DOS ENCUENTROS
1 | LOS NUDOS DEL EXILIO
FM | Recuerdo unas palabras del argentino Francisco
Madariaga, dichas justamente en una conferencia en tu país: “Todo escritor, o
poeta, surge de un medio, natural o urbano, y camina por los Caminos Reales de
su tierra, sin saber hasta dónde estos lo pueden llevar”. ¿De dónde surge Renée
Ferrer y por dónde ha caminado?
RF
| Renée Ferrer surge de un
hogar sencillo, con una madre uruguaya y un padre, que nació hijo de
inmigrantes catalanes, de profesión panaderos, y terminó siendo Decano de la
Facultad de Química de la universidad nacional. Tengo el convencimiento de que
cada uno traza realmente los caminos de su destino, pero es indudable que el
medio donde se desarrolla tiene una gran influencia en la personalidad. Debido
a la ascendencia de mis progrenitores mi visión del mundo, durante mucho
tiempo, tuvo el sello de los elementos fonáreos que sus culturas aportaban, y
la carencia de un sabor netamente paraguayo, por ejemplo en mi casa no se
hablaba el guaraní, hecho generalizado en la mayoría de las familias
paraguayas. Por otra parte, la cultura de mi madre me ayudó a frecuentar desde
muy joven la música clásica y la literatura francesa, rusa, inglesa, además de
los novelistas españoles y norteamericanos. Ya con anterioridad mi abuelo
paterno enriqueció mi infancia con los libros de Perrault, Christian Andersen y
los hermanos Grimm, y mi padre la zarzuela y la voz de Carusso. Vengo de ese
amor a la belleza dada como ingrediente natural de la vida y voy por los
caminos de la palabra intentando descifrar el mundo y mis propios enigmas
siendo fiel a esa belleza. En mí se ha dado el fenómeno de partir de esa visión
universal para ir adentrándome cada vez con mayor intensidad en lo particular,
en la paraguayidad y el destino singular de mi país.
Creo que me estoy volviendo cada vez más paraguaya y
siento una inmensa compasión por las vicisitudes en que se debaten muchos
paraguayos. La prueba más cercana de lo que estoy diciendo es mi novela
histórica Vagos sin tierra, donde intenté sumergirme hasta la médula del alma
paraguaya.
FM | Aunque no participaste efectivamente del grupo reunido
en torno de la revista Criterio (1966-1971), tu nombre se encuentra entre los de
diversos poetas que, según Teresa Méndez-Faith, testimonian “la angustia y la
esperanza de una época oscura y trágica del Paraguay contemporáneo”. ¿Podrías
hablar de esos primeros momentos de tu búsqueda estética?
RF
| Lamentablemente no me
involucré de lleno con el grupo que se formó en torno a Criterio, y digo
lamentablemente porque hubiera salido sumamente enriquecida. No es que no los
conociera, sino que por el entonces de mi adolescencia yo era un ser solitario,
encerrada en mi propia vida y mis propios sentimientos. Mi contacto con los
poetas de mi generación eran esporádicos y mi poesía inicial se fue plasmando
sin tener una clara conciencia de los criterios estéticos que la regían.
Por ese entonces yo estaba aún con la mirada puesta en
el mundo, en la guerra de Vietnam, en el hambre del Asia, los viajes
espaciales, el origen del universo, la destrucción nuclear, temas que se
reflejaron en mi poesía desde el segundo libro publicado en 1967. Fue en la
década de los años ochenta cuando empecé a ver realmente la situación del
Paraguay, hecho que me movió a utilizar la prosa en lugar de la poesía. Así
nacieron algunos cuentos de La Seca y varios capítulos de Los nudos del
silencio, publicada en octubre de 1988, antes de la caída de Stroessner.
Mi primera búsqueda estética está centrada en la
frecuentación de Rubén Darío, Amado Nervo, Gustavo Adolfo Bécquer, Pablo
Neruda, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana, y los poetas de la
generación del 27 en España, además de los clásicos que se leían en el colegío
secundario.
Pero si tengo que reconocer una influencia moral debo
elegir el poema “Si”, de R. Kipling, el cual ha dejado una marca indeleble en
mi actitud ante la vida y ante el arte.
FM | ¿Cómo te sientes pr entero relacionada con la
literatura paraguaya? Me refiero a un punto central de identificación con lo
que se escribe en tu país.
RF
| Por supuesto me siento parte de la
literatura paraguaya, porque nací en el Paraguay, vino aquí y escribo sobre
“este lugar que me fue dado” “para amar, reír y decir mi palabra”. Ahora, cómo
se inserta el Paraguay es otra cosa. Inicicialmente la presencia del país en mi
poesía se circunscribió al paisaje y mi relación con él. Más adelante, me
perturbó la situación política, la marginación de la mujer, los desheredados de
la tierra, preocupación que se manifiesta ya en los cuentos como “Y… anda por
ahí nomás”, “El Pozo”, “La muertita”, “Tina”, así como en varios capítulos de
mi novela Los nudos del silencio, aparecida en octubre de 1988. y en el
poemario Viaje a destiempo, dedicado a los torturados y desaparecidos durante
la dictadura de Stroessner. El momento de la toma de conciencia de que como
escritora debía decir algo sobre la opresión de mi país, se remonta al inicio
de la década de los años ochenta, tal vez un poco antes, cuando empecé a
escribir cuentos, justamente movida por esa necesidad interior. Pero es con mi
novela histórica Vagos sin tierra que me sentí más paraguaya que nunca, pues
profundicé con pasión en la paraguayidad,en la idiosincracia del pueblo y en
las cosmovisiones de las etnias existentes en el siglo XVIII. Con esta obra
creo que también se da en mí la asunción de la lengua autóctona como parte
esencial del alma paraguaya y el empleo del castellano paraguayo de una manera
más profusa que en mis libros anteriores. Todo esto, además de estar incluida
en los manuales escolares y en los programas de estudio de nivel medio y
universitario ha acrecentado esa sensación de pertenencia.
FM | Dentro de una mirada estética, me gustaría saber
cuáles son tus relaciones con otros poetas hispanoamericanos. No hago esta
pregunta pensando en una limitación de tu universo de diálogo con otras
poéticas, pero sí me preocupa otro aspecto: qué impide relaciones más cercanas
entre los países que componen Hispanoamérica.
RF
| Creo que mis afinidades no son
exclusivas. De pronto me siento muy próxima a Pablo Neruda, a Amado Nervo,
Alfonsina Storni o Delmira Agustini, sobre todo en los comienzos, para luego
girar hacia un Gonzálo Rojas, un César Vallejo o un Octavio Paz. No tengo muy
claras esas influencias, aunque sé que existen en todo escritor, porque siempre
intenté transitar varios caminos.
En Latinoamérica no existe, por lo general, una
relación muy estrecha entre los poetas; el conocimiento, salvo la lectura de
los nombres consagrados, es bastante limitado. Cada país es un mundo encerrado
en sí mismo, sobre todo Paraguay, que ha sufrido el enclaustramiento tanto
geográfico como ideológico. Tal vez por ahí deban buscarse las razones. Nuestro
panorama se agrava por el aislamiento que sufrimos, la carencia de revistas
literarias, las cuales llegan en forma irregular y a unos pocos suscriptores,
los escasos intercambios intelectuales. Por qué esa falta de relacionamiento y
profundización de las obras de los autores de América latina. No creo que la
respuesta sea sencilla. Las distancias son enormes y los canales de
comunicación deficientes. Pero aun con los países limítrofes hay una falta de
fluidez en las comunicaciones, una gran dificultad para editar afuera, un gran
individualismo también, que afortunadamente se está rompiendo gracias a los
encuentros y congresos de escritores, donde podemos intercambiar libros y
experiencias. Este no es, sin embargo, un sistema que rinda frutos masivos. Es
impresionante la cantidad de escritores que existimos y lo poco que nos
conocemos y nos leemos.
FM | Varias son las referencias a la condición de exilio en
lo que repecta a la poesía paraguaya. Por un lado, poetas esenciales como Hérib
Campos Cervera o Elvio Romero, han escrito casi toda su obra en el exilio en
Argentina. Por otro, Josefina Plá, que ha resistido con firmeza a las
dificultades internas, es natural de Islas Canarias, viviendo en Paraguay una
manera curiosa de exilio. En tu caso, ¿cuán decisiva ha sido en tu poética la
convivencia con esa cultura del exilio?
RF
| En realidad esta cultura del
exilio, como tú le llamas, es una característica de la literatura paraguaya, ya
que una parte importante de la misma se escribió en el exterior y la otra, la
menos conocida y valorado, dentro de nuestras fronteras, en una suerte, o mala
suerte, de exilio interior, o “inxilio”, como dijo alguien refiriéndose a este
encierro que nos ha marcado en una forma muy aguda también a los que nos
quedamos adentro. Y te diré cómo, por lo menos desde mi óptica. Se vivía, o se
vive (porque las secuelas del aislamiento no se superan tan fácilmente ), como
separados del resto del mundo, como en un espacio de no pertenencia,
desconectados de la palpitación cultural del universo, como en un tiempo
retrasado, con el cual nos cuesta aún ponernos al día. Si bien no dejamos el
país, es como si el tiempo del resto del mundo nos hubiera dejado a nosotros.
Es cierto que las comunicaciones actuales y la apertura política han ayudado a
superar en alguna medida ese extrañamiento de todo lo que acontece en ese
“ahora”, que pareciera seguir llegando retrasado.
La dificultad de dar a conocer nuestras obras, la
ignorancia casi total en ciertos casos de la existencia de una literatura
paraguaya dentro de nuestros límites geográficos nos llega como una puerta que
se cierra dejándonos adentro. Claro que estas reflexiones se las hace a partir
de una pregunta, tal vez no llegaríamos a ellas conscientemente. Es curioso que
Josefina Plá haya elegido este exilio interior, que para ella era un exilio de
su propia tierra; pero hay que tener en cuenta que este país se le metió hasta
la médula como un sueño, o pesadilla, del cual uno no puede desprenderse. En mi
caso, sobre todo al comienzo de mi vida literaria, he vivido bastante aislada.
Mi casa de la infancia era también un territorio, en
cierta forma, fuera de contexto de esa paraguayidad que fui asumiendo con el
tiempo, y la primera parte de mi obra, presenta, por los temas que toca, una
búsqueda de esa universalidad que es como un anhelo imperioso de participación
en el todo. Ser parte de la humanidad, ser un ciudadano del mundo, reflexionar
sobre los problemas de ese mundo, es una determinación que modeló los primeros
tramos de mi trayecto creativo. Sólo más tarde viene esa conciencia de
pertenencia a este lugar y con ella la desesperanza del exilio interior, ese
saber que todo nos resultará más difícil porque, estando adentro, sin embargo
estamos afuera de un sinnúmero de posibilidades.
FM | Me gustaría que hables un poco acerca de la
importancia de una poeta como Josefina Plá en la comprensión de la cultura
paraguaya como una fuerza en sí misma. Me parece que esa mujer es una de las
pilastras más fuerte de la cultura en tu país, cuyo comportamiento debe ser
admirado y seguido por todos.
RF
| Yo creo que toda cultura
tiene una fuerza en sí misma. La importancia de Josefina Plá, a mi entender,
fue justamente haber sentido esa fuerza de la cultura paraguaya de una manera
tan intensa que ya no pudo desprenderse de ella, dedicando toda su vida a enriquecerla
y a investigarla. Ciertamente Josefina es un pilar de nuestra cultura no
solamente por lo que ella representa dentro de la poesía o la narrativa
paraguaya, la cerámica o el ensayo, sino por su postura ante la vida, por su
defensa de la mujer en un tiempo en que manifestarse feminista significaba ser
una pionera en el área de los derechos humanos y el respeto a los seres
marginales. Se admira a Josefina Plá por su obra, por su comportamiento, por su
inteligencia, y ella nunca podrá quedar excluida de un estudio serio de la
cultura paraguaya, puesto que no solamente la ha acrecentado con su propia
creatividad, sino que ha ayudado a interpretarla con una visión totalizadora.
FM | En entrevista que hice a Juan Calzadilla, conversamos
acerca de las relaciones posibles entre prosa y verso, refiréndonos a aspectos
como subjetividad, intuición, claridad, reflexión y metáfora. Me dijo
Calzadilla que en la poesía, al contrario que en la prosa, “la intuición
contiene o ahoga el impulso reflexivo o lo hace innecesario, una vez que rehúsa
una explicación cualquiera”. ¿Cómo has convivido con ambas maneras de tocar la
creación?
RF
| Para mí tanto la poesía como
la prosa tienen su ingrediente de intuición y de reflexión, aunque tal vez en
proporciones disímiles. Si bien es cierto que un poema tiene como punto de
partida una iluminación, que podríamos llamar intuición, inspiración, luego de
haber experimentado una emoción, no creo que ese germen inicial excluya la
reflexión. Por el contrario, creo que el trabajo posterior a esa emoción
inicial, una vez decantada, está basado justamente en la reflexión, en el
pensamiento. Cómo poetizar algo que se puede racionalizar es un misterio al que
llegan los poetas no sin trabajo; tal vez no lo sepamos explicar, pero ciertamente
el poema requiere de una racionalización en el momento de utilizar la
herramienta con la que se trabaja, es decir la palabra.
Claro que escribir poesía reflexiva es un gran desafío
que puede naufragar en el fracaso, pero la dicha de conseguir reflexionar
poéticamente, sin que la presencia de la razón mate la poesía, es tan intensa
que bien vale el riesgo. De todas maneras cuando pensamos en ritmo, métrica,
rima, metáforas estamos razionalizando el sentimiento, lo estamos doblegando
para que calce en la estructura del poema; si después de todo ese trabajo la
emoción poética persiste es que se ha logrado el poema.
Ahora bien, es verdad que la prosa parte de un
planteamiento más concreto, digamos racional, y que el efecto es más directo;
en narrativa, cuando queremos decir algo no hay más remedio que decir ese algo
de una manera entendible. En la poesía ese algo puede estar escondido tras la
metáfora, pero de todas maneras la poesía tampoco está ausente de la prosa. Si
no está en las palabras, estará en las situaciones o en los personajes, en los
símbolos, en ese temblor que persiste, cuando persiste, después de haber
terminado la lectura. A mí me han dicho varias veces que mi poesía a veces es
muy reflexiva y que mi narrativa es muy poética; creo que reflexión e intuición
son partes constitutivas de mi ser y por ende se reflejan en mi obra. Me
encanta que el pensamiento, la emoción conceptual, esté presente en mi poesía,
aunque por supuesto no lo está en toda ella; y que mi prosa vibre con el soplo
de las ráfagas poéticas. Entiendo que ese estilo puede demorar la acción de un
cuento, o distraer la atención del lector de una novela; entiendo que una
referencia filosófica puede atemperar la emoción de un poema, pero de todas
maneras me gusta.
FM
| Cuando ha escrito acerca de
Los nudos del silencio, el crítico Manuel Alvar ha observado que “los libros
paraguayos no trascienden, y deberían hacerlo”, agregando que “el país está
encerrado en su propia geografía y sus libros quedan enmarcados en unas cercas
de las que es muy difícil salir”. Recuerdo un análisis tuyo, en el cual señalas
las circunstancias políticas y la condición geográfica mediterránea como
principales responsables de una condena al desconocimiento. ¿Crees posible
alguna acción de resistencia capaz de revertir ese escenario?
RF
| Pienso ciertamente que la
extremadamente prolongada dictadura y la condición geográfica del Paraguay son
en parte responsables de ese desconocimiento de nuestra literatura en el
exterior, pero no creo que se les pueda atribuir toda la culpa, digámoslo así,
de que nuestros libros no se conozcan afuera. Hay circunstancias económicas y
culturales que hacen más densa la nebulosa que envolvía a la literatura
paraguaya escrita dentro del país. Y digo envolvía, porque actualmente algunos
autores estamos siendo traducidos e incluidos en diversas antologías en Estados
Unidos, Francia, Italia, Suecia y España. El factor económico verdaderamente no
ayuda a la difusión; pocas son las editoriales que tienen catálogos
actualizados; las tiradas son exiguas, algunas no pasan de los 300 ejemplares;
nuestra presencia en las ferias de libros es escasa o nula; de manera que el
conocimiento que se tiene en el exterior de los autores paraguayos se ha
canalizado más bien por la vía académica. No hemos logrado que las grandes
editoriales se interesen en nuestros libros, porque no apuestan a escritores
que implican un riesgo comercial, van a lo seguro, al escritor consagrado. Casi
todo el reconocimiento que hemos conseguido ha sido a través del esfuerzo
individual, enviando nuestras obras a distintos centros de cultura, asistiendo
a los congresos que nos invitan, dando conferencias sobre la literatura
paraguaya cuando se nos plantea la oportunidad, asistiendo a las ferias del
libro de Buenos Aires o Montevideo, que son las más cercanas a nosotros. Somos
varios los autores que además de difundir nuestras obras enfocamos nuestra
participación en los encuentros de escritores con un espíritu amplio, tratando
de dar una visión totalizadora de nuestra literatura. Nos interesa que el mundo
sepa que existe una literatura paraguaya, aunque haya sido postergada,
minimizada y aun negada en muchas ocasiones.
FM | En el discurso de apertura de un encuentro de
escritores latinoamericanos realizado en Paraguay en 1995, Gerardo Fogel –que
presidía en aquel momento el comité organizador– se refirió al proceso de
integración cultural de Latinoamérica “como basamento irreemplazable e
irrenunciable de la integración económica, social y política de nuestro
continente”. Sin embargo, la cultura ha permanecido aparte de los propósitos
del MERCOSUR, por ejemplo, y el continente no consigue integrarse
culturalmente, sino, al contrario, se divide cada vez más. ¿Hay perspectivas
para un diálogo entre nuestras culturas? Y cómo podrían los poetas aportar algo
de positivio en ese sentido?
RF
| Es verdad que el mundo vive
por un lado un proyecto de integración pero por otro sufre la más aberrante
disociación, llegando a las masacres con el pretexto de la limpieza étnica o a
la demolición de los mayores testimonios culturales en nombre de un
fundamentalisto espantoso, lo que me mueve a pensar que la mejor opción entre
estos dos polos es la integración, con todas las falencias que ella implica. Ya
hemos visto que los nacionalismos a ultranza han fracasado y pueden llegar a
excesos increíbles, de manera que tal vez sea saludable volver a esa máxima que
nos enseñaron en la escuela “la unión hace la fuerza”, la unión para el bien,
por supuesto. Eso no quiere decir que tengamos que recunciar a nuestras
identidades; por el contrario, creo que en ese diversidad está la mayor riqueza
de la humanidad. El Mercosur se inició ciertamente sobre la base de un
planteamiento económico, social y político, lo cual significa ya un
entrelazamiento cultural, si vamos a ajustarnos al término cultura en el
sentido antropológico. Pero entiendo que la pregunta se refiere al aspecto
cultural en cuanto a las manifestaciones denominadas “culturales”. Yo no creo
que la cultura esté quedando atrás en este proyecto de integración regional;
más bien creo que es a través de la cultura que se están dando los mejores
aportes, que lógicamente no se van a traducir en nuestros balances comerciales,
pero que sin embargo nos ayudan a defender esas identidades amenazadas por una
política de conjunto tendiente a lograr beneficios económicos.
He estado en congresos de escritores del Mercosur,
existen antologías, ha habido concursos de literatura y otras artes, existe en
una universidad de Porto Alegre una materia que engloba la cultura, la
enconomía, la situación social y política de los países del Mercosur como un
todo diferenciado. Es más fácil que se dé el diálogo de nuestras culturas en un
marco más pequeño, tal como el Mercosur; el intercambio de experiencias y
dificultades nos aúna y nos mueve a emprender acciones solidarias. Tal vez
ellas deban partir de los individuos, como todas las grandes reformas, cambios
o adelantos que se han dado en el mundo, pero al tener un marco de acción
determinado, creo que las posibilidades de un logro concreto se hacen más
factibles. Pienso que los poetas, si de alguna manera contribuimos a esta
unificación solidaria, es diciendo nuestra palabra; acercando nuestra poesía a
los otros; escuchando la poesía de los otros; reflexionando cuán raramente nos
damos tiempo para conocernos y disfrutarnos, cuán frecuentemente dejamos de
hacer contacto con esa surgente de imaginación y valores que los seres humanos
llevamos dentro.
FM | Tienes una obra extensa y variada, que abarca poesía,
narrativa y ensayo histórico. Dentro de esa condición múltiple, habría,
temáticamente, alguna preferencia? ¿Alguna especie de tema obsesivo que te
persiga a lo largo del tiempo?
RF
| Pienso que toda creación está
basada en ese recorrido interior que abarca tanto el terreno de los actos y las
circunstancias como el campo onírico donde se debaten los anhelos y conflictos
que se disputan nuestro ser. No puedo imaginarme una obra que no extraiga de
esta cantera el germen que le da vida, ni autor(a) que poetice en el vacío, de
espaldas a la realidad íntima o externa. Yo creo que hay una estrecha relación
entre nuestro paisaje interior y todo lo que escribimos, así como influyen
también las situaciones en que nos vemos envueltos o el entorno, que en cierta
forma nos condiciona. Cuando pienso en mi obra, encuentro una gran
correspondencia con mi itinerario personal por un lado, y con mi postura frente
a la situación del mundo en general y de mi país en particular. Hechos como el
Holocausto, el peligro de la catástrofe núclear, con el correspondiente peligro
de la destrucción total de la humanidad, el deterioro del medio ambiente, la
dictadura que sufrimos en Paraguay, la situación del campesinado sin tierra,
mis sentimientos pacifistas y de igualdad ante los distintos grupos humanos, mi
convencimiento de la posibilidad del amor universal, de una fraternidad
cósmica, la solidaridad entre los distintos reinos de la naturaleza, son temas
que, además de los intimistas, se encuentran en mis obras tanto poéticas como
narrativas, y dan ciertamente una lectura de nuestro tiempo. Pienso que el ser
humano está en una constante evolución; que somos seres inacabados que
avanzamos –aunque parezca mentira viendo las atrocidades que se cometen a
diario–, hacia un estado de perfeccionamiento.
Estamos en la Tierra porque somos humanos, porque
tenemos defectos, porque somos imperfectos y cometemos errores. Si no,
estaríamos en otro de los mundos posibles. Si el universo es infinito no veo
por qué la Tierra tendría que ser la única opción. Y si parece que no avanzamos
es porque los seres que se elevan en la escala espiritual pasan a otros estados
o a otros mundos, que yo no sé cómo son, pero es evidente que deben existir en
algún rincón de este cosmos ilimitado. Que nosotros no podamos aprehenderlos
con nuestra inteligencia limitada no quiere decir que no existan. Simplemente
tenemos acceso a lo que nos corresponde según el grado evolutivo en que nos
encontramos; un perro no sabe nada de cuentas bancarias, pero ellas existen;
nosotros no sabemos muchas cosas de los círculos espirituales superiores porque
no hemos llegado a la comprensión necesaria. Entonces el ser humano peregrina
en la eternidad, entra y sale de este tiempo mientra se dirige hacia otro que
por el momento es una incógnita.
2
| LAS VANGUARDIAS EN PARAGUAY
FM | ¿Cuál es el punto inicial de la vanguardia en Paraguay? ¿Cómo era el
ambiente cultural entonces?
RF | La Vanguardia, este movimiento renovador y de quiebre con las
tradiciones artísticas y literarias del pasado, nacido en la segunda década del
siglo XX, llegó al Paraguay en 1940 de la mano de la poetisa española Josefina
Plá, casada con el ceramista Julián de la Herrería, quien arriba al país en
1927. Se funda por entonces el grupo Vya raity (Rincón alegre) que nuclea a
poetas tales como la misma Josefina, Augusto Roa Bastos, Herib Campos Cervera,
Hugo Rodríguez Alcalá, José Antonio Bilbao, Oscar Ferreiro y el benjamín Elvio
Romero, quienes plantean la renovación de la poesía paraguaya, rompiendo con
los moldes modernistas y neorrománticos muy arraigados en la poesía y la
narrativa anterior. A partir de ellos la literatura paraguaya entra en la
contemporaneidad, un poco a la saga de otros países del continente americano.
El ambiente cultural pacato, tradicionalista en cuanto a fondo y forma en sus
manifestaciones literarias, encerrado en sí mismo y víctima del aislamiento
ancestral al cual la historia y la situación geopolítica condenaron al
Paraguay, se empezó a abrir a las influencias de los movimientos de vanguardia
gracias a la determinación de cambio de estos poetas y otros intelectuales que
pusieron su mirada en los planteamientos innovadores del exterior.
FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las
vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
RF | Si bien el movimiento
de la generación del 40 fue el primero en cuestionar los patrones expresivos,
planteando nuevos temas y distintas formas de expresión, no fue el único.
Posteriormente le sucedió el llamado, inicialmente, Círculo Literario, bajo la
dirección del Padre César Alonso de las Heras, director del Colegio de San
José, conocido más tarde como Academia Literaria, que agrupó a un grupo de
alumnos de gran talento poético, la cual continuó posteriormente con el nombre
de Academia Universitaria, a la que se sumaron ex alumnos de otros colegios,
congregando a una pléyade de poetas de gran valía, tales como José Luis
Appleyard, Ricardo Mazó, Ramiro Domínguez, Carlos Villagra Marsal, Rubén
Bareiro Saguier, José María Gómez Sanjurjo, quienes dejaron honda huella en la
literatura paraguaya, y otros intelectuales que, sin seguir el camino de las
letras, imprimieron su impronta en la sociedad paraguaya de la segunda mitad
del siglo XX. La Academia Universitaria no fue exclusivamente una congregación
literaria de fluido contacto con las vanguardias mediante la lectura de los
poetas españoles del 27 y los narradores europeos y norteamericanos renovadores
de los cánones precedentes, sino también el terreno propicio para la
germinación de un “movimiento socio-cultural-político”, en el que se debatían
los temas más candentes de la situación del país en el terreno social,
político, cultural y económico de aquella época, sin banderías de partidos o
barreras ideológicas. En forma paralela Josefina Plá congregó bajo su
maestrazgo a poetas como Francisco Pérez Maricevich, Miguel Ángel Fernández y
Roque Vallejos, quienes recibieron gracias a ella la influencia de las
vanguardias europeas. Más aisladamente, Carlos Colombino, cuya pintura presenta
rasgos de superrealismo, ya manifiesta por aquel entonces la misma tendencia en
su escritura. Solitaria y sin adherirse a grupos específicos, Elsa Wiezell
escribe una poesía que rompe con los patrones reprimidos del modernismo,
llevando su experimentalismo a un terreno más audaz.
En
cuanto a la poesía escrita por mujeres Josefina Pla, en su libro Voces
femeninas de la poesía paraguaya, nos presenta un panorama minucioso del cambio
de la actitud de la mujer a enfrentarse con su propia voz. Si bien, ella no
inicia su análisis a partir de las vanguardias, es evidente que la influencia
de estas se constata en la poesía de mediados del siglo XX, ya sea en la
utilización de formas que rompen con los formatos tradicionales o en la
aparición de temas que antes no eran frecuentados por la mujer. Josefina nos
habla de un cambio fundamental en cuanto a la postura de la mujer. Si bien a
comienzos del siglo XX y con mayor razón antes, la mujer se limitaba a la
escritura de una poesía tributaria de la masculina, en cuanto al respecto a los
tabúes exigidos por una sociedad machista y patriarcal, ella nota un
desprendimiento de esa “poesía eco”, impuesta por el varón según su criterio de
lo que debía o estaba permitido que escribiera una mujer, o la “poesía
máscara”, muy utilizada en las voces femeninas para encubrir los verdaderos
sentimientos, dejándolos de ese modo al amparo de las críticas sociales y
masculinas, o la “poesía coro”, que no hace sino repetir los conceptos del
varón en su propia poesía. Pero según Josefina Plá “la mujer hispanoamericana,
desde los años de la posguerra mundial primera, siente en un momento dado, que
la obsecuencia sentimental con su reiteración de tópicos, no condice ya con su
visión de las cosas”. Justamente los movimientos vanguardistas cobran fuerza
después de la Primera Guerra Mundial, y no es ajena a este cambio de actitud en
la expresión femenina. Una de las primeras que abandona ese yugo, sin asumirse
del todo, es Dora Gómez Bueno de Acuña, quien escribe por primera vez una
poesía clasificada como erótica. Pero la poesía erótica por sí misma no
representa una total liberación, solo propicia una toma de conciencia de la
capacidad de una auténtica liberación, que es por otra parte, uno de los
postulados de la vanguardia. La liberación de las formas, de los cánones, del
inconsciente, de los tabúes y los límites expresivos. No voy a extenderme
pormenorizadamente sobre la creación poética de voz de mujer, pues no es ese el
motivo de esta entrevista, solo deseo decir que luego de las vanguardias, tanto
el hombre como la mujer ya no han escrito de la misma manera, y que estas
representan la ruptura de los diques que contenían o anulaban la libertad de
expresión y la exploración de los límites de la propia capacidad liberadora.
La
misma presencia del cambio experimentado en la literatura escrita en esos años
es prueba de que la Vanguardia en el Paraguay se impuso, no tanto por el
contacto directo de los autores con el ambiente in situ, sino por la
frecuentación de la lectura de la literatura vanguardista, que llegó bajo la
égida de los mentores citados.
Creo
que los escritores paraguayos han dado y/o agregado a las vanguardias sus
propias cosmovisiones del mundo y de la realidad, así como la aproximación
personal a los distintos y siempre reiterados temas de la poesía universal. Si
bien existen intentos de originalidad absoluta, no hay nada absolutamente nuevo
bajo el sol. Lo que un autor puede agregar a lo ya dicho o reinventado es su
propio acento, extraído de las canteras de su intransferible autenticidad.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes
estéticas de los demás países hispanoamericanos?
RF | El contacto con la
obra de otros autores vanguardistas se produje a instancias de maestros como
Josefina Plá, el Padre César Alonso de las Heras y los poetas que formaron.
También se produjo a través del intercambio y la colaboración con revistas
europeas y americanas, que servían de difusión y retroalimentación de nuestra
literatura, de los cuales tiene buena responsabilidad Josefina Plá y los poetas
formados por ella. Asimismo la revista Alcor, fundada por Rubén Bareiro Saguier
y Julioc Césa Troche, cumplió ese papel de puente entre nuestra ambiente
cultural encerrado en sí mismo y los cenáculos extra fronteras. Posteriormente
la revista Criterio del grupo de René Dávalos y César Roura imprimió dinamismo
a la comunicación literaria fuera del país. También se puede mencionar un
factor de contacto con otras vanguardias de continente la Tertulia Literaria
Hispanoamericana, fundada por Carlos Villagra Marsal, a la cual concurrieron
poetas y escritores de varios países americanos.
Pero
el factor más importante de renovación y aplicación de los postulados de la
vanguardia y la modernización de la literatura paraguaya lo representó el
exilio de grandes valores literarios como Augusto Roa Bastos, Herib Campos
Cervera, Elvio Romero, Rubén Bareiro Saguier, Lincon Silva, Juan Manuel Marcos,
por no citar solo algunos de los escritores que abandonaron el país por razones
económicas o políticas, luego de la guerra fratricida de 1947, y posteriormente
como resultado de de las nefastas dictaduras de Higinio Morínigo y Alfredo
Stroessner, que asfixiaron el ambiente cultural y la expresión del libre
pensamiento en el Paraguay. El destierro, si bien constituyó un feroz
ensañamiento contra nuestros escritores disidentes, también les acercó la
posibilidad de contacto con los centros neurálgicos de la cultura universal,
dándoles la posibilidad de nutrirse directamente de las nuevas técnicas
narrativas y poéticas, el conocimiento de escritores extranjeros de gran
envergadura, la frecuentación con las nuevas teorías lingüísticas, la apertura
hacia una experiencia de primera mano con los postulados renovadores de la
cultura europea y americana, hecho que favoreció la aplicación del talento y
enriqueció sus posibilidades de una creación libre de las ataduras estéticas
del pasado y el cepo de la censura. Estos autores del exilio constituyeron, por
lo general, un nexo entre los poetas y narradores del ya muchas veces llamado
“insilio interior”, que permanecidos en el país durante las dictaduras y
aquellos que realizaron la mayor parte de su obra en el exterior.
FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
RF | La narrativa y la
poesía actual tanto del Paraguay como el resto del mundo ya no puede expresarse
en la misma clave con que lo hacía antes de las vanguardias. Las vanguardias
han representado tanto en la pintura como en la escritura una transformación tan
sólida que no existe la posibilidad de que carezca de un significado
perdurable. Los aportes de la vanguardia obedecen a una respuesta del ser
humano ante la situación del mundo en el momento en que esta nació, resumen los
descubrimientos del sicoanálisis, de la exploración personal del inconsciente,
del deseo de libertad ante un mundo que había sido destrozado por una guerra
que cambió, no solo el mapa de Europa sino la concepción del hombre y de la
mujer frente a su propio valor y las posibilidades de auténtica expresión.
Si me piden que muera por una causa que muchas veces no comprendo; si el mundo que creía seguro se derrumba dejándome a merced de lo desconocido; si resulta que dentro de mí existen secretos que hablan con más propiedad de la realidad de mi verdadero ser que represento cada día ante los demás, ¿por qué no voy a explorar esas nuevas rutas que se abren después de la debacle de aquellas trincheras, o a la vista de los cambios y de nuevos descubrimientos? Por qué tengo que respetar barreras que ya no me sirven. Creo que por ahí vienen los aportes de las vanguardias, no solamente a la lírica contemporánea o a los procesos narrativos innovadores, sino al propio conocimiento de nosotros mismos y al ejercicio de mostrarnos tal cual somos, tomando el timón de nuestros propios deseos y temores, de nuestras posibilidades de logros y fracasos; es el valor de izar el velamen de la propia embarcación guiada por el viento de las ideas que nos definen y los convencimientos que nos sostienen. Gracias, Floriano, por haberme hecho pensar en lo que significaron las vanguardias para mí.
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Nós/Nudos, de Ana Marques Gastão (edição bilíngue). Lisboa: Gótica, 2004.
A condição urbana, de Juan Calzadilla (edição bilíngue). Florianópolis: Letras Contemporâneas, 2005.
Dentro do poema – Poetas mexicanos nascidos entre 1950 e 1959, Org. Eduardo Langagne. Fortaleza: Edições UFC, 2009.
A aventura literária da mestiçagem, de Pablo Antonio Cuadra (em parceria com Petra Ramos Guarinon). Fortaleza: Edições UFC, 2010.
III novelas exemplares & 20 poemas intransigentes, de Vicente Huidobro & Hans Arp. Natal: Sol Negro Edições/São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2012.
Sobre Surrealismo, de Aldo Pellegrini (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2013.
Memória de Borges – Um livro de entrevistas (2 volumes). São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2013.
Bronze no fundo do rio, de Miguel Márquez (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2014.
Tremor de céu, de Vicente Huidobro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2015.
Costumes errantes ou a redondeza da terra, de Enrique Molina (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2016.
Reino de silêncio, de Mía Gallegos (edição bilíngue). Teresina: Kizeumba Edições, 2019.
Traduções do universo, de Vicente Huidobro. Natal: Sol Negro Edições, 2016.
O álcool dos estados intermediários, de Gladys Mendía. Santiago: LP5 Editora, 2020.
A tartaruga equestre, de César Moro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2021.
Agulha Revista de Cultura
Criada por Floriano Martins
Dirigida por Elys Regina Zils
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
1999-2024
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