quinta-feira, 24 de março de 2022

Agulha Revista de Cultura # 205 | março de 2022

 

∞ editorial | Alquimía de los sentidos

 


00 | A medida que avanzamos en la preparación de nuevas ediciones de la serie Surrealismo Surrealistas: http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2022/01/surrealismo-surrealistas.html, nos sentimos más atraídos por el doble imperativo de extender la publicación a lo largo del año 2022 (originalmente habíamos pensado en solo 120 ensayos que ocuparían la primera mitad del año) y, al final de todo, inventar las condiciones para publicar todo este valioso material en un libro. Tal vez sea hora de que Agulha Revista de Cultura busque uno de estos mecanismos de financiación, o encuentre una manera de dar a conocer una editorial brasileña que acepte el desafío. Para nosotros esta idea sería intensamente maravillosa, y no cabe duda de que nuestros lectores también están de acuerdo. Maduremos el plan. Y, naturalmente, aceptamos sugerencias de todos. Abraxas

 

01 | Tal vez fue la última noche o incluso la última llama del deseo. Pero la razón por la que estamos aquí debe llegar a un punto más allá de toda duda y confirmación. Un rayo de cada elemento, por polvoriento que sea, debe salir a la superficie dibujando seductores bultos en la piel del horizonte. No hay razón para rehacer o recrear, el instinto debe en todo momento confabular una lista innumerable de enigmas. Las grandes rocas que levitan en el desierto, el laberinto arrugado que confiesa la pérdida de sus salidas, el murmullo embrujado del tiempo, ya nadie se preocupa por las vestiduras rotas del desencanto. El aniquilamiento es el último estigma que se conserva en el imperio de las catástrofes. La ruina del ser, la chispa intransitiva del caos, el destino sellado como representación fallida. Fantasmas yaciendo boca abajo, como un escenario ominoso, la profecía reticente que acaba cediendo al abandono. Todo parece no tener fin, como una agonía aplastada por la ausencia de dolor, la parálisis continua del aislamiento en sí mismo. Deshabitado, el hombre ya no encuentra armonía en sus diferencias. No sabe escribir su propio nombre sobre los escombros de la existencia. Quizás ha decidido, por el contagio de su inercia, que esta será su última noche.

 

02 | En un librito mágico que supuso uno de los hitos para la entrada en escena del surrealismo, ya en 1919, André Breton y Philippe Soupault se quejan de que la inmensa sonrisa de la tierra no nos basta: necesitamos viejos desiertos, ciudades sin resplandor crepuscular y mares muertosLes champs magnétiques, escrito en mayo y junio de 1919, publicado en mayo de 1920–. Allí comenzamos nuestro viaje, por el imperativo de descubrir otras dimensiones de nuestro paso por la tierra. El propio surrealismo nace en las bitácoras de la goleta errante llamada Cabaret Voltaire, y sus intensas reuniones de viajeros.

El automatismo estaba ahí, la mecánica de las tarjetas de collage, la instauración del momento como carbón propiciatorio de la magia perenne de la existencia humana. Una verdadera comprensión del tiempo como un juego inalámbrico. La sublime comunicación del yo con sus inefables otros. En las páginas de la revista Littérature comienza a viajar el doble mundo que llevamos dentro y fuera.

Un viaje que lleva en sí mismo tanto los lugares de encuentro como la geografía del espíritu de cada uno de sus participantes. Las multiplicaciones creativas de los abismos personales y el fluir de las miradas en nuevas formas de explorar el mundo. Teoría del nuevo horizonte. Una metafísica de lo desconocido. Así es como la vida alcanza su arraigada altivez polimorfa.

Así nace el Surrealismo. Con ese sentimiento incesante de buscar nuevas tierras. Como centro de atracción de los viajeros más comprometidos con desvelar nuevos trucos para conjugar imagen y palabra. El entusiasmo de ir y venir por mundos imborrables. Este centro, por impulso de vitalidad, desde su núcleo se ha afirmado como una red de canales en perpetuo movimiento. Su nombre no es Zurich o París, sino un cabaret y luego un café y más, las calles y galerías y puertos.

Los juegos y creaciones colectivas, las alocuciones del entusiasmo común, un sinnúmero de actividades enriquecedoras que les permitieron llevar el espíritu de regreso en su equipaje a varios países del mundo. De esta forma, el Surrealismo llegó a otros continentes, llegando a Adelaida, Lima, Tokio, Rabat etc. El Surrealismo llegó a Japón de la mano de Nishwaki Junzaburo (1894-1982) y su encuentro con Takiguchi Shuzo (1903-1979), los dos poetas y artistas visuales, o a Inglaterra, de la mano de Roland Penrose (1900-1984) y la formación de grupo con David Gascoyne (1916-2001), o en Perú, con el regreso de César Moro (1903-1956) y su amistad con Emilio Adolfo Westphalen (1911-2001), y así fue en todas partes. Pero casi igual a este modo de impulso del movimiento también contribuyó la 2ª Guerra Mundial y sus inevitables exilios.

Con el tiempo, se descubrió que era impensable una práctica ortodoxa del Surrealismo, pues en su transcurso se registraban acciones tanto grupales como aisladas. Además, los viajes brindaron una reciprocidad que poco a poco fue agregando nuevas perspectivas, modificando errores de formación, sin dejar de basarse en su tríada fundamental: amor, poesía, libertad. Era necesario deshacerse de los eufemismos de la ortodoxia para crear nuevas visiones de uno mismo y del mundo. En esto, el Surrealismo creció hasta el punto de ser el movimiento cultural más importante del siglo XX.

Uno de sus clásicos errores provino de la negativa de André Breton a conocer idiomas distintos al francés. Con ello, trajo a escena una presencia más plástica que poética en el surrealismo internacional, dejando bajo cierta oscuridad la grandeza de la obra renovadora de muchos de sus poetas. El mismo Breton, sobre la imagen surrealista, apuntó en el primer manifiesto:

 

Para mí, no lo niego, el más fuerte es el que presenta mayor grado de arbitrariedad; la que requiere más tiempo para ser traducida al lenguaje práctico, ya sea porque contiene una enorme dosis de aparente contradicción, o porque uno de sus términos está curiosamente escondido, o porque, habiéndose presentado como sensacionalista, parece que termina débilmente (que cierra, bruscamente, el ángulo de su compás), ya sea porque toma de sí una justificación formal burlona, ​​o porque tiene un carácter alucinatorio, o porque, con toda naturalidad, da a lo abstracto la máscara de lo concreto o viceversa, o porque implica la negación de alguna propiedad física elemental, o por provocar la risa.

 


Esta fuerza de timbres variados proviene tanto de la imagen plástica como de la imagen poética. Su valor trascendente radica en la profundidad de la imaginación. Bien lo entendió Benjamin Péret, cuando dijo que la poesía es la forma natural de pensar de la humanidad, es decir, la poesía como explosión del pensamiento en su ámbito poético y plástico. El poema, a través de la visión surrealista, logró la transmisión de las verdades más esenciales para el hombre, aquellas que están hechas de riesgo permanente y de aventura sin fin.

Poetas como César Moro, Enrique Molina, Ludwig Zeller han descubierto una clave de raíces entrelazadas que les conduce a las cotas más altas de la creación poética en lengua española. Lo mismo puede decirse de los griegos Odisseas Elytis, Andreas Embirikos y Matsi Chatzilazarou. Del mismo modo, podemos pensar en los japoneses Kansuke Yamamoto, Kitasono Katue y Takiguche Shuzo, o en poetas de lengua inglesa, como Max Harris, Joyce Mansour o Philip Lamantia. Los ejemplos se reproducen en muchos otros idiomas y esta clave no radica en el antagonismo entre el mundo auditivo y el mundo visionario –como defendía Breton, eligiendo lo auditivo como la mayor forma de concepción de lo poético–, sino en una fusión de los dos y sin olvidar los otros sentidos.

Todavía tenemos que descubrir las esferas vinculadas del surrealismo en la poesía de innumerables países. Las ventanas abiertas de esta tormenta que avanza mucho más allá de los conceptos de tiempo y espacio. Ha pasado un siglo desde la redacción de Los campos magnéticos y el escenario de maravillas que fue la revista Littérature. Un siglo desde la comprensión que dan los collages de una nueva realidad. Un siglo de la aventura trascendente de los juegos colectivos, donde la verdadera poesía se hace en el reconocimiento –nunca en la sumisión– del otro.

Esta alquimia de los sentidos dio una nueva percepción de cuerpo y alma al siglo XX, como una prueba más de la inmensidad del pensamiento, como las letras de fuego que alargan nuestra permanencia en la tierra. Esta esfera –la suma de lo angelical y lo demoníaco que ofrece el Surrealismo– es lo que ha construido todo en nuestro tiempo.

 

03 | Leila Ferraz (Brasil, 1944), todavía muy joven, a los 20 años, descubre el Surrealismo y se atreve a montar, junto con unos amigos, una exposición internacional del movimiento en São Paulo. También fue coeditora del catálogo-revista de la exposición, A Phala. En sus páginas un ensayo de Leila –Introducción al pensamiento mágico surrealista– imprime la fuerza de su identificación con los postulados del Surrealismo, al mismo tiempo que comienza a despertar a la misoginia que contaminó las acciones del grupo. Hace un rato hablábamos de la relatividad de la libertad, especialmente en relación con la mujer, cuando raspamos el barniz canónico del Surrealismo. Entonces me dijo: La mujer es, en sí misma, una fuerza transgresora en todo momento. Como una estrella en la mecánica celeste. Su transgresión es su propia condición femenina y todo lo que así la caracteriza. Mira, hoy publicaron por primera vez la foto de un agujero negro en el universo. Cuando lo vi, inmediatamente lo asocié, más aún, vi el cuello uterino femenino. Ambos son transgresores en sus misterios y trascendencias. Una transgresión infinitamente cambiante y paradójicamente única. La esencia de un escenario indiscutible. Algo tan sagrado y violento. Algo que es cóncavo y en el límite de esta comprensión, convexo. Nunca objeto. Es un mutatis mutandis entre el dolor y el placer. La conversación nos permitió abordar las formas de reacción de la mujer, en especial la interdicción ulterior. La mujer no está vedada, pero se veda, como si se guardara, al menos en parte, la celebración de sus oficios para sí misma. Como si siempre guardara algo oculto, nunca revelado, que es la parte revitalizante que lleva dentro de sí. Ante esto es que la mujer no cede a los trucos de la repetición, porque guarda en sí misma un mineral que perennemente alumbra a cada acto, que la hace parecer (e incluso ser) otra, siempre renovada, en ella. Y Leila llegó al fondo del mineral de esta relación precisamente con el Surrealismo y su revelador pozo de contradicciones. 

Floriano Martins

 

 

∞ índice

 

AMPARO MONTESINOS MUÑOZ | Primavera sombría: el erotismo en la obra de Unica Zürn

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ANA PUYOL LOSCERTALES | Lee Miller (1907-1977). Un nuevo tránsito al otro lado del espejo

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CARLO MCCORMICK | Entrevista com Dorothea Tanning

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DOLORS MARIN | Luis Buñuel: entre el surrealismo y la etnografía

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ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | Abrindo as cortinas para Jacques Prévert

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KAREL SRP Jr. | A expressão artística de Jindřich Štyrský

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LILIAN PESTRE DE ALMEIDA | Suzanne Césaire, a desaparecida que se tornou rochedo no mar ou a musa escritora que faz a diábase em Tropiques

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MÁRCIO CATUNDA | A poesia de Robert Desnos e a fascinação do enigma

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R. LEONTINO FILHO | Raul Bopp em trânsito

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ROGERIO LUZ | Alberto Giacometti: a tarefa interminável

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Agulha Revista de Cultura

Série SURREALISMO SURREALISTAS # 06

Número 205 | março de 2022

Artista convidada: Leila Ferraz (Brasil, 1944)

Tradução: Floriano Martins

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

concepção editorial, logo, design, revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS

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