DIÁLOGO ENTRE DOS POETAS
FM | Lo primero que aquí encuentro para reflexionar es sobre las razones por
las que el mundo de la creación artística debe seguir el guión propuesto por la
intemperie histórica. Y aquí también pienso en la reducción del ambiente
histórico observado en los planes sociales y bélicos. La primera mitad del
siglo XX fue tomada por el espanto ante lo vivido por las dos últimas décadas
del siglo anterior. Es siempre así. Nosotros anotamos con error el cambio real
de los siglos. Todavía estamos en el siglo XX, por ejemplo, convencidos de que
estamos en el XXI. Yo sinceramente no creo que el XX toque al XXI. Bueno, la
idea del mundo que tenemos hoy se encuentra debilitada por el inmediatismo.
Vivimos un tipo de realidad canónica en la que la referencia es más importante
que la cosa en sí. El conocimiento que tenemos de la historia cambia de acuerdo
con la realidad determinada por el ambiente político.
Además indagas por la
definición de un mapa que creo imposible. Brasil y Colombia son dos países con
formaciones socioculturales muy distintas. No precisamente por la lengua, sí
por las acciones políticas de Portugal y España cuando entraron en nuestro
continente. Creo que una de las esencias de nuestro diálogo es buscar términos
reales de comunicación entre nuestras culturas. Tal vez debiésemos empezar por
el pasado y su interferencia en nuestros días. ¿Qué fue Colombia antes de ser
Colombia?
OC | Compleja la pregunta que me haces sobre el ser de nuestros países, y
como respuesta solo se me ocurren más interrogantes: ¿existió un antes?, ¿es
posible hablar de un después? ¿El antes fue un imaginario mágico?, ¿el después
un perverso caos? Empero, quiero volver sobre mi reflexión inicial, la que
apunta hacia el cobijo o la intemperie que las realidades del siglo XX siguen
interfiriendo en nuestras visiones e imaginarios dentro del campo de lo poético
en el que creo, cabe mucho de la historia real de las realidades vividas en tal
periodo, más que en los episodios que nos han impuesto quienes ganan las
guerras e imponen sus nociones de poder.
Entonces te pido que
hablemos del encuentro que significan las Vanguardias históricas para poetas
como nosotros que nacimos en la década de 1950, en distintos países y con
diferentes lenguas. Insisto porque creo que este es un territorio que nos
comunica, no solo como colombianos o como brasileños, si no como parte que
somos de la tradición cultural de Occidente. Creo que las Vanguardias
históricas nos ofrecen la posibilidad de descifrar la infección o de cultivar las cicatrices del ser
humano como especie. Cabe decir que las Vanguardias son frecuentemente
referenciadas a través del Cubismo, del Futurismo, de Dada, del Surrealismo,
del Creacionismo.
FM | Las primeras voces poéticas que conocí en mi vida, antes de los 10 años
de edad, fueron las de Milton y Shakespeare, y desde ya puedo decirte que no
fue la formalidad del lenguaje lo que me ha despertado el gusto por ellos, sino
aquello que Milton llamaba “el lugar encantador que habitas”, la tragedia del
innominado, el dolor del misterio… Y me encantaba el teatro de la negación de
tantas cosas que hacían parte de mi formación católica, por más que esta
hubiera sido dispersa. Yo creo que estamos hablando de dos mundos. Uno es el
mío y el tuyo, y otro el de nuestra generación, al menos en lo que respecta a
Brasil. En mi adolescencia el compartir la vida con otros escritores, en mi
caso vale decir con otros artistas, pues fue una época de fuerte relación con
el teatro y la música, y en la que estaba muy mezclado con la irreverencia
bohemia y con unas voces más viejas que declaraban su ortodoxia comunista, cosa
que sinceramente no me despertaba ningún gozo.
Aunque el mayor
acercamiento del Modernismo brasileño haya sido con el Futurismo, lo primero
que me tocó y conmovió mi vida artística fue la pintura de Salvador Dalí y el
teatro de Ionesco, Lorca y Arrabal. Esta fue mi primera ventana de comunicación
con la Vanguardia. Y sinceramente en ese momento no tenía ninguna preocupación
por clasificaciones como Dada, Surrealismo, teatro del absurdo, nada. Desde ya
puedo decirte que me sonaban muy estrechas las relaciones ortodoxas. Yo no
comprendía por qué no se podían mezclar los muralistas mexicanos con los
moteles operísticos de Zappa o el cine de Zefirelli. En casa escuchaba
canciones populares brasileñas y algo de música hispanoamericana. Yo estaba
descubriendo mundos nuevos en todo. Mi infancia fue marcada por la magia de la
televisión y el cine mudo. Yo crecía a una gran velocidad espiritual. Entonces
me era imposible pensar en sacar una tarjeta para cualquier iglesia. Y
sinceramente me fui alejando del mundo intelectual por sus caprichos formales.
Podemos hablar de las
Vanguardias más adelante, de cuando busqué estudiarlas. Pero en mis primeros
pasos, yo quería simplemente experimentar de todo. En Brasil, debo decirte que
el período de las Vanguardias fue poco comprendido, quizá por la enfermedad demasiado
formalista de nuestra literatura, a tal punto que seguimos desconociendo
aspectos fundamentales de esas Vanguardias, ya en sus matrices europeas o en
las singulares lecturas dadas en Hispanoamérica. Si no fuera por el
conocimiento que hemos tenido de algunos escritores hispanoamericanos, hoy
seríamos absolutamente ignorantes del tema. Seguro seguiremos hablando de todo
esto, pero ahora me interesa saber cómo era en Colombia el conocimiento de la
cultura artística en Brasil.
OC | Tienes razón, hablamos de dos mundos, el tuyo y el mío y entre ellos la
intersección generacional, ese territorio común que nos permite convivir una
época. Me dices de tus primeras aproximaciones poéticas a los 10 años, del
teatro, la música y la bohemia irreverente, además de la siempre ortodoxia
“comunista”, pues te cuento que algo muy parecido fue mi experiencia inicial,
también llegué a la literatura a través del teatro, y en ese desorden de mi ser
adolescente y autodidacta, iba de la lectura de las obras de Sófocles a El Rey se muere de Ionesco, de la
improvisación a la escena en un montaje de creación colectiva, así hasta llegar
a mis 14 años, a la decisión de dedicarme a la poesía, a ese fascinante y
abrupto camino de la poesía en el que intuía el súbito encuentro revelador de
la vida abriéndose en la magnitud y zozobra de su libido analógica, en el
imaginario de sus imágenes haciéndose metáforas. Desde entonces las ascuas no
han sido fáciles, pues la hostilidad en el medio creativo es impertinente y en
muchas ocasiones ruin, lo cual, por extraño que parezca, terminó de fortalecer
mi carácter, la voluntad y la disciplina de mi ánimo.
En Colombia,
respondiendo a tu pregunta sobre nuestro conocimiento de la cultura artística
de Brasil, te digo que hasta hace muy poco era más bien escaso, reducido a la
música popular y al Carnaval de Rio, a las imágenes que de él difundían los
medios. Afortunadamente para algunos colombianos el interés por la cultura
creativa de Brasil se ha ido ampliando. En mi caso, en 1979, llegué a la lectura
de la poesía escrita en Brasil a través de los poetas Concretos: Haroldo de
Campos, Augusto de Campos, Décio Pignatari, Ronaldo Azeredo. Fue Haroldo, con
sus ensayos, quien me llevó a leer, a conocer el Modernismo brasileño, lo que
me permitió establecer los diálogos, no siempre posibles, entre el Modernismo
hispanoamericano y el brasileño. Otro poeta es Ferreira Gullar con su libro Poema sucio, publicado en 1975, cuando
lo leí, iniciándose la década de 1980, fue muy esclarecedor, es un poema de
largo aliento, sus fragmentos se sostienen como en una galaxia donde se
expresan al tiempo que eclosionan, es un gran libro.
FM | Antes de mi lectura de Poema sucio
he conocido otro, La lucha corporal,
que es un libro de 1954. Gullar fue un poeta muy importante en mi formación, en
especial con esos dos títulos, que son sus libros más osados, los más
experimentales en su poética. Hubo una época en mi juventud en la que
finalmente descubro la poesía, así que leía todo lo que pasaba por mis manos.
Recuerdo que en mi ciudad había una librería llamada curiosamente Renacença (Renacimiento), que yo
frecuentaba en las tardes para leer y leer y leer. Fue así como descubrí el
canon de la poesía brasileña, y que se despertó mi atención por las obras de
Jorge de Lima, Murilo Mendes y Carlos Drummond de Andrade. De las voces
poéticas extranjeras había muy poco, casi todas en ediciones portuguesas, entre
ellas una antología de Paul Eluard que fue uno de mis primeros poemarios de
cabecera. Nuestro desconocimiento de la lírica hispanoamericana era casi
absoluto, de no ser por ejemplos ya internacionalizados como Pablo Neruda, La
Mistral, Jorge Luis Borges.
Después de mis 20
años, cuando un amigo desde Argentina me regaló la poesía completa de César Vallejo,
además del impacto de su lectura, la referencia que en el prólogo se hacía de
nombres como Oliverio Girondo y Vicente Huidobro fueron explosivos para mí
ignorancia. El autor del prólogo, el peruano Américo Ferrari –a quien décadas
después tuve la oportunidad de entrevistar– fue una fuerte revelación. Al mismo
tiempo un nicaraguense recién casado con una amiga me presentó dos nombres
cumbres, Rubén Darío y Alfonso Cortés. Por ahí empieza mi conocimiento de la
poesía hispanoamericana. Entonces era poco común en Brasil que alguien
estudiara español, por mi cuenta yo ya había estudiado inglés y francés, así
que traté de comprar diccionarios y gramáticas, y por ahí comenzó mi estudio
autodidacta. Y a través de las cartas, de la aventura epistolar, del fuego
investigativo descubro las direcciones de varios poetas con quienes establezco
una correspondencia. Aquí ha funcionado muy bien la generosidad de nombres como
los chilenos Pedro Lastra y Ludwig Zeller, el nicaraguense Pablo Antonio
Cuadra, el venezolano Juan Liscano, el colombiano Fernando Charry Lara, el
peruano Javier Sologuren, quienes me presentaron a muchos otros y fueron
también mis primeros entrevistados.
En la otra margen del
Atlántico conozco al español Jorge Rodríguez Padrón, crítico, quien fue un
maestro para mí, alguien con quien logré platicar sobre las llamas de mi
curiosidad y sobre mis primeras reflexiones. Puedes imaginar el mundo que
descubro… Ahora, el Modernismo brasileño tiene más que ver con el
Postmodernismo hispanoamericano, ya que el Modernismo de Hispanoamérica
equivale más a nuestro Simbolismo, una escuela de poco prestigio en Brasil por
el cartesianismo desbordante del Parnasianismo que ha manchado de un formalismo
excesivo nuestra lírica.
OC | Además de Murilo Mendes y Carlos Drummond de Andrade, a quienes acabas
de nombrar, también he disfrutado los poemas de Manuel Bandeira, cuyo asombro
coloquial me seduce y envidio sus nítidas imágenes, la forma de establecer su
dibujo poético me siguen conmoviendo. Creo que has sido afortunado al recibir
la obra de César Vallejo y desde ella poder referenciar a Oliverio Girondo y a
Vicente Huidobro, pues ellos son tres de los poetas fundadores de la nueva
poesía hispanoamericana, con lo cual recuerdo al querido Saúl Yurkievich.
También por el contacto directo que has mantenido y mantienes con tantos poetas
y ensayistas, fuentes claves para iniciarse en el esclarecimiento del mapa
poético que cunde en Hispanoamérica en un presente de raíces incógnitas.
Tienes razón en lo que
dices sobre el Modernismo hispanoamericano y el Modernismo brasileño, a lo cual
agregaría lo siguiente, el germen de la Vanguardia en Hispanoamérica se
encuentra ya en algunos de los poetas Modernistas, tal los casos de José Juan
Tablada y Julio Herrera y Reissig, por mencionar solo estos nombres, también en
Rubén Darío, en algunos de sus poemas y en muchos de sus versos. El mismo César
Vallejo es un Modernista cuando en 1919 publica Los heraldos negros, y es un Vanguardista cuando en 1922 publica Trilce. Con esto quiero observar las
maneras cómo desde el Romanticismo inglés y alemán los movimientos artísticos y
poéticos, en los países donde se han desarrollado, se excluyen y dialogan, se
repelen y se nutren en un forcejeo que parece ser su sello.
FM | El Romanticismo alemán fue de mucha importancia para la poesía de ese
inmenso poeta chileno que fue Humberto Díaz-Casanueva, por ejemplo. Pero tienes
razón en eso de que el tránsito entre el Modernismo y la Vanguardia estuvo
lleno de eléctricos vasos comunicantes. Igual podemos pensar de poetas que
fueron voces atípicas, como es el caso del ecuatoriano Hugo Mayo, quien fue
vanguardista antes, durante y después de todo mapa cronológico. Poetas que
representan un problema para los vicios clasificatorios, como el colombiano
León de Greiff, cuya poética expresa un mundo muy singular. Hay otro ejemplo
curioso, de quien prácticamente solo fue Vanguardista en los años de 1950 con
la publicación de En la masmédula,
como es el caso de Oliverio Girondo.
El libro de Saúl
Yurkievich me parece que tiene en su título una gran equivocación. Sus ensayos
son muy reveladores, pero el título impone otra lectura. Primero, porque “la
nueva poesía latinoamericana” no es solamente aquella escrita en español,
entonces creo que poetas como Aimé Césaire, León-Gontrán Damas y Jorge de Lima
no pueden ser menospreciados en un panorama continental. Segundo,
cronológicamente no concuerdan las inclusiones de José Lezama Lima y Octavio
Paz (en este último incluso estéticamente). El caso de Borges es otro dilema,
porque la importancia esencial de su obra radica en la narrativa, no en la
poesía. El chileno Pablo Neruda tampoco tuvo relevancia fundacional. Así que
los siete de Yurkievich no son más que tres: Vallejo, Huidobro y Girondo.
Sobre el brasileño
Manuel Bandeira tienes toda la razón. Hace poco he leído las casi mil páginas
de sus Crónicas inéditas (en dos
tomos) y allí uno puede observar, además de su valor como poeta, como creador
–sobre todo por este “asombro coloquial” que observas–, cómo el brasileño
estaba enterado de lo que pasaba en el resto del mundo, y su lúcida lectura de
los caminos de nuestra lírica. Imposible no reproducir aquí algunas de sus
palabras, como cuando dice del influjo francés en el Modernismo brasileño. Para
Bandeira, “nuestra renovación Modernista se ha procesado bajo el signo del
Modernismo francés, aunque también haya recibido aportes colaterales de otras
fuentes extranjeras, como el caso de los Imagistas
norteamericanos, los Futuristas italianos, Walt Whitman etc. Pero fue en la
corriente francesa, de Baudelaire a los Surréalistes,
donde se ha plasmado nuestro movimiento.” Aquí podríamos hablar un poco de los
aportes extranjeros en la lírica hispanoamericana.
OC | En el contexto de la escritura poética colombiana e hispanoamericana la
obra de León de Greiff sigue siendo rara y extraña. Para mí su poesía se nutre
de todo lo que el poeta logró absorber de la tradición poética de Occidente en
sus distintos periodos conocidos e idealizados por la historia, por ello
observo que su obra representa un caudal tuquio de afluentes que lo hacen
perturbador por lo novedoso y por lo antiguo que se muestra en sus versos, en
los que incesante sucede el tiempo de la poesía. Su obra es ubicua, en ella
aparecen y desaparecen todos los tiempos de la escritura del poema en
Occidente, entonces a León de Greiff se le puede ubicar en cualesquiera de los
movimientos que las raíces del poema han vivenciado.
Sí, el título del
libro de Saúl Yurkievich: Fundadores de
la nueva poesía latinoamericana, resulta erróneo si se piensa en el
significado de Latinoamérica como región del mundo. Lo curioso es que en la
“Advertencia” que abre el libro, en el primer renglón, dice Yurkievich: Los ensayos aquí reunidos convocan a los
fundadores de la poesía hispanoamericana contemporánea, entonces piensa uno
si el título del libro responde a los intereses del editor o a los del autor.
También me atrevo a creer que la intención de Yurkievich no era la de
desconocer a los poetas contemporáneos que en portugués, francés e inglés
forman parte de la región, es claro que su trabajo quería abarcar a los poetas
que él consideraba fundadores de las poéticas hispanoamericanas. Sobre los
poetas ensayados, como bien dices, solo tres de ellos: Cesar Vallejo, Vicente Huidobro
y Oliverio Girondo pueden ser considerados fundadores, los otros poetas
incluidos recogen el legado de estos tres y lo amplifican o lo contravienen,
contribuyendo así a la fundación y a la ruptura que mantienen viva una
tradición.
Ahora, sobre “los
aportes extranjeros en la lírica hispanoamericana”, tendríamos que iniciar
aclarando que tales aportes no siempre han resultado oportunos, por ejemplo,
los países que componen Hispanoamérica recibieron durante el siglo XIX la
influencia del Romanticismo francés, que en poco se parecía al Romanticismo
inglés o alemán, casi diría que era más una falsa mueca de estos. Entonces,
cuando lo adoptan en estos países lo terminan de convertir en el “templo” donde
evacuar los sentimientos y las pasiones que pueden idear las fantasías humanas,
hasta alcanzar la zalamería más engorrosa. Así hasta la llegada del Modernismo,
el cual tiene sus deudas con el Simbolismo francés, pero ante todo con una
atenta lectura y reflexión sobre la poesía escrita en España desde sus comienzos,
lo que permitió a los poetas del Modernismo hispanoamericano renovar el idioma
dejado por España en esta región del mundo, y por extensión, también renovarlo
y mantenerlo vivo en España para la escritura de su poesía.
FM | Yo diría que entre la poesía escrita en España y la escrita en
Hispanoamérica se dio una relación manchada, de distancia y desconocimiento,
una relación insípida. Igual ha pasado en la relación poética entre Portugal y
Brasil. Pero con un agravante en el caso con España, pues allá se dio una
presencia muy destacada de Hispanoamérica, dada por la publicación de libros y
por la residencia allí de algunos poetas. Esa fue una relación incoherente,
marcada por la ausencia de diálogo. Ya entre brasileros y portugueses, lo único
que hubo fue silencio, una especie de renuncia a todo tipo de experiencia
compartida. Mientras en Hispanoamérica los frutos innovadores se desarrollaban
y se multiplicaban, en España sus poetas buscaban protegerse en la tradición. Y
agrego a mis palabras las del crítico español Jorge Rodríguez Padrón, quien ha
estudiado esa relación entre España e Hispanoamérica, cuando afirma: “El poeta
escribe de espaldas al mundo, de cara a su lado
moridor (la expresión, certera, es de Salazar Bondy): su experiencia se
convierte en epifanía; en luz de un
principio que es forma, palabra vuelta sobre el lenguaje para interrogarlo,
para contradecirlo.” Pero dime tú, Omar, ¿qué buscaste (¿lo alcanzaste?) en tu
relación con otros referentes poéticos? Por supuesto que aquí ya no importan la
lengua y la época.
OC | Querido Floriano, los colonizadores, tanto los del pasado como los de
nuestros días, no han tenido ni quieren tener consideraciones con aquellos a
quienes colonizan, menos con sus rasgos y carácter cultural, y valga aclarar,
no siempre la colonización es física, sobre el territorio de un país o de una
región, muchas prácticas colonizadoras son ejercidas sobre la voluntad mental
de aquellos a quienes se quiere someter, y en esto sí que son eficientes muchos
de los países europeos y sus políticas exteriores. Por ello cualquier intento
de diálogo resulta estrellado contra la unilateralidad del dominante, lo que
dices que sucedió entre Brasil y Portugal, me atrevo a decir que no sólo pasó
durante la colonia, que aun hoy día ese diálogo no sucede, no fluye de manera
higiénica. Lo mismo pasa entre los países que componen Hispanoamérica y España,
al parecer las únicas relaciones que funcionan son las del despojo de las
riquezas y el sometimiento cultural y económico, en lo que creo existe mucha
complicidad de nuestros gobiernos, pero ante todo de quienes nos sometemos por
la miserabilidad de nuestros intereses y en lo cultural y en las artes
creativas, sí que se dan sometimientos.
Llegando a tu pregunta
sobre lo que he buscado como lector de poesía, te cuento que en las lecturas
que hice entre mis 13 y mis 20 años apareció una antología de poemas de
Stéphane Mallarmé traducida por distintos poetas y con un prólogo de Cintio
Vitier, leer a Mallarmé fue como recibir una pedrada en toda mi cara, pues me
desfiguró cualquier idea que tuviera sobre la escritura de un poema, sobre la
poesía. Aun así seguí leyendo, buscando y de Los heraldos negros de César Vallejo pasé a leer su libro Trilce, y ese forcejeo de él con las
palabras, de cómo las arrastraba hasta hacerlas rechinar en sus versos, no solo
me conmovió sino que me mostró que era posible enfrentar el lenguaje y con el
enfrentarse a la realidad. Poco después, encontrarme con la poesía de Vicente
Huidobro fue el abracadabra que me permitió empezar a entender pedradas como la
que me pegó Mallarmé, y el chirriar de versos de César Vallejo. Por supuesto
que mis lecturas incluyen otros poetas y sus poéticas, pero en este punto
quisiera saber en tu caso cómo han sido esas búsquedas, esos encuentros.
FM | El primer cataclismo me llegó en la infancia con la lectura del Paraíso perdido, de Milton. Su dimensión
metafísica, la plenitud desbordante de sus imágenes, pero sobre todo por el
hecho de que no era un simple poema, si no uno que se adentraba en el universo
de la narrativa, la pintura, la tragedia. Era una especie de poema total, como
el que después buscarán los chilenos Vicente Huidobro con su Altazor y Humberto Díaz-Casanueva con El blasfemo coronado, o el brasileño
Jorge de Lima con su Invención de Orfeo.
Milton es el poeta que despierta en mí la pasión por lo épico. Después La lucha corporal, de Ferreira Gullar,
es un libro que con sus experimentos de lenguaje y la intensidad de su
escritura causa una tempestad en mí. Igual que el humor metafórico y el
onirismo de la poesía de Murilo Mendes, otro poeta que me ha despertado una
pasión volcánica. Creo que este fue el trío más importante. Hay otros poetas
que algunos críticos relacionan con mi poética, como el inglés William Blake o
el brasileño Dante Milano, pero en verdad yo los leí cuando ya tenía más de 20
años.
Las lecturas son
fundamentales para la formación de un poeta, por supuesto. Pero en mi caso debo
decir que otros lenguajes me fueron igualmente esenciales, reveladores, tales
como los comics, la música, la novela, la pintura. Y sobre todo el teatro. Me
atrevo a decir que mi poesía se ha formado más a partir de mis lecturas de
piezas de teatro que de mis lecturas de poemas. Pero como estamos hablando de
la fortuna de la poesía, me encantan nuestros trípticos de raíz, el tuyo
(Mallarmé, Vallejo, Huidobro), el mío (Milton, Gullar, Mendes). Pero hablaste
de un poeta, el cubano Cintio Vitier, que me ha parecido mejor como crítico que
como poeta. Oportuna referencia porque nosotros también nos desempeñamos como
críticos y como creadores. Vitier decía que a la crítica le tocan dos cosas:
“iluminación de la obra desde la obra misma, y, después, toma de partido frente
a ella”. ¿Qué opinas tú?
OC | Comparto lo que citas de Cintio Vitier. En mi caso sé que mis ensayos
son una prolongación de mis poemas, pues reflejan las búsquedas y reflexiones
que los han hecho posibles y que me permiten aproximarme y conjeturar sobre la
obra de otros y sobre la poesía como imán que se expresa en múltiples voces. En
mí, la escritura del poema se ha vuelto piel desde la que me es posible
acariciar la piel de la escritura de otros.
Ahora quisiera agregar
un par de cosas a lo dicho sobre mis lecturas, una es sobre Rubén Darío y
Vicente Huidobro, poetas de proporciones magníficas y que lograron con sus
obras impactar las tradiciones de la poesía escrita en español, renovándolas
hasta la exasperación. Lo paradójico es cómo no terminamos de asimilar los
aportes que sus escrituras nos entregan, al punto de desconocer la magnitud de
su presencia.
La otra es sobre Ezra
Pound, sobre sus Cantos, sobre el
atónito que me significaron, pues me tocó aprehender a ver, a leer en ellos las
varias visiones que el poeta presenta sobre la cultura de Occidente, aquella
que se inicia en la literatura mítica Griega, pasando por la Romana, cruzando
la Edad Media en sus reconocidos tres periodos, tocando la poesía provenzal, la
épica del Mío Cid Campeador y tantos
otros pasajes de la historia visitada desde la literatura, así hasta componer
un fresco abrupto y desconcertante. Para su visión de Occidente y del mundo, el
poeta echó mano de cuanto le fue necesario para armar su rompecabezas, cargando
sus Cantos con citas y pasajes
copiados en sus propias lenguas, añadidos tan complejos como sus mismos versos.
Sí, Los cantos de Pound resultan una
escritura fragmentaria, casi sin costuras. Para mí, leer Los cantos fue un reto necesario. Su visión, más que lírica, es
épica y tiene momentos magníficos. Pound es un poeta que nos quiso entregar una
visión del mundo y del tiempo como lo hicieron Homero, Virgilio y Dante, decir
si lo logró no es mi preocupación, creo que ese cruce de tiempos que realiza en
Los cantos, como lo abrupto y
desasido de sus textos, son un reflejo de la eclosión y lo fascinante de
nuestra época. También quiero decirte que sigo aprehendiendo de la realidad, de
la otredad, pues vivir me resulta tan intenso y súbito que me es difícil no
parecer en muchos momentos contradictorio.
FM | Bueno, mi querido Omar, en este punto un poco de disentimiento en
nuestro diálogo seguro que será oportuno para darle un poco más de intensidad
(risas). Y gracias a Pound, aquí estamos en desacuerdo por primera vez. Yo
traté de leer Los cantos como un
deber literario ya a los 20 años, y confieso que la obsesión enciclopédica de
Pound no me ha significado nada. Mucho antes yo había emprendido mejores viajes
con Julio Verne, Marco Polo y H. G. Wells. En la biblioteca de mi padre había
una lujosa edición ilustrada de La rama
dorada, de Sir James Frazer, ese fue un libro fulminante que me llenó la
vida de infinitos mundos. Confieso que yo era entonces demasiado enfant terrible para aceptar el turismo
literario propuesto por Pound. Lo mismo vale para Rimbaud. Yo ya había leído a
Hölderlin, Trakl y a Gottfried Benn, así que cuando camino por las páginas de
Rimbaud, no encuentro la magia tan anunciada sobre su obra. Además Pound me
pareció muy aburrido con sus excesos profesorales en El ABC de la literatura, libro leído entre mis amigos como una
Biblia, y las biblias me resultan cartillas antipáticas. Roland Barthes, por
ejemplo, jamás me ha interesado por su libro El placer del texto, sino por libros como Sade, Fourier, Loyola y El
grano de la voz, dos preciosidades que he releído incontables veces.
Otros tres libros, que
me llegaron un poco tarde pero a los que siempre regreso con pasión, son La diosa blanca, de Robert Graves, el
fabuloso Diccionario de símbolos, de
Juan-Eduardo Cirlot y El libro egipcio de
los muertos. Y entre las lecturas obligatorias de la adolescencia no puedo
dejar de referirme a la narrativa de Clarice Lispector y al teatro de Ionesco,
Arrabal, Genet y tantos otros. Como tampoco puedo olvidar la importancia de los
comics en mi vida. Una de las maravillas de ser autodidacta es que uno no tiene
que seguir el previsible itinerario de las escuelas. Yo leía de todo, sin
ningún prejuicio, y no dejaba de vivir, porque vivir está un poco más allá de
todo. Siempre fue así, y sigo así.
OC | Totalmente oportuno es el disentimiento, pues nos permite que unas
lecturas nos lleguen y otras nos resbalen, que tal que no pueda ser así, y como
bien dices, cuando tenemos una formación de autodidactas nos podemos dar el
lujo de no seguir los itinerarios oficiales, en mi caso el ser autodidacta es
un lujo que me ha costado muchas dificultades, empero nunca he querido
renunciar a él. Hace poco volví sobre algunos poemas de Gottfried Benn, a su
libro Morgue y a otros publicados en
sus años finales, él es uno de esos poetas a los que acudo cuando mi mente se
encuentra en sus ascuas más exasperantes, otro es José Lezama Lima. De Trakl
conservo el fervor por sus imágenes obsesivas al tiempo que de atmósferas y
tonalidades acogedoras, aún recuerdo la luz de un día de agosto de 1979 cuando
lo leí por primera vez. Algo que se mantiene en mi vida es la decisión de no
convertir la poesía en una fe que me reemplace cualquier necesidad de una
religión, de ser así la poesía se me haría insoportable, pues vivir y
permanecer alerta para la vida, no significa someterse a una doctrina o
intentar crear una doctrina.
Te cuento que a mis 11
años tuve a la entrada de mi casa un puesto de alquiler y compra-venta de
comics, libros ilustrados de western, policiacos y de novelas románticas, esto
porque era un gran lector de ellos y teniendo este puesto podía intercambiar y
leer más, así hasta que aparecieron otras lecturas y me picó el teatro, el
deseo de ser actor y de leer y escribir teatro, hasta que a mis 14 años se me
despertó el súbito de la poesía, el cual creo que terminará conmigo. Ahora,
Floriano, quisiera que habláramos sobre nuestras experiencias como poetas, como
creadores y como editores, ¿te parece?
FM | Desde un principio y en todos los momentos que he dedicado a mis
quehaceres literarios, al periodismo, la traducción y la dirección de
periódicos, primero he tratado de hacer las cosas, después en pensar sobre el
significado de ese conjunto de actividades, algo frenético, confieso. Creé Agulha Revista
de Cultura hace 15 años, pero antes me gustaría hablar sobre la dirección que tuve
de un periódico impreso que se llamó Resto
do mundo, esto fue en los años de 1980, y aunque solo salieron tres números
fue una experiencia decisiva en mi vida, por la aventura compartida con un gran
poeta brasileño, Sergio Campos, quien ya murió, pero sobre todo por ser la base
del proyecto internacionalista que después llamé Agulha Revista de Cultura. Con Resto
do Mundo defino la orquestación para las cosas que venía haciendo de un
modo disperso, en periódicos de Brasil y Portugal: la realización de
entrevistas con poetas y ensayistas, así como la traducción de poemas,
artículos, ensayos. Siempre con la determinación de presentar al lector de
lengua portuguesa autores de varios países que de otro modo no serían conocidos
entre nosotros.
Mi espíritu
investigativo me hizo comprometer parte significativa del sueldo de un empleo
que tenía con una extensa correspondencia con escritores, editores y
fundaciones en varios países del mundo. Gracias a la generosidad de todos ellos
he llegado a tener una biblioteca de casi 10 mil títulos, la que en casi un 90%
de su acervo acabo de donar a una Universidad brasileña para la creación de un
Centro de Estudios Latinoamericanos. Por supuesto esta donación es consecuencia
de la aventura editorial que sigo realizando a través de Agulha Revista de Cultura. Y que en los últimos años se ha ampliado
con la creación de un sello editorial que publica libros impresos: ARC
Ediciones. Es esta pasión por la otredad la que seguramente ha definido, entre
otras cosas, la invitación que he recibido en 2008 para actuar como curador de
la Bienal Internacional del Libro de mi provincia, Ceará. Bueno, mi querido,
esta es una síntesis de mis actividades editoriales. Ahora escuchamos tus
recuerdos y luego hablamos de nuestra vida como creadores.
OC | Intensa tu labor, querido Floriano, fundamental la realizada con Agulha Revista de Cultura, empresa que
te ha convertido en un referente obligado si quiere uno conocer del suceder de
la creación poética en Iberoamérica, en Brasil. También para quienes quieran
formarse una noción de las obras y de las experiencias que significaron y
significan las Vanguardias en Europa y en América.
Mi experiencia
editorial se inicia con la publicación de mis primeros poemas impresos en
mimeógrafo, después, ante lo cerrado del medio editorial de Medellín decido, en
1983, hacer la revista, Otras palabras,
cuyo primer número sale en febrero de 1984 y se abre con una muestra de poemas
de Vicente Huidobro, más los escritos de otros poetas, 12 son los números que
publiqué, el último en marzo de 1988 recoge poemas, entre otros, de César Moro,
Raúl Henao y de Alain Delahaye, en versiones de Luis Iván Bedoya. En 1985, en
compañía del poeta Luis Iván Bedoya iniciamos Ediciones Otras Palabras, empresa en la que publicamos más de 35
títulos entre poesía, narrativa y teatro, la mayoría de autores colombianos. En
2010 salieron mis Relatos instantáneos,
libro que cerraba la editorial. Entre 1989 y 1993 publiqué la colección de Cuadernos de Otras palabras, el primero
de ellos recoge La tortuga ecuestre,
del poeta César Moro, y el último, el número 10, reúne Poesía en el umbral, primera antología del poeta Luis Iván Bedoya.
Ya en 1991 preparé y publiqué el primer número de Interregno, revista de poesía, que reúne poemas de Alberto Escobar
Ángel, Javier Lentini, Julio Ortega, Carlos Bedoya y de C. K. Williams en
versiones de Luis Iván Bedoya y dos de mis ensayos. De Interregno salieron 20 números, el último en junio de 2010 con
poemas, entre otros, de Carlos Carabeto, Floriano Martins, Gloria Posada y
Marta Quiñónez.
El nombre de Otras palabras lo tomé del libro…otras palabras, del poeta León Pizano,
publicado en Medellín en mayo de 1974. Este libro ha sido fundamental en mi
escritura y en mi existencia, por lo mismo en el número 19 de Interregno se reproduce íntegro. Es un
mínimo reconocimiento para el don que significan para mí los 50 poemas que lo
componen. Te digo que este itinerario solo es una muestra del gusto que tengo
por ver las letras impresas de un idioma que es mi oxígeno, mi pasión al borde
de un libro, o al borde de un café, o de un trago de ron mientras sucede una conversación
de todo mi interés, nada del otro mundo, todo de este mundo. Ahora hablemos
también de nuestras creaciones.
FM | Pero antes debo decirte que ahora mismo tengo en mis manos un ejemplar
de La tortuga ecuestre, el primero de
los Cuadernos de Otras Palabras
(1989). César Moro es uno de los nombres cumbres de la tradición lírica en
lengua española, creo que con Enrique Molina, Aimé Césaire, Ludwig Zeller y
Murilo Mendes son los cinco poetas más relevantes dentro del lenguaje
surrealista que ha dado el continente. He conocido a André Coyné, quien fue
responsable de los derechos de Moro hasta su muerte hace poco, en 2015. En un
momento llegamos a planear una edición de la poesía del peruano en Brasil, pero
las inconstancias editoriales que rigen el mundo de la poesía no lo hicieron
posible.
Yo puedo definir dos
momentos en mi creación poética, uno que va desde el inicio hasta principios de
los años de 1990, momento cuando encuentro mi voz, la misma que todavía exploro
en su obsesivo desarrollo. Con la escritura, en 1991, de un librito llamado Cenizas del Sol afirmo el territorio de
un diálogo absoluto entre vida y obra, mi entrada incluso como personaje en mi
creación, la fusión de géneros, el dibujo automático en paneles que apuntan los conflictos de la existencia
humana. Rolando Toro cierta vez dijo que mi poesía “entra en la complejidad del
hombre contemporáneo que ya no se engaña en jardines de ilusión; así descubre
las rosas del vacío y la belleza de las tempestades; así su lenguaje alcanza un
sentido épico-ontológico, la incandescencia del ser”. Es muy cierta su
observación sobre un sentido
épico-ontológico en mi poesía, y es ahí cuando de algún modo me alejo de la
tradición lírica de mi país y me acerco más a la escritura de poetas como
Humberto Díaz-Casanueva, Olga Orozco y Eunice Odio, para referirme solo a
poetas hispanoamericanos.
Más recientes son en mi trabajo dos tipos de experimentación que me interesan mucho: la escritura compartida, al alimón, con distintos poetas, y el acercamiento al lenguaje de los comics. Ahora mismo trabajo en la creación de un guion para un artista brasileño. Al mismo tiempo no dejo de buscar las relaciones más íntimas y posibles con el teatro, el video y la fotografía.
OC | Sí, los poemas de La tortuga
ecuestre de César Moro son deslumbrantes y le entregan al idioma español un
vértigo revelador que no tenía.
Mis primeros poemas,
reunidos en Divagaciones, Vestuario y Garra de gorrión, tres cuadernos publicados en 1978, 1979 y 1980,
representan un balbuceo, las rasgaduras necesarias de quien persigue su voz en
medio de las voces de su estirpe, no solo las literarias, ante todo las
coloquiales, aquellas donde se expresa la vida en sus asombros y en sus
contrariedades.
Y es en mi libro Limaduras del sol, publicado en 1983,
donde presiento que mi voz empieza a esclarecerse, a descubrirse en sus oquedades y aristas. En 1985 publiqué
dos libros: Fundación y rupturas y Relatos del mundo o la mariposa incendiada,
con ellos creo que empiezo a aprehender el súbito del poema en las ascuas de
sus ritmos y decires, también en lo nítido y misterioso de su otredad. Informe, de 1987, y Relatos de Axofalas, de 1991, amplían ese aprehender del que
también dan cuenta: Abra, el libro de los
amigos, de 2003, Poema de New York,
de 2007 y Los años iniciales en el vacío,
de 2008. Este itinerario de mi escritura poética lo reúno en Huella estampida, obra poética 2012-1980,
donde además incluyo: Imposible poema
posible y Romance de la ciudad,
con los que se abre el libro hasta llegar a Garra
de Gorrión.
También he publicado
mi libro de narraciones cortas Relatos
instantáneos, en 2010, y el más reciente En la escritura de otros, ensayos sobre poesía hispanoamericana, en
2014. Y, modestia adjunta, sigo existiendo y me mantengo dispuesto para
presenciar el paso de la vida, para vivir, ya en el silencio donde cunde el
universo, ya en las palabras que lo deletrean.
FM | Bueno, mi querido, algo que no podría faltar en nuestro diálogo es la
confirmación de que los santos no hacen milagros en su casa. Ahora mismo el
Grupo Editorial Ibáñez, en tu país, está sacando un largo volumen con mi
poesía. Antologías y libros individuales míos, de poemas, ya han sido
publicados en Portugal, España, México y Venezuela. Mientras en Brasil yo mismo
tengo que publicarlos. En 2007 Agulha
Revista de Cultura recibió el premio anual de la Asociación Brasilera de
Críticos de Artes, y sobre este reconocimiento la prensa de mi país no ha
publicado ni una nota. Este es un tema muy tramposo, porque uno puede quedar
como un quejoso que pide reconocimiento. Pero en verdad lo que uno denuncia es
el carácter de una sociedad. Es muy triste confirmar que el mundo de la
creación artística está como encadenado, o aplastado por cosas como la envidia,
los celos y la competición desleal. Pero así es, y hay que cambiarlo. O sea,
nosotros todos tenemos siempre un obstáculo más que romper.
Seguro que un diálogo
como el que aquí tenemos es un regalo de los dioses y en él nos podríamos
quedar por semanas. Aunque pueda parecer un chiste, debo preguntar: ¿olvidamos
algo?
OC | Tienes razón cuando dices que el de los reconocimientos “es un tema muy
tramposo”, y lo es porque casi siempre lo deja a uno en medio de un avispero.
En Colombia el tema es patético, tanto como querer abordar un barco lleno de
puritanos y piratas que se entienden divinamente. En mi caso, ante la
guillotina silenciosa que ronda la producción de mi obra poética, he optado por
vivir en mi Medellín como quien lleva la existencia de un exiliado, agradecido
ya que al menos puedo respirar y mantenerme en el nicho de mi intimidad. Y en
esto no hay resignación, mucho menos entrega, pues así he logrado mantener mis
fuerzas en alerta para la realidad y la otredad que es lo que me interesa de la
vida. La marginalidad es una situación que cuando uno tiene carácter no le
podrá ser impuesta, yo me decidí por ella y me ha sido muy beneficiosa, me permite
mantenerme lejos de las tramas del entretenimiento que se vive en los ambientes
literarios.
La publicación de mis
libros de poemas, mis ensayos y mis narraciones han logrado los suficientes
lectores como para que me sienta a gusto en el mundo. Todavía no creo en la
poesía como un espectáculo donde se vocean las emociones humanas igual que en
el noticiero cuando pasan las notas de la crónica roja o el romance de
actualidad.
Tal parece que en el
mundo literario de cada época y en medio de las mezquindades y envidias más
encarnizadas las palabras siempre vuelven y juegan a decir, a ocultar. Querido
Floriano, cierra tú nuestro diálogo.
FM | Lo cierro con gusto, por su intensidad, al mismo tiempo que con lástima,
pues nos quedaríamos aquí por dos o tres eternidades. Los temas tramposos que
hemos sabido no evitar son las máscaras más frecuentes en nuestro mundo, que
tienen sobre todo que ver con el carácter de los artistas en nuestro tiempo. La
política de las artes. El negocio de las artes. La esencia de la creación es ya
un tema alienígeno. Yo creo que tiene que ver con la ilusión de que podríamos
tocar la dimensión planetaria con nuestras obras. Nuestro tiempo padece una
ilusión de mercado, por supuesto.
Yo creo que la
resignación tiene que ver con la aceptación de las reglas de ese mercado de
ilusiones. Siempre he dicho que soy un pesimista productivo, porque la
realización en su esencia tiene un componente de descreencia en su mismo
mecanismo de actuación. La creencia acrítica hace mucho es el arma de los
negocios del arte, la ciencia y la religión. El hombre ya no sabe qué hacer de
sí mismo. Ya no sabe la diferencia entre tótem y tabú.
Un encuentro como este, Omar, lo tengo como una afirmación de que es posible firmar en el cielo una complicidad que va más allá de los más fortuitos obstáculos. Aquí estamos, y seguro salimos de este diálogo más afinados en la esencia de nuestra humanidad.
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Um novo continente – Poesia e Surrealismo na América. Fortaleza: ARC Edições, 2016.
Valdir Rocha e a persistência do mistério. Fortaleza: ARC Edições, 2017.
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Escritura conquistada – Poesía hispanoamericana. Fortaleza: ARC Edições, 2018.
Visões da névoa: o Surrealismo no Brasil. Natal: Sol Negro Edições, 2019.
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Delito por dançar o chá-chá-chá, de Guillermo Cabrera Infante. Rio de Janeiro: Ediouro Publicações, 1998.
Nós/Nudos, de Ana Marques Gastão (edição bilíngue). Lisboa: Gótica, 2004.
A condição urbana, de Juan Calzadilla (edição bilíngue). Florianópolis: Letras Contemporâneas, 2005.
Dentro do poema – Poetas mexicanos nascidos entre 1950 e 1959, Org. Eduardo Langagne. Fortaleza: Edições UFC, 2009.
A aventura literária da mestiçagem, de Pablo Antonio Cuadra (em parceria com Petra Ramos Guarinon). Fortaleza: Edições UFC, 2010.
III novelas exemplares & 20 poemas intransigentes, de Vicente Huidobro & Hans Arp. Natal: Sol Negro Edições/São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2012.
Sobre Surrealismo, de Aldo Pellegrini (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2013.
Memória de Borges – Um livro de entrevistas (2 volumes). São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2013.
Bronze no fundo do rio, de Miguel Márquez (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2014.
Tremor de céu, de Vicente Huidobro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2015.
Costumes errantes ou a redondeza da terra, de Enrique Molina (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2016.
Reino de silêncio, de Mía Gallegos (edição bilíngue). Teresina: Kizeumba Edições, 2019.
Traduções do universo, de Vicente Huidobro. Natal: Sol Negro Edições, 2016.
O álcool dos estados intermediários, de Gladys Mendía. Santiago: LP5 Editora, 2020.
A tartaruga equestre, de César Moro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2021.
Agulha Revista de Cultura
Criada por Floriano Martins
Dirigida por Elys Regina Zils
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1999-2024
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