quinta-feira, 14 de outubro de 2021

JULIO BORROMÉ | Historia, conciencia e identidad venezolana en la obra de Mario Briceño Iragorry



Cuanto más fiel me mantengo a mis relecturas y al proceso de la Revolución Bolivariana, tanto más siento la necesidad de repensar la obra del escritor trujillano Mario Briceño Iragorry (1897-1958). Y tanto más siento en su obra el mensaje que purifica esta sequedad y aprensiones en torno a su ejemplo de místico escriturista, como solían llamar los críticos a San Juan de la Cruz. El mensaje de un hombre que comunicándose consigo mismo escuchó la voz de las mayorías. El mensaje de un hombre que reflexionó el país en virtud de una motivación histórica profunda. El mensaje de nuestros conflictos morales, del orden artificial y ramplón de la democracia entreguista. El mensaje de un hombre que interroga los fundamentos de la nacionalidad y cuestiona la democracia pacata y macarrónica.

Es, sin duda, vital, el aporte conceptual de su obra en el momento político que le correspondió enfrentar con excelsa valentía; cuán peligrosas pudieron resultar esas fuerzas oscuras que enfrentó y en qué medida influyeron en el destino de la sociedad venezolana. ¡Escuchen el mensaje! Los efectos perturbadores que socavaron con fanática parcialidad los intereses del pueblo en beneficio de la política estadounidense, y en la preservación de los privilegios de la oligarquía nacional, reservaron en Mario Briceño Iragorry el elevado propósito que renuncia piadosamente a su propia seguridad para sumarse decididamente a dejar hablar por sus labios el espíritu de su época, y este en su decir sintiente simboliza la voz antigua de la tierra. Este mensaje a las generaciones futuras y la desnudez espiritual conceden a su obra el comercio misterioso de la tierra con una religiosidad cristiana, dentro del cual se desenvuelve su reflexión, y que nosotros vemos con mayor claridad en su experiencia hallada de nuevo y autentificada en la integridad de su proyecto político. Sobre este fondo va penetrando en la vida de los venezolanos la agudeza de sus planteamientos y el peso interpretativo y hermenéutico cuyo objetivo es borrar las fronteras entre la ficción y a realidad.

Con todo ello no hago más que indicar esta actitud de carácter en la vitalidad geográfica que implica la adopción de relaciones dentro de la comunidad y sus memorias, sus discursos y sus distancias. El Trujillo de Infancia de Mario Briceño Iragorry va de mudanzas enunciativas a mudanzas históricas y de estas a configuraciones políticas, culturales y sociales de amplios horizontes. De las vivencias en los paisajes y bosques, las casitas de techo bajo y sus neblinas, la misa, al mismo tiempo un saber acerca de lo común y de una relación con la historia delo pequeño, la matria, el terruño. Tenemos que este fondo contiene en sí un orden histórico y unas costumbres en las que participan los habitantes de esta comarca profunda que da movimiento a todo el país, desde su reservorio de historias de la vida cotidiana al territorio de la identidad nacional, donde es posible pensar una historia totalizante dirigida hacia la reflexividad del corazón. Recordemos las palabras de Don Mario: “el pequeño tiene derecho a conservar íntegro su patrimonio moral. Nosotros, como nación, debemos cuidar por la conservación de nuestros valores sustantivos”.

La obra literaria y política de Don Mario Briceño Iragorry invita a suscribirse a ella prestándose a lo que tiene de memorialista y sustancialmente política, a propósito de la vida nacional de una época y en torno a unos puntos capitales bastante enérgicos para resistir cualquier otro llamamiento. Y en este afán comprensivo se nos abre el reino de dos mundos comunicados, superpuestos, dialógicos. El historiador devela la crisis de pueblo, y el relato del novelista penetrado por la memoria y la conciencia histórica –si bien subjetiva− es sensible al tratamiento lógico de comprender los fenómenos políticos y culturales, determinados por el hostigamiento imperial y la máxima subordinación de la oligarquía nacional por entregar la República a los intereses trasnacionales y corporaciones estadounidenses. Esta fue la señal que imprimió en la vida de Mario Briceño Iragorry la búsqueda de otros horizontes de pensamiento y la convicción de reintegrar los valores más profundos de la venezolanidad. Atrás quedó la nostalgia y cierto conservadurismo a los que supo hacerle frente el hombre de carácter antiimperialista y consustanciado con la identidad venezolana.

De la identidad venezolana –para poner sentido entre la multitud de mensajes de pluralidad estética y pensamiento de su obra− Briceño Iragorry ausculta el pasado independentista y colonial de la República, insustituible valor de nuestro carácter con necesidad basada en leyes históricas y de una continuidad creadora acompañante de la tradición. Una lectura del pasado vinculada a la marcha del presente como tiempo vivo, no la mera entelequia del tiempo histórico y la enorme ingenuidad de hundirse en los sedantes historiográficos, si es que ya de suyo no se le quita del camino los velos del dogma. Mario Briceño Iragorry hace esta difusión de acción recíproca y declaratoria de principios e intereses comunes que explican una serie de hechos que a lo pronto pudieran presentarse dentro de la corriente del “revisionismo histórico”, y por otro lado, “la modernidad de sus propuestas estéticas. En este sentido, Domingo Miliani describe la transformación del pensamiento de Briceño Iragorry partiendo de la rebeldía de la juventud y sus lecturas nietzscheanas, la lectura de los clásicos griegos y romanos, del provisional diálogo con el positivismo, la afirmación espiritual del “católico fervoroso practicante y también beligerante”, y finalmente, la apropiación del revisionismo histórico como método de interpretación.


Pero también quisiera precisar sobre el grado de proximidad con respecto a esta vertiente, y de los posibles acercamientos derivados de la recepción de textos afines a la comprensión de la realidad histórica. Elvira Macht de Vera, en un ensayo muy interesante desde el punto de vista semiológico toma en cuenta el nexo entre la corriente modernista y la corriente del arielismo en una obra capital de Mario Briceño Iragorry, Mensaje sin destino (Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo). En este libro de constantes observaciones a la noción de crisis en todos los órdenes de la vida nacional, la crítica social tiene una repercusión y un alcance propios; aparece en las descripciones la necesidad de explorar la intimidad del país y el proceso de descomposición material y humana que la acompaña. La envoltura espiritual de los valores en la formación de la voluntad colectiva en la sociedad venezolana es el eje de ampliación de lo íntimo y la inquietud de Briceño Iragorry lo empuja a interpretar críticamente y a buscar las causas de los efectos nocivos de una sociedad diseminada y en crisis estructural, por ser el producto de la cultura capitalista y de las alianzas carnavalescas con la oligarquía criolla.

Desde esta perspectiva, en la escritura de Mario Briceño Iragorry confluyen, la historia, la conciencia nacional y la literatura, que introducen en sus formas de ver y sentir la vida nacional el reconocimiento para darse cuenta de lo que representan y piensan los protagonistas de nuestras historias. Es una forma de contarnos e identificarnos con la tierra venezolana y sus pequeñas historias, donde es posible la reciprocidad de las provincias y de las aldeas con ese espíritu de rango histórico que atraviesa la patria toda. Así la prolongación de nuestros personajes ficticios y de carne y hueso trazan la historia que en realidad replantea el lugar destinado a las subjetividades en las obras de reconstruir los episodios de la vida nacional frente al determinismo fatalista de la agresión foránea y de la ciega fortuna del imperialismo en aquel fabuloso escenario de la irrupción del petróleo, como lo expone Briceño Iragorry en un “retablo novelado”, Los Ribera (1957).

Constantemente, don Mario hace oír su voz en la contienda política, voz de escriturista en la creciente impresión de urgencias que bien expresa de manera categórica la defensa de nuestra patria. Así es como la racionalidad y la sensibilidad lo animan a seguir adelante y tratar de promover una moral que tenga la utilidad y las buenas razones para detenernos en los intereses de nuestros pueblos. Una moral para considerar las normas de convivencia que aspiran al deber ser en una sociedad sin destino e indiferente a los graves problemas sociales de los ciudadanos. Esto nos plantea desde un punto de vista práctico la cuestión de los principios de una nación. ¿Acaso la utopía venezolana no compone un su deseo esta prospectiva encarnada en un proyecto ético basado en los valores profundos de la venezolanidad? La profunda devoción que sentía y practicaba Mario Briceño Iragorry en el proceso de mutuo reconocimiento, cuando optaba por desocultar el ser profundo del venezolano y alertar sobre la vorágine del capitalismo, participa de la integración afectiva e histórica de la patria, y como enseñan los estoicos, de la patria ecuménica, de la patria grande que participa de la afirmación de las tradiciones y de la valoración del tiempo en la continuidad creativa de las perplejidades de la historia.

Recordemos también que fue Mario Briceño Iragorry quien rebautizó el calificativo “pitiyanqui”, expresión puertorriqueña acuñada por el poeta Luis Llorens Torres. A partir del acento de esa expresión que acompaña al pueblo venezolano podemos atender a su significado próximo al lenguaje popular: signo de resistencia y coraje frente a las agresiones imperialistas y antes las posiciones genuflexas de los partidarios del servilismo neocolonial. Para Don Mario “pitiyanqui “resulta algo así como yanquicito, yanquizuelo”.

La obra y el pensamiento de Mario Briceño Iragorry gozan de vigencia orgánica que la mayoría de los infieles tendieron a disminuir con descalificativos y algo más, como lo fue el atentado que en su contra infligieron las fuerzas oscurantistas de la dictadura, allá en el exilio, lejos de su patria. Una obra vigente al servicio del pueblo. Una laboral pastoral y educativa de profunda vocación religiosa conducida por la más irreverente posición antiimperialista. De esa manera llegó a darse una disposición álmica entre la palabra y la acción, entre el pueblo y el ímpetu de soñar una patria libre y soberana, entre lo apolíneo y la desgarradura ontológica. La vigencia intelectual del militante de la palabra y de la responsabilidad social y participativa en los asuntos del pueblo. La obra de Mario Briceño Iragorry es un patrimonio para quienes heredamos la patria, su legado y valentía, sus méritos y sus defectos, y decir también, el ejemplo digno de su afabilidad, templanza, al ser ejecutor de un singular destino en sí mismo y con la patria toda.


José Manuel Castañón escribe de su amigo Mario Briceño Iragorry: “Un venezolano de la lucha y no de la decadencia”. Servando García Ponce expresa: “Antioligarca y antiimperialista, don Mario exhortó, una y mil veces, a buscar en nuestra historia, nuestras costumbres y nuestra tradición la fuerza para defender la nación como sangre, carne y huesos de nuestro propio ser”. Escuchemos la voz del poeta Antonio Pérez Carmona referirse a Mensaje sin destino: “Biblia venezolana para cumplir los mandamientos de la dignidad y vergüenza. Librito de cabecera para exterminar la politiquería, la demagogia y la ruindad. Apenas noventa páginas que representan el mejor testimonio del ideario bolivariano”. En homenaje póstumo a Briceño Iragorry, el doctor y comunista Arturo Cardozo relata: “una de las figuras más descollantes y combativas de la intelectualidad venezolana contemporánea (…) por su brillante personalidad, así como también nuestra admiración por su obra igualmente luminosa. (…) se impone la gigantesca misión de levantar la conciencia colectiva en defensa de la riqueza y el alma nacionales: se constituye en vigía de la nacionalidad”. El maestro Domingo Miliani reflexiona acerca de la noción de cultura del escritor trujillano: “Su concepción de la cultura adquiere un viso de modernidad ecológica”.

 

Un libro para la infancia y la juventud latinoamericana

Lecturas venezolanas (2007) es un libro reeditado por la Fundación El perro y la rana, Colección Historias. Mario Briceño Iragorry en este bello libro invita al lector a conocer y sentir la patria. La escogencia de los textos reunidos da pie para consideraciones de índole general y sobre el alcance de la íntima resonancia de las letras venezolanas. Pero lo más importante de la selección de los escritos consiste en las temáticas diversas que Don Mario elige con el fin de poner delante de los jóvenes lectores los hombres de lo público y de la guerra, las versiones de la historia, la naturaleza, el lugar de origen, la poesía, los orígenes, los oficios. El imaginario y las imágenes de la patria venezolana. Briceño Iragorry construye pequeños textos y otros de mayor extensión cuyo objetivo consiste en poner al alcance de los lectores el conocimiento de nuestra historia, el pensamiento de los hombres de la república de la cultura y de nuestros procesos independentistas.

Para Briceño Iragorry el niño es el lector ideal: la convocatoria de la experiencia de la infancia garantiza una lectura perdurable, espontánea y lúdica de las historias y de los héroes que da cuenta de una geopoética de los afectos, de un acercamiento a escrituras fundacionales de nuestro acervo literario, memorialístico e independentista. En la explicativa a la primera edición (1926), Don Mario se propone por objeto reencontrar la intimidad de la infancia y el sentimiento de continuidad intelectiva a través del acto de leer. Qué invita el escritor trujillano, a leer “trozos literarios de nuestros escritores, para que el niño se familiarice con el nombre de algunos de ellos (…) nada más lógico que cuando el niño sepa leer, dirija sus miradas a nuestros propios escritores: esto, a más de realizar un fin patriótico, contribuirá a preparar la cultura del alumno para ulteriores estudios de la literatura”.


El llamado es revelador, pues muestra hasta qué punto la formación de un país puede originarse en el acercamiento de la infancia a la lectura de escritores de raigambre venezolanista. Lectura que no puede arriesgarse sin el vértigo que produce el despertar de la imaginación y el descubrimiento de las primeras letras fundacionales. Esta guía de lectura propuesta por Don Mario empieza con anécdotas, pequeñas historias, símbolos patrios, héroes, batallas, el patrimonio de las provincias, la memoria colectiva y la naturaleza. En este libro maravilloso el escritor venezolano traza un cuadro conmovedor de la nacionalidad venezolana armonizado con el conjunto de la geografía que llama la atención por su riqueza barroca de sus caminos, y también por sus incesantes efectos de quietud hechos de pura tierra. De la imaginación y la conciencia de los escritores que dialogan con el lector de Lecturas venezolanas tenemos el deber de reconocer y de colmar de gratitud la memoria y la historia de la patria. Y la decisión de dar a cada lector, pequeño la batalla de la experiencia: en suma, las dos mitades de un alma misma, la racional y la instintiva. Puestas sin previo aviso frente a frente, y al instante se produce la sensación de recorrer en todo el país, su pueblos y ríos, el maravilloso atardecer y el prodigio del vuelo nevado. Lo que le oyesen al campesino al punto lo refieren las flores. Hubo también de pasar la Ceiba, los luceros, orgullosos testigos del sueño del Turpial, y mucho más modesto de lo que creía, el Ávila conserva en su verde la voz manuscrita del tiempo.

 

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Julio Borromé (Venezuela, 1970). Poeta, Investigador y Ensayista. Coordinador de la “Cátedra Mario Briceño Iragorry”, Trujillo. Magister en Literatura Latinoamericana por la Universidad de los Andes. Núcleo “Rafael Rangel”, Trujillo. Colaborador permanente de los Suplementos Culturales Letras Ccs y Pie de Página. De sus libros de ensayos: Escritos desde el monasterio (De libros, lectores y cultura) (2009). Los Intelectuales y la filosofía de lo popular (2013). Hacia una filosofía del mestizo y el desencuentro de los géneros en la obra de José Manuel Briceño Guerrero (2013). Crítica de la Lectura Instrumental. Del sentido, la interpretación y el libro en Venezuela (2014). América Latina: ecología, liberación y utopía (2019). De sus libros de poemas: Tiempo de pájaros dormidos (2002). Camisa de plumas (2004). Salmos al exilio (2006). Desnuda te ves más alta (2007). Genealogía del bosque (2010). Metafísica del tartamudo (2013). Ha sido Ganador de la Primera Bienal de Poesía Manuel Felipe Rugeles. Ganador de la Primera Edición de la Bienal de Poesía Gustavo Pereira. Co-Ganador de la Primera Bienal de ensayo Félix Armando Núñez. Ganador del Concurso de Becas de Estímulo a la Creación Literaria (CENAL). Sus ensayos, poemas, artículos y ponencias han sido publicados y leídos en Venezuela y fuera de las fronteras. 



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Número 183 | outubro de 2021

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