RESONANCIAS
DEL ESPÍRITU POÉTICO
LAC | Más que puente de salvación, lo que persigo es el hundimiento, la
caída, mejor, en mi ser profundo, donde imagino la reintegración de mi
inocencia y mi culpa en la tierra de debajo de la conciencia.
FM | Naturalmente, me referí a René Char en función de que eres traductor de
su obra. ¿Qué afinidades estéticas hay entre tu poesía y la de Char?
LAC | De Char amo lo que me separa de su poesía: tanto deliberado propósito
de alianza entre la emoción y el pensamiento, la ternura y la razón. Pero,
sobre todo, lo que me acerca a su obra es su fidelidad a la región, al lugar y
al color y el aroma del mediodía francés.
FM | Otro poeta venezolano que admira mucho la poesía de René Char es Juan
Sánchez Peláez. En los dos, poetas esencialmente imagéticos, hay una busca
acentuada de claridad. La aventura existencial de ambos fue pautada por este
riesgo extremo. Basta pensar en un libro de Peláez: Aire sobre el aire (1989).
Naturalmente, esa busca conduce a una expansión de los sentidos, a una
liberación de fuerzas expresivas. En ese sentido, ¿cómo ponderar hoy la
importancia de la obra de de Sánchez Peláez en el ámbito de la poesía
venezolana?
LAC | La obra de Juan Sánchez Peláez nos exalta porque nos revela la
hegemonía de la imagen y el entresueño: esa línea imprecisa entre el suspiro y
el grito. El ha sabido igualar en la formulación del poema la ironía y el goce,
el sentimiento de plenitud y de pérdida.
FM | En el prólogo de Como una orilla (1991), Rafael Castillo Zapata comenta
que tu concepción poética “tiene como centro la experiencia del desierto”. El
desierto tiene un predominio peculiar en la obra del chileno Ludwig Zeller.
Pero, en el sentido en que Zapata se refiere a una “mística seca”, tal vez se
pudiera pensar en el brasileño João Cabral de Melo Neto. Según este poeta, “la
persona se vuelve más lúcida, más creativa, más capaz, si tiene una obsesión”.
Me gustaría que comentes esa posible relación entre tu poesía, la Zeller y la
de João Cabral, a la luz de la “experiencia del desierto”, sea por el léxico
(Zeller), sea por el ritmo acentuadamente áspero (Cabral). ¿Cuál, en fin, es la
obsesión de tu poesía?
LAC | No conozco, infelizmente, a Zeller. Em cambio he leído con fruición a
João Cabral de Melo Neto, con quien comparto la luz de lo árido y lo desnudo,
esa “experiencia del desierto”, que para mi es menos lexical, lingüístico, que
formal o escritural. Si, mi obsesión es lo áspero, la grieta en lo que pienso y
en lo que miro.
FM | Siguiendo esta misma senda, menciono otro poeta, el chileno Humberto
Díaz-Casanueva, cuya poética es considerada por la crítica otro ejemplo de
“escritura desértica”. Este poeta defendía un dominio absoluto de la
racionalidad sobre la escritura poética, en oposición a su compatriota Neruda
que decía no comprender el acto de creación. ¿En qué consiste la conciencia de
la creación?
LAC | Amo la poesía de Díaz-Casanueva. He escrito sobre ella con fervor.
Alguna vez me expresó su admiración por Resolana: pienso que, acaso la
distancia de mi detenida lectura de su obra, cierta entonación acusatoria (o
auto-acusatoria), cierta privación en el decir, proviene de El blasfemo
coronado o de sus imágenes. Extraño que siendo Neruda más “sensual”, no alcance
esa resonancia de la escritura desértica del poeta de la razón y de la lógica
deductiva que es Díaz-Casanueva.
FM | Según Guillermo Sucre, lo que se comprueba a partir de la lectura de
Borges es que el destino de un escritor “lo hace vivir en la irrealidad”.
Pienso aquí en tu pasión por el caballo. En una entrevista dijiste: “Él es el
que me lleva a reconocer los lugares de la distancia, de lo lejano, de lo
inalcanzable, de la muerte”. ¿El poeta revela la esencia de cada cosa o
simplemente convierte una cosa en otra?
LAC | Creo –y el caballo me lo confirma– que el poeta revela la esencia de
cada cosa, como tú señalas, porque es órfico: desciende al fondo del ser y del
mundo. Como los viejos chamanes de que habla Rolland de Reneville, deja una
hendija en el horizonte cuando atraviesa la apariencia. A caballo, he vivido
ese presentimiento cuando paso del aquí a la otredad de ciertas palmas, ciertos
montes y tengo la experiencia del polvo y de la canícula que me revelan la
espiritualidad de toda distancia, toda lejanía.
FM | Observo en tu poesía una característica que se verifica también en
Reynaldo Pérez Só y en Rafael Cadenas, en este último sólo en libros como Una
isla (1958) y Amante (1983). Me refiero a la no titulación de los poemas. ¿Hay
algo que quiera ser destacado mediante esa opción?
LAC | No creo que haya particularidad alguna en borrar los títulos: acaso
sea, sin embargo, para que el libro se mantenga fiel al título, al nombre, como
si en él se concentrara cada poema. En mis trabajos más recientes (Solamente y
Lado) regreso a la titulación de cada poema y ya no sé por qué lo hago, así
como la insistencia en la puntuación, que en mis libros anteriores desdeñaba.
FM | En uno de sus ensayos, Juan Liscano dice que la literatura, en
Venezuela, suele “vivir sólo de la novedad o de la idolatría”, que es
exactamente lo que pasa en Brasil, donde cada vez más raramente se ejerce la
crítica literaria. ¿Cómo se observa este aspecto actualmente en tu país?
LAC | Nuestro país literario es un país sin crítica, sin reflexión poética.
No obstante, la escasa crítica que leemos es tan válida, tan precisa, que
permite, al menos, advertir acerca de un peligro que nos asedia: la facilidad
del reconocimiento, la apurada fama, en especial entre los jóvenes. Hay, además
–como diría yo–, una insistencia en la poesía breve en la cual se da, las más
de las veces, un testimonio trunco, una acumulación caótica de imágenes.
FM | Al contrario de países como Puerto Rico y Uruguay, casi no se verifica,
en Venezuela, la presencia de mujeres que escriban poemas. Casos aislados son
Ana Enriqueta Terán y Hanni Ossott. Cuando Emira Rodríguez publicó su
Malencuentro (1975), encontró en ti prácticamente el único comentario crítico
de su poesía. Actualizando la lectura de la escritura mítica de ese libro, ¿qué
representa hoy Emira Rodríguez para la poesía en Venezuela?
LAC | El caso de Emira Rodríguez es doloroso: enmudeció de pronto. Al menos
que oculte su escritura por cualquier causa. Aun me deslumbra el recuerdo de la
lectura de Malencuentro. Emira estuvo muy ligada sentimentalmente a Juan
Liscano y parece que este vínculo la afectó largamente. No encontrarás su
nombre en ninguna antología nuestra.
FM | Ana Enriqueta Terán declaró cierta vez: “En la poesía venezolana
existen pocas individualidades de gran poesía, pero una poesía, sí, global. Tal
vez en Chile, Argentina, Uruguay, existan poetas importantes, pero sin la
calidad que nosotros tenemos como conjunto”. ¿Compartes esa opinión? ¿Tal
ecuación es realmente posible, toda vez que la poesía exige la eclosión de una
voz peculiar?
LAC | No comparto para nada el sentimiento de la gran Ana Enriqueta: ella
misma es una poeta de voz individual. Ramos Sucre es otro. Cadenas, Enriqueta
Arvelo Larriva, Ramón Palomares, Sánchez Peláez, Gerbasi… Tampoco creo para
nada que la poesía del Continente carezca de poetas importantes y de calidad
individual. ¿Tengo que mencionarte nombres? No cabrían en estas páginas. Todos
son planetas que reflejan una luz que les es propia. Poetas de generaciones
diversas, del 20, del 40, aun de estos días, en el sur y en el norte, en la
montaña y en la costa y hasta en las selvas y los llanos. Tanto, que hoy es
posible hablar, no de este u otro poeta, sino de poetas ecuatorianos, peruanos
etc.
FM | Otra opinión que quisiera confrontar con la tuya es la de Juan Liscano,
cuando afirma: “Los surrealistas y su retórica acabaron con las posibilidades
reales de ingresar en un mundo auténticamente mágico. Los surrealistas eran, en
el fondo, firmes cartesianos, y por eso no puede asombrar la derivación de un
Aragón hasta el estalinismo”. Me acuerdo de una frase de Michel Leiris, que
dice: “La finalidad de una obra de arte es tornar sensible el misterio de los
elementos que pone en juego”. En consecuencia, no entiendo la relación entre la
equivocación (¿política?) de Aragón y la supuesta retórica apuntada justamente
por Liscano, quien, al menos en sus Cármenes (1966), fue enormemente
influenciado por esa misma “retórica”.
LAC | Sí, del Surrealismo sobrevive hoy su trampa, su retórica. Emplearon una
fórmula, la del automatismo psíquico y quienes eran realmente poetas
sobrevivieron a esa retórica: Artaud, Char (en su primera época), Crevel,
Magloire Saint-Aude, en Haití, Césaire, en Martinico, Sánchez Peláez, en
Venezuela y no Breton, el Papa del Surrealismo (con excepción de su Unión
libre). Pero el Surrealismo fue –así, en pasado– una liberación del lenguaje no
sólo poético sino artístico y una invitación a practicar la poesía, a
convertirla –como dijera Éluard– en una verdad práctica. No incluyo a Liscano
entre los poetas venezolanos marcados por el Surrealismo. La influencia
surrealista la encarna Sánchez Peláez: él nos sentimentalizó el Surrealismo,
privilegió la parte imaginística en detrimento del orden cartesiano que hizo
del movimiento legendario una casa abandonada, pero habitada por la nostalgia
de una vida irrepetible.
FM | Es muy cierto que se escribe de más y que todos se creen grandes
poetas, sobre todo los que no lo son. Lo que antes era una veleidad del
espíritu, ¿no crees que hoy ha sido sistematizada como una forma de anulación
total del individuo?
LAC | El peligro, para el poeta en estos días, es que ya no sea –como señalara Saint-John Perse– la mala conciencia de su tiempo y que la poesía no sea más el más inocente y peligroso de los menesteres, que señalara, a su vez, Hölderlin.
FM, César Seco, Luis Alberto Crespo e Miguel Márquez. Porto Galinhas, 2007 |
*****
Escritura Conquistada – Poesía
Hispanoamericana reúne ensayos, entrevistas, encuestas y
prólogos de libros firmados por Floriano Martins, además de muestra parcial de
su correspondencia pasiva.
*****
*****
|
| |
|
|
|
Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
Nenhum comentário:
Postar um comentário