domingo, 4 de julho de 2021

LUIS FERNANDO CUARTAS | Una conversa con Oriettta Lozano

 


Como habíamos quedado en estos días, la idea es hacer una entrevista sobre el proceso de creación y las diferentes vicisitudes que se tiene en la construcción de una obra. La propuesta a punta en hacer un acercamiento a textos de mujer poetas, desde una mirada abierta, crítica y atenta, respetando individualidades y también las afinidades temáticas y las miradas históricas que cada una de ellas tenga.

 

FC | Existe una memoria no sólo de espejos y desastres, de alcobas y delirios, existe en tu poesía una cicatriz sobre lo sensualista, el sentido primigenio de los elementos, “como duelen los vientos esta noche”, haciendo notar que todo lo que es objeto siente, lo que está afuera gime, se enaltece y se convierte en materia viva para tu poesía. Más que erótica, ¿tu poesía es profundamente orgánica?

 

OL | Al mismo tiempo que veo la cicatriz, más pienso en la herida, en la fisura abierta de un universo, de un infinito, que me hace escribir; una apertura hacia lo natural que no es propiamente orgánico, sino anorgánico, va más allá de la organización de un cuerpo, quizá buscando construir una nueva sensación a partir de una nueva organización.

Mi trabajo de escritora no solamente lo veo como un asunto personal, sino como el ejercicio cósmico de una posibilidad de vida; en ese sentido tampoco podría calificar mi poesía como erótica si se trata de enmarcarla dentro de géneros, transexual, transorgánica, en tanto lo relacional no sucede entre hombre o mujer, sino entre elementos dispares, el destierro de lo habitual, acontecimientos caóticos, animales sobrenaturales, bramidos del fuego, aullidos del silencio, jardines fantásticos, la línea que se desborda, la oquedad del vacío, el reino de la nada, incluido Dios.

 

FC | En algunos poemas se podría encontrar con atmosferas neogóticas, el vampiro sutil, la noche densa, “todo crimen quedó estático en mis sienes/ yo me hundo en cada flor como una abeja” metáforas donde queda un ser vigilante ante una realidad que se retuerce, que se hace violenta y hace que las sombras se hagan tentación, oscuro deseo, como el poema Intimidad:

 


La noche vuelve secreta

a tantear mi cuerpo,

me penetra lenta y suave

me abro

como una flor nocturna.

 

OL | He tratado de actualizar ciertas atmósferas, y estas construcciones para intentar sacarles un filum creativo, por ejemplo, el amor imposible,  que no es propiamente un amor sensual; la historia de Eloísa, Magdalena, la he trabajado en varios poemas actualizando o volviendo por decirlo actual, aunque ya existía un lugar , una situación, unas circunstancias que irrumpen hacia el futuro, como una posibilidad de sentir de otra manera y de pensar estas variantes de otra manera que no se dirija a la historia, sino a una geografía futura de los cuerpos y de las pasiones.

El alma es una morada y el cuerpo reinventa el territorio y escribe sobre la caja vacía, algunas veces deseamos dejarla vacía, carecer de memoria, despojarse de la historia personal, partir de cero.

 

FC | Cómo podrías describir tu adolescencia, creo al menos notar que hay muchas marcas, secretos y sombras que han nacido desde esa adolescencia femenina, inquieta y seguro cargada de preguntas.

 

OL | Mi adolescencia, nada fuera de lo común, siempre he sido un poco solitaria, pero la poblaban mis seres literarios, poéticos; encontraba más placentero citar y encontrarme en una isla desierta poblada de libros que me abrumaban, poblada de un pueblo inventado, algo así como el pueblo de los ratones de Kafka, o los naufragios de Conrad, lo extraños y solitarios Bartlebys, los Adam Pollo, De Le Clézio, que prefiere ser una gamba a la seis de la tarde y construyen su cueva, su guarida y se meten dentro, completamente y construyen su espacio en una duna, un mar, una puerta, y vuelven una y otra vez a la ventana donde se filtra el sol que encandila sus olvidos, sus ancestros, su origen.  A veces le echan ácido a la herrumbre de sus ventanas, es decir al tiempo, lo olvidan y por eso se suicidan; son eternos.

 

FC | ¿Podrías hablarnos de algunas de tus lecturas tutelares? a manera de sentirla natural, honesta con la gente y con el mundo y no de pose ni decizala social… Recuerdo, hace un rato que parece un pestañeo, cuando apareciste en Poetas En Abril, ¿cómo ha sido tu proceso desde ese entonces, tu mirada crítica sobre tu propia obra?

 

OL | Creo que el último que debiera dar opiniones o juicios acerca de su obra es su propio autor, mejor ejercer el silencio. Sigo releyendo muchos libros que hicieron algo en mis arterias, un dolor, un gozo, una nueva visión de la vida y la literatura: Schowb, Dickinson, Pizarnik, Conrad, Melville, James, lispector, Aurelio Arturo, Barba Jacob, Rimbaud, Blake, Nerval, Artaud, César Vallejo, Plath, Olga Orozco, María Zambrano, a mis amigos poetas; bueno en general siempre releo. Ahora leo realmente poco esa literatura que llamamos actual, creo que nunca acabamos de leer lo que nos sorprendió y que todavía nos sorprende. Por lo demás pienso que es aquí donde radica el misterio que diferencia el arte y la literatura del resto: El tiempo. Toda gran obra literaria siempre será actual.


Siempre sufro la fiebre de buscadora de palabras, más tarde comprendí, una palabra y un acto que permanecen no solo en mi escritura, sino también en mis sueños: aullar.

 

FC | Hay una pregunta que puede parecer manida, algo justificada sobre los procesos creativos, pero que se hace muchas veces como un testimonio sobre lo poético, pero vale la pena, hacerla. ¿qué es ese oficio extraño y vital de hacerse poeta, más en épocas donde la cursilería y la venta de ideas maquilladas afloran y venden como si fuesen confites verbales?

 

OL | Ser poeta nació de un proceso de lectura, de escribir un diario, de escribir a diario, de configurar las nubes, y sentí o llegue a oficiar como escritora, lo que se convertiría en una vida vital, sincera, un camino con corazón; nada de la vanidad cotidiana que nos quieren meter todas las instituciones, construir mi propio camino.

Fue una opción tan natural como respirar, crear mi muralla de resistencia.


El poeta es capaz de decir, yo soy un laboratorio de experimentación, inventar otras lenguas en su propia lengua, una especie de tartamudeo que lo hace devenir el invocador del porvenir el augur del futuro, convoca y repite una nueva música, un sonsonete, un ritornelo.

Siempre tuve presente que si no había otra posibilidad, escribiría en una isla desierta, en ese sentido no tiene mucha importancia la publicación de mi obra, sino el centro vertiginoso, indecible, donde me lleva la escritura y para mi, la escritura, es más un movimiento visceral, una alquimia del espíritu, un impulso convulsivo a lanzarme y trazar un camino en dirección de un pensamiento poético. El arte es aquello que resiste.

Siempre vuelvo a esos escritores iluminados, perdidos, solitarios, silenciados y voluntariamente ajenos al marketing y a toda suerte de una maquinaria de consumo, los que dejan el aullido en el bosque intemporal, que acuden al llamado del corazón; a esa suerte de cofradía que persiste imperturbable.

 

FC | Y por último, ¿quién es Orietta Lozano?

 

OL | Cuando aparece este tipo de preguntas, lo más satisfactorio es la fórmula de Rimbaud, “Yo soy otro” .

La multiplicidad de seres que me habitan para escribir…decir o no decir mi nombre, no tiene importancia, hay una tribu que habita en mi. Hemos sido ayudados, multiplicados, cabalgamos con un ejército de soñadores.

Siempre he querido mirar al mundo a la cara, con su belleza y su miseria. Escribir es un oficio que se hace en la soledad, algo así como caer dentro de uno mismo, diluirse, atornillarse y desatornillarse, romperse, deshacerse, perder el rostro, empujarse al fondo, volar.


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