terça-feira, 28 de setembro de 2021

SUSANA WALD | La Sagrada Diosa Tierra o la espiritualidad de lo femenino, [seguido de] Educar las mujeres



Lo que se viene es un cambio enorme. Un cambio desde un pensamiento que ha prevalecido —y lo que es más, se ha impuesto a sangre y fuego—, hacia un pensamiento nuevo.

El pensamiento patriarcal más prevaleciente busca la exaltación, por un lado, del logos, y por otro de lo espiritual en su forma masculina, una espiritualidad que desprecia el cuerpo, la carne, y que domina y esclaviza la materia.

El pensamiento patriarcal, según se desarrolla en la Grecia antigua —cuya influencia sobre nuestra cultura es enorme— exalta los ideales del cuerpo masculino, de la destreza masculina, sobre todo en áreas como la fuerza, la disciplina militar, y la necesidad de demostrar la superioridad de unos sobre otros.

El pensamiento patriarcal, en lo más recóndito, se puede calificar como espérmico. Surge del remotísimo ámbito que está escondido en todos nosotros, hombres y mujeres, en que el esperma parte en su viaje hacia el óvulo, solo, impulsado por una fuerza misteriosa contra toda corriente y contra todos, incluso los otros espermas.

El esperma debe llegar antes que todos los otros espermas al óvulo y debe penetrarlo para ahí perder su identidad y soledad y hacerse uno con el óvulo, proceso en que ambos cambian y se convierten en algo completamente otro de lo que fueron cuando estuvieron separados.

Todos los elementos íntimos del esperma están presentes en el óvulo fecundado. Y todos los elementos íntimos del óvulo están también ahí, pero ahora están en una unión inseparable. Así comienza un proceso que lleva a un ser único y especial. Este ser surge por la multiplicación y de las diferenciaciones de las células dadas por los mensajes que han llevado los elementos íntimos del esperma y el óvulo. Comparten la totalidad de los componentes de ambos.

Del mismo modo la civilización nueva que se viene tendrá características muy distintas a la que ahora conocemos. Tan distintas como son distintas las condiciones y características del patriarcado del anterior culto de la Diosa, culto que aún sobrevive en nuestras psiques. De la unión del patriarcado con el nuevo fluír del culto de la Diosa surgirán formas de vida de los seres humanos que serán nuevos, únicos y especiales.

En nuestro tiempo, cuando el patriarcado todavía prevalece, el problema está en un desequilibrio, porque todo lo que es esencia de lo que fuera el culto a la Diosa —que tuvo una duración enorme anterior al patriarcado— ha sido postergado en aras de los ideales de lo espiritual y del logos.

Pero las conquistas que ha hecho el patriarcado nos dan también los elementos con los cuales podemos cambiar el mundo y establecer un equilibrio nuevo y una espiritualidad y materialidad sanos. La lógica misma, gran conquista que nuestra civilización guarda y debe resguardar, nos lleva a entender las maneras en que hemos errado en postergar, ahogar y amordazar la parte de nuestra naturaleza que es el cuerpo y nuestra relación con la materia.


Consideremos a la materia como sagrada. Lo material de la naturaleza, tanto en nuestro cuerpo mismo como en su vastedad toda, tanto en lo micro como en lo macrocósmico, es sagrado, y cuando percibimos esto todo lo que hacemos y pensamos cambia de forma y de contenido.

Para entender esto debemos servirnos de toda la lógica que hemos podido aprender y también de elementos de nuestro pensamiento que exceden a ésta. Debemos pensar y sentir, razonar e intuir. Debemos unir estos elementos cuya existencia nos ha sido develada con el trabajo de muchos siglos de grandes pensadores y también como trabajo de la psicología profunda.

Si la materia es sagrada, si en vez de ser deleznable y vil y es algo que debemos enaltecer y venerar, se da una realidad diferente en todo lo que hacemos. Un ejemplo de ello pudiera ser que consideremos a los alimentos como el cuerpo de la Diosa, la Naturaleza con N mayúscula, lo más deseable y venerable. Si la comida es el cuerpo de la Diosa entonces nuestra manera de comer se hace más significativa y sacralizada. Nada de lo que es alimento deberá ser desperdiciado, y el alimento que ingeriremos será algo que nos hará partícipes de la naturaleza misma de la Diosa Tierra, de la Diosa Universo. Lo último porque ya sabemos que estamos constituidos por elementos de la Tierra misma y que ésta está constituida por elementos que están en el Universo todo. Estaremos comiendo a un animal que es parte de la Diosa Tierra, estaremos consumiendo vegetales que provienen de Ella. Deberemos considerar que sin Ella no nos es posible subsistir. Deberemos entender que cuando no la consideramos sagrada la estamos envileciendo, pero que con ello nos estamos envileciendo a nosotros mismos, porque somos parte de Ella. Si somos parte verdadera de Ella nuestra vida misma comienza a tener sentido.

Estamos sujetos a la Diosa Tierra y somos sus servidores al mismo tiempo que somos sus hijos y productos. Por ello nuestro amor a la Diosa Tierra es también un amor a nosotros mismos y a todo lo que es parte de Ella. Así como un árbol es producto de la Tierra sagrada, nosotros también lo somos. El árbol es nuestro hermano, es un organismo vivo igual que nosotros, producido con los mismos elementos del universo de los que se constituye la Tierra y de los que estamos constituidos. Si entendemos que el árbol, los pastos, los animales, y todos los humanos somos hermanos, nuestro amor a unos y otros será muy patente.

Se ha pensado que las plantas, por ejemplo, no tienen sentimientos. No es así. Quienes observan con cuidado pueden atestiguar que hay plantas que se mueren cuando sus dueños fallecen, por más que otras personas los cuiden. Se ha visto también que las plantas crecen mejor con cierto tipo de música que con otra. Y los animales son tan capaces de sentimientos como nosotros. Eso es muy evidente para todos los que han convivido con ellos. Los perros lloran la muerte de los humanos a quienes están apegados. Los elefantes lloran la muerte de los de su propia especie. Los humanos también lo hacemos y se supone que esto nos separa del resto del reino animal. Quizás la verdad sea más sutil y más compleja.

 

 

EDUCAR LAS MUJERES

 


Soy incorregible. Soy optimista. Me empecino en tener esperanza. Las cifras que veo y oigo, las que dan cuenta de los problemas que afectan el medio ambiente son para cortarse las venas. Sin embargo, ¿qué más veo? Veo que hay información, hay conocimiento que en tiempos de mi madre no se soñaban. Yo misma tuve que educarme ya bastante adulta para poder intentar entender lo que pasa. Mi hija ya vivió con la educación constantemente a su alcance. Y ahora mi nieta resulta que está en una generación que parte para la universidad para estudiar ciencias del medio ambiente y para ella ya es normal ver, como yo he visto hoy, un programa en el canal de televisión de la mayor universidad de México en que opinan y proponen soluciones tres mujeres ante dos entrevistadores, una mujer y un hombre. Cuatro a uno. Es un espectáculo bastante especial en un país en que las fotos en los diarios, las entrevistas en radio y televisión incluyen imágenes y opiniones principalmente de varones.

Parece que quienes se interesan en el medio ambiente al punto de que dedican su vida a este tema son muy frecuentemente mujeres. Parece que hay un cambio, parece que hay una nueva esperanza para nuestro planeta. Esto me parece, es, normal. Las mujeres están siempre envueltas en procesos naturales, a cargo de sus hijos, luego nietos, a cargo de la alimentación de sus familias, empecinadas en crear jardines, rodearse de flores, llenar todo de macetas. Dicen que son las mujeres las que han descubierto que las semillas se pueden cultivar, que son las que pusieron las bases a la agricultura. Los varones estaban mientras tanto muy ocupados en la cacería, igualmente necesaria.

Es cierto que la tarea de la vida es hoy de ambos y la tarea de salvar la vida es de todos por igual. Varones y mujeres por igual. Pero es cierto también que cuando fueron los varones los que hicieron la mayoría de las decisiones, como ha sido el caso durante más de cuatro milenios, primaba la idea del dominio, del poder sobre lo natural, y no la del apoyo y el respeto.

Hoy vemos que la naturaleza a nuestro alrededor se puede desmoronar arrastrándonos consigo, la vida en nuestro planeta puede morir, causando también nuestra muerte. Hoy sabemos que somos también culpables de producir los gases que matan, las basuras que matan, la contaminación que mata.

La solución para que podamos salir del problema es informarnos. Es imprescindible que nos informemos, que tengamos más conocimientos para que actuemos sabiamente. Es imprescindible la educación. En la educación está la solución.


Las hormigas cuando sienten que va a llover llevan sus huevos bajo tierra para resguardarlos. Las hojas de los árboles cuando llueve se comportan de modo especial ya sea conduciendo el agua a sus raíces, si esa es su necesidad, o dejándolo correr para librarse de ella, si les es dañina. La naturaleza tiene mecanismos de anticipación y de defensa.

Los seres humanos ya no actuamos tan rápida ni tan automáticamente, nuestros mecanismos son culturales. Pero la cultura, como todo lo vivo está siempre en cambio, no es estática, no es rígida. La rigidez es muerte. La información, sumada a los elementos culturales que manejamos cada uno de los grupos humanos puede generar los modelos que serán los que nos permitan solucionar el grave problema en que vivimos. La información incorporada a nuestro amor a la vida, a nuestro modo cercano a la naturaleza bien puede generar esos modelos.

En el mundo cambiante se ven cada vez más mujeres opinando, trabajando, cambiando la cultura. Las mujeres tienen cada vez más conciencia de su rol importante en promover y lograr el cambio que necesitamos. Por eso educar a las mujeres es fundamental. Bien puede ser que la opinión da las mujeres educadas, aunada a sus experiencias milenarias de protección de la vida, sea fundamental para salvar la humanidad y nuestro planeta.

Educar a las mujeres puede llevar a producir el cambio que buscamos, que necesitamos con urgencia absoluta. Ejemplo de ello son las científicas que he visto en la televisión, dando un paso con sus ideas hacia ese cambio. El cambio está aquí, las que hacen el cambio ya están trabajando y logran hacernos llegar sus ideas.

Soy optimista. Mi nieta tiene futuro. 


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SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO

 























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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 182 | outubro de 2021

Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

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