quinta-feira, 14 de outubro de 2021

CELSA ACOSTA SECO | Erotismo y cuerpo propio. La poesía de María Calcaño

 


La obra poética de María Calcaño (Maracaibo 1906 - Caracas 1956) ha sido valorada más por el tono erótico, que por sus logros estéticos en cuanto al tratamiento que su poesía hace del cuerpo transmutado en naturaleza y naturaleza transmutada en cuerpo, y los aportes de esta, a la tradición poética del alma femenina. Quizá, de manera abusiva, los lectores y estudiosos de su obra han asociado su vida privada a la poesía que escribió, imponiendo como una única vía de lectura lo erótico, pero sin indagar a fondo las vertientes de esta temática en su poesía. Más bien, pareciera que sus lectores se sintieron cómodos al afirmar lo erótico en su poesía, porque el mundo privado de Calcaño les daba todos los elementos para transitar esa valoración. Pero lo erótico de por si es un tema escabroso, y tocarlo de manera periférica, sin ir al fondo del mismo, puede llevarnos a limitantes expresivas o a desdibujar la obra estudiada.

En este trabajo de valoración de la obra poética de María Calcaño, me propongo exponer el tratamiento del cuerpo propio y sus infinitas vertientes como elemento caracterizador de lo erótico en su poesía. Y es que gran parte de la poesía escrita por mujeres en Hispanoamérica tiene esta impronta. Asimismo, la poesía venezolana escrita por mujeres– desde principios del siglo XX hasta hoy no escapa a esta afirmación.

Hasta mediados del siglo XX, el pensamiento dominante había relegado a espacios subordinados lo único realmente tangible que posee el sujeto: el cuerpo, poniendo al ser como centro superior del sujeto. El cuerpo, al ser relegado a espacios de sometimiento –censurado o prohibido se revela en la experiencia interior. Pero al revelarse transgresor no abandona lo prohibido, no lo suprime, contrariamente los dos elementos entran en la experiencia interior.

 

El erotismo según Georges Bataille

Georges Bataille, uno de los exponentes fundamentales de la filosofía francesa del siglo XX, aunque siempre rechazó el calificativo de filósofo, nos dice al respecto en su célebre libro El Erotismo, lo siguiente:

 

Si la prohibición entra en juego plenamente, es difícil. La prohibición fue por adelantado algo conveniente para la ciencia: alejaba su objeto –lo prohibido de nuestra conciencia, arrebatada al mismo tiempo de nuestra conciencia... | El conocimiento del erotismo requiere una experiencia personal, igual y contradictoria, de lo prohibido y la transgresión.

 

Si como dice Bataille el erotismo es uno de los aspectos de la vida interior del hombre, y este se diferencia de la sexualidad animal, precisamente porque se moviliza a la vida interior, entonces su objeto de deseo al sentirse condenado a lo prohibido, se mueve en la interioridad para expresarse y rebelarse.

Reafirma Bataille, que debemos tomar al erotismo en consideración “como el movimiento del ser en nosotros mismos”. Y ese movimiento o “desequilibrio” del ser, se cuestiona a sí mismo conscientemente. Los obstáculos que se le presentan al ser, en la comunicación de la experiencia interior, dice el escritor francés, obedecen a la prohibición que la fundamenta.

El cuerpo como lugar donde el individuo se pronuncia y se relaciona con el mundo, determina de alguna manera la actuación del mismo y su discurso. Pero el pensamiento dominante, a la hora de presentar los parámetros que validan su discurso, diseña técnicas aparentemente neutras que fundamentan, en función de la ansiada “objetividad”, la irrelevancia del sujeto que emite su discurso y de su experiencia interior.

Cuando surge la crítica contra la cultura occidental sostenida o fundamentada en el pensamiento socrático cartesiano, se inicia y se refuerza una nueva forma de ver y comprender la naturaleza humana. Esta crítica, tiene en Nietzsche su principal representante. Con él, no solamente se logra instaurar una nueva forma de comprensión de lo humano; también es importante el impulso vital que éste da a la historia del pensamiento, propiciando la reorientación de la forma de comprender las manifestaciones corporales.

Sin duda, la modernidad trajo consigo nuevas teorizaciones acerca del cuerpo. La historia de las ideas se detuvo con atención sobre este tópico y cuestionó bajo la influencia de Nietzsche la concepción cartesiana del sujeto. Esta crítica produjo de forma directa la reorientación en el estudio del cuerpo, y abrió nuevas formas de acceder a su comprensión y a las experiencias ligadas a éste.


La recontextualización del sujeto propone una visión que lo desarraigue de su naturaleza puramente racional y lo regrese a su lugar natural, donde este sea sujeto encarnado y donde su conciencia se haga corpórea, y el cuerpo se haga conciencia, se conjugue en primera persona y se haga determinante en el caudal de su experiencia.

El sujeto en su relación cuerpo-mundo, se involucra en una serie de relaciones ceñidas a la interioridad del individuo y la exterioridad del mundo, donde el cuerpo es el lugar donde el mundo se hace posible, converge y se proyecta.

El sujeto personificado no puede menos que demostrar la conciencia de estar en el mundo, su manera de verlo, de pensarlo y de enfrentarlo desde un cuerpo, cuyo rasgo más evidente es su condición sexuada. Por lo tanto, el sujeto asiente como válidas las huellas de la subjetividad, del lugar y de la experiencia que van a marcar lo distintivo de las voces, en la red de discursos que conforma la cultura.

Ahora bien, en esa red de discursos, la voz femenina evidencia las distintas formas de resemantizar el lenguaje del cuerpo, sea por el erotismo y todas sus vertientes, por la ritualidad de la casa (lo cotidiano, doméstico), los espacios corporales donde se conduce el yo femenino, para reincorporar a la experiencia interior y asumir su discurso en la transgresión.

Como sabemos, del otro lado, la voz masculina impone la lógica del todo, fundada en lo universal. En el discurso habla del todo y para todos y cree que una acción individual es válida para todos, y cree que todo pasa por el goce fálico y que este es el único.

En este sentido, también es importante decir que el hecho de tener un cuerpo biológicamente de mujer, no implica el que se tenga una voz femenina. Si bien el discurso femenino tiende a diluir la preponderancia fálica del lenguaje, no significa que no pueda comulgar con lo masculino; y a la vez, la voz masculina puede desarrollar un discurso que toque lo femenino. Es decir, lo macho no obliga a colocarse en el todo. Así como la voz femenina puede permear lo masculino y transmutarlo, apartado de la lógica del todo.

 

Erotismo y cuerpo propio en la poesía venezolana escrita por mujeres

La crítica feminista siempre ha planteado la necesidad de valorar una tradición de la poesía escrita por mujeres, la cual ha sido marginada por la crítica oficial.

En el caso de Venezuela, en el panorama de la poesía del siglo XX se aprecian distintos y múltiples rasgos que dan cuenta del logro de nuevas vías y formas poéticas, cuyo proceso reclama una reinterpretación que haga visible el reconocimiento de una poesía llena de voces propias. En esa multiplicidad de voces, se muestra un conjunto bastante diferenciado que abarca parte significativa de la producción poética venezolana, ese conjunto es las voces femeninas.

La presencia de una lírica escrita por mujeres en Venezuela, viene a descubrir el rostro de nuevos tiempos, momentos en que la mujer empieza a alzar su voz y a pronunciarse ante el mundo, acto que le vincula otra manera de ver la existencia, de su relación con el otro y consigo misma.

Ya Margara Russotto en Tópicos de retórica femenina (1993), hace un bosquejo de las marcas que hacen de la poesía femenina de los años treinta una poesía con características propias, las cuales registran a la experiencia como fundamento del quehacer poético, entre las que menciona el erotismo como valor de la afirmación. El tratamiento del cuerpo propio y lo erótico en la poesía escrita por mujeres en Venezuela, se inaugura de manera decisiva con dos voces que exhiben propuestas estéticas bien diferenciadas, atípicas, las cuales abren brechas en la construcción de un discurso consciente de su propia naturaleza y del oficio de la poesía. Estas dos voces son Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1962) y María Calcaño (1906-1956), quienes en sus creaciones estéticas distinguen en torno al cuerpo propio dos formas de hacer manifiestas sus representaciones. Enriqueta Arvelo interioriza y enmascara un cuerpo transfigurado en naturaleza, el cuerpo es paisaje y el paisaje se hace cuerpo, revelando un lugar, una geografía donde el cuerpo dibuja la fugacidad de lo erótico, las marcas del movimiento en la experiencia interior.

María Calcaño es la voz que abre toda una tradición que se despliega en torno a la red de significaciones que circulan alrededor del cuerpo; pero no el cuerpo apegado a la tradición clásica, cerrado y delimitado, sino el cuerpo propio, que se expresa en primera persona y se haya íntimamente ligado a las circunstancias que rodean al sujeto.

Es con estas dos poetas de principios del siglo XX –Arvelo Larriva y Calcaño con quienes se funda una escritura femenina que remite de forma reiterada y múltiple al cuerpo propio, el cual se hace presente en distintas vertientes para dejar ver una deconstrucción de la mujer imaginada, la mujer que se apropia de si y restaura el lugar del cuerpo como sujeto.

Nacida en Maracaibo, María Calcaño cultivó la alegría de ser mujer, hizo del cuerpo propio y de lo erótico la base de su trabajo poético. Al tematizar la entrega al otro, y burlarse de los estereotipos machistas, se vuelve transgresora ante los ojos de la sociedad conservadora. Su primer libro Alas fatales (1935), marca un momento extraordinario en la poesía venezolana, pues la voz que se vuelca allí, resulta un antecedente en la tradición cultural femenina. Alas fatales exige una nueva lectura y un reconocimiento por parte de la crítica, por su singularidad estilística y propositiva, que ha sido marginada y tergiversada por la crítica conservadora.

En las páginas de Alas fatales, asistimos a la manifestación de una clara conciencia de género, única para su época, una poesía que se nombra tremendamente en femenino, en “yo mujer”, en “soy mi cuerpo”. El sujeto lirico de clara identidad femenina, se presenta atrevido, transgresor, en la adolescente que apenas despunta en los placeres de un cuerpo de mujer y la mujer que delira, espera, encuentra y sorprende al amado, lo lleva a las múltiples vertientes en que se manifiesta el cuerpo, afinando aptitudes y abordando temas escabrosos para entonces, como el aborto y el placer sexual. Calcaño en Alas fatales, recrea una aptitud lúdica a través de la exaltación del cuerpo propio, cuando dice por ejemplo, “la alegría es mi desnudez”.


Lo erótico funciona en la poesía de Calcaño, desde lo celebratorio hasta lo hiriente o doloroso en el goce del cuerpo. Citemos el poema titulado “Raíz”;

 

Todavía me sabe

A quemazón la boca,

Con esta risa loca

Y aun me duele!

Ni la esencia me cabe

De una flor…

Todavía estoy

olorosa a tu voz

a manos tierna…

En sabores me enciendo

Y tengo un gusto de raíz.

 

Todavía me sabes

quemadura de amor!

y el cuerpo deletrea

el suplicio feliz.

 

En los poemas titulados “Cosmos” y “Me ha de bastar la vida”, Calcaño pronuncia desde lo erótico, un discurso pleno de significaciones, en donde el yo poético muestra de manera contundente el cuerpo propio que se duele en el goce con el otro, con el amado. Así, en el poema titulado “Cosmos”, leemos:

 

Una gran desnudez

mi cuerpo

y la noche.

Pero sueño en el alba!

Alba

abertura de sangre

y de alas

(…)

 

El cuerpo transfigurado en oscuridad, en la extensa piel de la noche, pero anhela el alba donde muestra sus heridas y sus alas fatídicas. En “Me ha de bastar la vida”, con tono más transgresor, el cuerpo propio se hace a su propio goce, ardor volcado en si y en el otro:

 

Cae sobre mi carne dolorosa

lamiéndome hacia adentro

hoguera deliciosa

Quémame duro, hondo!...

ni en mi dolor reparo

cuando te pido recia lastimadura.

 

En este libro compuesto por 75 poemas, encontramos textos donde la autora muestra cierto retoricismo insurgente, en otros encontramos al yo poético en segunda persona, y en otros el sujeto femenino que es receptor del amado, se desdobla en su yo poético hacia lo interior de si mismo. También encontramos textos enunciativos. Llaman poderosamente la atención los poemas aunque pocos donde Calcaño acierta en el tratamiento de la asociación entre erotismo y muerte. Lo erótico se muestra en planos abiertos, desplegando una variedad de matices en el yo interno. Aunque en casi toda la obra poética de María Calcaño está presente el tema de la muerte, en Alas fatales alcanza una calidad semántica, como complemento de lo erótico. Veamos el poema “Sembrador”:

 

No te pediré más

cuando me siembres.

¡Ya seré para ti

el retazo de tierra fértil,

carne florida

al chupar tu raíz!

En los dos está el nudo

fácil de la vida;

engendra, hombre que posees

tronco fuerte y amplias venas.

No te pediré más

cuando me tomes,

me repiques adentro

y me calles

las bocas impacientes

que el retoño más bello

levantara mis brazos seguros y salvajes

cuando la siembra cuaje

sangre de los dos.

 

Calcaño demuestra en este poema un pleno conocimiento del erotismo. Allí, la reproducción sexual aparece ligada a la muerte, el amado aparece transfigurado en sembrador al que la amada le dice casi agónica que “no le pedirá más” cuando la siembre, pues ya será “tierra fértil”, sembrada.

Bataille nos dice que el erotismo como el arte es un ejercicio propio del género humano. El escritor francés estudia esta asociación entre erotismo y muerte, afirma que el erotismo “marcha a contracorriente de la muerte”. En la “plétora sexual” donde los cuerpos se imbrican, se tuercen, se toman, entran en abismos, desfallecen; se produce una ruptura de la discontinuidad y el ser se acercan a la continuidad posible; la muerte.

Así pues, María Calcaño, muestra en estos poemas clara conciencia de esta asociación. Un verbo irreverente se aprecia contundente en toda su poesía. Si en Alas fatales, el cuerpo propio y las infinitas vertientes del erotismo constituye el tema central, en Entre la luna y los hombres (1961) el tema es la mujer en el espacio de lo doméstico: la casa. Allí, el sujeto femenino se muestra feliz en su rol de ama de casa, cumpliendo las tareas u oficios “propios del sexo femenino”, pero sin dejar de matizar lo erótico como parte de lo humano. En este libro encontramos una combinación de irreverencia y sumisión, donde Calcaño pone en evidencia las distintas experiencias de vida por las que atraviesa.

Citemos el poema “Echo a volar tus camisas”:

 

En las ramas de un naranjo

echo a volar tus camisas

 

¡Qué alegre amanece el patio

de la casa¡

Lindo esta mi asoleadero

cuando lavo.

como si tuviese alas

con tus camisas tendidas.

Las hojas se ponen húmedas

y las camisas retozan.

Un saludo de mar verde

por un adiós de pan blanco.

Son tus camisas de fiesta

tus camisas de trabajo

con agudos alfileres

sostenidas en el aire.

Brillando de puro blancas,

calle arriba, calle abajo

por todas partes te llevan…

Yo te aguardo.

La noche siempre esta hermosa

¡Qué alegre amanece el día

en mi pecho!

 

En otro poema de ese libro, titulado “Para irme con el mar”, Calcaño evoca el espacio de la casa primera, la materna, con sus vivencias de niña y adolescente despuntando ya en mujer. Cito el poema:

 

¡Se cayó la casa¡

Ya esta con los hombros en tierra

mi madre de treinta años.

La había abandonado

para irme con el mar.

Y a caído junto con mis sueños

resaca de piedras

como los que se van sin hablar.

 

Mi casa de arena

Y cal y caña brava-

Mi casa llena de historias…

con árboles

y amores

y locuras y pájaros

y yo.

Sólo ha quedado

un poquito de agua

en el aljibe.

Una medalla suelta

Un ojo aun con vida

Que me mira absorto.

Apoyo la frente

Sobre una teja rota y lloro.

¡Así mismo me miro mi madre!

 


En el libro Entre la luna y los hombres, editado póstumamente, la poeta expresa desde el amor, desde la casa, el yo mujer sumiso frente a la figura masculina. La irreverencia del yo femenino y su atrevimiento que se muestra en Alas fatales, aquí se presenta domesticado.

Es claro que, en la poesía de Calcaño, aún hay mucho por explorar. Reafirmamos la necesidad de impulsar una revalorización de su trabajo poético. Reconocer los logros de esta poesía es darle justo lugar a la tradición poética femenina en Venezuela.

No puedo concluir sin mencionar, aunque sea brevemente el libro La hermética maravillada (1938). Titulo tan significativo como Alas fatales. En sus textos, Calcaño continúa con el tema de la muerte, ya no como complemento de lo erótico, sino como parte de la existencia, del vivir. El sujeto femenino que enfrenta los rigores de la muerte inminente. Este tema como ya hemos dicho está profundamente expresado en su obra. Si bien es un tema asociado al Romanticismo, en Calcaño es un tema asociado a su propia experiencia de vida.

En los poemas de La hermética maravillada es recurrente el sentimiento de lo que ya termina, acaba, llega a su finitud. Hay en ellos, cierto manejo de la ironía y desconcierto ante la enfermedad, ante el destino penoso. 35

Citemos el poema que da inicio al libro:

 

¡Qué males son estos¡

Lloro

Y no dejo de estar hermosa.

Pero no puedo moverme en muchas horas…

Y esta palidez

que sabe a caricia.

Estoy sonreída

como con otro rostro

muy lejano…

Si este ruido que escucho

fueran tus pies descalzos,

desnudos

¡para resbalarlos en mi sabana tibia¡

Enérgica es la caricia que me inunda.

 

Así pues, eros y muerte siguen en el centro de su discurso poético. Presentes en el discurso también, la fragilidad amorosa, la sumisión, lo doméstico, la irreverencia, la rebelión y transgresión; el sujeto femenino que hace conciencia de su ser, se mueve hacia dentro y aflora pleno en su existir.

Si bien la publicación de la obra poética de María Calcaño, así como su diario y las cartas reunidas bajo el título Páginas de un diario olvidado y otros relatos (1916-1956), ambos por parte de Monte Ávila Editores, sacaron a la poeta marabina del lugar de ausencia que tenía en la poesía venezolana; también es cierto que su poesía aun espera por más lectores y por la justa valorización de sus logros poéticos por parte de la crítica literaria, toda vez que en los últimos años, con el reconocimiento que ha dado el proceso bolivariano a la voz de la mujer, a sus luchas y su papel determinante en lo humano y en lo social, es pertinente que se le dé el justo valor a una mujer, a una poeta, que se atrevió a exponer por primera vez, temas prohibidos por la moral pacata, como el placer sexual, el aborto, la concubina, el amor furtivo, el cuerpo, lo erótico y la muerte.

 

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Celsa Acosta Seco (Venezuela, 1964). Economista, periodista, luchadora social, feminista, legisladora y editora. Ha laborado en el Ministerio de Turismo, el Consejo Legislativo del estado Falcón; el periódico El Nuevo Semanario y la revista Fábula. Es autora de una obra poética donde destacan los libros Otro lugar (1992), Labio ebrio (1998), Hendidura de agua (2004) y Voces (2017). Ha participado en numerosos eventos internacionales, ferias del libro y festivales de poesía en Chile, Cuba, Colombia y Venezuela, y desempeñado cargos públicos de importancia en su ciudad natal. 



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