Hace tres mil años o más se ha producido un cambio en nuestro pensamiento,
un cambio en el modo en que viven nuestras almas que nos afecta y nos pone en peligro.
Propongo que nuestro pensamiento procede de nuestra condición de tener cuerpo, de
ser vivos, animales, vertebrados, con cerebros desarrollados. Por su parte la psicología
profunda propone (ya lo dijimos) que en el alma de cada ser humano hay componentes
masculinos y femeninos. Ya seamos varones o mujeres, este es el caso en nuestro
interior. Según esta propuesta la parte creativa de cada uno de nosotros es la contraria
a nuestra apariencia sexual. La parte creativa de las mujeres es masculina, la parte
creativa de los varones es femenina. La conjunción de elementos masculino y femenino
que dio inicio a nuestras vidas permea nuestro ser, desde cada una de nuestras células
hasta la totalidad de nuestra realidad física. Y nuestra realidad física, conjuntamente
con la realidad física de nuestro entorno, condiciona nuestro modo de “ser” y nuestra
manera de actuar.
Al parecer hace mucho, mucho tiempo, las actividades de las mujeres y las
de los varones tenían que ser diferentes para que sobreviviera la especie. Las mujeres
se encontraban frenadas en sus actividades cuando estaban criando sus hijos. Se
apoyaban unas a otras en estas tareas. Se comunicaban con otras mujeres que tenían
cerca de sí. Charlaban. Realizaban simultáneamente actividades múltiples y su atención
debía estar en un estado alerta disperso, de modo que todo lo que hacían pudiera
atenderse. Tenían que atender a sus hijos, calmar sus llantos, alimentarlos, protegerlos
de los elementos, mientras buscaban sustento para el grupo humano del que eran parte.
Este estado mental de dispersión alerta ha hecho que se desarrollaran habilidades
específicas en nuestros cerebros. Las células encargadas de estas habilidades son
más numerosas en el lado derecho de nuestro cerebro. Al mismo tiempo, las mujeres
que estaban en su periodo de fertilidad (que dura más o menos cuarenta años), perdían
sangre cada mes y para reponerlo tenían necesidad de que sus dietas contuvieran
hierro. Una buena fuente de hierro son las carnes.
Los varones aprendieron que a las mujeres las podían conquistar con mayor
facilidad si les ofrecían carne. Se hicieron cazadores. Para ser buen cazador hay
que poder enfocar la atención, hay que poder concentrarse en forma extraordinaria.
Es necesario herir con precisión al animal que se está cazando para que muera, porque
si su herida no es mortal, se escapa demasiado lejos. No puede la atención estar
dispersa, tiene que enfocarse con precisión en un punto del animal que se está cazando,
el punto vulnerable. Enfocar la atención, concentrarse durante largo tiempo en un
punto, desarrolla con preferencia las células que conforman el lado izquierdo de
nuestro cerebro. [1] Los varones salían
de caza con otros varones porque para derribar a un animal mayor se podía necesitar
de varios de ellos. Luego, para traer la caza al lugar en que lo podían compartir
con las mujeres, podía también requerir a varios de ellos. Cuando cazaban difícilmente
podían estar charlando, cualquier ruido que hicieran podía espantar al animal que
estaban celando.
Los grupos masculino y femenino de nuestros ancestros desarrollaron la
fisiología de nuestros cerebros que a su vez producen comportamientos distintos
y habilidades diferentes. Hay por ello que considerar que cuando actuamos nuestro
comportamiento refleja estas antiquísimas conquistas de nuestra especie.
Hay actividades que son masculinas, otras femeninas. Este es un asunto
de género, no de sexo. Cuando una mujer aprende a manejar un arco y una flecha y
se convierte en campeona olímpica de tiro al blanco, debe hacer uso de secciones
de su cerebro que desarrollaron nuestros remotos ancestros cazadores varones. Debe
ser capaz de fijar la atención en un solo punto y también debe poder concentrarse
en su sola tarea. Cuando un varón se dedica a la cocina y se convierte en un chef
mundialmente aplaudido debe aplicar partes de su cerebro que brindan habilidades
conquistadas por las mujeres que nos precedieron hace millones de años. Debe poder
poner atención a la múltiple cantidad de ingredientes que va a usar, cada uno con
características propias y debe poder atender acciones simultáneas para lograr que
todos los alimentos que se servirán a la mesa estén listos en el momento en que
serán consumidos.
Masculino, femenino, elementos de la conducta humana que aparecen en lo
que hacen y viven tanto hombres como mujeres. Se me ocurre ponerlos en el espejo
del arquetipo de los héroes y las heroínas.
Una heroína mujer que se comportaba de forma masculina podría ser Juana
de Arco. Unas voces que oía, que venían de su interior quizás fueron elementos femeninos
de ella, pero el ponerse al frente de un ejército y dirigir una batalla es el lado
masculino de su conducta. Una conducta que chocó a tal punto a los varones que la
juzgaron la condenaron a la hoguera. Si hubiera sido varón la habrían ascendido
a general de división.
Un varón que se ha desempeñado de manera particularmente femenina usando
cuanta artimaña y retorcijón político podía haber a su alcance ha sido Raoul Wallenberg.
Es poco conocido porque lo varones que muchas veces escriben la historia se deleitan
más en contar las hazañas de los generales de división de su época. Wallenberg era
sueco y no era miliar. Trabajó como diplomático y no era diplomático. Abandonó todo
lo que le era familiar, incluso su profesión de arquitecto y se dedicó a salvar
vidas de personas perseguidas y condenadas al exterminio. A mí me parece que era
uno de los más extraordinarios héroes de la humanidad entera, pero siendo varón
se dedicó a la muy femenina tarea de resguardar la vida, de proteger a niños, hombres
y mujeres, no a tirarles bombas ni granadas de mano ni sembrar minas en su paso,
cosa que hacen los que buscan conquistar imperios y aumentar su poderío.
O un varón que practicó la no violencia, la resistencia pacífica, la práctica
de la política que aunque no se sometía, fue sumisa. Un varón que se comportó casi
como mujer, que incluso tejía él mismo toda la ropa que usaba, que se privaba de
comida como ejemplo para que hubiera lo suficiente para todos. Y que fue asesinado,
como muchas mujeres, en forma artera. Lo llamaban Mahatma Gandhi.
Ya me entienden quienes me leen.
Lo femenino se manifiesta en la Madre Teresa.
Lo masculino aparece en la Señora Margaret Thatcher, la Dama de Hierro,
primera ministra de Gran Bretaña que no tuvo ninguna duda en declarar la Guerra
de las Malvinas.
Aparecen aspectos benévolos tanto en lo masculino como en lo femenino.
Y aparecen aspectos nefastos en aspectos femeninos y también masculinos.
¿Y para qué tanta mención de estas cosas una y otra vez en mis notas? La
razón de ello es llegar a entender que vivimos en una época de enorme desequilibrio.
Insistir en esto no es cosa banal. El desequilibrio al que me refiero está en que
las actividades humanas que proceden del fondo masculino prevalecen sobre las femeninas.
Y las nefastas sobre las positivas.
Hay mucha más energía invertida en la violencia que en la no violencia.
Mucha más en la acción armada que en la acción pacífica. Mucha más es la energía
que vemos invertida en la búsqueda del poder que del conocimiento interior. Falta
mucha inversión de energía en los sectores de protección del ser humano y su ambiente.
Falta mucha inversión de energía en lograr equidad para lo femenino y lo masculino.
Por eso existe muy poca equidad entre varones y mujeres.
Sabemos qué hay que hacer para remediar esto. Hay remedio. Es necesario
disminuir el desequilibrio. Esto se puede lograr insistiendo en los aspectos femeninos
positivos en nuestro interior y moderando los aspectos negativos de lo masculino.
El cambio empieza en el interior del alma de cada uno de nosotros. En el interior
de nuestras almas brilla la luz del futuro.
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Estos
que me parecen elementos masculinos o femeninos de la conducta humana aparecen en
lo que hacen y viven tanto hombres como mujeres. Se me ocurre ponerlo en el espejo
del arquetipo de los héroes y las heroínas.
Una heroína mujer que se comportaba de forma masculina podría ser Juana
de Arco. Unas voces que oía, que venían de su interior quizás fueron elementos femeninos
de ella, pero el ponerse al frente de un ejército y dirigir una batalla es el lado
masculino de su conducta. Una conducta que chocó a tal punto a los varones que la
juzgaron que la condenaron a la hoguera. Si hubiera sido varón la habrían ascendido
a general de división.
Un varón que se ha desempeñado de manera particularmente femenina usando
cuanta artimaña y retorcijón político podía haber a su alcance ha sido Raoul Wallenberg.
Es poco conocido porque lo varones que muchas veces escriben la historia se deleitan
más en contar las hazañas de los generales de división de su época. Wallenberg era
sueco y no era miliar. Trabajó como diplomático y no era diplomático. Abandonó todo
lo que le era familiar, incluso su profesión de arquitecto y se dedicó a salvar
vidas de personas perseguidas y condenadas al exterminio. A mí me parece que era
uno de los más extraordinarios héroes de la humanidad entera, pero siendo varón
se dedicó a la muy femenina tarea de resguardar la vida, de proteger a niños, hombres
y mujeres, no a tirarles bombas ni granadas de mano ni sembrar minas en su paso,
cosa que hacen lo que buscan conquistar imperios y aumentar su poderío.
Otro ejemplo. Una mujer que se distinguió por la aplicación de segmentos
de nuestras mentes desarrolladas por actividades masculinas. Una mujer que ha observado,
razonado, se ha concentrado y con infalible lógica describió fenómenos de la física
y de la química que le valieron dos premios Nóbel. Se llamaba Marie Sklodowska,
pero la conocemos como Madame Curie, por el apellido de su marido, también físico
y científico de renombre.
O un varón que practicó la no violencia, la resistencia pacífica, la práctica
de la política que aunque no se sometía, fue sumisa. Un varón que se comportó casi
como mujer, que incluso tejía él mismo toda la ropa que usaba, que se privaba de
comida como ejemplo para que hubiera lo suficiente para todos. Y que fue asesinado,
como muchas mujeres, en forma artera. Lo llamaban Mahatma Gandhi.
Ya me entienden quienes me leen.
Lo femenino se manifiesta en la Madre Teresa.
Lo masculino aparece en la Señora Margaret Thatcher, la Dama de Hierro,
primera ministra de Gran Bretaña que no tuvo ninguna duda en declarar la Guerra
de las Malvinas.
Aparecen aspectos benévolos tanto en lo masculino como en lo femenino.
Y aparecen aspectos nefastos en aspectos femeninos y también masculinos.
¿Y para qué tanta mención de estas cosas una y otra vez en mis notas, semana
tras semana? La razón de ello es llegar a entender que vivimos en una época de enorme
desequilibrio. Insistir en esto no es cosa banal. El desequilibrio al que me refiero
está en que las actividades humanas que proceden del fondo masculino prevalecen
sobre las femeninas. Y las nefastas sobre las positivas.
Sabemos qué hay que hacer para remediar esto. Hay remedio. Es necesario
disminuir el desequilibrio. Esto se puede lograr insistiendo en los aspectos femeninos
positivos en nuestro interior y moderando los aspectos negativos de lo masculino.
El cambio empieza en el interior del alma de cada uno de nosotros. En el interior
de nuestras almas brilla la luz del futuro.
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En
una de mis lecturas me encuentro con la frase “El ser humano es una entidad total,
completa”. “Contiene la contraparte de cada elemento singular”. En el caso de una
mujer su parte consciente y dominante es o debiera ser femenina. Pero para que sea
un ser humano completo debe desarrollar también sus capacidades masculinas. Si no
lo hace, o no lo logra, queda simplemente en una entidad sexual.
Lo mismo si se nace varón. La parte consciente y dominante es o debiera
ser masculina. Pero para que el varón sea un ser humano completo debe desarrollar
también sus capacidades femeninas.
Las funciones femeninas están en el área de relacionarse con otras personas
a través de todo un abanico de emociones como el amor, el atesorar a otros, el servicio,
la amistad, la devoción, la necesidad. A esto se incluyen sus opuestos, el lado
negativo de estas emociones como son el odio, el desprecio de otros, el no querer
hacer cosas por otros, la carencia del impulso de amistad o devoción, el no querer
necesitar a otros.
Las funciones masculinas son el impulso a conquistar el poder, la habilidad
de formular o describir la experiencia de modo que ello lleve a entendimiento entre
seres, el desarrollo de la mente y de la creatividad. Estas funciones también tienen
lados negativos, como por ejemplo el llevar a impedir que haya consenso, el no querer
desarrollar la mente, el desprecio de la creatividad.
Lo masculino abstrae, lo femenino tiende a hacer concretas las ideas y
a hacerlas realidad en la vida diaria.
Si el varón sólo quiere expresar su impulso de conquistar el poder, pero
no ama, no atesora a otros, es un ser incompleto.
Si la mujer, en sentido contrario, sólo se preocupa del amor, la devoción
y la necesidad de otros y no puede formular o describir la experiencia vital ni
puede comprender ideas abstractas, es también un ser humano incompleto.
Grave cosa todo esto, ¿verdad? Y asunto de fondo de todo intento de formación
de los seres, sean adultos, adolescentes o que estén incluso en la primera infancia.
A la niñita le dan para jugar muñecas. Jugar con muñecas desarrolla la
capacidad para vivir las emociones femeninas: amor, cuidado de otros, servicio,
devoción. Pero si a la niña no le dan juguetes con los que puede construir un edificio
o armar un autito y no se le leen cuentos para que desarrolle su fantasía, se le
corta desde la primera infancia el desarrollo de su parte menos fuerte y menos consciente:
su parte masculina.
El niño que sólo juega con autitos, con bloques para armar edificios o
para construir cosas, sin darle algún juguete con que pueda desarrollar la ternura,
el amor, el cuidado de otros seres, se desarrollará en un ser incompleto y potencialmente
dañino para la sociedad. Qué decir de juguetes que estimulan las fantasías de poder.
Son imprescindibles para los varones, pero también pueden ser útiles para las niñas,
siempre que sean imágenes que ellas puedan absorber. Héroes para él, heroínas para
ella. Incluir juguetes suaves, blandos, tiernos para él, y otros que obliguen a
entender cómo se construye algo, para ella.
Aprendí de un biólogo la noción de que la naturaleza busca en todo el equilibrio.
En nuestras almas logramos el equilibrio cuando podemos juntar los opuestos. Unir
lo femenino a lo masculino, reflejo del primer momento de nuestra existencia cuando
comienza la vida. Unirse amando. Unir los opuestos para formar una nueva armonía.
Armonía que se da cuando el polen masculino encuentra el elemento femenino en la
flor; cuando el elemento masculino encuentra el femenino dentro del vientre de una
mujer. Cada uno solo, muere. Unidos, amándose, forman vida.
Para que podamos seguir existiendo es necesario desarrollar los elementos
masculinos y femeninos de los varones y los elementos femeninos y masculinos de
las mujeres. Confiar el cuidado de los otros a varones y dar poder a mujeres. Todos
conjuntamente formamos una unidad mayor, la sociedad. Si en la sociedad sus componentes
no son seres completos, la sociedad va a presentar los síntomas del desequilibrio.
Los que componen la sociedad, si no son seres completos y, por ejemplo, están en
el poder, pueden causar una catástrofe para sus coetáneos. Si siendo mujeres sólo
son elementos de los sexual, sucede otro tanto.
Así en nuestra conducta. Necesitamos unir, incorporar, traer a la conciencia
los elementos opuestos que están presentes, aunque ocultos, las energías opuestas
que viven en nuestras almas. Los varones deben desarrollar sus ocultos elementos
femeninos. Las mujeres sus escondidos elementos masculinos. Elementos contrarios,
para formar el equilibrio y lograr que la vida fructifique. Cada ser humano que
conjunte dentro de sí, en equilibrio, los opuestos será un ser humano completo y
un elemento que dará vida a la sociedad, en vez de precipitarla al vacío y al aniquilamiento.
Buscamos elevar los valores que son los portadores de la vida. Buscamos el equilibrio
entre lo masculino y lo femenino.
NOTA
1. Leonard Shlain, The
Alphabet Versus the Goddess, Arkana, Penguin Putnam Inc., New York, 1999.
EL
CIELO Y LA TIERRA
Se pudo incluso considerar que lanzar una bomba atómica desde las alturas
para destruir cien mil vidas humanas en algunos segundos fue un acto bueno, de imitación
de la divinidad celestial; se pudo considerar que matar tanta gente pudo ser un
acto justificable como un bien, como de la más alta moralidad.
El desequilibrio es tan grande que ya en la niñez se aprende que es despreciable
que una ropa pueda estar manchada de barro. Ya no se puede imaginar contraste mayor:
un poco de ropa sucia, contra la muerte de cien mil seres humanos.
Aparece otro elemento cuando en la oración decimos “santificado sea tu
Nombre”. Si a la Madre en la tierra le rezáramos diciendo “santificado sea tu Cuerpo”,
estaríamos expresando un contraste, un desequilibrio idéntico al anterior. Es casi
inconcebible en nuestra cultura patriarcal que el cuerpo se pueda considerar santificable.
Mucho menos que el cuerpo sea santo. Y menos aún que el cuerpo de una deidad Madre,
la tierra, fuera santificado.
Por eso a la tierra y al cuerpo se le puede hacer todo. Se la puede usar,
se la puede explotar, arruinar, contaminar, se puede causar su esterilidad y su
muerte sin que esto se considere moralmente reprobable. No es pecado, no es crimen.
Yo propongo que debiera serlo. Se debe respetar el cuerpo, no se puede
explotar, arruinar, contaminarlo; no se puede violar un cuerpo. Y al pronunciar
estas palabras es cuando se hace aparente que me pongo de parte del cuerpo, de la
tierra, de los seres vivos como entes santificables e incluso sagrados. Si no considero
santificable el cuerpo y la tierra, traiciono la vida misma.
Son santificables y sagrados los pastos.
Son santificables y sagrados los pájaros.
Son santificables y sagrados todos los seres vivos, humanos, animales y
vegetales, que conviven en armonía.
Distorsionar la armonía entre seres vivos acarrea enormes riesgos. Si se
hace en busca de vida, nos resulta moralmente aceptable. Es el caso de la medicina,
que interviene en el discurrir de la naturaleza. Pero incluso en la medicina debe
haber una conciencia de sacralidad de todo lo que se hace, de búsqueda de la moralidad
de todos los procedimientos.
Es de enorme importancia santificar el nombre del Padre. Y es de la misma
importancia santificar el cuerpo de la Madre. No se puede renunciar a ninguna de
las dos sacralidades. Cuando ambas cosas se realizan y mantienen se puede aspirar
a mantener la vida y lograr un equilibrio.
La Santa Madre Tierra vive en el alma de todos nosotros. Vive en muchas
formas. Vive en el momento en que los ecólogos nos hablan de la necesidad de cambiar
nuestros actos y nuestras vidas para salvar la vida del planeta en que habitamos.
Vive cuando se restaura suelo contaminado. Vive cuando se restaura un manglar en
que se ha derramado petróleo. Vive cuando se acuna a un niño. Vive cuando se observa
y clasifica los pájaros. Vive cuando se estudian las plantas. Vive cuando se multiplican
los árboles en los viveros.
Vive la devoción y santidad de la tierra cuando el Dr. Atl, ese maravilloso pintor mexicano, observa y registra con su pluma y sus pinceles el nacimiento del volcán Paricutín, en Michoacán. Vive la santidad y sacralidad de la tierra cuando benéfica nos da frutos y cuando en su furia destruye nuestras costas y arrasa con casas y árboles. La Madre nuestra es la tierra. Santificado sea su cuerpo.
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SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 182 | outubro de 2021
Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)
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