quinta-feira, 22 de julho de 2021

ALEXIS ZALDUMBIDE | Veintidós libros para aporrear a la peste



Los muertos se apilan en las calles y en los corazones, es un absurdo río de nombres de amigos y parientes que tachamos de nuestras listas de afectos, ausencias que generan un eco profundo.

Nuestros cálculos erraron en anticipar este escenario; o tal vez, en un exceso de optimismo, no pensamos que la enfermedad, la miseria humana y política, serían tan abarcadoras. En todo caso, este es el entorno que nos corresponde, la convivencia con lo infausto, devenida en lugar común y punto de convergencia.

Bajo este contexto de una opacidad que promueve ascua y asombro, aparece Alfabeto del Mundo, colección de poesía propuesta por Editorial La Castalia y Ediciones de la Línea Imaginaria, sellos editoriales de Mérida, Venezuela y de Quito, Ecuador; que conjugando esfuerzos han construido un mapa expansivo y poderoso, catálogo que aúna a grandes referentes de la poesía de Latinoamérica, el Caribe y España; y que está concebido como un ejercicio de resistencia transfronterizo.

Resistir a la enfermedad y al miedo, resistir a la insatisfacción y al asco; resistir con poesía.

Una iniciativa original y extraña, que deslumbra; en primer lugar por apostar por literatura de libre acceso y de excelente calidad, pues los veintidós libros que por ahora conforman este muestrario, se distribuyen de manera digital y gratuita en las páginas de ambas editoriales. Algo desconcertante en una época en la que prima la novedad cultural y las modas, donde se prioriza la venta y el rendimiento económico sobre la calidad y el valor artístico de las obras.

Otro detalle destacable e inesperado, es la estrategia implementada para promover la colección. Los títulos han sido presentados en conjunto, en tres entregas realizadas en el lapso de un año. Entendemos que el interés es enfatizar en las conexiones que se construyen al agrupar a distintas voces poéticas de Iberoamérica, en un solo tejido subyacente, que pone en tensión los discursos y el sentido mismo de la literatura; propiciando una lectura más amplia y rica, además, de generar una aproximación a la diversidad y brillantez de la poética contemporánea realizada en nuestro idioma.

Es sutil, pero constituye un acto de subversión a las prácticas editoriales convencionales, que prefieren dar visibilidad individual a cada ejemplar, con lo que el concepto de colección queda relegado a un sentido más funcional de clasificación genérica, restando posibilidad a una propuesta de universo discursivo ampliado, que es lo que promueve Alfabeto del Mundo.

Lo hecho por Editorial La Castalia y Ediciones de La Línea Imaginaria resulta apabullante, desmedido y hermoso; tanto por la insubordinación a los usos y costumbres de la gestión cultural habitual, como por la trascendencia y la valía de los textos que nos ofrecen.


Si entendemos que la buena literatura no necesita de la dimensión pública, se repliega en sus propios territorios, en su vitalidad, en el encuentro casual que es su verdadera libertad; pero que para discernirla en medio del bullicio digital y de la descomunal producción que inunda las librerías; que en su mayoría es tibia, intrascendente o mala, colegimos que es imperioso contar con lectores responsables y editores inteligentes, que a través de sus recomendaciones puedan alumbrar los caminos y hacer más fácil el encuentro con obras que trasciendan a los contextos infames y perduren como herida en nuestra imaginación, en nuestra conciencia o en los actos de nuestra vida.

Esta parece ser la motivación mayor de los curadores de esta estupenda selección de títulos, José Gregorio Vásquez, Aleyda Quevedo y Edwin Madrid, quienes ofrecen con una generosidad encomiable, lo que consideran es poesía digna y resplandeciente. No creo que exista acto de amor más grande que este; recomendar un buen libro.

Es notable además, la búsqueda de la totalidad en la concepción de este proyecto, no es casual el haber elegido como nombre para esta colección: Alfabeto del Mundo, que rinde homenaje al libro homónimo del poeta y ensayista venezolano Eugenio Montejo. Pero que además encaja bien con la pretensión titánica de este ejercicio editorial, de mostrarlo todo de una sola vez, un universo poético complejo, enorme y vastísimo.

Para el filósofo austriaco Ludwing Wittgenstein el lenguaje define los horizontes de nuestro universo, lo que no se encuentra nombrado no existe, por tanto, la capacidad expresiva que poseemos determina las fronteras de nuestro conocimiento. La comprensión del mundo está atravesada por el dominio y entendimiento de los sistemas lingüísticos, y por la destreza para conjugar los distintos signos que conforman los alfabetos humanos.

Esta idea no es nueva, los antiguos cabalistas hebreos solían utilizar una máxima para enfatizar el poder que tienen las palabras. Incluso, en las consideraciones más clásicas del Cristianismo y del Judaísmo, el Verbo creador es Dios. La máxima a la que hago referencia, y que explica la capacidad del lenguaje para delimitar las fronteras de nuestra existencia es: “Todo está contenido del Aleph al Tau”.

Lo que quiere decir que el mundo y sus posibilidades temporales, sus contingencias y sus espurias victorias y felicidades caben de la A a la Z y del Alfa al Omega.

El alfabeto viene a ser la puerta de entrada a la comprensión universal, por eso en el mítico cuento de Borges el Aleph, esa pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor, cuyo diámetro sería de dos o tres centímetros, pero que constituye el espacio cósmico sin disminución de tamaño, recibe el nombre de la primera letra del alfabeto hebreo, simbólicamente Borges nos dice que el lenguaje es el único vehículo para aprehender al universo, sería el espacio improbable y privilegiado desde donde podemos acceder a todos los actos y a todos los tiempos que conviven, de forma transparente y sin superposición.


Alfabeto del Mundo es la apuesta consciente por hacer visible ese universo poético, de momento son veintidós libros para aporrear la crisis, para soportar a los embates de la tragedia. O al menos lo han sido para mí, esto sin idealizar a la literatura, tampoco colocarla como un medio privilegiado de evasión.

Leer ha sido la única vía posible para conectar con la voz humana y con su elusivo espíritu, en medio del distanciamiento y de las lejanías, de los olvidos que se van acumulando y de los atroces actos de los ignominiosos, leer se convierte en un acto de resistencia, de enojo, de sobrevivencia, para no perder la conexión con la humanidad.

La poesía es distinta a la narrativa, su sinceridad e incluso la transparencia son indispensables para que funcione, para que no se sienta como una imposición, como una lucha tonta, el ejercicio poético tiene que ver con esa capacidad de extraer la esencia a las carcasas, a los cuerpos, a las piedras, como una prensa potente que solo saca el jugo básico, lo indispensable y desecha el resto, prescinde de lo que es denso y pesado, apuesta por lo sustancial.

Esto queda patente en esta preciosa colección, tan extensa y profunda pero a la vez esencial, que lega una variedad de registros casi inagotable. En esta experiencia diáfana y confrontadora, transparente y humana, encontramos títulos como golpes, versos que reverberan. Refiero unos pocos, aunque todos los libros elegidos tienen calidad uniforme y extraordinaria.

 

Con la poesía de Samuel Vásquez podemos deambular mirando de cara al cielo, preguntándonos por Dios, increpando en un justo odio, el odio que muchas veces he sentido durante este año, en sus voz intrincada y solitaria uno se desgañita la garganta y a veces termina compadeciendo la levedad humana.

 


En mi lectura de Ana Lafferranderie encuentro el amor, como un fragmento mínimo, un juguete de hace milenios, de una infancia extraviada, ese bracito que le faltaba a la muñeca, ese casual descubrimiento de lo mínimo que a la vez es tremendamente expresivo. Ayer tenía prendidos estos versos de uno de sus poemas, estaban clavados en mí cabeza acompañando mi ánimo cetrino. Es de lo que hablo, poesía que pervive:

 

Nacer de nuevo,

nacer de otra energía

descanso que se sueña con los ojos abiertos,

con la mira en un punto imposible.

Es la idea de hoy, en un rato se cae en dos días se olvida.

Se olvida esta puntual forma del miedo.

Miedo que se reconoce al cerrar puertas,

se nombra en lenguaje de señas, se alisa en las hojas

 

En la poesía de Aleyda Quevedo vemos de forma directa el océano y su marina feminidad, pero eso solo a simple vista, en el buceo profundo entendemos un rigor absoluto, una postura de vida que parece inquebrantable, un culto prolijo a la palabra, que provoca envidia y también una profunda reverencia, cariño por la poesía y cariño por las potencias de la existencia.

El muestrario es lúcido y a veces nos vaticina tragedias, hay concreción y también soltura, comedimiento con el lenguaje, párrafos largos y versos breves y demoledores. Es increíble encontrar en esta colección nombres tan potentes como el de Curbelo, Courtoisie o Cerón, y libros tan bellos como el de Mayra Santos Febres, y de tantos otros nombres a los que hoy solo puedo rendir admiración.

Por esto mi gratitud enorme al trabajo editorial realizado al concebir este sueño, eso y mi defensa absoluta a este ejercicio arriesgado que es un acto de valentía y de verdadero amor.

 


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Número 176 | julho de 2021

Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)

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