PIERRE
MABILLE
…lo
esencial, la búsqueda trastornada de lo que no tiene precio…
ANNIE LE BRUN
Antes que nada, soy artista. ¿Por qué? No lo sé. A veces
lo percibo como una bendición y a veces como una condena. Que soy artista lo sé
conscientemente desde mi adolescencia. En la Grecia Antigua dirían que la búsqueda
dentro de lo artístico es mi destino. En el Medioevo lo llamarían la voluntad de
Dios. Stefan Zweig diría que es mi demonio. En todo caso, ser artista es un estado
mental, una especie de deformación benigna —espero— que lo invade todo. En este
estado todo se percibe con detalles, en una luz especial y también se padece una
constante urgencia, un espoleo desde el interior. No cesa este impulso ni en la
vigilia ni en el sueño.
Busco experimentar el
Misterio y lo Maravilloso del que hablan los surrealistas, realidades que son interiores
en los seres, constante devenir e interconexión de todo. Vivo de ese modo y percibo
constantemente la veracidad de estos postulados.
Me apasiona el conocimiento
en sí y que sea posible expandir lo conocido incluso a sabiendas de que el cambio
constante sucederá mientras estoy haciendo sólo hilachas de la realidad.
Digo “apasiona” y entiendo
la pasión como algo que surge desde un fondo misterioso, algo que es ingobernable,
algo que arrastra, algo superior al “yo”. Me toca expresar esto en forma de arte
visual. La tarea artística como tal, la entiendo como algo para lo cual una se entrena,
aprende un modo de expresar, aprende un lenguaje durante años en el entrenamiento
sin que se comprenda para qué se podrá usar. Se trabaja años para refinar el lenguaje
y se perfecciona la habilidad para expresar lo artístico. Se estudia durante años
para conocer lo que otros ya han logrado; luego se logra vislumbrar cuál es la tarea
de una.
En líneas generales, en
mi vida como artista la experimento constantemente el impulso interior que menciono.
Es un impulso que me obliga a “trabajar”, verbo que uso para expresar la pesada
labor de explorar la realidad interior eternamente cambiante y en forma obediente
usar los materiales que conozco.
Sé manejar el barro, la
pintura o la tinta; uso ese conocimiento técnico para obtener las imágenes visuales
que hago. Mi trabajo es un continuo hurgar en lo oscuro, en la niebla, en lo desconocido.
Para hacer el tipo de
arte que me interesa —para el intento de comunicar mi investigación interior más
que adornar o decorar—, como ya lo he mencionado, tuve que aprender mi oficio, primero
como ceramista y luego como pintora, además de que hizo falta que leyera mucho,
que escuchara mucha música, que conociera los avances de la ciencia en campos como
la medicina, la psicología, la historia y la sociología.
Nací con un afán de conocer.
Mi padre declaraba que lo que más dominaba su constitución interior era la curiosidad.
Ese afán me lo ha comunicado a mí también. La curiosidad de mi padre era también
general, pero su tema principal era la historia. El tema principal mío es el estudio
del alma humana en sus muchos aspectos.
Una de las manifestaciones
humanas que me preocupa es la del alma femenina. Mi dedicación a este tema comienza
en edad temprana y no se hace consciente hasta bien entrada mi madurez. Sin embargo,
en los primeros años de mi vida profesional, el asunto que abordo —y que ahora comprendo
que está dentro de la exploración de toda mi existencia— no lo percibo conscientemente
como un referente a lo femenino. En 1984, cuando me siento a examinar mi pintura
de La mujer del alfarero, me doy cuenta
de repente de que estoy enfrentada a un arquetipo de la Gran Madre. Ese arquetipo
lo explora Erich Neumann en su libro The Great
Mother/La Gran Madre cuyo texto me pareció desde tiempo atrás de gran impacto
en mi aprehensión de la condición femenina. Pero este entender lo tenía separado
de mi obra que nació más bien en forma lúdica e instintiva. Desde que examiné y
calé el fondo de mi cuadro sé mejor qué estoy haciendo y exploro más a conciencia
los problemas referentes a la condición de nacer mujer y la esencia de lo femenino
que comparten todos los seres humanos.
En mi edad ya avanzada
estos dos asuntos —haber nacido mujer y la esencia universal de lo femenino— son
los que me preocupan más y dedico todo el tiempo posible a explorarlos, sondearlos.
Esto tanto en mis lecturas, mis escritos, mis contactos con otras personas, como
en la obra visual que hago. ¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo desarrollé mis ideas y mi
obra? Eso es lo que quisiera describir en las páginas que siguen.
Aún ahora no puedo vivir
sin trabajar. Comencé a pintar, primero en obras en colaboración con Ludwig Zeller,
y luego en mi obra personal. Parte entonces un trabajo que se desarrolla durante
casi cuarenta años y que me trae al punto en que estoy ahora.
Uso la palabra “poesía”
en su sentido más amplio porque siento que la creatividad surge a modo de explosiones,
a veces de duración cortísima, otras de más extensa, como en una película en que
se ve el movimiento en “cámara lenta” que de hecho se produce haciendo acelerar
la cámara para que al volver a la velocidad normal lo que se filma se vea como cosa
lenta. Para trechos de creatividad más extensa se necesita, según mi experiencia
un esfuerzo comparable, un pujar constante y sostenido.
Somos seres salidos del
mar y nos afectan ritmos como los de las olas. A veces el mar está más agitado,
se dan los fenómenos explosivos y a veces una ola recorre largos trechos de la superficie
del agua antes de romper en alguna playa o de dar con una roca. Estas metáforas
aplican a la creatividad. Concibo a las series que conforman mi obra como olas que
nunca son eternas, que siempre recorren una extensión y luego acaban, que son ayudadas
por fuerzas externas, como en el caso del mar el viento y la cercanía de la Luna
que afecta a las mareas. Y se dan en mi vida eventos que actúan como frenos repentinos,
como cuando la ola rompe sobre una roca. Habrá personas que puedan corroborar que
se vive sensaciones como estas en toda vida creativa.
En mi experiencia, las
olas que surgen se elevan y luego merman se expresan en series. Es posible que este
modo de trabajar se dé en olas más extensas, y se da el caso de circunstancias en
que estas olas chocan contra alguna roca. Muchas veces he visto mi trabajo interrumpido,
incluso en momentos de fluidez, de la fase elevada de la ola. Los choques o las
interrupciones han sucedido cuando he tenido que atender a los míos, emigrar, mudarme,
hacer taller nuevo, cambiar de modalidad de trabajo o aceptar encargos. En todo
caso, si reviso mi obra, la puedo considerar en secciones o series que se manifiestan
en forma muy específica. A continuación, las iré mencionando.
Dibujos e ilustraciones
Creo que todos los niños pueden dibujar. Decir “dibujo
desde que fui niña” no describe bien el trabajo en dibujo. Es más justo decir que
el dibujo es un lenguaje. A medida que avanza la vida y se va refinando el lenguaje,
cambia el modo de dibujar. Me pasa como a algunos colegas con quienes he trabajado
que muchas veces me urge dibujar la cosa de la que estoy hablando para hacerme entender
mejor.
El dibujo es visualización
de imágenes que se van concibiendo. Pintar es mucho más complejo, el dibujo permite
esbozar ideas, pero se logra mejor sondear profundidades del alma con el trabajo
sostenido, como en el caso de la pintura. Son dos modalidades en que para mí aparecen
las imágenes. Lo primero siempre es la imagen, la palabra viene luego para explicarla.
La imagen surge en forma espontánea y creo que se alimenta de todo lo visto a medida
que se vive. He notado que los artistas visuales tenemos mayor capacidad de percibir
los detalles de lo que aparece ante la vista. Observo mucho cada cosa, veo detalles
generales y también los muy pequeños, de todo. No puedo evitar este constante escrutinio
de lo que pasa ante mi ojo. Ese ojo externo ve y la mente procesa lo visto tanto
visual como metafóricamente.
En mi madurez de ahora
es muy fácil bocetear, explorar dejando que se mueva el instrumento con que dibujo
sobre el papel. Mover el instrumento produce una línea que acusa ese movimiento
muscular y externo, pero también algo de un movimiento interior que es resultado
del acaparamiento de movimientos desde que mi cerebro existe. Todo lo visto es asociado
a algo visto anteriormente. Se puede dar que no haya asociaciones directas, pero
aún así creo que los velocísimos mecanismos de la percepción funcionan en constantes
conexiones con lo que es parecido o contrario. Cuando dejo que se mueva mi pluma
sobre el papel acusa estos relámpagos y de los trazos que quedan rápidamente surgen
las asociaciones. Es muy difícil hacer el así llamado dibujo automático manteniéndolo
en un nivel en que no surjan asociaciones.
Llevo mucho tiempo dibujando
y por eso, en cuanto aparecen las asociaciones, puedo afirmarlas, expresarlas con
marcas, de modo que sean aparentes también para otros y den mejor expresión a lo
que yo misma quiero “ver”.
Si cierro los ojos siempre
veo algo. Ese algo, considerado sin exclusión y sin clasificación de significado
verbalizable es base de lo que surge en el trabajo automático. Es posible que ese
algo, manchas sin nombre, luces y sombras, sean lo que se quiere expresar. El dibujo
permite eso. Y es posible, como cuando el dibujo ilustra algo, que ese algo esté
“nombrado” antes, tanto en el caso cuando se habla como cuando se lee un texto.
Mis bocetos en mi cuaderno son de esa índole. En el caso de las ilustraciones que
hago tengo una imagen mental que puede que haya surgido del texto que estoy ilustrando,
o una asociación a ese texto. En este tipo de trabajo dejo vagar la pluma en movimientos
no muy controlados y espero que vaya surgiendo la expresión cada vez más clara que
se puede “leer” visualmente. Trabajar con pluma y tinta me gusta porque me permite
esta vagancia hecha con trazos muy leves. La tinta no se puede borrar y eso provoca
una cierta tensión que da la vanidad pura y simple que busca lograr algo reconocible.
Lo que sí es característico
del dibujo, es que dentro de la creatividad misma, dentro del modo en que surgen
imágenes es un oleaje continuo, es la superficie misma del mar del inconsciente.
Los dibujos a modo de bocetos son las redes en que se puede atrapar las imágenes
fugaces como mariposas, los destellos minúsculos que son las semillas de las imágenes.
En mi primer año de mujer
casada y teniendo todo el tiempo del mundo mientras mi marido terminaba su trabajo,
estuve estudiando, por cuenta propia, dibujo de desnudo en un edificio de la Calle
Córdoba de Buenos Aires, lugar de una asociación de artistas donde a todas horas
del día y de la semana se podía encontrar modelos.
Mi interés por la figura
humana creo que se inicia con las imágenes que vi en libros de medicina en la biblioteca
de mi padre, en Budapest. Fui muy niña cuando vi por primera vez ilustraciones de
anatomía humana. Y al dibujar la figura humana durante meses, tomé conciencia de
la necesidad de profundizar en este conocimiento.
Con todo esto quiero expresar
qué y cómo dibujo, desde los años cincuenta, cuando ingresé a la Escuela Nacional
de Cerámica. Todo comenzó en forma muy torpe, muy primaria, pero al paso de los
años se fue afinando. Aprendí dibujo técnico con un maestro muy estricto. Aprendí
a “filetear” con pinceles sobre superficies cerámicas, es decir aplicar con pincel
una línea lo más pura y elegante posible, sobre una superficie que es un polvo apenas
fijo. Aprendí con mucho esfuerzo a dibujar la figura humana, viendo los modelos
en distintas maneras, rápida —que da la posibilidad de aprehender el momento fugaz
— y ponderada —que permite medir, comparar y apreciar los cambios minúsculos que
se dan al volver a la misma forma una y otra vez. Estos componentes, más la gran
cantidad de errores y torpezas que se dan en el proceso, son los que alimentan —paradojalmente—,
mi destreza en el dibujo.
En lo que he realizado,
hay dibujos de variada intención, como es el caso de los dibujos preparatorios para
cuadros y hay algunos que se pueden considerar como obras en series; he destruido
mucha cosa que me parecía de poco valor, pero guardo cuadernos de bocetos y he conservado
las series. Intento resumirlas:
• Los dibujos a pluma que hice para mi primera exposición en Chile (1963).
• Las ilustraciones en pluma y tinta para el libro de Ludwig Zeller Las reglas del juego. (1968)
• Serie de Paisajes de piel/Skinscapes, en tinta y lápices de colores (1971)
• Serie de Paisajes de humo/Smokescapes, en humo de vela y lápices de colores
(1971)
• Ilustraciones para el libro único Les assises de la grèle de Edouard Jaguer (1975)
• Ilustraciones en pluma y tinta con lavada en acrílico para el poema de
Ludwig Zeller Mujer en sueño (1975)
• Ilustraciones para el libro Vertical
poetry de Roberto Juárroz (1977).
• Ilustraciones para el libro Eugenio
Granell o la invención del dado, poemas de Ludwig Zeller (1983).
• Ilustraciones en tiza Conté y acrílico, para el libro único The Funnel of Sand, poema de Ludwig Zeller
(1983)
• Ilustraciones en tinta y acrílico, para el libro único, Mujer en sueño, de Ludwig Zeller, (1985)
• Ilustraciones en tinta y pluma para The Marble Head and Other Poems de Ludwig Zeller, (1986)
• Dibujos eróticos en pluma y tinta color sanguínea (1986)
• Ilustraciones para El espejo cansado,
poema de Ludwig Zeller (1988)
• Ilustraciones en tinta y pluma coloreada con lavada de acrílicos, para
dos libros únicos sobre La tentación de los
eremitas, poema de Ludwig Zeller, (1990-91)
• Ilustración en carboncillo para Operativo
en el trópico o el árbol de la vida de Stephen Mariner de Carlos Montemayor,
(1994)
• Ilustraciones en tinta para Cuentos
de la Montaña de Manuel Torga, (1996)
• Serie La selva oscura, dibujos
automáticos en tiza Conté y acrílico (1999).
• Ilustraciones en tinta y pluma para el libro Au féminin de Guy Cabanel (2017)
Mirages/Espejismos
Es bastante voluminoso el trabajo en los mirages/espejismos, obra en colaboración
que he realizado con Ludwig Zeller. El origen es un impulso de Zeller, pero en estas
obras cuenta mi disponibilidad para compartir. Se puede también decir que el empuje
es de Zeller y la acogida es de Wald. O decir que Zeller propone una pregunta y
Wald ofrece una respuesta. También puedo proponer que Zeller ha sido el habitante
para las casas que construyó Wald, es decir, que mi aporte ha sido de índole femenina,
en el plano simbólico y psicológico. Esto se da naturalmente ya que somos una pareja,
hecho que se hace más que patente en estas obras en colaboración, de vital simbiosis.
El proceso siempre fue gozoso para ambos, siempre lo hemos llevado en un ánimo lúdico.
• Mirages, para dos libros únicos de poemas: Demi Rêve de Robert Desnos y Allo
de Benjamin Péret (1976)
• Cien mirages de varios tipos para la exposición By Four Hands (1979)
• Mirages, para un libro único del poema: Ponte delle parole, de Arturo Schwarz, (1984)
• Mirages, para un libro único del poema Vigilance, poema de André Breton, (1986)
• Mirages, para un libro único del poema Für Aloïse de Ludwig Zeller, (1994)
• 50 mirages, lanzamiento del libro Susana Wald, (2003)
•
50 mirages, homenaje a Jorge Cáceres, (2005)
Primero usé como lenguaje la cerámica. Para practicarla
tuve que entender la materia con que se trabaja, en este caso el barro, los vidriados,
las técnicas para manejarlos, sus cualidades en circunstancias diversas de elaboración
y de sometimiento al fuego. Fue necesario saber cómo se transforma la materia física
y químicamente para que lo obtenido se pueda llamar cerámica. En el largo proceso,
la interioridad de lo humano también se transforma, en un modo similar al que se
experimenta en los procedimientos alquímicos que tienen un aspecto material y otro
que es intangible, propio de la interioridad humana.
Somos materia, estamos
hechos de los mismos elementos que los que empleamos y transformamos. En las transformaciones
exteriores e interiores “suceden cosas”, “aparecen gestos” sin que se tenga para
ellos una intencionalidad previa. El resultado aparece en lo artístico.
Era yo muy joven, pero
ya tenía experiencia en trabajar el barro y los vidriados para producir obras cerámicas.
Estaba preparando mi primera exposición individual cuando viajaba en automóvil trasladando
unas piezas de barro recién torneadas. Las piezas las puse en el piso del vehículo,
pensando que había ahí más lugar para que cupieran todas. En un momento dado me
vi obligada a frenar, las piezas que aún estaban blandas chocaron unas con otras
y sus formas cambiaron. Cuando las pude ver con calma me pareció que había sucedido
algo que era especial, que esas formas que antes yo no tenía intención de buscar
o de crear tenían algo de noble y verídico. Conservé las deformidades, las refiné,
las dejé pulidas en sus curvas y oquedades novedosas, las puse en el horno, luego
las esmalté.
Se había producido algo
que normalmente llamamos “accidente”, algo previsible, pero no previsto. Y de este
evento salió un nuevo lenguaje de formas cerámicas. Yo conocía el método de producir
piezas de cierta manera, pero este evento me enseñó otro.
Entendí lo esencial y
es que modificar las formas previsibles y bien conocidas, arriesgar el cambio de
lo que se tenía por cosa dada lleva a nuevas realidades. Es cierto que esta regla
no permite ninguna rutina, porque en cuanto cualquiera cosa se vuelve costumbre
deja de ser arte, no carga la tensión que da el procedimiento interior, el sondeo
de lo desconocido. Suena obvio, no lo es.
Como ya mencioné, es en
cerámica en que me inicio en mi trabajo como artista. Participo en las exposiciones
de grupo que la Escuela Nacional de Cerámica organiza anualmente en una galería
de la Calle Florida, en Buenos Aires. La exposición individual que me organiza Ludwig
Zeller en Santiago muestra ya una desviación de la ordenada manera en que hacía
mi obra.
• Quiebra de lo utilitario
Es sin embargo en la segunda exposición, en 1964, cuando
presento por primera vez una innovación en mi trabajo de ceramista y una quiebra
de cánones reconocidos. Es entonces que llego a literalmente romper las piezas utilitarias
y las convierto en expresiones de ideas y motivaciones interiores. Es de ahí en
adelante que surge una experimentación en la que las formas torneadas las modifico
para convertirlas en esculturas.
• Esculturas “sobre platos”
Otra innovación que he podido aportar es la de la serie
que he realizado en mi taller en Agincourt, un barrio a las afueras de Toronto.
Estuve trabajando allí entre 1972 y 1975, fecha en que trasladé mi taller a Sheridan
College, en Oakville, Ontario. Hice en ese taller de Agincourt trabajos modelados
en arcilla roja y otros hechos en colada, así como un mural en que hice una superficie
de baldosas de porcelana esmaltadas sobre las que instalé una escultura en arcilla
blanca.
La colada se hace usando
moldes. La innovación que menciono es que en vez de hacer piezas utilitarias ya
sea torneando la arcilla roja o usando el material líquido de la colada, he empleado
este último en crear unos objetos que se inscriben mejor en el campo de la escultura
de pequeño formato. La serie son unas formas instaladas sobre platos de 35cm de
diámetro que les hacen de soporte o fondo. Las formas originalmente utilitarias
las he manipulado de tal manera que sugieren escenas o incluso conceptos abstractos.
El trabajo lo hice en forma totalmente lúdica, en un impulso interior que surgió
en forma instintiva.
• Cerámicas sobre paneles cerámicos
Estaba ya instalado mi taller en Oakville adonde mudé
a toda la familia, cuando comencé a hacer una serie de piezas sobre planchas de
arcilla roja. Estos son unas especies de “cuadritos” con motivos a veces reconocibles
como formas de senos que proceden de trabajo en el torno y otras más abstractas
que se pueden asociar con elementos orgánicos.
• Esculturas
En los cinco años en que estuve enseñando cerámica en
Sheridan College también hice esculturas esmaltadas con vidriados bastante coloridos.
En estas piezas también se dan alusiones a elementos orgánicos que recuerdan aspectos
de la anatomía humana.
• Murales
En Chile he podido hacer varios murales cerámicos en
esmalte sobre baldosas de porcelana. Están en casa privadas. También he hecho una
tumba con los mismos materiales. En Canadá hice un mural en que se mezclan la baldosa
de porcelana esmaltada y la escultura en altorrelieve de barro blanco.
Mi preocupación por aspectos
de la condición femenina es perceptible en mis series de cerámicas. El quebrar las
formas utilitarias es un tipo de rebelión en contra de la cotidianidad asfixiante
en la cual quedan excluidos los momentos de expansión de la conciencia. Es el mismo
caso en que en las coladas las formas utilitarias se convierten en un lenguaje que
apunta a conceptos ajenos a sus formas originales. Y tanto en las coladas como en
las planchas aparecen formas arquetípicas de lo femenino como el huevo, los senos,
cuernos de toros, así como alusiones al sexo.
Pinturas
• Mujeres de
Esta serie de pinturas surge de un dibujo hecho al margen
de una carta escrita para Edouard Jaguer con quien mantuvimos contacto frecuente
durante un periodo de casi veinte años.
Desarrollé ese dibujito
automático en un cuadro que aparece en la cubierta de un libro de Beatriz Hausner
y éste dio paso a uno segundo, “El sueño del geómetra”. El paso siguiente fue “La
esposa fiel”, un mueble “utilitario” cuya idea a su vez viene de cuatro cuadros
eróticos cuyo precedente es la serie de dibujos en tinta ya mencionados que hice
como un regalo para Ludwig Zeller.
“La esposa fiel” desató
una serie de ideas que surgían una tras otra. Las primeras “Mujeres de...” son muebles
y están hechos con un ánimo lúdico. Ese es su origen, pero su fondo es otro. Examinados
en profundidad estos cuadros nacen de un fuerte impulso de reclamo —no importa cuán
inconsciente— que podría llamarse feminista. La tarea de hacer valer el feminismo
estaba por completo fuera de mi intención racional de esos años.
Llegué a pintar veinte
“Mujeres de...”. Las últimas figuras de la serie están más humanizadas —es el caso
de “La mujer del fotógrafo”, por ejemplo—, pero creo que su ánimo es igualmente
subversivo. Ni qué decir que hasta hace poco (lo anoto en 2018) estos cuadros no
tuvieron una recepción entusiasta, más bien al contrario; después que envié fotos
de los primeros a Edouard Jaguer, él dejó de incluir mi obra en las exposiciones
de Phases. Tuvieron que pasar más de veinte años hasta que Macarena Bravo Cox, una
joven chilena, investigadora e historiadora de arte hiciera un análisis y una crítica
comparativa de esta serie.
“La esposa fiel” la pinté
en 1982 y “La mujer del fotógrafo” en 1988. En ese periodo hice cuarenta y cinco
obras. Es decir, son más las piezas fuera que dentro de la serie. Al principio hubo
un fluir en la aparición de las imágenes y luego ese fluir se interrumpió en varias
ocasiones. De hecho el vigésimo cuadro de esta serie es una repetición de la “Mujer
del cortador de vidrios” hecho muchos años más tarde. Un caso claro del oleaje que
choca contra rocas, se dispersa, se atomiza.
• Ventanas
La mayor parte de los cuadros de esta serie se dan en
un corto periodo entre fines de 1992 y todo el año 1993. Es cuando, en un momento
de espera en busca de una temática, recurro al antiguo sistema que retoman también
los surrealistas. Leonardo da Vinci menciona en su Tratado de la pintura que es útil mirar las manchas de la humedad en
los muros para ubicar temas que pintar. Los surrealistas provocan manchas con herramientas
y métodos variados para poder acceder a los mismos “descubrimientos”. Otro ejemplo,
la prueba que se llama Rorschach explora las asociaciones y proyecciones psicológicas
que se dan al observar un tipo de manchas simétricas.
Simétricas o no, las manchas
son sólo eso: manchas. Lo que “vemos” en ellas son cosas que llevamos en el alma.
Y esas cosas las compartimos todos los humanos. Cuando se mira una nube y se la
ve como la forma de un dragón, al mencionarlo a otros, ellos verán lo mismo.
En la serie de Ventanas
uso este modo de imaginar, de hacer imágenes. Curiosamente la palabra “imagen” tiene
entre sus significados originales “imago”, que es la forma de un insecto en su estado
de adulto. La enciclopedia da como ejemplo una mariposa. Si la mariposa es, como
sucede, un símbolo del alma, entonces las imágenes son manifestaciones del alma
y el imaginar es una actividad psicológica importante. Es por eso que podemos comunicar
lo visto en las formas de las nubes y las manchas en el muro. Compartimos alma con
todos los seres humanos. Y es de ese compartir que surgen las obras de arte.
En las Ventanas aparecen
cosas disímiles. En las ventanas podemos mirar hacia afuera y en muchos es posible
ver hacia adentro. Ese mirar hacia adentro es apasionante. También es apasionante
trabajar buscando imágenes con manchas.
• Huevos
La vida tiene su música, su ritmo, sus crescendos, sus silencios, sus pausas. Estas
últimas suceden cuando se da alguna de mis mudanzas mayores. Sobresale la que emprendo
cuando jubilo de Sheridan College. Traslado mis cosas a Oaxaca, al sur de México.
Otra pausa es el viaje a Europa en el mismo año, 1994.
En Oaxaca me encuentro
en una situación nueva. Experimento en lo interior una especie de vacío en lo intelectual
y creativo; me repliego sobre mí misma. Eso sí, tengo tiempo para el trabajo de
taller. Al principio no hay un lugar específico para ello, hago hueco en espacios
diversos de un departamento. Luego construyo una casa en un pequeño pueblo zapoteca.
En esa casa tengo el espacio que necesito para pintar. Es un periodo en que me dedico
a obras variadas, dibujos, retratos. Pero es en la nueva casa, el gran nido, en
que comienza de nuevo la posibilidad de que surja una serie de pinturas más personales.
Las formas de huevos aparecen
como un tema muy recurrente en mi obra, primero en cerámica y luego en la pintura.
La mudanza, y la construcción de la casa, son el caos del que surge un dibujo de
desnudo que uso como base para un cuadro hecho — en 1997, tras una pausa de tres
años—, que se llama “Noche de Huayapan”. Siento la necesidad de encontrar algo que
ubicar en un rincón del cuadro para establecer un equilibrio y pinto un huevo. No
es, de lejos, la primera vez que hago algo por el estilo, pero esa pequeña forma
oval hace que aparezca la primera imagen de la nueva serie, el “Homenaje a De Chirico”.
De ahí en adelante, y durante seis años me posee la obsesión de pintar esta serie
quizás un poco metafísica. Las imágenes aparecen mientras todavía trabajo en una
anterior, o a veces en momentos de reposo o ensoñaciones. La galerista, escritora
y novelista Martha Mabey, crea su texto sobre esta serie, a partir de entrevistas
que me hace mientras estoy aún en plena efervescencia de este impulso.
Al principio no entiendo
y no indago el porqué de esta labor, y cuando lo hago me encuentro con la mención
de que la simbología conectada con el huevo es la de la resurrección. Me intriga
entonces entender que si algo está resurgiendo, ¿qué es? Mi conclusión interior,
mi insight personal es que se trata de
la sacralidad de lo femenino. Esta idea está perdida durante más de cuarenta siglos
y creo que en nuestro tiempo surge de nuevo, con mucha fuerza. Aparece en mi trabajo
y en otros artistas también, como una constante llamada de atención.
• Olas de Vida
El texto de Martha Mabey aparece quince años antes de
que yo escriba esta nota por lo que en el libro Susana Wald no hay mención del trabajo que he hecho después.
En una pausa, poco después
del inicio del siglo XXI, examinando mis grabados, pinturas, dibujos y esculturas,
me llamó la atención la presencia reiterada de formas en espiral. No tenía idea
de la razón de fondo de ello, por lo que decidí que la manera de investigarlo era
la de abstraer las formas y buscar en el trabajo mismo la respuesta al dilema de
por qué asomaban a cada rato.
Comencé a pintar esta
serie poco antes de mi cumpleaños, en diciembre del 2009 y a mi primer intento le
puse el título “Algo tiene que suceder”. El siguiente cuadro lo terminé dos días
más tarde, en mi setenta y dos cumpleaños. Dos días después de éste terminé el tercer
cuadro de la serie y dos días más tarde el cuarto. Obviamente estaba metida en algo
de importancia. Hasta julio de 2012, es decir, en dos años y medio, completé cuarenta
y siete cuadros de esta serie. Los hay de formato un poco mayor, otros muy pequeños,
pero la dinámica es la misma. Mientras los hacía surgió la meditación sobre el hecho
de que la espiral es una forma que expresa un movimiento en muchas escalas, desde
el primer brote de una planta que se va abriendo, hasta las galaxias interestelares.
Los seres humanos, al nacer, salimos del vientre de nuestras madres en movimiento
de espiral.
La materia de la cual
estamos hechos, se comporta de modo coherente y va manifestando formas parecidas.
Esa materia da origen a la vida, de donde sale mi título para esta serie.
• Dualidades y triadas
Tras una pausa de seis meses, en enero de 2013 aparece
la primera imagen de dualidad, de desdoblamiento, de unidad entre dos, a partir
de dibujos de estudio de desnudos.
He completado cinco dualidades
de tamaño mediano y una de tamaño menor dictada por lo requerido para una exposición
de grupo.
Estas obras proceden de
la idea de conjuntar Olas de Vida con figuras humanas. En mi catálogo anoto que
la primera aparece cuando “En 22 días de titubeos y desorientación completa logro
traer a la superficie de mi conciencia y de la tela una imagen que me resulta sorprendente.”
Le puse el título de En la Cripta de Notre Dame, porque surgió de la conjunción
de dos figuras una almendra mística, como la de las puertas de las catedrales góticas.
La imagen la percibí en una cripta porque el cuadro es en sí sombrío y contiene
alusión a un manantial de agua que está siempre presente debajo de los lugares en
se construyen las fabulosas edificaciones siempre dedicadas a aspectos de la Gran
Madre. Demoré 25 días en pintar este cuadro.
La segunda dualidad es
un cuadro luminoso que para mí es una meditación sobre la muerte que yo no considero
como cosa de horror, sino de paso a un estado ignoto y una vuelta al punto de partida.
Al hacer mi nota sobre
la cuarta dualidad escribo “Aquí también la imagen cuajó en el último instante (es
que no sé muy bien qué estoy haciendo)”. En este cuadro se da una especie de premonición
de elementos que desconozco cuando lo estoy pintando y que luego descubro con gran
alegría.
Puedo anotar también que
uso repetidamente, a modo de punto de partida, el mismo boceto de desnudo para tres
cuadros y que siempre se dan resultados diferentes.
Me interesa la numerología
y los símbolos que esconden los números y después de los cuadros de dualidades pinté
dos de triadas. En el segundo caso es particularmente clara la referencia a las
diosas de la antigüedad que siempre aparecen de a tres, en este caso tres edades
de la mujer representadas por Perséfone, Demeter y Hécate. Quizás entretenga a quienes
leen estas líneas que la segunda triada la hice usando un boceto de una mujer reclinada.
La paré en las puntas de sus pies y la levanté hasta la posición vertical. Esto
me parece en sí significativo.
•
Ártemis
Llegué en 2016 a mis setenta y nueve años y decidí que
iba a celebrar el ochentavo con una serie de pinturas. Dio en eso que los griegos
antiguos llaman el destino, que Enrique Lechuga, un editor de origen mexicano que
vive y trabaja en Montreal, me encargara ilustrar un libro de poemas de un poeta
surrealista de Francia a quien no conocía. El libro tiene como título Au féminin/A lo femenino. Enrique Lechuga
me pedía una media docena de ilustraciones, pero en el proceso de leer los cincuenta
poemas del libro escritos en métrica idéntica, decidí hacer una ilustración para
cada uno. Al iniciar el primer dibujo se me ocurrió que podía conectar a todos en
la manera en que se hace en el juego surrealista llamado cadáver exquisito. Me dio
felicidad ese trabajo. Hacía un dibujo y medio por día, usando en muchos de ellos
bocetos de desnudos hechos con línea lenta que suelo dejar trazados sobre papeles
de pequeño formato. Según mi costumbre, a medida que hacía los dibujos, colgaba
los papeles unos al lado de otros en un alambre que tengo tendido en mi taller.
Al terminar esta tarea
se me ocurrió que podía hacer de la misma manera cincuenta pinturas, todas de la
misma altura, todas conectadas a la siguiente para que formaran un continuo.
Había descubierto en un
viaje a Toronto un libro sobre Ártemis
escrito por Jean Shinoda Bolen, analista junguiana, una favorita mía que ha de tener
mi edad. Al igual que la autora del libro, sentía cercano este arquetipo que deriva
del mito griego que describe una diosa que es independiente de varones, corre libremente
por los bosques en ropa que se le concede que sea cómoda para el ejercicio, se rodea
de animales y es en general indomable. Además, es una diosa generosa con mujeres
en el trabajo del parto y protectora de las doncellas jóvenes; nace de una giganta
ctónica y es hermana de Apolo.
Mi apellido, Wald, significa
bosque o selva significado que fue para mí un incentivo para entrar, como lo hiciera
antaño en una serie de dibujos, a lo que Dante menciona como “la selva oscura” al
iniciar el viaje en su Comedia. Esa selva lo identifican algunos analistas con el
inconsciente.
Inicié el primer cuadro
en forma totalmente automática, sin realmente saber adónde iba, aplicando con espátula
y esgrafiando trazos de colores hasta que apareció una curva que me sugirió el contorno
de una frente. Tomé una fotografía que me habían hecho y la usé ampliándola para
ir trazando el resto del rostro de mujer vieja. El resultado fue entrar en la selva
con un autorretrato.
Hay ambiciones que matan.
Quedé lejos de completar los cincuenta cuadros que me había propuesto como meta.
La serie quedó en diecinueve, que completé en once meses.
Siguen otras pinturas
de la misma altura, pero ya no tratan del mismo tema.
• Experimentos en el modo de trabajar
Mi trabajo es una especie de minería de artes visuales.
Voy explorando vetas que encuentro hasta que se agotan, para luego buscar vetas
nuevas. Este es un rasgo constante en mi carrera de artista plástica y se da en
los frecuentes cambios en el modo en que hice cerámica o en la manera en que llevo
la tarea de la pintura.
Para mi trabajo visual
no me he acogido a las corrientes más recientemente populares como las instalaciones
o la búsqueda de lo conceptual, pero aún así me he visto en constante búsqueda de
lenguajes nuevos. Esto, sobre todo en pintura.
Comencé a pintar con los
métodos más tradicionales. Uno de estos es escoger “una paleta”, es decir un número
determinado de colores y luego hacer que todos ellos estén presentes en todos los
componentes de lo pintado. Esto da un aspecto pulido de armonías de colores. Otro
es el trabajo en que bajo los colores así llamados locales, es decir lo que aparece
como lo visible para quien ve el cuadro, se usan colores que son sus complementarios.
Ello se hace para hacer que la luz se refracte sobre lo pintado con mayor viveza.
Este método, empleado durante doce siglos, desde el periodo bizantino, es el que
usa el “verdocchio”, el “verdecito” o tierra verdosa con que se pinta primero los
espacios en que aparece la piel de las figuras humanas para luego volver a elaborar
las formas encima con los rosados habituales. Todos estos materiales los he manejado
con pinceles.
En años recientes me he
alejado de estos y otros modos de pintar. En vez, trabajo siempre con manchas de
color aplicados muy libremente sobre las que aplico con espátula el color que me
nace, haciendo un esgrafiado que deja entrever el que hay abajo. Uso este método
porque encuentro que tengo demasiada habilidad con pinceles, sobre todo con lo que
he aprendido al aplicar pigmentos cerámicos. Este exceso de habilidad me ha llevado
a producir superficies de color y contornos refinados, con lo que, a mi parecer,
se da un resultado demasiado acabado al que yo llamo “lamido”. La torpeza con la
espátula hace que los trazos de mis cuadros recientes se vean más sueltos.
• Más sobre murales
He realizado dos murales en pintura, una para el edificio
del Ex-convento de Tiripetío de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
en México y otro para el Edificio de la Intendencia de la Región del Maule en la
ciudad de Talca, en el sur de Chile.
LA MATERIA
Durante siglos hemos buscado
la trascendencia a través del manejo de ideas unidas a la imagen del padre celestial.
Es ahora tiempo de buscar la trascendencia a través del manejo de la materia, la
madre terrenal, recordando que en ella está toda la energía que mantiene la vida.
Si consideramos que la materia es venerable, la vamos a considerar como algo que
se tiene que manejar con enorme cuidado. Dejamos de despreciarla. Dejamos de derrocharla.
Dejamos de malgastarla. Hay ejemplos de esto.
Entre las materias, los
elementos que necesitamos para nuestras vidas, para el funcionamiento de nuestro
mundo, están las que nos dan energía. Hablemos del petróleo. El uso del petróleo
se puede considerar trascendente si en su empleo pensamos en su origen. Nos viene
de la tierra, nos viene de vidas pasadas mucho antes de la nuestra. Nos viene de
materia orgánica, igual que nosotros. Si nosotros valemos, si tenemos significado,
así también lo tiene el petróleo. Si usamos por ejemplo la gasolina pensando en
que es parte de nuestra madre que está en la tierra, es parte de lo santo y sagrado,
lo haremos con cuidado. Gastaremos lo mínimo. Usaremos sólo lo imprescindible. Emplearemos
la gasolina como el boliviano que recuerda que su chicha procede de la tierra y
derrama unas gotas al suelo para ofrecer algo de su deleite a la Pachamama. Si usamos
la gasolina pensando en que es parte del cuerpo de la tierra que es sagrada y venerable,
dejaremos de andar en autos diseñados para transportar tres cuartos de tonelada
de carga en terrenos inaccesibles, cuando de hecho sólo vamos a comprar algunos
kilos de víveres a una tienda que está en alguna calle pavimentada. Derrochar la
gasolina de esa forma es un ultraje a la tierra que es sagrada. Todos tenemos algo
de culpa en esto. Malgastar la energía es ultrajar lo femenino que nos mantiene
y alimenta.
Manifestamos también nuestra
veneración de la tierra cuando manejamos sus frutos, los alimentos, de manera trascendente.
Necesitamos comer, cierto. Pero sólo necesitamos comer lo que es imprescindible
para nuestra vida diaria. Ni poco, ni mucho. Lo justo. No se trata de privarse.
Pero servirse más comida de lo que se puede comer y dejar sobras en el plato, es
violar el cuerpo de la tierra, es malgastar y despreciar sus frutos.
Manifestamos nuestra veneración
de la tierra cuando usamos nuestra ropa en forma responsable. Necesitamos ropa,
cierto. Que sea buena y bella, mejor. Pero es necedad y falta de trascendencia tener
más de lo necesario.
Ya ven hacia dónde voy.
Es necesaria la materia.
Es imprescindible. Es irrenunciable para mantener la vida. Pero su uso puede ser
asunto de crecimiento, de creatividad, de verdadera humanidad trascendente.
Se trata de unir al padre
celestial, cuya veneración es cosa del espíritu, a la madre terrena, cuya veneración
es cosa del cuerpo. El cuerpo es materia santa, la tierra es materia santa, los
seres humanos sabemos sobradamente, hace milenios, que manejar la materia, el cuerpo,
en forma espiritual y trascendente nos eleva, nos da vida. Si amamos la vida, amamos
forzosamente la tierra que nos la da, el cuerpo que es el modo de transmisión de
la vida terrenal.
Hay quienes proponen que
elevarse hacia lo espiritual se logra a través de la negación del cuerpo y de la
materia. Pienso que están errados. El acercamiento hacia todo lo material de modo
venerante es elevador. Sentir que compartimos una misma madre con pájaros, animales,
aves, pastos, flores, árboles nos acerca a una idea de trascendencia. Si tenemos
la misma madre que un árbol, tendremos, como lo hacen algunos, que pedirle perdón
por derribarlo. Si entendemos que nuestro mueble procede del árbol que es hermano
nuestro, los trataremos con cuidado, veneraremos al árbol del que fue hecho. Si
comemos la carne de un ave con consideración y amor hacia su vida que es hermana
de la nuestra propia, el mismo comer se convierte en un acto trascendente.
Somos hijos de la misma materia que la Luna y el Sol, la misma materia que las piedras bajo nuestros pies. Somos hijos de la misma materia que el petróleo que extraemos de la tierra. Somos hermanos de la gasolina, de la bencina. A ver cómo la cuidamos.
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SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 182 | outubro de 2021
Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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