Lo mismo me sucede cuando me piden que hable del
“surrealismo actual”. Yo vivo en el surrealismo, he mantenido la misma actitud de
vida, pensamiento y de trabajo que abracé desde mi juventud. Estas circunstancias
me han hecho ser más creativa y me han mantenido equilibrada en mi fondo. Es decir,
el surrealismo como modo de vida me es necesario.
Esto mismo creo que sucede para todos los que, como
yo, no persiguen cosas de conveniencia o presiones de poder, sino que siguen ese
algo que desde el interior de la psique les va acicalando para que actúen de la
manera en que se manifiesta la libertad del flujo creador, enfrentada a la necesidad
de resistir presiones y conveniencias. Desde que Apollinaire definiera la actividad
poética, es decir, creadora, de los jóvenes que lo rodeaban, los que participan
en el surrealismo y los que están inmersos en él, saben cómo navegar en sus vericuetos
y saben cómo afecta sus vidas. Quien está nadando, sabe que está mojado. Quien es
surrealista conoce sus postulados y participa en sus principios básicos. Esto se
da a sabiendas o no, sea que la persona es aceptada o no como tal. Y al ser surrealista
puede gozar de la aparición de lo maravilloso, así como quien va nadando, puede
apreciar las temperaturas y corrientes del agua.
Ya el primer grupo surrealista había contemplado
antecedentes suyos en tiempos que le precedieron, incluso a la distancia de centurias.
Eso porque hay en la especie humana un estado de conciencia en que se puede ser
surrealista en cualquiera época. Ejemplo de ello es el trabajo de Hieronymus Bosch,
al que los españoles llamaban El Bosco.
Desde mi óptica a principios del siglo veintiuno,
el surrealismo lo veo como un componente del ánimo que surge en la juventud, en
las épocas en que se busca el espacio de libertad para la expresión de los ya mencionados
impulsos interiores, incluso antes de tener una conciencia del origen de éstos.
La búsqueda de la libertad en el amor y en la creatividad, la búsqueda de la expresión
de la idea de lo absoluto, de lo vasto, de lo que lleva a la sensación del misterio
y lo maravilloso, se manifiesta, a mi parecer, en todos los seres humanos. Está
presente en la infancia y en la adolescencia de todos.
Hay sociedades en que estos impulsos florecen y
fructifican con mayor energía. Y el surrealismo surge notoriamente en contra de
sociedades que intentan apaciguar sus impulsos e incluso asfixiarlos. Hay también
situaciones en que, al no estar tolerados, los impulsos de estas índoles quedan
soterrados. Pero siguen existiendo.
Veo también en las generaciones de personas jóvenes
que me toca conocer en Chile y en México que se da un genuino interés en el trabajo
de los surrealistas. Veo que hay personas que asumen el compromiso por seguir su
trabajo y mantener sus ideales. Y veo que no son pocos y que despierta su actividad
la de otros, ampliando el círculo y aumentando sus efectos.
Es decir, yo concibo un surrealismo instintivo y
otro que puede manifestarse en actitudes más conscientes, más razonadas, mejor expresadas
en definiciones y exclusiones. En el aspecto instintivo creo que se puede incluir
manifestaciones que se dan universalmente como una expresión de lo humano. Y en
el aspecto consciente y razonado están los postulados y manifiestos de surrealistas
cuyos textos y creaciones se celebran en los cien años desde el fin de la Primera
Guerra Mundial cuando en Francia jóvenes poetas que sobreviven las atrocidades comienzan
a articular sus ideas.
La presión que se forma en la olla en que hierve
el agua va a levantar su tapa. La opresión de guerras y autoritarismos de los gobiernos
va a producir que se dé más actividad como la de los surrealistas. Los seres nacen
libres. Creo esto de todos los seres vivos. A mayor opresión, mayor resistencia.
Si los seres son oprimidos y restringidos en su naturaleza van a reaccionar contra
la opresión, mientras siguen vivos. Y si mueren o son asesinados, otros seguirán
su impulso. Esa reacción será oculta, subterránea, pero va a seguir actuado y florecerá
en creaciones y en manifestaciones en cuanto se dé cualquiera grieta en el sistema
social. Y la grieta se va a dar, ineludiblemente, porque la búsqueda innata de la
libertad va a producir la presión necesaria.
Aquí no se trata de inmortalidad de dogmas y reglamentos,
no se trata de eternidades de sistemas y modos de operar, sino de la veracidad del
hecho de que existe un cambio constante que se da en la naturaleza y en lo humano
que paradójicamente tiene cimientos firmes, pero flexibles. Lo que no dura es la
rigidez, la imposición de las conveniencias dictadas por el poder. Lo que perece
es lo que no se ajusta a lo interior, que nos mantiene y que nos alimenta. La búsqueda
de la libertad es esencia de la vida misma. Es irrenunciable.
Quizás se piense que soy una optimista ilusa, irracional.
O quizás veo con mayor claridad que no importa cuánto se descalifique el surrealismo,
cuántas veces se lo declare caduco y muerto, sigue surgiendo, sigue mofándose, sigue
creando el cadáver exquisito y la resistencia que su ánimo lúdico hizo brotar desde
un principio. El surrealismo sigue siendo necesario.
NOTA
1. Annie Le Brun, Ce
qui n’a pas de prix, Éditions Stock, París, 2018.
LA
REVOLUCIÓN
Compartimos
muchas cosas con otros seres, vertebrados como nosotros. Una de ellas es que ante
un peligro reaccionamos de dos maneras: huída o ataque. Estamos ante algo que nos
amenaza y huimos. O al presenciar una amenaza nos hacemos de ánimo, juntamos fuerzas
y atacamos. Lo que nos amenaza podrá agarrarnos, si no huimos lo rápidamente que
sea necesario o podremos vencerlo si lo hacemos sabiamente. Ante peligros grandes
los humanos han encontrado que juntar fuerzas, actuar gregariamente, es decir en
grupo, unidos por un propósito, se puede sobrevivir.
El mayor problema que nos amenaza es la extinción
de la vida en nuestro planeta debido al deterioro del medio ambiente. Esto no es
un chiste. Muchos seres vivos están desapareciendo diariamente, aunque no prestemos
atención a ello. Especies enteras han desaparecido muy recientemente de forma irrecuperable.
Especies de vegetales, de animales, de tierra y de mar. Si ellos desaparecen, puede
que a nosotros también nos llegue nuestro turno. En todo caso hay indicios de ello.
Por ejemplo, se producen sequías y erosión en lugares donde antes había vegetación
o bosques y los seres humanos que ahí viven perecen de hambre.
Ante este tipo de amenaza se puede recurrir a la
huida. Una forma de ello es el que proponen los que piensan que yendo a algún otro
planeta podremos establecer formas de vida que nos salven. Las dificultades para
ello son enormes, pero hay incluso millonarios que ya juegan con la idea practicando
el turismo espacial. Menos costoso como huida es la migración, que también causa
grandes problemas.
No hay que hacerse de ilusiones. La cosa no es fácil.
Salvar el medio ambiente de nuestro planeta requiere la mayor revolución que ha
conocido la humanidad. Nunca ha habido tanta urgencia en cambiar de pensamiento,
pero tampoco ha habido nunca tanta energía disponible para hacerlo. Somos muchos,
muchísimos millones de seres humanos en un planeta que de hecho hemos invadido en
todos sus rincones. Pero como somos seres pensantes, y porque somos gregarios, podemos
llegar a producir la revolución que necesitamos. Una revolución en nuestro pensamiento
mismo, en la totalidad de nuestra conducta.
Está al alcance de nuestra mano la información de
lo que sucede en todos los aspectos de la vida, la multiplicación de nuestra especie,
la contaminación producida por nuestras actividades, el deterioro de los suelos
y del agua por el manejo indebido y la sobreexplotación. Nuestras actividades, es
evidente, están produciendo el cambio climático debido a que se sobrecalientan el
aire y los mares. Nuestras actividades, es evidente, están produciendo la falta
de agua para uso diario y para nuestra sed.
La información que tenemos también nos indica qué
remedios podemos aplicar para detener la catástrofe. Pero la revolución que ello
implica lo podremos producir sólo si una parte muy importante de la humanidad se
da a la tarea de ello. Las costumbres que tenemos y que gobiernan nuestros actos
tendrán que cambiar. Las preferencias que tenemos tendrán que ser abandonadas para
adoptar otras que puedan sustentar el cambio en bien de todos. Creo que todo lo
que forma nuestras culturas, nuestra civilización misma estará cambiado a muy breve
plazo. Si no, no vamos a sobrevivir. Los niños, los jóvenes que vienen en las generaciones
que siguen a la nuestra ya reclaman, ya actúan.
Si nosotros logramos cambiar a tiempo, no estaremos enfrentando el odio y el desprecio de los que heredan una Tierra enferma por nuestros caprichos. No hay tiempo que perder, debemos actuar en todos los niveles. Podemos empezar por examinar nuestra vida diaria y ver qué podemos modificar para dar ímpetu a la revolución que buscamos producir. Podemos formar grupos para fortalecer nuestra determinación, para obtener consensos, para buscar una vida que favorezca la vida y que evite la muerte de más especies en nuestra Tierra y evitar la muerte de nuestra propia especie. ¡Sí, se puede!
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SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 182 | outubro de 2021
Artista convidada: Susana Wald (Hungria, 1937)
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