En este trabajo de valoración
de la obra poética de María Calcaño, me propongo exponer el tratamiento del cuerpo
propio y sus infinitas vertientes como elemento caracterizador de lo erótico en
su poesía. Y es que gran parte de la poesía escrita por mujeres en Hispanoamérica
tiene esta impronta. Asimismo, la poesía venezolana escrita por mujeres– desde principios
del siglo XX hasta hoy– no escapa a esta afirmación.
Hasta mediados del siglo
XX, el pensamiento dominante había relegado a espacios subordinados lo único realmente
tangible que posee el sujeto: el cuerpo, poniendo al ser como centro superior del
sujeto. El cuerpo, al ser relegado a espacios de sometimiento –censurado o prohibido– se revela en la experiencia interior. Pero al revelarse transgresor no abandona
lo prohibido, no lo suprime, contrariamente los dos elementos entran en la experiencia
interior.
El
erotismo según Georges Bataille
Georges Bataille, uno de los exponentes
fundamentales de la filosofía francesa del siglo XX, aunque siempre rechazó el calificativo
de filósofo, nos dice al respecto en su célebre libro El Erotismo, lo siguiente:
Si la prohibición entra en juego plenamente,
es difícil. La prohibición fue por adelantado algo conveniente para la ciencia:
alejaba su objeto –lo prohibido– de nuestra conciencia, arrebatada al mismo tiempo
de nuestra conciencia... | El conocimiento del erotismo requiere una experiencia
personal, igual y contradictoria, de lo prohibido y la transgresión.
Si como dice Bataille
el erotismo es uno de los aspectos de la vida interior del hombre, y este se diferencia
de la sexualidad animal, precisamente porque se moviliza a la vida interior, entonces
su objeto de deseo al sentirse condenado a lo prohibido, se mueve en la interioridad
para expresarse y rebelarse.
Reafirma Bataille, que
debemos tomar al erotismo en consideración “como el movimiento del ser en nosotros
mismos”. Y ese movimiento o “desequilibrio” del ser, se cuestiona a sí mismo conscientemente.
Los obstáculos que se le presentan al ser, en la comunicación de la experiencia
interior, dice el escritor francés, obedecen a la prohibición que la fundamenta.
El cuerpo como lugar
donde el individuo se pronuncia y se relaciona con el mundo, determina de alguna
manera la actuación del mismo y su discurso. Pero el pensamiento dominante, a la
hora de presentar los parámetros que validan su discurso, diseña técnicas aparentemente
neutras que fundamentan, en función de la ansiada “objetividad”, la irrelevancia
del sujeto que emite su discurso y de su experiencia interior.
Cuando surge la crítica
contra la cultura occidental sostenida o fundamentada en el pensamiento socrático
cartesiano, se inicia y se refuerza una nueva forma de ver y comprender la naturaleza
humana. Esta crítica, tiene en Nietzsche su principal representante. Con él, no
solamente se logra instaurar una nueva forma de comprensión de lo humano; también
es importante el impulso vital que éste da a la historia del pensamiento, propiciando
la reorientación de la forma de comprender las manifestaciones corporales.
Sin duda, la modernidad
trajo consigo nuevas teorizaciones acerca del cuerpo. La historia de las ideas se
detuvo con atención sobre este tópico y cuestionó bajo la influencia de Nietzsche
la concepción cartesiana del sujeto. Esta crítica produjo de forma directa la reorientación
en el estudio del cuerpo, y abrió nuevas formas de acceder a su comprensión y a
las experiencias ligadas a éste.
El sujeto en su relación
cuerpo-mundo, se involucra en una serie de relaciones ceñidas a la interioridad
del individuo y la exterioridad del mundo, donde el cuerpo es el lugar donde el
mundo se hace posible, converge y se proyecta.
El sujeto personificado
no puede menos que demostrar la conciencia de estar en el mundo, su manera de verlo,
de pensarlo y de enfrentarlo desde un cuerpo, cuyo rasgo más evidente es su condición
sexuada. Por lo tanto, el sujeto asiente como válidas las huellas de la subjetividad,
del lugar y de la experiencia que van a marcar lo distintivo de las voces, en la
red de discursos que conforma la cultura.
Ahora bien, en esa red
de discursos, la voz femenina evidencia las distintas formas de resemantizar el
lenguaje del cuerpo, sea por el erotismo y todas sus vertientes, por la ritualidad
de la casa (lo cotidiano, doméstico), los espacios corporales donde se conduce el
yo femenino, para reincorporar a la experiencia interior y asumir su discurso en
la transgresión.
Como sabemos, del otro
lado, la voz masculina impone la lógica del todo, fundada en lo universal. En el
discurso habla del todo y para todos y cree que una acción individual es válida
para todos, y cree que todo pasa por el goce fálico y que este es el único.
En este sentido, también
es importante decir que el hecho de tener un cuerpo biológicamente de mujer, no
implica el que se tenga una voz femenina. Si bien el discurso femenino tiende a
diluir la preponderancia fálica del lenguaje, no significa que no pueda comulgar
con lo masculino; y a la vez, la voz masculina puede desarrollar un discurso que
toque lo femenino. Es decir, lo macho no obliga a colocarse en el todo. Así como
la voz femenina puede permear lo masculino y transmutarlo, apartado de la lógica
del todo.
Erotismo
y cuerpo propio en la poesía venezolana escrita por mujeres
La crítica feminista siempre ha planteado
la necesidad de valorar una tradición de la poesía escrita por mujeres, la cual
ha sido marginada por la crítica oficial.
En el caso de Venezuela,
en el panorama de la poesía del siglo XX se aprecian distintos y múltiples rasgos
que dan cuenta del logro de nuevas vías y formas poéticas, cuyo proceso reclama
una reinterpretación que haga visible el reconocimiento de una poesía llena de voces
propias. En esa multiplicidad de voces, se muestra un conjunto bastante diferenciado
que abarca parte significativa de la producción poética venezolana, ese conjunto
es las voces femeninas.
La presencia de una lírica
escrita por mujeres en Venezuela, viene a descubrir el rostro de nuevos tiempos,
momentos en que la mujer empieza a alzar su voz y a pronunciarse ante el mundo,
acto que le vincula otra manera de ver la existencia, de su relación con el otro
y consigo misma.
Ya Margara Russotto en
Tópicos de retórica femenina (1993), hace un bosquejo de las marcas que hacen
de la poesía femenina de los años treinta una poesía con características propias,
las cuales registran a la experiencia como fundamento del quehacer poético, entre
las que menciona el erotismo como valor de la afirmación. El tratamiento del cuerpo
propio y lo erótico en la poesía escrita por mujeres en Venezuela, se inaugura de
manera decisiva con dos voces que exhiben propuestas estéticas bien diferenciadas,
atípicas, las cuales abren brechas en la construcción de un discurso consciente
de su propia naturaleza y del oficio de la poesía. Estas dos voces son Enriqueta
Arvelo Larriva (1886-1962) y María Calcaño (1906-1956), quienes en sus creaciones
estéticas distinguen en torno al cuerpo propio dos formas de hacer manifiestas sus
representaciones. Enriqueta Arvelo interioriza y enmascara un cuerpo transfigurado
en naturaleza, el cuerpo es paisaje y el paisaje se hace cuerpo, revelando un lugar,
una geografía donde el cuerpo dibuja la fugacidad de lo erótico, las marcas del
movimiento en la experiencia interior.
María Calcaño es la voz
que abre toda una tradición que se despliega en torno a la red de significaciones
que circulan alrededor del cuerpo; pero no el cuerpo apegado a la tradición clásica,
cerrado y delimitado, sino el cuerpo propio, que se expresa en primera persona y
se haya íntimamente ligado a las circunstancias que rodean al sujeto.
Es con estas dos poetas
de principios del siglo XX –Arvelo Larriva y Calcaño– con quienes se funda una
escritura femenina que remite de forma reiterada y múltiple al cuerpo propio, el
cual se hace presente en distintas vertientes para dejar ver una deconstrucción
de la mujer imaginada, la mujer que se apropia de si y restaura el lugar del cuerpo
como sujeto.
Nacida en Maracaibo,
María Calcaño cultivó la alegría de ser mujer, hizo del cuerpo propio y de lo erótico
la base de su trabajo poético. Al tematizar la entrega al otro, y burlarse de los
estereotipos machistas, se vuelve transgresora ante los ojos de la sociedad conservadora.
Su primer libro Alas fatales (1935), marca un momento extraordinario en la
poesía venezolana, pues la voz que se vuelca allí, resulta un antecedente en la
tradición cultural femenina. Alas fatales exige una nueva lectura y un reconocimiento
por parte de la crítica, por su singularidad estilística y propositiva, que ha sido
marginada y tergiversada por la crítica conservadora.
En las páginas de Alas
fatales, asistimos a la manifestación de una clara conciencia de género, única
para su época, una poesía que se nombra tremendamente en femenino, en “yo mujer”,
en “soy mi cuerpo”. El sujeto lirico de clara identidad femenina, se presenta atrevido,
transgresor, en la adolescente que apenas despunta en los placeres de un cuerpo
de mujer y la mujer que delira, espera, encuentra y sorprende al amado, lo lleva
a las múltiples vertientes en que se manifiesta el cuerpo, afinando aptitudes y
abordando temas escabrosos para entonces, como el aborto y el placer sexual. Calcaño
en Alas fatales, recrea una aptitud lúdica a través de la exaltación del
cuerpo propio, cuando dice por ejemplo, “la alegría es mi desnudez”.
Todavía
me sabe
A
quemazón la boca,
Con
esta risa loca
Y
aun me duele!
Ni
la esencia me cabe
De
una flor…
Todavía
estoy
olorosa
a tu voz
a
manos tierna…
En
sabores me enciendo
Y
tengo un gusto de raíz.
Todavía
me sabes
quemadura
de amor!
y
el cuerpo deletrea
el
suplicio feliz.
En los poemas titulados
“Cosmos” y “Me ha de bastar la vida”, Calcaño pronuncia desde lo erótico, un discurso
pleno de significaciones, en donde el yo poético muestra de manera contundente el
cuerpo propio que se duele en el goce con el otro, con el amado. Así, en el poema
titulado “Cosmos”, leemos:
Una
gran desnudez
mi
cuerpo
y
la noche.
Pero
sueño en el alba!
Alba
abertura
de sangre
y
de alas
(…)
El cuerpo transfigurado
en oscuridad, en la extensa piel de la noche, pero anhela el alba donde muestra
sus heridas y sus alas fatídicas. En “Me ha de bastar la vida”, con tono más transgresor,
el cuerpo propio se hace a su propio goce, ardor volcado en si y en el otro:
Cae
sobre mi carne dolorosa
lamiéndome
hacia adentro
hoguera
deliciosa
Quémame
duro, hondo!...
ni
en mi dolor reparo
cuando
te pido recia lastimadura.
En este libro compuesto
por 75 poemas, encontramos textos donde la autora muestra cierto retoricismo insurgente,
en otros encontramos al yo poético en segunda persona, y en otros el sujeto femenino
que es receptor del amado, se desdobla en su yo poético hacia lo interior de si
mismo. También encontramos textos enunciativos. Llaman poderosamente la atención
los poemas –aunque pocos– donde Calcaño acierta en el tratamiento de la asociación
entre erotismo y muerte. Lo erótico se muestra en planos abiertos, desplegando una
variedad de matices en el yo interno. Aunque en casi toda la obra poética de María
Calcaño está presente el tema de la muerte, en Alas fatales alcanza una calidad
semántica, como complemento de lo erótico. Veamos el poema “Sembrador”:
No
te pediré más
cuando
me siembres.
¡Ya
seré para ti
el
retazo de tierra fértil,
carne
florida
al
chupar tu raíz!
En
los dos está el nudo
fácil
de la vida;
engendra,
hombre que posees
tronco
fuerte y amplias venas.
No
te pediré más
cuando
me tomes,
me
repiques adentro
y
me calles
las
bocas impacientes
que
el retoño más bello
levantara
mis brazos seguros y salvajes
cuando
la siembra cuaje
sangre
de los dos.
Calcaño demuestra en
este poema un pleno conocimiento del erotismo. Allí, la reproducción sexual aparece
ligada a la muerte, el amado aparece transfigurado en sembrador al que la amada
le dice casi agónica que “no le pedirá más” cuando la siembre, pues ya será “tierra
fértil”, sembrada.
Bataille nos dice que
el erotismo como el arte es un ejercicio propio del género humano. El escritor francés
estudia esta asociación entre erotismo y muerte, afirma que el erotismo “marcha
a contracorriente de la muerte”. En la “plétora sexual” donde los cuerpos se imbrican,
se tuercen, se toman, entran en abismos, desfallecen; se produce una ruptura de
la discontinuidad y el ser se acercan a la continuidad posible; la muerte.
Así pues, María Calcaño,
muestra en estos poemas clara conciencia de esta asociación. Un verbo irreverente
se aprecia contundente en toda su poesía. Si en Alas fatales, el cuerpo propio
y las infinitas vertientes del erotismo constituye el tema central, en Entre
la luna y los hombres (1961) el tema es la mujer en el espacio de lo doméstico:
la casa. Allí, el sujeto femenino se muestra feliz en su rol de ama de casa, cumpliendo
las tareas u oficios “propios del sexo femenino”, pero sin dejar de matizar lo erótico
como parte de lo humano. En este libro encontramos una combinación de irreverencia
y sumisión, donde Calcaño pone en evidencia las distintas experiencias de vida por
las que atraviesa.
Citemos el poema “Echo
a volar tus camisas”:
En
las ramas de un naranjo
echo
a volar tus camisas
¡Qué
alegre amanece el patio
de
la casa¡
Lindo
esta mi asoleadero
cuando
lavo.
como
si tuviese alas
con
tus camisas tendidas.
Las
hojas se ponen húmedas
y
las camisas retozan.
Un
saludo de mar verde
por
un adiós de pan blanco.
Son
tus camisas de fiesta
tus
camisas de trabajo
con
agudos alfileres
sostenidas
en el aire.
Brillando
de puro blancas,
calle
arriba, calle abajo
por
todas partes te llevan…
Yo
te aguardo.
La
noche siempre esta hermosa
¡Qué
alegre amanece el día
en
mi pecho!
En otro poema de ese
libro, titulado “Para irme con el mar”, Calcaño evoca el espacio de la casa primera,
la materna, con sus vivencias de niña y adolescente despuntando ya en mujer. Cito
el poema:
¡Se
cayó la casa¡
Ya
esta con los hombros en tierra
mi
madre de treinta años.
La
había abandonado
para
irme con el mar.
Y
a caído junto con mis sueños
resaca
de piedras
como
los que se van sin hablar.
Mi
casa de arena
Y
cal y caña brava-
Mi
casa llena de historias…
con
árboles
y
amores
y
locuras y pájaros
y
yo.
Sólo
ha quedado
un
poquito de agua
en
el aljibe.
Una
medalla suelta
Un
ojo aun con vida
Que
me mira absorto.
Apoyo
la frente
Sobre
una teja rota y lloro.
¡Así
mismo me miro mi madre!
Es claro que, en la poesía
de Calcaño, aún hay mucho por explorar. Reafirmamos la necesidad de impulsar una
revalorización de su trabajo poético. Reconocer los logros de esta poesía es darle
justo lugar a la tradición poética femenina en Venezuela.
No puedo concluir sin
mencionar, aunque sea brevemente el libro La hermética maravillada (1938).
Titulo tan significativo como Alas fatales. En sus textos, Calcaño continúa
con el tema de la muerte, ya no como complemento de lo erótico, sino como parte
de la existencia, del vivir. El sujeto femenino que enfrenta los rigores de la muerte
inminente. Este tema como ya hemos dicho está profundamente expresado en su obra.
Si bien es un tema asociado al Romanticismo, en Calcaño es un tema asociado a su
propia experiencia de vida.
En los poemas de La
hermética maravillada es recurrente el sentimiento de lo que ya termina, acaba,
llega a su finitud. Hay en ellos, cierto manejo de la ironía y desconcierto ante
la enfermedad, ante el destino penoso. 35
Citemos el poema que
da inicio al libro:
¡Qué
males son estos¡
Lloro
Y
no dejo de estar hermosa.
Pero
no puedo moverme en muchas horas…
Y
esta palidez
que
sabe a caricia.
Estoy
sonreída
como
con otro rostro
muy
lejano…
Si
este ruido que escucho
fueran
tus pies descalzos,
desnudos
¡para
resbalarlos en mi sabana tibia¡
Enérgica
es la caricia que me inunda.
Así pues, eros y muerte
siguen en el centro de su discurso poético. Presentes en el discurso también, la
fragilidad amorosa, la sumisión, lo doméstico, la irreverencia, la rebelión y transgresión;
el sujeto femenino que hace conciencia de su ser, se mueve hacia dentro y aflora
pleno en su existir.
Si bien la publicación
de la obra poética de María Calcaño, así como su diario y las cartas reunidas bajo
el título Páginas de un diario olvidado y otros relatos (1916-1956), ambos
por parte de Monte Ávila Editores, sacaron a la poeta marabina del lugar de ausencia
que tenía en la poesía venezolana; también es cierto que su poesía aun espera por
más lectores y por la justa valorización de sus logros poéticos por parte de la
crítica literaria, toda vez que en los últimos años, con el reconocimiento que ha
dado el proceso bolivariano a la voz de la mujer, a sus luchas y su papel determinante
en lo humano y en lo social, es pertinente que se le dé el justo valor a una mujer,
a una poeta, que se atrevió a exponer por primera vez, temas prohibidos por la moral
pacata, como el placer sexual, el aborto, la concubina, el amor furtivo, el cuerpo,
lo erótico y la muerte.
Celsa Acosta Seco (Venezuela, 1964). Economista, periodista, luchadora social, feminista, legisladora y editora. Ha laborado en el Ministerio de Turismo, el Consejo Legislativo del estado Falcón; el periódico El Nuevo Semanario y la revista Fábula. Es autora de una obra poética donde destacan los libros Otro lugar (1992), Labio ebrio (1998), Hendidura de agua (2004) y Voces (2017). Ha participado en numerosos eventos internacionales, ferias del libro y festivales de poesía en Chile, Cuba, Colombia y Venezuela, y desempeñado cargos públicos de importancia en su ciudad natal.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 183 | outubro de 2021
Curadoria: Gabriel Jiménez Emán (Venezuela, 1950)
Artista convidado: Ricardo Domínguez (Venezuela, 1956-2014)
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