sexta-feira, 11 de junho de 2021

AGULHA REVISTA DE CULTURA # 173 – junho de 2021

 

• EDITORIAL – O MILAGRE DA CRIAÇÃO

 


Aqui estão as vozes do milagre, as pedras que escutamos cantar no interior das coisas, a magia propiciatória de toda a grandeza do mundo. As vozes poéticas que recolhemos no vaso sagrado desta edição da Agulha Revista de Cultura cruzam as mais diversas e longínquas fronteiras, no tempo e no espaço, saltam de um gênero a outro, de uma época a outra. Seja nos cantos indígenas ou nas viagens pelas origens helênicas, seja na escritura a quatro mãos ou na busca de esquadrinhar o mistério dos caminhos sem retorno, seja nas relações entranháveis com a enfermidade ou na evocação das potências feministas… É um número verdadeiramente mágico em que seu conteúdo parece tecido por linhas de uma afinidade ulterior e que culminam com a homenagem deste editorial a uma artista fabulosa, Louise Bourgeois, tanto na mostra de sua obra plástica, quanto nas observações críticas a seu respeito e na tradução de uma breve mostra de seus poemas.

 

Os Editores

 

 

1 FLORIANO MARTINS | Louise Bourgeois 1911-2010 França

 

Para os amantes do acaso objetivo – essa manifestação da necessidade do espírito –, cumpre recordar que a primeira residência de Louise Bourgeois foi justamente no mesmo prédio da Galeria Gradiva, de André Breton, na Paris dos anos 1930. Mesmo que posteriormente ela tenha considerado o Surrealismo um anátema – explicava que os surrealistas fizeram piada de tudo. E considero a vida uma tragédia –, cabe sua identificação com o movimento, na linha de uma criatividade excêntrica que o identifica, embora jamais tenha feito parte do mesmo. Louise foi muito hábil na relação com esse anátema. Seu sentido de criação foi voraz, dotado de uma volúpia experimental, das torres fálicas ao labirinto da memória de sua infância, dos tentáculos realçados de um humor lancinante aos corpos soterrados em si mesmos por suas funções domésticas, tudo nessa brilhante escultora era motivo para sua insurgência – por mais que ela declarasse a firme busca de um apaziguamento –, para o indisfarçável encantamento de seu espírito. A frondosidade de seu erotismo foi marcante na realização das mais relevantes instalações da controversa arte contemporânea. O que Louise apontava como um exercício de memória também o foi entranhável fonte de pressentimentos, resultado de uma visão aguda da realidade que ela soube constantemente reinventar com os instrumentos de sua imaginação criadora.

 

 

2 BERTA LUCÍA ESTRADA | Louise Bourgeois: El arte es una garantía de salud mental

 

El 31 de mayo de 2010 murió en Nueva York una de las figuras más emblemáticas del arte contemporáneo, Louise Bourgeois; quien en diciembre próximo habría cumplido cien años. Recordé, entonces, que en 1978, hojeando el periódico, había leído por primera vez su nombre; estaba al pie de una foto que mostraba algo para lo que la sociedad no estaba aún preparada, y mucho menos yo, que venía de una provincia mojigata y conservadora. Se trataba de la exposición “A banquet fashion – A fashion show of body parts”.

Era un performance presentado en la Galería de Arte Contemporáneo de New York, donde el crítico de arte Gert Schiff se paseaba entre las obras de la artista luciendo un extraño vestido en látex que ella misma había confeccionado para la ocasión. No volvería a saber de ella y mi frágil memoria la olvidaría.


Pasarían poco más de veinte años antes de volver a sumergirme en las imágenes inquietantes de su obra. Fue en el marco del Diplomado de Historia y Crítica del Arte del Siglo XX, programado por el entonces Instituto de Cultura del Departamento de Caldas, bajo la égida de Carlos Arboleda G. y por la Universidad Santo Tomás. Desde entonces he estado fascinada por esa mujer que no abandonó nunca el oficio inmenso y doloroso de la creación artística.

Sólo en el año 2007 pude estar frente a una de sus obras. Fue en el Museo Guggenheim de Bilbao, donde se encuentra una de sus grandes arañas y la cual amenaza con engullir a los turistas que se pasean debajo de sus inmensas patas. Esta cercanía me dejó el amargo sabor de no poder contemplar sus Cell, sus tótems o sus dibujos; pero al menos había podido tener una idea más real de la genialidad de Louise Bourgeois. Esta frustración desapareció en mayo de 2008 cuando pude visitar la retrospectiva que le dedicó el Centro Pompidou de París. Más de 200 obras, exposición jamás hecha hasta ese momento de su producción artística, en cuanto a la cantidad de obras se refiere. Es de anotar que nunca una obra, o más bien el conjunto de ellas, me había producido un impacto tan absoluto y brutal. Sus Cell me sumergieron en un mundo doloroso, oscuro, turbio; fue como descender a las tinieblas de un pasado agobiante y lacerante. No en vano la autora siempre estuvo fascinada por el psicoanálisis. Yo no sería la única espectadora en confesar su confusión. Al respecto la artista decía: “Mis obras son una reconstrucción del pasado. En ellas el pasado se ha vuelto tangible; pero al mismo tiempo están creadas con el fin de olvidar el pasado, para derrotarlo, para revivirlo en la memoria y posibilitar su olvido”. O bien: «Todos los días uno tiene que abandonar su pasado o aceptarlo, y entonces, si no puede aceptarlo, se hace escultor.» A lo que yo le replicaría: o escritora.

Louise Bourgeois nació el 25 de diciembre de 1911, en el seno de una familia burguesa y adinerada, cuyo oficio era el de restaurar antiguos tapices. Es en este taller que comenzó su labor de dibujante, al “recrear” los trazos que el tiempo había arruinado. Más tarde ingresó como alumna al taller de Fernand Léger, quien le hizo comprender que su verdadero camino no era el dibujo ni la pintura sino la escultura. De ahí a admirar a Bruncusi o a Giaccometti no había sino un paso. Sus primeros dibujos nos muestran a la mujer-casa. Una obsesión permanente en su obra. La mujer que no puede ni debe prescindir de ese espacio que en muchas ocasiones se convierte en una cárcel; sobre todo cuando la figura paterna, o la figura del marido, corresponde más bien a la de un cancerbero o un torturador.

Durante toda su vida la artista trató de exorcizar una infancia traumática, no sólo con el dibujo sino con la escultura, “Destrucción del padre” (1974), obra a la que haré referencia más tarde e incluso con la escritura, “Niñez abusada”. Tal vez por eso dice: “Cuando se experimenta el dolor, uno se puede enclaustrar con el fin de protegerse. Pero la seguridad de la guarida puede también ser una trampa”.

Cuando Louise Borgeois cuenta con escasos 11 años su madre cae enferma y ella debe cuidarla hasta el momento de su muerte, acaecida 10 años después. Como respuesta a la enfermedad, el padre, y con la aceptación tácita de su esposa, llevó a vivir bajo el techo familiar a su amante. Un acto que Louise Bourgeois siempre sintió como una violación: “Ser artista es una garantía para nuestros congéneres que los agravios recibidos no harán de nosotros un asesino”.

Los dibujos de la Mujer-Casa, realizados a partir de los años 40, cuando ya la artista se encuentra viviendo en Nueva York, nos muestran las piernas frágiles de una mujer sosteniendo un inmenso rascacielos, por lo que su identidad queda perdida entre las ventanas y chimeneas del paisaje neoyorkino o bien nos muestran a la misma autora volando por encima de ellos o flotando en el aire.

Es la época en que su condición de exiliada se le hace insoportable. Sabe que no podría vivir en el seno familiar pero tampoco puede abstraerse al dolor que significa estar lejos de las personas que ama. Conocer a Louise Bourgeois es enfrentarse a un mundo sensible del cual no se habla, pero que está allí: el hogar. Dicho en otras palabras el territorio que cualquier especie animal protege y defiende. En él se abriga, en él ama y en él sufre. La casa puede ser vista, o vivida, como un remanso o como una prisión. Durante milenios la mujer estuvo aislada de la sociedad, recluida en un gineceo, sin permitírsele espacios para la expresión estética. Carencia que experimenta la artista, y que se refleja en esos ejercicios bastante íntimos, innovadores dentro de la plástica, aunque imagino que no debieron haber sido concebidos para ser vistos por persona alguna, mucho menos para ser expuestos en una galería o museo. Los veo, más bien, como ejercicios introspectivos que tratan de dar respuestas a la vida de una mujer enclaustrada entre cuatro paredes, a las cuales se llama “casa”. Y desde allí observa como la vida transcurre sin que a ella le ocurra nada extraordinario, y, peor aún, sin que ella pueda hacer algo por cambiar el mundo que la rodea. No hay que olvidar que durante años Louise Bourgeois fue considerada sólo la esposa del gran especialista de arte primitivo Robert Goldwater, sin que las galerías o los museos se mostrasen interesados en su extraordinaria obra. Estos primeros dibujos, que bien podrían clasificarse como surrealistas, de una u otra forma desnudan su alma, y nos dan la mirada de una mujer en un mundo de hombres hecho para hombres; de ahí sus Femmes-Maison (Mujeres-casa). Mujeres que llevan la casa a cuestas y se identifican a tal punto con ellas que finalmente sus estructuras reemplazan sus rostros demacrados y marchitos.

La obra de Bourgeois siempre estuvo marcada por una permanente búsqueda de la identidad de la mujer, en el buceo de su propia psique; búsqueda que se acentuó en los últimos años, cuando la muerte la acechaba en cualquier lugar de su apartamento. Ella misma decía: “Mi cuerpo se convierte en la materia prima y yo expreso lo que siento a través de él”.

Al mismo tiempo que creó la serie mujer-casa, defendía el rol de la mujer, sin que se nunca se hubiera considerado una feminista comprometida. Yo diría, más bien, que fue una feminista consciente del papel que le ha tocado jugar a la mujer en la sociedad de todos los tiempos; lo que la hace, a mi modo de ver, mucho más feminista que las radicales que han contribuido a crear un ambiente de desconcierto y rechazo en la sociedad actual.

A finales de los ’60 crea “Personajes”,

son Tótems que recuerdan los héroes o antihéroes de su infancia, pero marcados por el fantasma del exilio y que no hubiesen podido ser concebidos en su país de origen: “Yo no hubiera sobrevivido en Francia en el caos de la celda familiar”, explica la artista. Es una obra compuesta aproximadamente de 80 esculturas, cada una con una identidad bien definida. Son esculturas frágiles, con un equilibrio precario y que recuerdan un poco a las obras de Brancusi. Algunas de ellas representan el tema ya explorado de la Mujer-Casa; los rascacielos que encierran y que ahogan, pero cuyos techos permiten respirar. No en vano es en la terraza del edificio donde vivía, donde instaló por primera vez su taller.

La soledad es otro de los temas recurrentes de la obra de Louise Bourgeois: «Al principio hacía figuras solitarias que no tenían ninguna libertad… Ahora hago grupos de objetos que se relacionan entre ellos… Pero todavía existe el sentimiento que me movió al principio: el drama de uno entre muchos».

En los años ’60 se muestra como “l’enfant terrible”, que siempre la caracterizaría, al desafiar el puritanismo radical de la sociedad americana al crear “La abstracción excéntrica”. Un serie de falos desproporcionados, algunos colgando del techo, otros emergiendo de superficies que recuerdan los drapeados de Bernini. Es en este momento que crea “Niñita”. Un inmenso falo con el que posará orgullosa para el fotógrafo Robert Mapplethorpe en 1982.

Una vez más surge la Louise Bourgeois que quiere bucear en el inconsciente. Ella misma dice: «toda mi obra está basada en mi infancia». Por lo que para llegar a arrullar un falo proverbial, y tomarse una foto con él debajo del brazo, como si se tratara de una baguette, con una sonrisa de mujer realizada sexualmente y sin tabúes a la hora de gozar del sexo, tuvo que haber librado una lucha consigo misma del tamaño de una catedral gótica. Sobre todo para expresar su sentimiento con respecto a “Niñita”: “Cuando yo cargo un pequeño falo en mis brazos, me da la impresión de cargar un objeto amable, no un objeto al que yo le haría daño”.

Es en esta década que su obra alcanza dimensiones extraordinarias, sus temas abarcan todo el mundo femenino: el coito, el embarazo, la crianza, la lactancia, el cuerpo de la mujer en el espacio, el dolor, sobre todo el dolor humano; y estos temas son representados con todos los materiales que tenía a su alcance: bronce, mármol, yeso, látex, madera. En cuanto al exorcismo se refiere, ella misma decía: “El exorcismo es algo sano. Cauterizar, quemar con el objetivo de sanar. Es como cortar las ramas de los árboles. He aquí mi talento”.

En 1974 creó la serie a la que hacía alusión anteriormente, “La destrucción del padre”.

Por una parte, quiere aniquilar la imagen paterna, y por otra, deshacerse del dolor que le ha infligido la muerte del marido. Es una instalación turbadora. Es una gruta concebida como un pequeño teatro, donde la artista, junto a su familia, se dispone a darse un gran festín, a todas luces antropófago. La figura del padre amado, y a la vez odiado, surge, en esta su primera instalación, como «Una pieza claustrofóbica, demasiado claustrofóbica, sin que ofrezca ninguna salida”, tal y como lo expresaba la propia artista. El gran escultor Richard Serra dice al respecto: “La fuente del dolor, el corazón y la ansiedad de esta obra son indescifrables, no obstante despierta en mí recuerdos de experiencias personales que yo preferiría olvidar”. En esta obra, como en muchas otras, no es tanto la materia prima la protagonista como el color; sobre todo el rojo. El rojo puede significar pasión, pero también violencia, desastre, caos, aniquilación, rabia y olvido. Y por supuesto el negro, muerte, tragedia, llanto, duelo.

No es sino hasta el año de 1982, con la retrospectiva que se realiza en el Museo de Arte de Nueva York, que esta artista prodigiosa comienza a ser conocida en el ámbito internacional y a ser nombrada al lado de genios como Picasso o Giaccometti.

En 1980 Louise Bourgeois se trasladó a vivir a un gran loft. Lo que parecería una anécdota sin importancia, se convirtió en uno de los ejes fundamentales de la obra que comenzó a tomar forma a partir de ese momento. Son las Cell, o Celdas, donde la artista comienza a recrear todo el universo de su infancia. Sillas, brocados, tapices, miembros colgando, juguetes. En la década de los 90 la artista recrea las habitaciones de sus padres y la suya propia. Al observarlas, el espectador no puede escapar a la sensación de opresión y de ahogo que las invade. Las puertas, las ventanas, los laboratorios, las habitaciones íntimas, invitan al voyeur que abriga en cada uno de nosotros a fisgonear, léase bucear, las obsesiones que dieron lugar a tan extraordinarias instalaciones. El símbolo de la tragedia y de la desesperanza está magistralmente representado en este ambiente traumático que cuenta, sin decirlo explícitamente, el abuso del que posiblemente fue víctima en su niñez. El buceo y la búsqueda de los recuerdos se hace aún más intenso, todo el pasado se despierta y grita para no ser olvidado ni ignorado.

Luego vendrían las Cell encerradas por una inmensa araña.

Homenaje a su madre, a quien ve como a alguien que trabaja permanentemente, que teje y desteje como la eterna Penélope. Desteje, no para destruir sino para restaurar. No hay que olvidar que el oficio de su madre era el de restauradora de tapices antiguos y a Louise Bourgeois le gustaba recordarlo: “Yo vengo de una familia de restauradores. La araña es una restauradora. Si destruyes su tela, ella no se desespera. Ella teje y repara”. Al mismo tiempo sus arañas son un homenaje a la madre que cuida, que protege, que ama. Entre las dos había un lazo muy fuerte, hasta el punto que cuando la madre murió, Louise Bourgeois intentó suicidarse.

En los últimos años, hablo de la presente década, la artista, ya nonagenaria, encontró nuevos canales de expresión. Lejos de sentarse en una butaca, a esperar que la muerte le tocara la espalda, se dedicó a crear cabezas y tótems utilizando burdas telas y tapices antiguos: “Yo necesito mis recuerdos. Ellos son mis documentos. Me paso la vida mirándolos… y estoy profundamente celosa de ellos”.

El trabajo de su progenitora, el de tejedora, apareció nuevamente en sus manos y al igual que ella se convirtió en otra Penélope. Como toda su obra, este es un trabajo inquietante, un grito que sale de sus entrañas para recordar el embarazo, el parto, la crianza de los hijos, el hijo problema, el amor de madre. Los años que precedieron a su muerte los pasó encerrada en su apartamento, pero dedicada a la creación artística. No en vano Louise Bourgeois no dejó nunca de repetir que “el arte es una garantía de salud mental”, a lo que yo agregaría: una garantía de sentirse vivo.

 

 

3 JOSÉ ÁNGEL LEYVA | Poemas de Louise Bourgeois

 


La vista alcanza a percibir el objeto concreto, de naturaleza abstracta, sin poder asimilarlo o descifrarlo. El encuentro del espectador con la obra resulta casi un acto de indiferencia. El visitante se halla como frente a la primera hoja de un libro escrito en lengua extraña, ante una superficie ocupada por signos desconocidos. Algo sabe de estas presencias que se exhiben envueltas en sí mismas, algo sabe a partir de la propia búsqueda y las causas que lo convierten en testigo, pero carece de recursos para entrar en su misterio. Uno se encuentra solo, acompañado tal vez por alguien que de manera similar nos mira desde su soledad, en una sala de exhibición. ¿Quién se exhibe ante quién? Las piezas son signos herméticos que nos tocan y tocamos en la medida en que establecemos o descubrimos con ellas un espacio común, en la intimidad del ambiente. El oficio y la reflexión, el inconsciente y la teoría. ¿Qué es el arte sin los códigos, sin la rica información de la vivencia humana? La muestra inicia aquí, en la corteza del producto último, luego nos abre su envoltura hacia un camino retrospectivo e íntimo. Caminamos y vemos el objeto más de cerca; es, sin serlo, otro objeto. Fases, episodios, situaciones, umbrales van revelando la evolución estética. El encuentro con los materiales. Amalgamas de métodos, principios, ideas, herramientas, evocaciones, presentimientos, certezas, deseos, imágenes. El movimiento en la piedra, la elasticidad en el hierro, el gesto mineral en la madera, el dramatismo biológico en el yeso, la sospecha animal de las puertas y los muebles. Cada sala despliega momentos de intensidad existencial, de diálogo entre el artista y la materia; es el encuentro de la razón y la naturaleza, los cabos bestiales que atan el delirio intelectual. En cada obra hay algo más de la autora. El recorrido se hace de afuera hacia adentro, en una espiral que nos coloca en la salida, que tal vez sea el principio, la verdadera entrada de dicho proceso donde el artista es solo objeto: el resultado de esa larga marcha fundida en el lenguaje de las cosas. Lo que se quiso decir está en la materia, en las formas aprehendidas de la vida, en los estados de ánimo que circulan por los vasos capilares de la obra. Lo que se quiso expresar, lo que se dijo, lo que nos dice, lo que decimos, lo que sentimos.

 

EL SENTIMIENTO DE LA PIEDRA

 

En el laberinto sonoro de la roca

vibra el hueso ancestral

Más adentro escucho la pasión

 

El material se descompone

en viajes y en lluvias sin recuerdo

Se amolda al soplo

a su ignorancia de las cosas

 

Oigo

en el crujido de su boca

un fuego solitario

Crepita de placer entre la nieve

 

Un temblor fino evoluciona

desde un extinto mar

que se llenó de huecos

de peces interiores

de oídos vaciándose en oídos

 

PASIÓN DE HERRUMBRE

 

El dolor con su serrucho de óxido

talla en las cuerdas más graves

y más rudas

suena a bajo

inmensamente abajo

carcomiendo la raíz del fierro

en ascenso visceral

sin centro

despedazando el alma

con su armonía de hormigas

 

De tanto pesar se desvanece

el polvo la voluntad la niebla

El dolor templa y destempla

la fuerza que destruye

o comienza a deshacer haciendo

su gesto de soberbia

su apariencia inmortal de aire duro

 

El dolor que no respira en el agua

de otro tiempo

no muere en el olvido

En salud ajena baña

la carne de imágenes

nacidas de la carne

 

Cuando solo es coro de la herrumbre

nada queda en pie salvo el rencor

que se detiene con golpes

de bastón en los tobillos

sin acabar lo que consume

 

UNA VETA DE MUJER

 

Me encuentro en la oquedad

de un útero de mármol

poblado de vértebras lunares

de pies y manos atadas al silencio

de vísceras abstractas

Huelen a insomnio y a deseo

Despiertan el hambre

la lujuria la piedad y el llanto

Una escritura fetal inexpresiva

me hace deletrear

los pulsos de un viejo corazón

sus formas de hablar

y de sentir lo nuevo

 

Una línea ancestral en el capullo

se nombra con golpes de cincel

Limpia de ruinas su presencia

Transfigura el desgarrón y el desaliento

en gestos de placer con clave morse

 

Una veta de mujer hay en el fondo

de esa rareza

líquida en la piedra

Sin correr

fluye hacia adentro



MOLDES

 

El sufrimiento nos apresa

con sus tentáculos de barro

Nos hace recorrer los hoyos

de donde alguna vez salimos

Nos calca las huellas del poder

la andadura del metal sobre la tierra

precioso motivo de la muerte

 

PEDACERÍA

 

Yacimientos personales

Pedacerías humanas entre el polvo

Enigmas de terror

se duelen de sí

se rompen en la sombra

se niegan la existencia

 

TEMPERANZA

 

Algo sostiene a la pesada carne

en su volumen vascular

en su columna de glándulas y humores

en su temible gravedad

 

Cómo puede mantener el equilibrio

el ancla terrenal fuera del agua

Cómo puede subsistir esta criatura

de líquidos y arcilla incontinente

 

Colgada al llanto

No se conmueve de su forma

Nace y bate en el molde de las sombras

su delirio de ser dios

 

Algo sostiene al verbo vacío

Rebosante de mí mismo

Turgente de voces

de frases calcáreas

submarinas

 

Su reino arrastra

gruñe muerde sangra se victima

Lame el placer y el dolor con obediencia

o pasa entre los dientes la venganza

el gusto a sexo a risa a palabras sin sentido

 

PROYECTO

 

Erguida en sus dos patas la razón

devora uñas excrementos sangre

Caiga quien caiga se levanta

entre la duda matinal y el miedo

Desciende de un punto de luz

observador de estrellas

Roca y vísceras humeantes

olor en brama

cansancio de tierra en el olfato

en la garra y en las fauces

Largas cadenas de terror

corren nadan flotan vuelan piensan

 

ESCULTURA EN PIEDRA

 

Un mar de anuncios

sucumbe al coro y la tragedia

Es lo mismo preñar que destruir

Una lengua anudada hace el intento

de leer las pisadas de tribus ordinarias

 

Alguna vez pasaron de largo sin temor

por los augurios de plagas y epidemias

por la muerte inevitable

Ausencias con marcas de hachas en los huesos

Ardor de fuego que se quema

 

El peso del aire descrito

por la gota a punto de caer sobre la lengua

sedienta de forma y de conjuro

 

En la estrechez de la nada

la amplitud del cuerpo es útil

a la piedra que anima su memoria

 

Un ritmo de cincel marca su acento

La obsesión del canto de sus vetas

en la dureza de un yo

sordo

informe

Cuenta los golpes de barreta

Los filones de un cuerpo en otro

De uno en uno

 

No se encuentran los hilos que los unen

sino el temple

la esperanza

Objetos llaves cerraduras

 

EL OJO EN VELA

 

¿Qué ven los ojos que no percibe el sueño?

las manos del ciego sobre el aire

su tacto de jabón en la figura

nocturna y cálida del bronce

Resbala su obscenidad ingenua

Desnuda la forma sin rozarla

La piel contra el metal

Las formas del deseo

Pupilas murciélagas del ciego

 

 


*****

 

• ÍNDICE

  

AGATHI DIMITROUKA | Bolívar, eres bello como un griego [Parte 3]

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/agathi-dimitrouka-bolivar-eres-bello.html

 

BERTA LUCÍA ESTRADA & FLORIANO MARTINS | Las sombras suspensas

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/floriano-martins-berta-lucia-estrada.html

 

CRISTINA PÉREZ JIMÉNEZ | Manuel Ramos Otero y su “archivo vivo de posibilidades”: una entrevista a Frances Negrón Muntaner

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/cristina-perez-jimenez-manuel-ramos.html

 

DAVID CORTÉS CABÁN | El camino de regreso, de Alessio Brandolini

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/david-cortes-caban-el-camino-de-regreso.html

 

FLORIANO MARTINS | Língua de infinitos mundos – Jovens poetas brasileiros

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/floriano-martins-lingua-de-infinitos.html

 

MAGGY DE COSTER | George Sand y Louise Michel: dos feministas vanguardistas del mundo literario francés

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/maggy-de-coster-george-sand-y-louise.html

 

MANUEL MORA SERRANO | El criollismo poético en Santo Domingo de 1901 a 1921

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/manuel-mora-serrano-el-criollismo.html

 

NICOLAU SAIÃO | O Índio e o ocidente - Reflexos de duas visões diferentes sobre o mundo

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/nicolau-saiao-o-indio-e-o-ocidente.html

 

PAULA GARRIDO | Realidad desalojada, de Braulio Arenas

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/paula-garrido-realidad-desalojada-de.html

 

ZUCA SARDAN & FLORIANO MARTINS | As sete tragédias de Sardanelo & Martinico [Parte 2]

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/06/zuca-sardan-floriano-martins-as-sete.html

 





 

 *****

SÉRIE PARTITURA DO MARAVILHOSO

 

ARGENTINA


BOLIVIA

BRASIL

CHILE

COLOMBIA

CUBA

ECUADOR

EL SALVADOR

GUATEMALA

HONDURAS

MÉXICO

NICARAGUA

PANAMÁ

PERÚ



REP. DOMINICANA

URUGUAY

VENEZUELA

 *****

Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 173 | junho de 2021

Artista convidada: Louise Bourgeois (França, 1911-2010)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

logo & design | FLORIANO MARTINS

revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES

ARC Edições © 2021

 

Visitem também:

Atlas Lírico da América Hispânica

Conexão Hispânica

Escritura Conquistada

 



Nenhum comentário:

Postar um comentário