trágica:
la idea del héroe que asume su destino y caída, y que a partir de esta claridad
se manifiesta en plena oposición a la ley de los hombres, aludiendo a la libertad
subyacente en ese contrato social. Y la tercera, el campo de lo político en relación
con la identidad y las minorías como espacios de pensamiento sobre y desde la diferencia.
Las referencias para poder ver el performance de Avendaño
del que doy cuenta y el texto completo de Osorio son las siguientes:
www.youtube.com/watch?v=udNHo8IFBvw y www.lechedevirgen.com/textos/pensamiento-punal/.
2. Textualidad encarnada
En nuestras palabras nocturnas, en el discurso de nuestro sueño, hay éxtasis
y desolación, eros y pesadilla. Dioniso es el depositario de ambas cosas. También
obra como centinela de los secretos, centinela de la sagrada discreción del propósito
de Antígona, que está resulta a obrar antes que rompa el día.
GEORGE STEINER, Antígonas
Como
hemos señalado antes, Lukas Avendaño comienza su performance desnudo frente al público.
Tiene un pene largo hecho de paliacates rojos, amarrados de una forma tal que parece
una larga langosta. Un pene tan largo que llega al piso. Calza unos zapatos de tacón
y en las pantorrillas lleva unas protecciones de jugador de béisbol. Está peinado
con un chongo característico de las mujeres en México y lleva entrelazadas unas
plumas de “indio”, que son en realidad de pájaro. Detrás de él, hay tres mariposas
de cartón colgadas de la pared: son mariposas monarca. Esas mariposas que viajan
desde Canadá a México cada año y que no tienen un territorio fijo (no son de nadie),
vuelan y migran por necesidad y encuentran refugio en parajes de cualquier nación:
“Él, al igual que las mariposas, no tiene territorio, no pertenece a ningún país,
él a donde va, hace un refugio de la mariposa utópica”, porque las mariposas utópicas
son las que hablan por él. En el performance Avendaño nos reúne a los espectadores
después de la danza en una especie de conversatorio donde explica su proyecto.
[1]
Hoy, hoy voy a hablar,
hoy voy a hablar,
hoy voy a hablar por los que tienen miedo de llegar aún
a los baños de la escuela,
hoy voy a hablar por los que odian el desayuno forzado,
hoy voy a hablar por los que quieren hacer de su vida una
obra maestra, saltar al vacío,
hoy voy a hablar, por todos los cuerpos ocupados, desde
la sala de operaciones, líquido amniótico, y la sangre de la madre, hasta el paredón,
el psiquiátrico, el manicomio, el hospital, los campos de concentración, los triángulos
rosas.
Hoy voy a hablar por todos aquellos que dar en el blanco
es una amenaza irónica, pues son de todos los colores menos blancos.
Hoy voy a hablar por los pocos hombres,
hoy voy a hablar por los exhibidos en las plazas públicas,
hoy voy a hablar por los ridiculizados, por los minimizados,
hoy voy a hablar por los empalados por el ano, acusados
de sodomía, o acusados de pecados de fando, [2]
hoy voy a hablar por los impotentes y los estériles, hoy voy a hablar por todos
aquellos, los que un día perdimos la conciencia y al día siguiente sentíamos que
cagábamos vidrio molido…
Las palabras comienzan a salir de un cuerpo imponente y
erguido, sin ningún atisbo de dolor, el cual se encuentra en una relajación tensa,
como la que sólo un bailarín puede lograr con el trabajo disciplinado de su propio
cuerpo. Pero las palabras están afectadas, no sólo por su significado que rebota
en la mente de los espectadores, sino porque salen de las entrañas, están habitadas
y tejidas desde la subjetividad de Avendaño.
Estas palabras muestran su posición política, su forma
de mirar el mundo. Pero también son las palabras con las que el mundo lo mira a
él fuera del escenario, por ser macho, oaxaqueño y muxe. Desde su voz y su cuerpo,
esas palabras en escena provocan un distanciamiento de esta experiencia y mirada
personal convirtiéndose en danza de caballo. Desenvolviéndose a paso lento y firme
a lo largo de veinticinco minutos, este performance no obliga a estar presentes
y a tomar ese discurso plástico/artístico como algo cercano a una verdad común.
Además de apreciar el trabajo desde el placer de lo estético, nos obliga a cambiar
nuestra posición política con respecto a los afectados por esta identidad. Nos cuestiona
en nuestros preceptos sobre las identidades y en nuestro ser de mexicanos y ciudadanos.
Avendaño continúa su performance así:
Hoy voy a hablar por los que frecuentan el último vagón
del metro, la cajita feliz, la zona rosa.
Hoy voy a hablar aquellos que fuimos expulsados de los
cines pornos negados en nuestro retorno para siempre,
hoy voy a hablar… por aquellos que escupimos para arriba
una costra con el miedo de que nos caiga nuestra propia saliva.
Hoy voy hablar por los que orinan encima, por los que se
eyaculan el abdomen, por los que se huelen su calzado y ropa interior, hoy por hablar
por los mirones, los fisgones, por los voyeurs, los tavaneros, y los chaqueteros,
hoy voy a hablar por esos delincuentes, por esos los más
buscados,
hoy voy a hablar por aquellos, que como yo, les dimos el
culo a docenas de la PFP, en Oaxaca, en aquel cine porno en la esquina del zócalo.
hoy por hablar por todos, que como yo, salíamos embarrados
en semen y sangre, sudor, lágrimas y mierda, de aquellas cabinas clandestinas de
la central de abastos, este es mi mejor testimonio para decir que la policía también
se la come,
Hoy voy a hablar por todos aquellos que gritábamos que
nos hacía falta culo mientras nos retorcíamos cagados en la verga de los pefepos, [3]
hoy voy a hablar por los putitos,
hoy voy a hablar por los putitos, vestidas con tacones
de aguja…
¿Qué convierte al acto performático de Avendaño en condición
de posibilidad sobre un tipo de pensamiento trágico dentro del contexto mexicano?
La tensión dialéctica que hay entre el lugar desde donde emite su discurso, una
periferia y marginalidad, donde hay un sujeto que lucha por “ser y estar” frente,
y un Estado que no le concede su pertenencia, su condición de ciudadano con derechos.
En este sentido, podríamos decir que el territorio de enunciación
de Avendaño se da desde la aceptación de la condición trágica: es decir desde la
condición de pérdida como sucede con el héroe trágico clásico. Es el caso de Antígona,
la cual acepta su vulnerabilidad y apela a otra ley que no es la de los hombres
para actuar, y por lo tanto para ser. La condición trágica en Avendaño estaría relacionada
con la posición que toma él como sujeto, ciudadano que desborda a partir de la ira,
la furia y el éxtasis del mismo performance. Este acto le dota de una libertad (siempre
poética y no política), que cambia el status quo en un acontecimiento escénico que
muestra una tensión trágica entre el oikos y la polis; [4] es decir, una tensión entre su ser oaxaqueño, homosexual, mexicano
y el contexto en que vive; esto es, la ausencia de un estado de derecho (Estado
Mexicano) que lo vulnera y lo vuelve “carne de cañón” frente a otros, frente a la
violencia que otros quieran ejercer contra él a causa de sus características e identidad.
Como mencionábamos en los primeros párrafos, Avendaño no
se posiciona en su performance desde el lugar de la víctima, sino, que, en términos
de Angélica Lidell, toma la posición del bufón contemporáneo:
arrastra cada una de las formaciones que han hecho reír
a reyes, cardenales, nobles, burgueses y demás necios, el bufón lleva en su inconsciente
genético, todo el desprecio, todos los insultos y todas las humillaciones de las
que ha sido objeto durante siglos. Igual que el africano, [5] el
bufón soporta con su alma, el alma masacrada de generaciones de esclavos. Tal vez
por eso sea el único que nos puede contar la verdad acerca del poder y la sociedad,
esa jauría de reses frías y despiadadas que contratan sus servicios. Tal vez solo
se puede ser ético desde el sufrimiento. (Lidell, El sacrificio como acto poético, 80)
Tanto el ser de un lugar específico como el tener una condición
o un tipo de piel, nos pone en una situación muy particular ante la mirada del otro.
Así Avendaño se posiciona desde el lugar del prejuicio para denunciar su entorno,
en un acto de viaje interior y de ética personal que no está exenta de incongruencias
humanas. Con este acto expone la lógica del sirviente y el amo desde una nueva visión.
Como afirma Deleuze: “trágico es la afirmación: porque afirma el azar y, por el
azar, la necesidad; porque afirma el devenir, y por el devenir, el ser; porque afirma
lo múltiple y, por múltiple, lo uno. Trágico es el lanzamiento de dados. Todo lo
demás es nihilismo, pathos dialéctico y cristiano, caricatura de lo trágico, comedia
de la mala conciencia”. (Nietzsche y la filosofía, 55)
El pensamiento trágico en el trabajo de Avendaño se encuentra
donde no parece posible su existencia, donde el individuo y el pensamiento filosófico
encuentran sólo el eterno retorno que parece cavar su propia tumba. La implosión
del pensamiento moderno llevaría la estructura del pensamiento trágico y su lucha
humana contra las fuerzas externas. O en palabras de Grüner:
Justamente el trabajo de Avendaño muestra esta paradoja.
No hay armonía posible en la identidad nacional. No hay totalidad, no hay comunidad.
Al final está el individuo con una identidad dada, construida a partir de un contexto
porque, como afirma Avendaño en su performance: “Yo no soy persona, soy mariposa”,
con lo cual arrastra al espectador a una relación fuera de la relación entre humanos.
El artista apela entonces a otro orden de relación, una que, como en el pensamiento
trágico, aboga por otra ley. En este caso, la ley de la naturaleza, que contrapone
a la ley de los hombres. En ese sentido, Avendaño logra salir de la dicotomía para
encontrar una resolución a su propia identidad: él no es eso que un país dice que
él es; él es mariposa. Si bien comprendemos por la tragedia que esto es una utopía.
Y por ello, en el campo de la poética Avendaño logra dar una solución como posibilidad
de existencia, aunque sepamos que en el plano de lo real eso es imposible. Esa es
la esencia de la tragedia: la paradoja.
3. Acto
político: violencia poética.
Terry
Eagleton, en la introducción de su libro Dulce Violencia, la idea de lo trágico,
introduce la idea de la tragedia:
todas las tragedias son específicas: hay tragedias de pueblos
y géneros particulares de naciones y grupos sociales, ahí están la destrucción de
los tejedores ingleses, la larga degradación de la esclavitud afroamericana, los
ultrajes cotidianos a mujeres, por no hablar de las calamidades mezquinas de oscuras
vidas individuales que carecen incluso de la dignidad de un título político colectivo.
Ninguna de esas experiencias es intercambiable en abstracto con otras. No comparten
otra esencia que la del sufrimiento. Pero el sufrimiento es un lenguaje extremadamente
poderoso para compartir, en el que muchas formas de vida diversas pueden establecer
un diálogo. (Terry Eagleton, Dulce Violencia, la idea de lo trágico,
21)
En la capa exterior, el cuerpo de Lukas Avendaño muestra
una forma trabajada, la cual logra que se permee el sufrimiento en su voz y en la
energía con la que zapatea; un zapateado violento y cansado. Hay algo en el cuerpo
de Avendaño que da la sensación de que se va a romper en cualquier momento. Esa
vulnerabilidad es lo que provoca que la paradoja esté presente: se es, pero al mismo
tiempo no se quiere ser. Una condición trágica que podemos ver también en la figura
de Hamlet, personaje shakesperiano que trata de no accionar para cumplir con la
venganza que le llega como un dictamen o destino a seguir.
En el arte no se trata sólo de exponer el sufrimiento,
se trata de algo más. Para interpelar desde un “yo” a un otro, es fundamental el
mecanismo de visión crítica del artista con respecto a su trabajo. Para Avendaño
quizá sea el camino hacia su concepto de mariposa utópica. Él se da una respuesta
a su propia condición y la comparte con otros. La utopía, ese lugar abstracto e
inexistente se suma a los componentes de la visión trágica: nada más trágico hoy
que la utopía. Esta idea de lo utópico está denotando un oikos, una ley personal
que se opone a una ley social: la de la discriminación, la de no ser un igual, la
de ser un marginado. Este ser mariposa utópica significa ser en un mundo fuera de
la Ley. Esa ley que se ha impuesto o “contratado” de alguna manera a partir de la
existencia de la polis, y del Estado Nación (aunque bastante fallido en el caso
mexicano).
Por otro lado, este sufrimiento exhibido, no solo está
relacionado con la exposición de un tipo de vejación sobre el cuerpo, que evoca
así las realizadas a otros cuerpos parecidos al suyo, o en la misma condición, sino
que se trata también de la construcción de un mundo poético alrededor de eso. La
mariposa utópica sería entonces, la reflexión pos-performance, que deja el artista
al público. Sabemos que no vamos a volvernos mariposas utópicas, sabemos que no
podemos cambiar tan fácilmente las condiciones de marginalidad de miles de ciudadanos,
hombres, mujeres, niños y niñas; sabemos que la condición desde donde se parte es
una realidad mucho más cruel y concreta. Aún así, Avendaño propone una utopía. Un
imposible. Un ser fuera de la Ley. El cierre del performance pasa la responsabilidad
a quien comparte la experiencia, y con ello hace mover hilos emocionales y psicológicos
del público, lo que nos lleva a una cierta conciencia de identidad como público.
Para ahondar más en los rasgos trágicos del trabajo de
Lukas Avendaño, quisiera mencionar otra línea de pensamiento que está relacionada
a la perspectiva nietszcheana de lo trágico. Esto es, a partir de los principios
dionisiacos y apolíneos. Podemos ver el performance de Avendaño como un lugar dionisiaco
en el cual se genera un ambiente de ritual corpóreo, un acto con su propio cuerpo.
Una danza personal que se comparte. Una danza violentada. Un cuerpo que se violenta
a sí mismo para violentar al otro; esa idea de frustración del deseo que está implicada
en la idea de ritual fundacional de la Ley, y por lo tanto del ser. ¿Quién es Avendaño?
¿Por qué no puede “ser” él en el mundo? ¿Por qué no puede matar al Padre, al Estado,
al Estado de Cosas? El artista mejor baila. Bailar para seguir sintiendo, para refundar
la idea del yo y por lo tanto del otro.
Esos límites de lo trágico se encuentran en todo momento
del performance en la tensión que existe en términos de distancia y tensión dialéctica
entre el hombre, que habla por los que no lo hacen, y la posibilidad de muerte que
ello con lleva; y no estoy hablando del hecho performativo, sino de la posibilidad
de que de esos de los que habla Avendaño sean blanco de una siguiente muerte, carne
de cañón de una cadena de violencia. El performance de Avendaño es también un espacio
de la enunciación de imposibilidad: imposibilidad de cambio. Como Antígona (con
el cuerpo de Polinices), Avendaño (con el cuerpo de todos esos que han sido fracturados
desde dentro), pide a la polis, a la comunidad, que haya posibilidad para una vida
digna, algo que dadas las circunstancias actuales, parece imposible. Al igual que
en Antígona, su pedido se hace a través de la violencia, hacia él y hacia los demás.
De la furia y el llanto que eso provoca, el artista expone así la injusticia de
los niveles de poder dentro de la comunidad a la que pertenece, que tendría que
volver a preguntarse sobre su “contrato social” y sobre la fundación de esa Ley
que se toma como dada.
Trágico es también el discurso desde lo local y la voz
íntima, que se eleva, como un oikos en tensión con la polis, un discurso íntimo
para denunciar lo que acontece con ese sujeto en relación a la esfera política.
Una microética, micropolítica que se forma en una relación sexual, no consensuada
del todo, constituida como relación de poder, y que comparte con una audiencia sin
caer en la victimización; es decir, no repite la mirada sobre la violencia que ha
vivido en el pasado, sino que la cambia. El escenario está sobre la audiencia, se
nos presenta como una especie de Superhombre, porque se presenta como mariposa monarca.
Se trata de un discurso que denota la idea del sobreviviente, pero no en tiempo
pasado, sino en presente.
La performance se vuelve trágica desde la escritura en
el cuerpo, no porque las palabras están sobre él, sino porque la percepción de las
mismas llega al espectador desde otros lenguajes que no son logocéntricos. Al romper
con el racionalismo imperante, Avendaño logra que el principio dionisiaco aflore;
logra que la mirada y nuestra sensibilidad como espectadores se enfatice. Esta escritura
performática está ligada a la segunda condición de posibilidad que es la del acto
poético, el cual conforma también la violencia poética, el sufrimiento y la autocrítica
como elementos constitutivos de lo que podríamos denominar un pensamiento trágico
en el siglo XXI.
¿Por qué me parece pertinente la mirada sobre lo trágico
en este tipo de trabajos estéticos?
La tragedia elimina el caos en el corazón del orden sociodiscursivo,
pero también recupera para el conocimiento lo “inexpresable” que elude ese orden
(…) La idea de lo inexpresable, de un significado que se desliza a través de una
red de significación como un mero trozo de locura y caos, es simplemente el reverso
de una noción de significado como algo racionalizado y regulado. Ese pesimismo necesita
el misticismo como un complemento necesario. La única alternativa a la tiranía conceptual
es la indeterminación conceptual, y para Reiss, la tragedia oscila perpetuamente
entre ambas. (Terry Eagleton, Dulce violencia, la idea de lo trágico 48-49)
La paradoja, como forma de pensar el conflicto, parece
un mecanismo filosófico que también se encuentra en la estética. El pensamiento
problematizado, paradójico, sin la argumentación requerida desde lo científico,
nos lleva a un arte dionisiaco, donde también convive lo apolíneo, como una sutil
huella de lo anterior. En el performance de Avendaño hay una postura mestiza en
muchos sentidos. Una mezcla de varias raíces que conforman en sí mismo una paradoja:
Avendaño es un hombre, con una formación clásica de danza, baila desnudo mostrando
su cuerpo como lo haría un bailarín contemporáneo, pero en su mirada hay dolor,
pero no un dolor dramático, sino un dolor performático, en presente. Las palabras
que vienen de su vientre, aluden a su condición de vulnerabilidad. Sin embargo,
se ríe. Se ríe de sí mismo, de sus experiencias, se regocija de su condición de
bastardo social, se enorgullece de su carente identidad normativa. Es. Y en su ser
se albergan las paradojas de toda una sociedad, no solo la mexicana, sino la occidental.
Ahí. Como muestra de zoológico. Como animal desnudo que es utilizado para la estetización
del dolor. Lo sabe. Se le mira que lo sabe, y esto lo convierte en acto poético
trágico.
Política y tragedia, como hemos descrito en este texto
son campos que comparten ciertos conceptos fundacionales. Por eso lo que pone en
presente el performance de Lukas Avendaño se relaciona directamente con una sutil
ruptura del status quo de la comunidad en la que el trabajo es presentado. Porque
cuando se habla del estado de cosas de esta llamada República, parece que la mirada
desde el espacio de lo trágico nos da una visión distinta y abre el campo de percepción
hacia otras formas posibles de resolución del conflicto, y por lo tanto abre a nuevas
y posibles formas de convivencia y de accionar político. Porque cuando el Estado
como tal está en cuestionamiento, la pregunta sobre el origen se vuelve fundamental,
y como lo expone Grüner,
el más originario que se nos ocurre es pues, nuevamente,
el del ritual de sacrificio que está en la base de la tragedia, entendida como el
conflicto perpetuamente redundado entre el Caos “primigenio”, previo a la Ley, y
el orden de la polis, que sólo puede surgir de un “crimen cometido en común”, de
una violencia fundadora pero orientada por un proyecto que retorna en la repetición
-más imaginario que simbólica- del ritual. (Eduardo Grüner, El fin de los pequeños
relatos 94)
Y son estos rituales escénicos que nos orientan de alguna
manera hacia esas preguntas fundacionales necesarias para pensarnos de nuevo e imaginar,
quizá una forma reconfigurada de sociedad donde las Leyes sean otras, y las tensiones
trágicas sean resueltas o al menos disminuidas en tanto imposibles.
Así termina la performance de Avendaño:
Hoy por hablar por las peluqueras y los vaqueros,
de grandes hebillas y cinturones chiqueados
locas azotadas mayatones zumbantes,
(…)
hoy por hablar por ellas y voy a hablar por mí
porque soy puñal
porque soy puñal de bronce
chapeado a la antigua en hoja de oro
etnocybor punk atrapado envuelto en alambre de púas
zapoteco muxe indio sodomita atrapasueños
porque soy puñal
porque soy moreno como el bronce
como el cuerpo de Cristo en Apocalipsis 1:12
(…)
porque soy puñal de colección
espécimen regional heredero
puñal revolucionario
charro negro
(…)
cuarto jinete de Armagedón kitsch
(…)
soy un dorado de Villa
soy un dorado de Villa
vivan los dorados de Villa.
vivan los dorados de Villa.
(…)
Soy una yegua del Apocalipsis
Soy una yegua del Apocalipsis
Arre, arre, soy una yegua del Apocalipsis.
Soy un puñal
Soy un puñal
estoy maldito
estoy maldito
tengo el cuerpo endemoniado.
encarno el fenotipo del latino
del coyote, del indocumentado,
del sicario, del narcomenudista,
de narcotraficante
del vendedor de piratería
del guanaco, y del sudaca,
del desempleado
del estudiante universitario muerto de hambre
incluso del sex symbol.
Soy puñal
porque me clavo cuando me dan la espalda
porque para ellos soy un traidor
porque para ellos traiciono las buenas costumbres
por dar el culo hasta que sangre
soy puñal
(…)
soy puñal por traicionar a mi familia
por traicionar a la patria
por traicionar al pinche gobierno
por traicionar a la academia y las bellas artes
por negarme a ser un macho
por decir no al sexismo
al racismo
al clasismo
y a este nacionalismo
por no pegar a mujeres
por no matar a jotitos.
(…).
Bibliografía
Deleuze, Gilles. Nietzsche y la filosofía. Editorial Anagrama.
Barcelona. 2013.
Eagleton, Terry. Dulce Violencia, la idea de lo trágico.
Editorial Trotta. Madrid. 2011.
Grüner, Eduardo. La cosa policial o el acecho de lo Real.
Paidós. Buenos Aires. 2005.
___. El fin de las pequeñas historias. De los estudios
culturales al retorno (imposible) de lo trágico. Paidós. Buenos Aires. 2002.
Lidell, Angélica. El sacrificio como acto poético. Editorial
Continta me tienes. Colección Escénicas. Madrid. 2015.
Nietszche, F. The Birth of Tragedy and other writings.
Cambridge University Press. 1999.
NOTAS
Este artículo apareció publicado en la Revista Karpa de
la Universidad de los Ángeles en el año 2018.
Fernanda del Monte. Actualmente estudia el Doctorado en
Teoría Crítica en 17, Instituto de Estudios Críticos. Magister en Dramaturgia por
la Universidad de las Artes en Argentina. Su tesis de maestría Territorios textuales en el denominado teatro posdramático obtuvo
el Premio Internacional de Ensayo Teatral 2013. Del Monte Martínez obtuvo también
el Premio Ariel de Teatro Latinoamericano por su obra Palabras
Escurridas, otorgado por la Universidad York en Toronto, Canadá. Ha sido
consejera editorial de la revista de letras jóvenes Tierra Adentro donde se encuentra
su ensayo: Etica, estética y política del teatro mexicano actual. Ha realizado estudios
críticos para la Muestra Nacional de Teatro en 2013, 2014, 2016 y 2017. Su obra
Sinistra, un documento que busca un cruce entre
el monólogo dramático y el ensayo literario y filosófico fue publicado por la revista
Investigación Teatral de la UV en 2017. Sus relatos han sido antologados en México
y España y pertenecen al proyecto Literatura Imaginaria donde ha sido publicado
su trabajo narrativo. Sus textos dramáticos han sido estrenados y presentados en
España, Colombia, Canadá, Japón, Argentina y México. Es Miembro del Sistema Nacional
de Creadores. Sus últimos proyectos están instalados en la mediación entre el espacio
digital y la performatividad escritural, como www.mishumores.com, Trazos en la ciudad (ficción sonora) y Sobre Ofelia, una flor (Teatro Zoom).
[1] Lukas Avendaño en la conversación realizada después
de su performance compartió los pensamientos y las utopías desde donde se ha construido
este performance, sobre todo la idea de que los humanos tendríamos que convertirnos
en mariposas utópicas. Esta conversación se vuelve parte fundamental de la presentación
pues amplía y ubica su trabajo de manera contundente.
[2] fando: en relación al personaje de Fando y Lis.
[3] Pefepos: Palabra en slang para hablar de la policía.
[4] Para Grüner, la tensión principal en la tragedia griega
es la relación paradójica entre el oikos, entendido como lo individual, el sujeto,
y la polis, como la organización social en la que estamos insertos desde el momento
de nuestro nacimiento. Esta relación de tensión no tiene resolución: la relación
entre la libertad del yo y del nosotros sería un fundamento del pensamiento de trágico.
[5] Africano aquí se refiere a la población que fue exportada
a todo el mundo para ser vendida y esclavizada.
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SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 179 | setembro de 2021
Artista convidado: Saúl Kaminer (México, 1952)
Curador convidado: José Ángel Leyva (México, 1958)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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