terça-feira, 17 de agosto de 2021

ROSE MARIE GALINDO | La memoria ficcional en Tirana memoria de Horacio Castellanos Moya



La realidad política y social que le ha tocado vivir al escritor Horacio Castellanos Moya a lo largo de su vida constituye un aspecto importante de su narrativa de ficción. Nacido en Honduras en 1957, reside con sus padres desde muy niño en El Salvador. Es así que experimenta los años anteriores a la guerra civil salvadoreña durante la década de los setenta. A comienzos de los ochenta, se exilia primero en Toronto y después en México. Por ello, desde sus inicios como escritor, la cruda realidad de la guerra y de la posguerra se hace presente en sus obras. [1] Tirana memoria es la única novela en la que este autor se centra en un pasado no experimentado por él, como son los sucesos de abril y mayo de 1944 en El Salvador. Estos sucesos se refieren al golpe de Estado que un grupo de jóvenes civiles y militares organizan en contra del General Maximiliano Hernández Martínez luego de que este busca su reelección para presidente de la República, por cuarta vez, en abril de 1944. Sin embargo, por diferentes razones, este golpe de Estado fracasa y un buen número de sus participantes son fusilados. Casi un mes más tarde, el pueblo salvadoreño se va a una huelga de brazos caídos y el país se paraliza. Hernández Martínez renuncia a la presidencia y abandona el país el nueve de mayo de ese mismo año. Vive exiliado en Honduras y muere asesinado por su motorista en 1956.

El interés que Horacio Castellanos Moya tiene en este período histórico responde a dos motivos esenciales: darle un pasado al personaje de Alberto Aragón de Donde no estén ustedes (2003) y, más importante aún, rastrear en su historia familiar. Su padre, Crescencio Castellanos Rivas, participa en el golpe de Estado contra Martínez y llega a formar parte de una larga lista de enemigos políticos del dictador (Ching 1). Como Castellanos Moya confiesa en una de sus entrevistas, este hecho es uno de los que más motiva su interés por los sucesos de abril y mayo de 1944:

 

Incluso una novela como Tirana memoria, que es una novela que me obligó a buscar históricamente, a investigar, a clasificar: si me salió es porque tenía una pulsión. Mi padre había participado en ese golpe y yo tenía una gran curiosidad hasta que al fin descubrí cómo se había salvado--que no está en la novela porque lo descubrí cuando ya la había terminado--. Pero descubrí por qué estaba tan obsesionado yo con el 44: mi padre fue condenado a muerte en el 44 y me preguntaba cómo se salvó, cómo fue. Ese era el motivo oculto de la novela. (Zunini 3)

 

Como se puede apreciar a través de las palabras de Castellanos Moya en esa entrevista, la muerte de su padre, acaecida después del golpe de Estado, no solo le deja un vacío afectivo sino también un vacío de memoria. Esa muerte trunca la transmisión de memoria de una a otra generación que generalmente se da ante una situación traumática, evitando que él logre una visión clara de lo sucedido. A pesar de que es probable que algo de esta memoria le llegara a Castellanos Moya a través de sus familiares y de la memoria colectiva que sobre el 44 se vivía en el país a fines de los cincuenta y sesenta, hay muchas preguntas que Castellanos Moya no logra responderse y es por ello que los hechos históricos del 44 se vuelven una obsesión para él. Su posición de heredero de una memoria incompleta es lo que lo impulsa a la investigación histórica y a la escritura de su novela, como él mismo lo confiesa: “Probablemente escribí un libro para contarme lo que mi padre no me contó, porque murió cuando yo era chico. Esa es mi intencionalidad personal, aunque el libro funcione en otras dimensiones” (Sanz y Nóchez 3).

Por otra parte, esa obsesión que los hechos del 44 despiertan en Castellanos Moya nos explican el título de la obra y el epígrafe de Elías Canetti, al enfatizar ambos textos la exigencia y la tiranía que supone la memoria:

 

¿No sería más correcto que no quedase nada de una vida, absolutamente nada? ¿Qué la muerte significase extinguirse de pronto en todos los que retengan alguna imagen de uno? ¿No sería más cortés frente a los que vendrán? Pues tal vez todo lo que queda de nosotros constituye una exigencia que les abruma. Quizá por eso no es libre el hombre, porque queda demasiado de los muertos en él, y ese mucho se resiste a extinguirse.

 


El libro que Castellanos Moya escribe para llenar ese vacío de memoria que le deja su padre es básicamente un libro de ficción, aunque como él mismo señala en la “Nota del autor”, al final de Tirana memoria, también recurre a fuentes históricas. Estas fuentes históricas son el soporte de la ficción y se encuentran supeditadas a esta:

 

Este es un libro de ficción. Los caracteres principales son, pues, ficticios. No obstante, la escenografía histórica de la primera parte (Haydée y los prófugos), así como muchas de las situaciones y personajes a los que se aluden en ella, tienen su base en la historia de El Salvador en 1944. Debo aclarar que en este caso la historia ha sido puesta al servicio de la novela, es decir, la ha distorsionado de acuerdo con los requerimientos de la ficción. (357)

 

En este trabajo analizo cómo interactúan la historia y la ficción en Tirana memoria para crear textualmente la memoria ficcional de los llamados “sucesos de 1944” en El Salvador. Concretamente mi trabajo estudia cómo, mediante el recurso a la personalización y al diario ficcional, Castellanos Moya vuelve presentes hechos históricos y elementos ficcionales que al ser presentados como vivencias y experiencias de la subjetividad que los enuncia y registra, se constituyen en memoria para el lector. Para llevar adelante este trabajo, primero que todo nos será de mucha utilidad revisar la función que la ficción tiene en la construcción de la memoria, tal como esta se evidencia en las narrativas de la memoria en América del Sur y Centroamérica, para luego entrar en el análisis de Tirana memoria.

A través de sus diferentes géneros, pero especialmente a través de la ficción, a lo largo del tiempo la literatura ha funcionado como “forma de lucha contra el olvido y contra la voluntad de amnesia… (García Jambrina143). Ello se produce no solo volviendo al pasado para recuperar y rescatar una memoria que se ha desvanecido en el tiempo sino también para crear memoria, cuando esta es un vacío y no se puede recuperar. Al entrelazar diferentes discursos como son el discurso histórico y el discurso ficcional, la literatura, y en especial la novela, se constituye en un espacio donde personajes y hechos del pasado cobran vida ante nuestros ojos. Como Luis García Jambrina apunta: “La literatura ayuda… a hacer memoria, a fin de entender cómo fueron o pudieron ser determinados hechos, y a mantener activo el recuerdo de los mismos, para que, entre otras cosas, no vuelvan a repetirse” (143). De la misma opinión son los críticos Francois-Xavier-Lavenne, Virginie Renard y Francois Tollet al indicar que “from a strictly mnemonic point of view, literature provides more than a means of reflecting on memory: it is also the site of the rebirth and construction of individual and collective memory” (“desde un estricto punto de vista memorístico, la literatura provee más que un medio de reflexionar sobre la memoria; es también el sitio del renacimiento y la construcción de la memoria colectiva”; 1). Lo que es más, para Lavenne, Renard y Tollet, en un momento determinado la ficción puede ser capaz de expresar mejor, a través de la imaginación, aspectos de una memoria que no puede ser nombrada por diferentes motivos, o cuando se trata de una memoria ausente: “Unlike history, fiction does not have the obligation to tell the truth about this reality… Moreover, since fiction does not have to keep to the historical and factual truth, it can imagine what will otherwise never be known or said and explore the uncertainties of the past” (“A diferencia de la historia, la ficción no tiene la obligación de decir la verdad acerca de esta realidad… Lo que es más, puesto que la ficción no tiene que ajustarse a la verdad histórica y factual, puede imaginarse lo que de otra forma no habría sido nunca conocido o dicho y explorar las incertidumbres del pasado”; 8). Lo anterior lleva a que estos críticos señalen que la literatura, y en especial la ficción, puede ayudar a superar los obstáculos que impiden el recuerdo de un evento traumático que no se puede comunicar debido a la carga emocional que produce. Como estos mismos críticos indican:

 

In Ricoeur's view, when confronted with events “at the limits” that seem impossible to imagine and represent through the detached discourse of history, one need to explore other modes of representation capable of depicting the horror and preserving its memory. Fiction is one of these modes… Fiction does not have the obligation to tell the truth and can thus express things that would remain unsaid otherwise.

 

Desde el punto de vista de Ricoeur, cuando uno se ve confrontado con sucesos “en los límites” que parecen ser imposibles de imaginar o representar a través de un discurso distante de la historia, uno necesita explorar otros modos de representación capaz de mostrar el horror y de preservar su memoria. La ficción es uno de estos modos… La ficción no tiene la obligación de decir la verdad y puede por lo tanto expresar cosas que de otra forma permanecerían no dichas. (8) [2]

 Por otra parte, el valerse de la ficción para crear memoria es un recurso que se ha hecho presente en una serie de obras publicadas tanto en América del Sur como en Centroamérica. Por ejemplo, durante la década de los setenta y ochenta surgen en Argentina y Chile una serie de textos que se valen de la ficción para hacer memoria de ciertos períodos que marcaron la vida nacional de estos países de manera dramática. Como el crítico José Di Marco apunta:

 

Nos llama la atención que estos textos coincidan en el gesto fundamental de asumirse y presentarse como ficciones que postulan y “actúan” una memoria social. No son “novelas históricas” ni “relatos testimoniales”; no las orienta solamente una voluntad reconstructiva ni predomina en ellas una intención de denuncia pero, sin embargo, “hacen memoria”. (2)

 

De acuerdo con Di Marco, en estas novelas se hace “como si los narradores y protagonistas de ellas fueran testigos, sobrevivientes y/o cómplices de la represión, como si el cuerpo discursivo de las novelas estuviera constituido por testimonios, recuerdos e historias de vida…” (5). Entre las novelas a las que José Di Marco se refiere se encuentran Memorias del río inmóvil (2002) de Cristina Feijóo, Bajo el mismo cielo (2002) de Sylvia Silberstein y Dos veces junio (2002) de Martín Kohan. De la misma opinión es Sandra Beatriz Navarrete Barría, quien estudia las ficciones narrativas de Argentina y Chile que tratan el tema de la recuperación de la memoria, destacando la utilización que estas narrativas hacen de los géneros referenciales: “En estas ficciones narrativas podemos apreciar un trabajo de apropiación flexible de los géneros referenciales para construir una ilusión anamnética formal desde diversos gestos de validación y/o cuestionamiento de dichos registros escriturales, produciendo una reactualización del ejercicio de memoria social en la escritura literaria” (63).

Entre las obras que esta crítica menciona se encuentran El fin de la historia (1996) de Liliana Heker, En voz baja (1996) de Alejandra Costamagna y Escenario de guerra de Andrea Jeftanovic (60-61). Por su parte el crítico Werner Mackenbach estudia las narrativas de la memoria que surgen en Centroamérica a fines de los ochenta, tales como el testimonio, las memorias individuales y los informes de la verdad, destacando cómo también en esta zona la ficción se ha ocupado del pasado. Así, al hablar de novelas como Sombras nada más (2002) de Sergio Ramírez, Con pasión absoluta (2007) de Carol Zardetto, Limón Raggae (2007) de Anacristina Rossi, e Insensatez (2004) y Tirana memoria (2008) de Horacio Castellanos Moya, este crítico señala la importancia que la ficción tiene en estas obras y las especiales relaciones que esta establece con la memoria y la historia: “Todas estas novelas utilizan la historia como pre/texto para la literatura y se valen de la memoria como recurso ficcional estableciendo una nueva jerarquía en la que la literatura--como creación --ocupa el lugar dominante sin pretender substituir a la Historia y la memoria…” (248). A la misma vez, Mackenbach indica cómo en las novelas mencionadas, la historia, la ficción y la memoria se entrecruzan y en muchas ocasiones establecen relaciones conflictivas. Esta particular definición de “narrativas de la memoria” que emplea Mackenbach nos es de mucha utilidad para leer Tirana memoria. Como se verá, en esta obra la historia entra como un elemento importante para enmarcar los “sucesos del 44” en El Salvador. Sin embargo, es la memoria ficcional que se crea en el texto la que fundamentalmente define la obra.

Ahora bien, si se toma en cuenta que muchas veces el término ficción se ubica en oposición a la verdad -especialmente si la verdad se entiende como adecuación o correspondencia a una realidad en sí-- el lector podrá preguntarse qué tan válida resulta una memoria que incluya elementos históricos pero también ficcionales y si la imaginación puede crear una memoria falsa para los lectores. Para ahondar en este punto, hay que señalar que el acercamiento entre memoria y ficción se vuelve problemático sobre todo para algunos filósofos como Ricoeur, para quien la memoria se encuentra referida al pasado y la ficción, al campo de la imaginación: “As Ricoeur has pointed out, memory and fiction pursue different aims: memory, like history, pursues the past, whereas fiction need not do so… fiction is bound to the realm of imagination, while memory appears to reject imagination in order to focus exclusively on the real for first and foremost it seeks to be faithful to the past” (“Como Ricoeur ha señalado, la memoria y la ficción persiguen diferentes objetivos: la memoria, como la historia, persigue el pasado, mientras que la ficción no necesita hacer eso… la ficción está atada al campo de la imaginación, mientras que la memoria parece rechazar la imaginación para concentrarse exclusivamente en lo real ya que principalmente busca ser fiel al pasado”; Lavenne et al. 4).

Sin embargo hay que recordar, primero que todo, que esa distancia que se marca entre memoria y ficción no es tan grande como se cree. En la actualidad, muchos sicólogos, sociólogos e historiadores opinan que no puede hablarse de una memoria totalmente fiel al pasado. Por ejemplo, los estudios de Lavenne, Renard y Tollet demuestran que la memoria no retiene y tampoco reconstruye la impresión original de un hecho sino fragmentos y pedazos de ese pasado, que sirven como fundamento para la reconstrucción de las experiencias de la memoria (Lavenne et al. 5). A la misma vez, esos fragmentos e imágenes que almacenamos en la memoria evolucionan a la luz del presente: “Memory is thus a dynamic and evolving phenomenon. For Candeau memory is more of a constantly updated reconstruction of the past than a faithful reconstitution” (“La memoria es por lo tanto un fenómeno dinámico y en evolución. Para Candeau la memoria es más una reconstrucción constante y actualizada del pasado que una reconstitución fiel”; Lavenne et al. 6). Esta plasticidad le da un giro creativo a la memoria y la acerca a la ficción.

Por otra parte, se debe recordar que aunque la función etimológica de la ficción sea “fingir” o “simular”, ya desde la Poética de Aristóteles se introduce el concepto de verosimilitud para la obra poética, con lo que se apunta a otro tipo de “verdad” para ella. Así, en la Poética de Aristóteles se afirma que el criterio que rige la ficción es la verosimilitud, en el ámbito de lo posible: “Y también resulta claro por lo expuesto que no corresponde al poeta decir lo que ha sucedido sino lo que podría suceder, esto es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad… Por eso también la poesía es más filosófica y elevada que la historia; pues la poesía dice más bien lo general, y la historia lo particular” (157-158).

Esa verosimilitud se alcanza al hacer que la realidad que se describe en una obra mantenga una coherencia lógica dentro de la trama, los personajes y el mundo que se presenta en ella. Por eso, para Di Marco, en las narrativas de la memoria ficcional no se inquiere sobre la “verdad” o la “falsedad” de los textos:

 


Su propósito no es un propósito documental o testimonial. No persiguen la verdad objetiva del documento, ni la verdad subjetiva del testigo o participante que ha sobrevivido a los hechos… El tipo de verdad que estos textos producen remite a una… verdad que excede la órbita de lo “verificable” y que, como tal, aspira a proporcionar un horizonte de comprensión más ancho y penetrante que el del dato y el de la información. (5)

 

Por lo tanto, es lo verosímil y no lo verificable lo que debe buscarse en las memorias ficcionales. Lo que es más, dado el carácter más amplio y profundo de la ficción para conceptualizar una realidad dada--carácter que ya Aristóteles menciona al señalar que la poesía es más elevada que la historia--puede decirse que la memoria ficcional tiene la capacidad de expresar de una manera más profunda y desde diversos ángulos, lo que sucedió en el pasado. [3]

Pasaremos ahora a analizar cómo la historia y la ficción se interrelacionan en Tirana memoria para crear la memoria ficcional.

La novela de Castellanos Moya se divide en una primera parte que comprende el diario ficcional de la protagonista, Haydée, durante los días del golpe de Estado contra el general Hernández Martínez y el desarrollo de la huelga de brazos caídos; a la vez, esta primera parte incluye la fuga de su hijo Clemente y su amigo Jimmy a través del país luego que el golpe de Estado fracasara. La segunda parte ocurre en 1973 y es narrada por el Chelón, un viejo amigo de los protagonistas Haydée y Pericles. En ella se nos pone al tanto de lo que les ocurre a los personajes principales de la primera parte así como también de la nueva situación de crisis que enfrenta el país a comienzos de los setenta. De las dos partes, únicamente “Haydée y los prófugos” se refiere directamente a los sucesos históricos de abril y mayo del 44, siendo el diario de la protagonista el espacio escritural donde la memoria ficcional de estos sucesos se hace presente para el lector. La segunda parte nos deja entrever la nueva crisis política a la que el país se ve enfrentado en la década de los setenta con el surgimiento de los diferentes grupos guerrilleros.

Los datos históricos que Castellanos Moya incluye en la primera parte de la novela se basan en fuentes testimoniales e historiográficas escritas sobre el golpe de Estado de 1944. Estas fuentes se incluyen en la “Nota del autor” ya mencionada y son las siguientes: Relámpagos de libertad (2000) de Mariano Castro Morán, Nonviolent Insurrection in El Salvador (1988) de Patricia Parkman, El Salvador 1930-1960 (2002) de Juan Mario Castellanos, Abril y mayo de 1944 (1988) de José Raúl Flores y Las Jornadas cívicas de abril y mayo de 1944 (1979) de Francisco Morán. De ellas, las fuentes que más se hacen presentes en la novela de Castellanos Moya son las tres primeras. Relámpagos de libertad es un libro testimonial ya que su autor fue parte y testigo del golpe de Estado de 1944; Nonviolent Insurrection in El Salvador es un libro de historia meticulosamente trabajado por su autora, en el que se utilizan documentos, archivos y entrevistas con participantes de la insurrección como el Dr. Jorge Bustamante, el Dr. Fabio Castillo y el Dr. Reynaldo Galindo Pohl. El Salvador 1930-1960 aporta interesantes datos sobre el levantamiento contra Hernández Martínez, aunque también considera subsiguientes períodos de la historia nacional.

Los sucesos históricos que Castellanos Moya toma de las fuentes ya mencionadas e introduce en el texto de Tirana memoria se extienden desde marzo de 1944 hasta el 9 de mayo de ese mismo año. Estos incluyen los acontecimientos cruciales que le permiten al lector orientarse cronológicamente en el desarrollo y fracaso del golpe de Estado, los fusilamientos que se dan por orden de Martínez y la huelga de brazos caídos que se desarrolla cuando la vía violenta fracasa. Por ejemplo, fechas claves que el autor trae a la narración son: el 2 de abril, día en que estalla el golpe contra el general Martínez; el 3 de abril, día en que el golpe fracasa; el 4 de abril, día de terror en la ciudad una vez que el golpe ha fracasado; el 5, 6, 7 y 8 de abril, días en que la ciudad se llena de rumores sobre torturas y posibles ejecuciones; el 9 de abril, día en que comienzan los consejos de guerra en contra de los alzados en armas; el 10 y el 11 de abril, días en que tienen lugar los fusilamientos de los implicados. Otros acontecimientos históricos importantes que la novela recoge de este período son los fusilamientos que se reinician el 24 de abril, el comienzo de la huelga de brazos caídos el 5 de mayo, el asesinato del estudiante Chepito White el 7 de mayo y la renuncia del dictador el 8 de mayo. Además, la novela introduce los nombres de personajes históricos importantes de ese momento, como lo fueran el Dr. Romero, político opositor a Martínez, el periodista Jorge Pinto y algunos militares golpistas, entre ellos los hermanos Gaviria, el General Marroquín y el coronel Tito Calvo. También se incorporan al texto algunas de las razones históricas por las cuales el golpe fracasa, así como acontecimientos que llevan a la huelga de brazos caídos. Entre las primeras se menciona la incapacidad de los alzados por detener al General Martínez cuando este se conducía a la ciudad de San Salvador desde el puerto de La Libertad; entre los segundos, los ajusticiamientos de algunos implicados en el golpe y la captura del Dr. Romero cerca de la frontera con Honduras.

Sin embargo, lo importante en esta novela de Castellanos Moya es que todo ese material histórico, que proviene de fuentes historiográficas escritas, se presenta en el texto como memoria. Para apreciar el cambio textual que los hechos históricos relacionados con el golpe tienen en Tirana memoria, hay que recordar que para los estudiosos de la historia y la memoria existen diferencias entre ambas prácticas discursivas. Por ejemplo, al hablar sobre el aporte de Maurice Halbwachs a la distinción entre memoria e historia, Jeffrey K. Olick apunta: “La marcada diferenciación entre la historia y la memoria es clave en sus primeros trabajos sobre la memoria social. Según el autor, la historia es 'memoria muerta'; una manera de conservar los pasados con los que ya no mantenemos una relación 'experiencial orgánica' “ (128). Por otra parte, el mismo Halbwachs, en su libro On Collective Memory, señala que la historia comienza donde el recuerdo termina: “General history starts only when tradition ends and the social memory is fading or breaking up” (“La historia general comienza solo cuando la tradición termina y la memoria social se está desvaneciendo o fracturando”; 78). Por su parte, Pierre Nora establece una diferencia clara entre memoria e historia en el estudio del pasado. Para él, aunque se acepte que en muchos casos la memoria es la base de la historia, la primera involucra la subjetividad, la emotividad y el cambio, y la segunda, la rigurosa búsqueda de la verdad histórica a través de documentos y archivos. La memoria es un proceso vivo, que sufre transformaciones y que se basa en la experiencia de aquellos que son sus portadores. La historia es un discurso que se construye e interpreta a partir de la documentación existente:

 

Memoria e historia funcionan en dos registros radicalmente diferentes, aun cuando es evidente que ambas tienen relaciones estrechas y que la historia se apoya, nace, de la memoria. La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformaciones, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual. Por el contrario, la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir pero que dejó rastros. A partir de estos rastros controlados, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstruir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo. La memoria depende en gran parte de lo mágico y sólo se acepta las informaciones que le convienen. La historia, por el contrario, es una operación puramente intelectual, laica, que exige un análisis y un discurso críticos. La historia permanece; la memoria va demasiado rápido. La historia reúne; la memoria divide. (1)

 

Para presentar como memoria los hechos históricos de abril y mayo del 44 es decir, “como recuerdo de un pasado vivido o imaginado” (Nora 1), la novela de Castellanos Moya recurre a dos técnicas narrativas ficcionales como son la personalización y la utilización del diario íntimo ficcional. La personalización es una estrategia narrativa mediante la cual, según Fernando Aínsa, “lo histórico se personaliza y se percibe y enuncia desde una subjetividad… Los sucesos que se conocen informativamente por la historia, son 'vivificados' gracias al arte de narrar, dando la sensación de que, además de sabidos, han sido experimentados” (56-57). En el texto, la subjetividad que personaliza los hechos históricos, transformándolos en memoria, es la subjetividad de Haydée, la protagonista, mediante la escritura del diario íntimo que lleva desde que su marido Pericles cae preso por órdenes de Martínez, a fines de marzo del 44. Este diario ficcional sigue las convenciones usuales del diario íntimo como son la incorporación de un orden cronológico, el uso del tiempo presente o del pasado inmediato en los diferentes registros, la confesión íntima y la presencia de lo cotidiano en las diferentes entradas. A través de esta técnica narrativa del diario íntimo, Castellanos Moya utiliza ficcionalmente una práctica escritural que, “junto a las crónicas, las cartas, testimonios, tradiciones y relatos orales”, se considera una forma privilegiada para la preservación de la memoria (Aínsa 70). El uso de la primera persona como testigo, es decir, como alguien que puede decir “yo lo vi, yo lo escuché decir” (Aínsa 71), o como participante, contribuye al efecto de verdad referencial de lo narrado y también a la ilusión anamnética de la que habla Sandra Beatriz Navarrete Barría. En este sentido, al estudiar las narrativas de la memoria chilenas y argentinas Navarrete Barría apunta muy acertadamente que en las ficciones narrativas de las memorias recientes “lo que nos acerca a la categoría de memoria no es lo rememorado, o sea escenas del pasado, sino que más bien, el cómo se ha llegado al objeto rememorado, en otras palabras, cómo se produce el fenómeno estético de la 'rememoración', característica que resulta justamente de la apropiación de distintos niveles de las escrituras del yo… “ (58).

Véase, por ejemplo, en la siguiente entrada del 2 de abril, cómo mediante la escritura de Haydée el golpe de Estado contra Martínez se personaliza y se registra como una experiencia que si bien afecta a la nación entera también tiene serias repercusiones para la familia Aragón. Al leerla, el lector recibe lo narrado como el recuerdo de una experiencia vivida en el presente o en el pasado inmediato de la protagonista.


Golpe de Estado! Clemen está metido hasta las cachas: fue él quien anunció en la radio el inicio del levantamiento contra el general a media tarde, y es uno de los que desde entonces sigue narrando los hechos, llamando al pueblo a que apoye el golpe. No pude ir a ver a Pericles a la Penitenciaría porque las calles están militarizadas. La aviación ha bombardeado los alrededores del Palacio Negro… Papá está en la finca y Betito en la playa; no ha habido manera de contacto con ellos porque las comunicaciones con el interior del país han sido cortadas. (47)

En el resto de esa entrada del 2 de abril, Haydée continúa inscribiendo su vivencia de hechos históricos importantes como son: el apoyo que la aviación y la infantería dan a los golpistas, el fracaso del Teniente Mancía en detener a Hernández Martínez en su ruta hacia San Salvador y el atrincheramiento de este último en el Palacio Negro (48-51). Desde la narración de Haydée, estos hechos vuelven a cobrar vida en el tiempo y el lector de la novela, mucho tiempo después, los recibe como experiencias registradas por ella en esa época, es decir, como memoria. Como bien señala Fernando Aínsa, “en la ficción novelesca, el tiempo, por muy remoto que sea, se representa a través de vivencias, de diálogos y de la percepción de conciencias individuales, donde las experiencias de los personajes, tanto los actores como los testigos, se viven como un tiempo actualizado” (71):

 

Los aviones dejaron de bombardear con la llegada de la noche; también los nutridos tiroteos han cesado, aunque una u otra ráfaga se escucha con cierta regularidad. El Dr. Romero, a quien han proclamado líder civil del golpe, anunció por la radio que las fuerzas contrarias al general cesarán los ataques durante la noche a fin de evitar más víctimas inocentes; hizo un llamado a la población para que se sume al movimiento; confirmó que el General Marroquín y el Coronel Tito Calvo, medio hermanos y desafectos a mi marido, encabezan la asonada militar. (52)

 

A la vez que el diario ficcional y la personalización le permiten a Castellanos Moya presentar un marco histórico referencial del golpe contra Martínez como experiencia de la protagonista y de su grupo social, cada entrada incorpora elementos de ficción que también se leen como experiencias registradas en el diario íntimo. Como ya hemos señalado al comienzo de este trabajo, la imaginación es también un elemento importante en la creación de memoria.

Los elementos ficcionales que el diario de Haydée introduce complementan y les dan cuerpo a los datos históricos, unificando el tiempo individual de la protagonista con el tiempo social: las entradas del diario ficcional arman no solo el desarrollo del golpe y sus consecuencias sino el registro de cómo el personaje de Haydée y su entorno familiar y social experimentan esos momentos. Con ello, el lector entra en el juego de aceptar como memoria no solo los hechos históricos -que cualquiera puede constatar en las fuentes de Castellanos Moya- sino también la ficción que se presenta en cada entrada. Como Trevor Field apunta, “all first person accounts aim to persuade the reader that they spring from a world which reader and narrator both inhabit: they try to create an 'as-if-reality'… “ (“todos los relatos en primera persona buscan persuadir al lector que se originan en un mundo en el que tanto el lector como el narrador habitan: tratan de crear una realidad 'como si fuera real'… “; 25).

Esos elementos ficcionales que Castellanos Moya crea incluyen primero que todo a la familia Aragón, como representante de las familias de clase media que intervienen en el golpe. Miembros de esta familia son el esposo de Haydée, Pericles, quien se encuentra preso por órdenes de Martínez y sus hijos Clemente y Betito. A ellos se añaden una serie de personajes también ficcionales como Carmela y el Chelón, los vecinos Raúl y Rosita, el estudiante universitario Chente y Doña Chayito, la presidenta del comité de madres y esposas de prisioneros políticos. Mediante la familia Aragón, y esos otros personajes que interactúan con ella, el texto nos introduce a la clase media urbana, por ser este el estrato social de donde surge la mayor parte de los líderes del golpe de Estado y de la huelga de brazos caídos, tales como estudiantes universitarios, médicos y diferentes grupos de profesionales. Tanto los personajes principales como los secundarios interactúan con los personajes históricos y participan de los sucesos de abril y mayo del 44 de una u otra forma. Por ejemplo, en la entrada del 4 de abril, Haydée registra el dolor y la angustia que experimenta por no saber nada de su hijo Clemente, quien ha participado en el golpe de Estado, así como también el apoyo que recibe de su círculo social:

 

Desesperación, angustia, rumores, impotencia. Y el terror en todas partes. De cierto nada sé sobre Clemen: unos amigos me llaman para contarme que dicen que lo han visto en un lado; otros para contarme que dicen que lo han visto en otro lado… En la radio repiten los nombres de los oficiales capturados y hacen un llamado a los que se han dado a la fuga para que se entreguen, que confíen en la clemencia del general. El diario Latino y otros periódicos han sido clausurados. (63)

 

En la siguiente entrada podemos apreciar cómo interactúan los personajes ficcionales con los sucesos que están ocurriendo en la ciudad luego de la captura de unos estudiantes universitarios que se dedican a preparar la huelga de brazos caídos.

En casa de Raúl estaban otros médicos… Raúl me presentó; eran los doctores Salazar y Moreno, padres de otros estudiantes capturados. Los tres hombres bebían whisky, ansiosos; Rosita tenía mejor semblante, aunque la mirada un poco perdida… Inquirí sobre la situación de los muchachos. Raúl me dijo que aún estaban detenidos en el Palacio Negro, pero que el director, el coronel Monterrosa, le había dado garantías a la Directiva del Colegio Médico de que no iban a ser maltratados… El doctor Moreno me explicó que con la captura de los muchachos el general busca desmoralizar al gremio médico para que deje de apelar por la vida del doctor Romero. (19)

Esa “ilusión anamnética” que desarrolla el lector ante las entradas del diario ficcional, se acentúa aún más por el hecho de que el marco referencial histórico que se le entrega a este lector se fusiona con la ficción, constituyendo un todo en el que es bien difícil distinguir entre ambos tipos de discurso. Puede decirse que en Tirana memoria se da una negociación constante entre hechos históricos y hechos de ficción y se crea una novela tersa y sin altibajos, donde el lector se enfrenta en su lectura con un todo armónico, sin que el texto establezca mayor distinción entre ambos órdenes de realidad. Solo un lector atento podrá descubrir algunas diferencias entre ambos discursos. Por ejemplo, los sucesos históricos son descritos desde una posición exterior: la protagonista únicamente escribe lo que ve, oye o se dice en la sociedad, pero los lectores no tenemos acceso a esos hechos desde dentro. Así, Haydée anota en su diario: “Dicen que a los golpistas los están torturando con salvajismo para que revelen los nombres de todos aquellos que los han apoyado, que el propio general está en el Palacio Negro supervisando los interrogatorios, que ya comenzaron los preparativos para los consejos de guerra y que pronto ordenarán los fusilamientos” (99).

 Lo mismo ocurre con los personajes históricos que el texto incluye. Por ejemplo, en una de las entradas de su diario Haydée nos habla de un personaje histórico como es Don Jorge Pinto, dueño del diario El Independiente, quien fuera golpeado por las fuerzas de Martínez al punto en que tiene que ser internado en un hospital. En la visita que Haydée realiza a la clínica para apoyar a este periodista, se juntan personajes de ficción y personajes históricos en un mismo plano: ella, don Jorge Pinto y su mujer. Sin embargo, en el texto no tenemos ningún acceso a la interioridad de los personajes históricos: “El rumor sobre don Jorge resultó cierto: el pobre se debate entre la vida y la muerte, sometido a delicadas operaciones. Fui a la Policlínica a acompañar un rato a Teresita y a sus familiares; salí muy impresionada” (63).

 A la misma vez que en Tirana memoria Castellanos Moya crea una serie de personajes ficcionales que viven junto a la protagonista los sucesos del 44, el diario ficcional de Haydée inscribe una serie de situaciones sociales que, aunque mencionadas en las fuentes historiográficas de Castellanos Moya, son desarrolladas ampliamente en la novela por la imaginación del autor. Estas situaciones no se circunscriben únicamente al entorno familiar de la protagonista sino que abarcan la manera en que la clase media y la sociedad en su conjunto viven los días posteriores al golpe. Puede decirse entonces que en Tirana memoria la ficción “crea memoria” de estos aspectos para las generaciones actuales que prácticamente desconocen este período de la historia del país.

Estos aspectos son la represión y la zozobra que los ciudadanos de San Salvador viven en los días subsiguientes al golpe, la importancia que la clase media adquiere en ese momento y el desarrollo político que tienen muchas mujeres de esta misma clase cuando sus esposos o hijos son víctimas de la represión de Martínez.

 Con respecto al primer punto mencionado debemos señalar que la represión que se desata luego del golpe de Estado es algo que la protagonista anota en su diario con lujo de detalles, haciendo a los lectores experimentar un período ya ido, pero no por eso menos importante para el país. De acuerdo al texto de Haydée, San Salvador es entonces una ciudad pequeña donde casi todas las familias de ciertos recursos viven en el centro de la ciudad y se conocen. De una u otra forma estas familias se encuentran conectadas a alguien que ha participado en el golpe o conocen a alguien que lo ha hecho y eso hace que el miedo entre ellas sea mayor. Los fusilamientos son un ejemplo de lo que Martínez es capaz de llegar a hacer en contra de sus opositores, y estos fusilamientos se viven en la ciudad con pesar y miedo. Así describe Haydée el 11 de abril, día en que comienzan los fusilamientos de los implicados en el golpe.

Son las once de la noche. Muchos estamos en vela, con el alma en un hilo. El consejo de Guerra comenzó esta noche, entre las ocho y las nueve, en el Palacio Negro. El general no ha respetado el día santo… grande es su apostasía, más grande será su sed de venganza… La ciudad está como petrificada, en un silencio de muerte. Siguen vigentes el toque de queda y la ley marcial desde las diez de la noche. (116).

 De la misma forma, Haydée anota en su diario íntimo cómo la represión invade todos los aspectos de la vida de los ciudadanos:

 

La policía política está desatada, infiltra orejas por todas partes, hasta en la procesión de hoy, donde fueron fácilmente reconocidos y poco faltó para que la gente los abucheara, por descarados; los que vigilan la casa siguen por ahí, merodeando. Mucho miedo debe de tener “el hombre”; más miedo nosotras (110).

 

En una realidad como esa, la solidaridad entre los amigos es algo que la novela destaca. Por ejemplo, luego de que el gobierno condena a muerte a Clemente, Haydée escribe en su diario: “Apenas terminaban de transmitir la noticia en la radio, cuando los amigos y conocidos comenzaron a solidarizarse. Los Alvarado llegaron de inmediato; el teléfono no paró de timbrar” (118).

A la misma vez, a través del diario de Haydée y mediante el recurso a la ficción, Castellanos Moya nos hace vivenciar no solo la solidaridad que se da entre todos los miembros de la clase media que no apoyan a Martínez sino el papel determinante que tiene esta clase en la derrota del dictador. De ella se originan los estudiantes universitarios, los comprometidos en el golpe, los fusilados, y también algunos personajes históricos como el Dr. Romero, líder del movimiento en contra de Martínez, y el estudiante universitario Fabio Castillo Figueroa. Esta clase media es la que lleva el liderazgo de la huelga de brazos caídos y, mediante alianzas con las clases altas y las clases trabajadoras, logra derrotar al dictador.

En la tarde, luego de visitar a don Jorge y a Teresita en la Policlínica, me vine a casa de mis vecinos, donde celebraban el cumpleaños de Rosita, aunque en verdad la fiesta era también fachada para una reunión de médicos con vistas a la huelga de la próxima semana… Chente llegó un rato, como siempre a las carreras, y me reveló al oído que los farmacéuticos, los jueces de paz y hasta las vendedoras del mercado están alistándose para irse a la huelga y que se necesitará más apoyo en efectivo de la gente de arriba. (262)

Del mismo modo, el registro que hace Haydée de sus experiencias nos permite ponernos en contacto con una serie de actividades que la clase media emprende para lograr la renuncia de Martínez. Es así que la novela recrea la decisión de diferentes segmentos sociales como son los profesionales, cafetaleros, hombres de negocio y pequeños empresarios de colaborar con la huelga de brazos caídos y derrocar al dictador. El lunes 24 de abril, Haydée anota lo siguiente en su diario:

 

Los universitarios se fueron a la huelga general en protesta por las ejecuciones. Raúl me lo confirmó: la universidad permanecerá cerrada… la idea es impulsar una huelga general de brazos caídos, que cierren todos los negocios y las oficinas, los hospitales y las escuelas, que se suspenda el transporte público y los ferrocarriles, que cada quien permanezca en su casa y se paralice el país hasta que el brujo se largue. (240-241)

 

Y es así, también, que cobran vida ante nuestros ojos las reuniones en los más diferentes lugares, las misas que a veces son la primera parte de un mitin en apoyo a la huelga y el esfuerzo de los estudiantes universitarios para que diferentes grupos sociales paralicen sus actividades. Todo ello se produce dentro de un clima tenso, con la Guardia Nacional y las tanquetas apostadas cerca de cualquier manifestación.

¡Otra vez la intimidación y la violencia! El general no cede, más bien contraataca. Estábamos a punto de iniciar la misa de novenario por el alma del teniente Marín, cuando los guardias nacionales irrumpieron en la iglesia… Lo que nunca imaginé es que ese brujo fuera capaz de meter guardias al interior de la iglesia con orden de desalojarnos… Por suerte los muchachos los vieron venir y se largaron a tiempo, para evitar disturbios y capturas. (253)

Ricoeur también señala otro importante papel que juega la ficción al volver los ojos al pasado. La ficción está “authorized to detect unactualized potentialities of the historical past, in the mode of imaginative variations” (“autorizada para detectar potencialidades no actualizadas del pasado histórico, en el modo de variaciones imaginarias”; citado en Lavenne et al. 8).

En Tirana memoria Castellanos Moya desarrolla una “potencialidad no actualizada” en sus fuentes históricas sobre abril y mayo del 44, como es la participación activa de las mujeres de clase media en la lucha contra Martínez. Al ser un sujeto activo de esa participación, Haydée nos deja ver en su diario, con lujo de detalles, cómo se desarrolla esta participación y hasta donde llega.

 En primer lugar, puede decirse que de las tres fuentes históricas que más inciden en Tirana memoria, únicamente el libro de Parkman menciona más de una vez esta participación. Sin entrar en detalles de ningún tipo, esta historiadora establece la posible presencia de las mujeres en la segunda fase de la lucha contra Martínez. Así, su obra nos refiere la probable visita de una delegación de mujeres jóvenes a la Embajada de Estados Unidos, el 17 de abril, para solicitar al embajador que le pida a Martínez clemencia para el Dr. Romero, recientemente capturado en el oriente del país (64). Según Parkman, también hay evidencia de la participación de las mujeres, especialmente de las viudas de los ejecutados y de los estudiantes universitarios, el día 5 de mayo. Castellanos Moya toma como base toda esa información y la ficción la reelabora y amplía adjudicándole un papel en los sucesos de abril y mayo del 44. En otras palabras, en este punto la ficción desempeña un papel fundamental al inscribir estas participaciones en el diario de Haydée como experiencias vividas por esta y un grupo de mujeres como ella que sufren la represión de miembros de su familia por parte de Martínez. Por ejemplo, el diario de Haydée dedica varias páginas a desarrollar sus encuentros con Doña Chayito y otras mujeres también de clase media, cuyos esposos o hermanos han sido condenados a muerte o fusilados luego del golpe de Estado. En estas reuniones se planifican las acciones a tomar, siendo una de ellas la visita al embajador norteamericano para solicitarle que le pida a Martínez una amnistía para todos los presos políticos: “A las ocho de la mañana en punto estábamos en la embajada americana… La reunión fue breve: hubo una foto, en la que todas posamos mientras doña Chayito le entregaba el comunicado al embajador” (179). De la misma manera, el diario de Haydée nos informa de las actuaciones de las señoras el día 23 de abril, cuando acuden a la misa de riguroso luto, en protesta por los nuevos juicios y fusilamientos que se planeaban para ese día. Esa entrada de Haydée nos describe en detalle la reunión que se da en la iglesia entre ella, sus amigos y muchas otras personas que llegan a apoyarlos. Sin embargo, la reunión termina precipitadamente luego de la misa, ya que el general ha apostado un tanque de guerra en las inmediaciones, y un pelotón de guardias rodea la iglesia: “Doña Chayito se dirigió hacia la calle… desafiante, de cara a los guardias; varias de nosotras la seguimos. Me temblaban las piernas mientras bajaba los escalones. En ese instante el oficial de mando desenfundó su pistola e hizo varios disparos al aire; los guardias nos apuntaron y desde el tanque lanzaron una ráfaga horrenda” (238). Esta participación femenina también tiene lugar el día 5 de mayo, de acuerdo a Tirana memoria, fecha en que ya se ha producido el inicio de la huelga de brazos caídos. “A las nueve en punto de la mañana, vestidos de riguroso luto, María Elena, Betito y yo llegamos a la iglesia El Rosario… Nosotros nos quedamos cerca de la entrada, reconocí a varias amistades y a las compañeras del comité” (293).

La última entrada del diario de Haydée narra el éxito de la huelga de brazos caídos y la renuncia del dictador el 8 de mayo: “¡Renunció el brujo! Lo anunció por la radio, a las siete de la noche, mientras miles y miles permanecíamos en la plaza frente al Palacio Nacional, adonde nos habíamos trasladado en masa luego del entierro de Chepito” (304).

 En conclusión, Tirana memoria es una novela que haciendo justicia a su título construye la memoria de los sucesos de abril y mayo del 44 en El Salvador y de la clase media que se ve envuelta en ella. La construcción de esta memoria se produce mediante la utilización de la ficción a través de dos técnicas narrativas: la personalización y la utilización del diario íntimo ficcional. Mediante ellas, tanto los hechos históricos como los hechos ficcionales se presentan al lector como experimentados por una subjetividad que los registra. Aunque el lector sabe que el diario de la protagonista es ficcional, su función como documento de memoria produce en los lectores una “ilusión anamnética” que el texto se encarga de construir. Con ello, Tirana memoria es capaz de ofrecerle al lector la posibilidad de asomarse a un período importante de la historia del país y entender el papel que la clase media desempeñara en la derrota de Maximiliano Hernández Martínez, desde la ficción. Con ello, también, Castellanos Moya supera en su obra la tiranía de la memoria mencionada en el primer epígrafe ya que la ficción, mediante el uso de la imaginación, le permite el ejercicio de la libertad.

 

NOTAS

1. Con La diáspora (1988), su primera novela publicada, Castellanos Moya crea una obra de ficción que incluye el hecho real de la muerte de Mélida Anaya Montes, ocurrido en 1983 en Nicaragua, a manos de sus mismos compañeros de lucha, y el subsecuente suicidio del comandante Marcial, culpado del asesinato. La ficción analiza el efecto desestabilizante y desmitificador que este hecho tiene en algunos combatientes asilados en México. Luego de esta obra, la presencia de la realidad conflictiva y violenta de la que Castellanos Moya forma parte aparece en sus novelas generalmente como un escenario importante de la trama. Por ejemplo, Baile con serpientes (1996), El asco (1997), La diabla en el espejo (2000) y El arma en el hombre (2001) tienen como referente histórico el período de posguerra en El Salvador y la violencia indiscriminada que se vive luego de la guerra civil. Sus siguientes obras, casi todas ellas centradas en la saga de la familia Aragón, presentan también un marcado referente político y social. Así, Donde no estén ustedes (2003) narra el final de Alberto Aragón--hijo de Haydée y Pericles, como un fracasado embajador de El Salvador en México luego de la firma de los Acuerdos de Paz. Desmoronamiento (2006), ambientada en los sesenta y setenta tanto en Honduras como en El Salvador, introduce la guerra con Honduras en 1969 y el golpe de estado de 1972. Aquí surgen personajes como Clemente Aragón y su esposa Teti y la suegra de Clemente, doña Lena. Insensatez (2004) se centra en el período guatemalteco que sigue al estudio de las masacres indígenas y a la escritura del libro Guatemala, nunca más (1998). La sirvienta y el luchador (2012) se ambienta en el San Salvador de 1980, año en que es asesinado Monseñor Romero y los escuadrones de la muerte recorren impunes las ciudades del país. Nuevamente se retoma aquí el pasado de los Aragón, siendo el personaje principal la sirvienta de Haydée, María Elena. Por último, El sueño del retorno (2013) se ubica al final de la guerra civil y nos muestra los traumas y la vida de Erasmo Aragón, hijo de Clemente y doña Esther, en su exilio en México y su constante deseo de volver al país. La última novela de Castellanos Moya es Moronga (2018). La novela se centra en dos inmigrantes salvadoreños en los Estados Unidos, pero con fuertes lazos con el pasado y la guerra civil de El Salvador. Personajes centrales de esta novela son el nieto de María Elena y el hijo de Esther y Clemente.

2. Dentro de esta misma línea de valorización de la ficción Sara R. Horowitz argumenta en Voicing the Void. Muteness and Memory in Holocaust Fiction que la ficción es un vehículo importante para pensar sobre el Holocausto y la memoria traumática de las víctimas: “In many works by survivors of the Nazi genocide, the liberties of fiction enable their authors to contemplate and express what could not be arrived at as well otherwise” (“En muchas obras de sobrevivientes del genocidio Nazi, las libertades de la ficción les permiten a sus autores contemplar y expresar aquello a lo que no se podría llegar tan bien de otra forma”; 2).

3. Es por este carácter especial de la literatura, y en este caso de la ficción, para producir un conocimiento que va más allá de los hechos presentados por la historia o la vida cotidiana que Fernando Aínsa nos recuerda la importancia que algunos libros de ficción tienen en la comprensión de un determinado período histórico, ya que para él la ficción es “indispensable para entender la mentalidad y la sensibilidad de una época” (44). Por ejemplo, según Aínsa, El libro del buen amor y La celestina son fuentes que todo lector debe leer para entender la Edad Media española; también se debe leer a Balzac para conocer la historia de Francia (44).

 

Obras Citadas

Aínsa, Fernando. Reescribir el pasado. Historia y ficción en América Latina. Mérida:

Ediciones El otro, el mismo, 2003.

Aristóteles. Poética. Trans. Valentín García Yebra. Madrid: Gredos, 1974.

Castellanos, Juan Mario. El Salvador 1930-1960. San Salvador: Dirección de

Publicaciones e Impresos, 2003.

Castro Morán, Mariano. Relámpagos de libertad. San Salvador: Editorial Lis, 2000.

Castellanos Moya, Horacio. Baile con serpientes. San Salvador: Dirección de Publicaciones e

Impresos, 1996.

___. Desmoronamiento. Barcelona, Tusquets Editores, 2006.

___. Donde no estén ustedes. Barcelona: Tusquets Editores, 2003.

___. El arma en el hombre. México: Editorial Tusquets, 2001.

___. El asco. Barcelona: Tusquets Editores, 2007.

___. El sueño del retorno. México: Editorial Tusquets, 2013.

___. Insensatez. México, D,F,: Tusquet Editores, 2004.

___. La diabla en el espejo. Madrid: Ediciones Linteo, 2000.

___. La diáspora. San Salvador: UCA Editores, 1989.

___. La sirvienta y el luchador. Barcelona: Editorial Tusquets, 2011.

___. Moronga. Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial, 2018.

___. Tirana memoria. Barcelona: Tusquets Editores, 2008.

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HORACIO CASTELLANOS MOYA (El Salvador, 1957). Criado en El Salvador, ha vivido en varias ciudades de América y Europa, en particular en la Ciudad de México, donde ejerció el periodismo durante doce años. De 2004 a 2006 residió en Frankfurt como escritor invitado por la Feria Internacional del Libro de esa ciudad. Ha sido escritor invitado en la Universidad de Tokio y actualmente imparte clases en la Universidad de Iowa. Es autor de diez novelas, de las que siete han aparecido en Tusquets Editores, han sido traducidas a varios idiomas y han alcanzado un destacado éxito de crítica internacional: El arma en el hombre, Donde no estén ustedes, Insensatez, Desmoronamiento, El asco, Tirana memoria y La sirvienta y el luchador. Sus narraciones breves se reunieron en el volumen Con la congoja de la pasada tormenta, y la traducción inglesa de Insensatez mereció el XXVIII Northern California Book Award 2009. Publicamos ahora en España Baile con serpientes, una novela que vio la luz en 1996 y en la que Castellanos Moya introduce de lleno a los lectores en un torbellino de vidas encontradas que esconden celos, infidelidades y venganzas.


ROSE MARIE GALINDO. Doctora en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Wisconsin-Madison, es en la actualidad profesora emérita de la Universidad de Wisconsin Rock County. Ha publicado los libros Novela y crisis política en El Salvador (San Salvador: Editorial Delgado, 2001), Cinco escritores salvadoreños de posguerra (San Salvador: Editorial Delgado, 2015) y Un recorrido por la poesía de Claudia Hérodier (San Salvador: Editorial Delgado, 2016). A la vez, ha publicado artículos de crítica literaria sobre escritoras centroamericanas y chilenas en revistas de reconocida importancia como Confluencia, Chasqui, Hispanófila y Cincinnati Romance Review. Está preparando un cuarto libro que incluye a escritores como el guatemalteco Eduardo Halfon, el salvadoreño Horacio Castellanos Moya y la escritora costarricense Anacristina Rossi.

 


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Número 178 | agosto de 2021

Curadoria: Juana M. Ramos (El Salvador, 1970)

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