LAS VANGUARDIAS
EN COLOMBIA
CVZ | El punto inicial de la vanguardia en Colombia es, en una sola palabra, paradójico.
Bogotá es centro político-administrativo, determinante de “cierta homogeneidad de
los miembros de las élites ilustradas”. “La escasa expansión del intelectual civil
laico, animal urbano por excelencia, contribuyó al afianzamiento del control social
ejercido por la Iglesia católica en lugares recónditos para el difusor desde las
comodidades capitalinas, de las bondades de un proyecto liberal de nación moderna”.
Existe en Bogotá –y en todo el país– una hegemonía conservadora desde la Constitución
Nacional de 1886 y, con el Concordato firmado en 1887, se entregan los procesos
educativos –privados y oficiales– a la regencia de la Iglesia. El país vivió la
Guerra de los Mil Días (1899-1902) y la pérdida del Istmo de Panamá (1904). La nueva
intelectualidad que en otras partes “estaba en conflicto con las jerarquías eclesiásticas,
en Bogotá había logrado una estrecha afinidad con las principales figuras del clero
capitalino” (G. Loaiza, en Intelectuales y regiones a comienzos del siglo XX, Univ.
Nacional de Colombia, 2000).
Irrumpirán en Bogotá escritores provenientes de la provincia: Baldomero
Sanín Cano, Luis Tejada, Luis Vidales, León de Greiff… En Barranquilla –alrededor
de la revista Voces– y en Medellín –a partir de Panida–, en desarrollo desiguales,
surgirán intelectuales y escritores y poetas que se constituirán en oposición secularizadora
frente a la visión hegemónica y al status quo de la capital, y por extensión del
país.
La revista Panida nacerá en Medellín, en febrero de 1915, y publicará diez
números o entregas. Sus integrantes se reunían en el café El Globo, todos nacidos
entre 1894 y 1898: poetas, pintores, músicos, filósofos autodidactas, estudiantes
expulsados de sus instituciones. La oposición eclesiástica fue virulenta “a cualquier
forma secularizada de expresión artística”. Pero, esta contra-élite se diluirá en
la vida local o emigrará a Bogotá: el caso de León de Greiff y Ricardo Rendón. Se
debe consignar aquí el nihilismo nietzscheano para oponerse a los preceptos y acciones
de la iglesia católica. Sanín Cano y Carrasquilla, entre otros, leían al filósofo
alemán en traducciones de Sanín Cano.
La revista Voces, a su vez –impulsada por el dramaturgo y ensayista catalán,
políglota, traductor y conocedor de las literaturas clásicas y modernas en Europa
y en U.S.A., Ramón Vinyes–, tuvo como contexto una ciudad cosmopolita, abierta,
receptora de inmigrantes (marineros anarquistas y socialistas, banqueros ingleses,
franceses y alemanes; comerciantes italianos y catalanes…), Barranquilla. Se publicó
entre 1917 y 1920. Se conocen en ésta traducciones de Apollinaire, Hugo Hoffmansthal,
Paul Dermée, Luciano Folgore, Pierre Reverdy, Max Jacob…; como también obras originales
de autores colombianos e iberoamericanos, como Huidobro y José Juan Tablada. Uno
de los números de Voces se dedicó a las vanguardias en boga.
En Bogotá, dos grupos de intelectuales y escritores estaban representados
por poetas de la Generación del Centenario (conformado alrededor de 1910) y aquellos
que publicarían durante pocos meses la revista Los Nuevos: polemizaban, pero estas
polémicas parecían “haber sido desde 1918 una posibilidad para evitar un distanciamiento
ideológico del propio grupo y para defenderse de ataques externos”. Las tendencias
estéticas no se diferenciarían. Su “denominador común que los unía a todos: la poesía
del modernismo” (H. Pöppel en Tradición y modernidad en Colombia, U. de A., 2000):
el referente fundamental, la obra poética modernista de José Asunción Silva. En
materia política, la integración del país como nación teniendo en el pasado reciente
–como queda dicho– la Guerra de los Mil Días y la pérdida del Istmo de Panamá. En
cuanto a la concepción de literatura, “difusa y más bien retrógrada, fue apoyada
por el gran proyecto de la pacificación e integración del país, al que nadie podía
ni quería sustraerse” (Pöppel).
La irrupción de Luis Tejada y de Luis Vidales, este último integrante de
Los Nuevos, constituirá un nuevo punto de referencia –en la década de los ‘20– para
discursividades innovadoras (la crónica, en Tejada) y vanguardistas (la poesía de
Luis Vidales, en Suenan timbres, publicada en 1926).
Tejada escribirá, como intelectual que quería transformar el sistema cultural
y político del país, en la Gramática y la revolución (1924): “No puede eliminar
la gramática una generación que no tiene ideas nuevas, ni experimenta sensaciones
nuevas; porque toda conjunción imprevista de palabras, que se salga de los moldes
gramaticales, significa la existencia de una idea nueva, o al menos, acusa una percepción
original de la vida, de las cosas”.
Luis Vidales, dirá: “Estábamos demoliendo una fortaleza, un viejo país,
una sociedad ochocentista, en los momentos en que la historia comenzaba su obra
de pica contra todo lo vigente” (en Vicisitudes de un poeta tomapelista (1976).
A excepción de De Greiff y Vidales, “Los poetas de Los Nuevos no – quisieron
(…) incorporarse en el movimiento de vanguardia, ni trazar un concepto común de
poesía, de fundar una escuela…” (Pöppel). Al lado de Tergiversaciones de De Greiff
y Suenan timbres, las siguientes dos y tres décadas verán publicarse poesía modernista,
romántica, tradicionalista, alejada de los postulados vanguardistas.
En las décadas del ‘50 y ‘60 con los escritores publicados en la revista
Mito (1955-1962) y los poetas que harán parte del Nadaísmo –tardío o post-vanguardista–
se retomarán principios de la vanguardia.
FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias
europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
CVZ | Retomando lo que acontecía en la ciudad de Barranquilla frente al mar Caribe,
cosmopolita y abierta, y el grupo de escritores que integraban la revista Voces,
De Greiff aparecerá citado desde 1918 en la figura de Gaspar von der Nacht, ficticia,
en un ciclo de poemas en prosa (1918-1925). El nº 56, de 1920, estuvo dedicado en
gran parte a su poesía. Poema, de Vicente Huidobro se publicará en el nº 42 de 1918
(en este, “falta de puntuación, versolibre, frases cortas, sueltas, paratácticas,
en serie una tras otra, metáforas inconexas, uso parco de adjetivos…”). José Juan
Tablada publicará en el nº 52 (de 1920), Ruidos y perfumes en un jardín (allí Tablada,
“renunció a todo lo que hubiera podido facilitar un criterio de reconocimiento;
eliminó no solo el verso y la rima, sino también verbos, adjetivos y sintaxis; junto
a sustantivos (lo mismo que artículos y conjunciones) da cabida sólo a onomatopeyas
e imágenes lingüísticas”, Pöppel).
Desde el nº 27 de 1918, Vinyes, relativizaba la y las vanguardias: “Futurismo.
Cubismo. Vibrismo. Numismo (…) ¿Serán flor de un día las nuevas doctrinas? ¿Traerán
una profunda revolución en el arte?”.
Pero, afirma H. Pöppel, “La seriedad con que Vinyes investiga los movimientos
vanguardistas hasta el fondo de su sustancia poética, constituye en principio un
suceso feliz en la primera fase de la recepción en Colombia”.
El mismo director de Voces, Hipólito Pereyra (Héctor Parías) intentó en
el nº 43/44/45 de diciembre de 1918, el primer poema vanguardista en Colombia, ¡Araña
de mis deseos!: Besar tus labios!/ Sorber tus ojos, ojos, ojos!… Una araña grande
y gruesa ocupará dos páginas de la revista.
Jacques Gilard anota sobre Voces (en Un proyecto para Colombia, 1991): “Aunque
se ignora habitualmente su existencia, Voces debe figurar entre la vanguardia de
los vanguardismos hispanoamericanos”. Su proyecto, “una voluntad de hacer circular
ideas. Se puede hablar de un afán de comunicación e integración”. Y complementa
sobre el particular: …”En todos los casos, hacia España, hacia Hispanoamérica en
general y hacia Colombia, se adoptó en Voces una misma actitud: había que dejar
de ser provincia (…). América debía romper sus complejos, facilismos e ignorancias.
Había que tomar consciencia de que el centro del mundo podía estar en todas partes;
para lograr que fuera así, convendría empezar por ser autoexigente y ponerse a tono
con la hora del mundo. Es decir que el proyecto de Voces implicaba esencialmente
una reforma de la vida intelectual”.
Sus límites: “Los miembros del equipo de la revista carecieron de clarividencia
ante la evolución del Continente, quedándose en una visión rural ya rebasada por
la realidad”. Vinyes habría desconocido “la novedad y la importancia del fenómeno
urbano”.
En cuanto a Medellín y la revista –y sus escritores colaboradores– Panida,
en 1915, los pocos números publicados (diez en total) habrían causado un efecto
renovador, revolucionario en el marco de la burguesía industrial de la ciudad. J.
A. Osorio hace un recuento: “En el Windsor se discutían los objetivos de la reciente
revolución rusa, que había derribado la autocracia zarista y mostraba al mundo nuevas
rutas; y las modernas tendencias literarias y artísticas que eran el producto de
la sensibilidad morbosa que resultó de la guerra mundial; y los Manifiestos de Tristán
Tzara, para fundar el dadaísmo, y de Marinetti, para explicar el futurismo, y se
exponía el panfleto de Julio Jurenito, concebido por Elías Eremburg, para incendiar
todos los museos y todas las bibliotecas del mundo, a fin de que esta generación
principiara una nueva era, desligada de las influencias que pudieran provenir del
pasado, hundido en la sangre y en el incendio de la guerra universal” (Gaitán, 1952)
Acota H. Pöppel: “No eran los geniales inventores de una dirección vanguardista
independiente; ellos sólo llevaron a cabo, en algunos aspectos, innovaciones que
se requerían desde hacía tiempo en la escena literaria de una ciudad que ya había
sobrepasado en el plano económico al resto del país, pero que socialmente seguía
estando marcada por el conservatismo católico”.
La importancia de Panida: no dirigir la mirada a Bogotá ni imitar sus ejemplos
de procesos poéticos tradicionales, producto de intelectuales y escritores que hacían
parte de las instituciones establecidas, inamovibles.
Sus límites: “Los jóvenes autores de Medellín recibieron y continuaron las
innovaciones formales del modernismo de manera más intensa que sus colegas de Bogotá”.
“La diversidad de géneros y formas que produjeron y publicaron los autores de Panida
reflejan, por un lado, las búsquedas de lo nuevo; pero, por otro, la inseguridad
y la falta de un concepto claro” (Pöppel).
Bogotá y Los Nuevos, en la dimensión de Luis Tejada y de Luis Vidales (Suenan
timbres, en tanto volumen, sería el único libro vanguardista publicado en la década
de los ‘20, sin continuidad ni por parte del autor ni por posibles sucesores suyos;
tendremos que esperar, como aquí se plantea, las décadas del ‘50 y del ‘60 para
que los escritores retomen las problemáticas de las vanguardias/post-vanguardias
artísticas y literarias, consiguiéndolo en los campos narrativo, dramatúrgico, pictórico,
musical y poético), abrirán ellos nuevos caminos hacia las vanguardias discursivas,
y en el caso de Vidales, poéticas.
En palabras del mismo Vidales, el contexto histórico del país y la vida
y obra de Luis Tejada que conducen a la configuración de Los Nuevos. Primero, el
país: “Desde las últimas décadas del siglo pasado el país estaba aguantando los
problemas derivados de la necesidad de expansión del imperialismo norteamericano.
Los hitos de esta política, impelida por la aplicación de la electricidad a la industria
fabril, con el correspondiente auge de la producción y el correspondiente, también,
de la conquista de nuevos mercados, pueden señalarse así sobre nuestro crucificado
país, como puntos candentes: 1885, incendio de Colón por los yanquis; 1886, quiebra
general del comercio colombiano (dentro de la cual se sitúan: el suicidio de José
Asunción Silva y la poesía desesperada de Julio Flórez); 1903, pérdida de Panamá;
1923, indemnización americana, en correspondencia exacta con las necesidades de
construcción de algunas obras para la amplificación de la órbita de la economía
extraña y en desbarajuste de la propia fisonomía, primero ferrocarriles y luego,
con el incremento de la industria automotriz, carreteras, dejando languidecer, a
cada etapa de estas, el río Magdalena y los ferrocarriles, tal como ahora se encuentran.
Este impacto sobre un país dormido (…), ocasionó un revolutis, que puede puntualizarse
así: ingentes masas del campo sacadas de su hábitat; focos de trabajo aquí y allá,
dispersos en el país; crisis agrícola profunda y orientación de los imanes de la
economía gringa hacia las ciudades para el desarrollo de la capacidad de consumo
(…), con la complicidad conveniente del Estado y el aumento de la burocracia (misión
Kemmerer) y jugosos empréstitos a esta obra típicamente imperialista (…). Este espectáculo,
a que nos tocó asistir a la generación del primer quinquenio de los años 20, si
no lo comprendíamos con la razón, nos golpeaba de todos modos con las facultades
nunca calladas de la percepción”.
Segundo, Luis Tejada: “más vivo, más palpitante que el acontecimiento diario”,
advierte Vidales, “porque está por encima del resumidero mortal de nuestros siglos
pasados, de la tradición a tropezones de la dependencia y de la gran amnesia nacional
(…).Tomaba del ámbito de que se nutre la prensa, del suceder del día, de la nota
palpitante, es decir, del nudo acontecimiento, el pretexto para sus elucubraciones
emocionales de poeta, con una mente clara, que lo llevaba a un universo de originalidades
impensadas, ya muy lejos del alma fugaz del periódico”.
Y pocos años antes de morir (en 1924), Tejada había descubierto otro camino:
el revolucionario. Se entregó por entero a la causa del proletariado: “Con una decisión
de persona que sabe para dónde va y cómo hacerlo, nos reunió en el primer núcleo
comunista aparecido en el país. Ese es, lo repito, el foco primigenio del cual surgieron
Los Nuevos”.
Vayamos al Vidales vanguardista de Suenan timbres: “En la década de los
veinte, la capital de Colombia todavía se encontraba sumida en el siglo XIX, y sus
habitantes tenían costumbres muy arraigadas en la Colonia. La ciudad vivía prácticamente
aislada”, plantea C. Sarmiento J. (en Luis Vidales y crítica de arte en Colombia,
Univ. Nacional, 2010). “La hegemonía conservadora de los primeros treinta años del
siglo ayudó notablemente en este atraso, fácilmente verificable en relación con
otras ciudades latinoamericanas”. Sarmiento cita tres fenómenos capitales en el
despertar del pueblo bogotano: “En primer lugar, el período conocido como ‘prosperidad
al debe’ que se inició con la indemnización de Estados Unidos por la segregación
del Panamá, lo cual produjo una ola de inversión y de empréstitos que aumentaron
notablemente el presupuesto del país y de las ciudades. Que esta plata se gastó
pensando en la modernización es un hecho que se comprueba en la destinación de la
mayoría de estos dineros para la construcción de ferrocarriles. Luego, la constitución
de la ciudad como un centro académico en el que los jóvenes venidos de provincia
y los mismos bogotanos organizaron asociaciones y carnavales estudiantiles, lo que
promovió el comercio intelectual y el apoyo en la búsqueda de información y métodos
de estudio. Y por último, la aparición de los cafés como centros de tertulia de
intelectuales que buscaban nuevos destinos para la nación. Este ambiente urbano
propició el cruce de ideas que favoreció la aparición de los grupos innovadores
en el país, entre ellos los Arquilókidas y Los Nuevos, ambos de procedencia capitalina”.
Tejada acoge al recién llegado de la provincia, Luis Vidales, le ofrece
su amistad y se convierte en guía intelectual y “su mentor político, pues lo introdujo
en los secretos del marxismo y en las ideas comunistas”.
En 1922 aparecerá entonces el grupo de los Arquilókidas (mismo que desaparecerá
pronto), inspirados en el satírico Arquíloco, grupo que arremeterá “contra las instituciones
de la cultura y contra el espíritu conservador que dominaba las letras colombianas”.
Allí figuraban Tejada, De Greiff, Rendón, Maya, Lozano y Lozano, Villegas, Umaña
Bernal, Camacho Roldán, y Luis Vidales.
En 1925 surgirán a su vez Los Nuevos quienes, entre junio 6 y agosto 10
del mismo año, publicarán una revista con el mismo nombre. Lo conformaban los hermanos
Lleras Camargo, Arciniegas, Maya, Arango, Gaviria, Botero, Zalamea, De Greiff, Umaña,
Mar, Tapia, García Herreros y Vidales, agrupando tendencias conservadoras, liberales
y comunistas en lo político. En el N. 1, formularán: “La Revista, por sí misma no
tendrá orientación ni carácter alguno (…). Será simplemente, un índice de las nuevas
generaciones, o para usar una imagen apropiada, una especie de aparato de resonancia
que recoja el eco del pensamiento nacional”. No pretendían establecer un programa
único, cuanto “reaccionar contra el anquilosamiento en que vivía el país tanto en
lo político como en lo estético. Su credo intelectual se basaba en la convicción
de que Colombia necesitaba un remozamiento en sus estructuras básicas. Por eso criticaron
los partidos tradicionales, que no eran conscientes de la industrialización que
vivía el planeta y de los cambios sociales que esto implicaba”. Así, propuso el
grupo la renovación de los partidos e “hizo de la reforma de la educación una de
sus banderas ideológicas”. Pero Los Nuevos, sospechando las necesidades estéticas
del entorno, “no dotaron el concepto de lo nuevo de un contenido explícito”.
En 1926 se publica Suenan timbres: “nuestras letras dieron el salto a la
vanguardia poética”, señala G. Brisea (El mundo poético de Vidales, Trilce, 1996).
La poesía de Vidales: “es la primera que, cansada de solemnidad de las escuelas
decimonónicas, incorpora giros que van más allá de la pura artesanía poética e introduce
el humor como recurso literario. La nueva actitud está signada por el desprecio
de la lógica tradicional, por la exploración de posibilidades que surgen de la alteración
de lo convencional y proponen una lógica alterna”, anota Sarmiento J. “La actitud
poética de Vidales está resumida (…) en el verso Yo veo el dorso del acontecimiento.
Es esta una estética de honda raigambre individual, que centra en los ojos del cantor
toda la capacidad de alteración poética de la realidad”.
Más aún, “Suenan timbres es un libro cuyo protagonista poético es Bogotá”.
“Una actitud estética sumergida en la experiencia urbana, una actitud estética consciente
de las ventajas y desventajas que supone el crecimiento de las ciudades en relación
con la creación artística, la actividad crítica y la sensibilidad cultural.
Vidales hará a continuación estudios de matemáticas y estadística; a su
regreso de Europa, se convertirá en uno de los fundadores del partido comunista
colombiano; será su secretario general a partir de 1934.
Para Rafael Gutiérrez Girador, el encaminamiento de Tejada y de Vidales
hacia una dimensión política definida por el Partido podría leerse de la siguiente
manera, con relación a las vanguardias: “El nombre ‘vanguardia’ no deja de ser militar
por el hecho de que se refiere a una revolución social anti burguesa, cuyas realizaciones
fueron, entre otras, de uno y otro lado, el ‘partido único’, la conversión de la
sociedad en cuartel y la realización del ideal de Ignacio de Loyola, secularizado,
es decir, sin el premio celestial a la autodegradación supuestamente heroica del
ser humano. La consideración unilineal de la llamada vanguardia (o vanguardias)
como manifestación de una necesidad de revolución, es catequística en el sentido
de que deja de lado la compleja y confusa situación que impulsó y a la que respondió
la llamada literatura de vanguardia: el contexto de fin de siglo, la culminación
destructiva de los Estados nacionales con su consecuencia, esto es, el talante y
la glorificación de la guerra, y la primera guerra mundial como coronación del agotamiento
de Europa, que suscitó la reacción teutona de Oswald Spengler con su obra La decadencia
de Occidente (1918-1922). En este contexto se hallaba entretejido Nietzsche, cuya
crítica precisa y, por eso, corrosiva a su país, a la moral cristiana, al cristianismo,
a la política y a la cultura y filosofía europeas creó el horizonte en el que las
llamadas vanguardias encontraron su alimento y su suscitación. Pero de Nietzsche
no sólo se asimiló el estilo y el ademán de gran protesta, sino de manera más o
menos consciente el problema que lo atormentó e irritó, lo arrastró y elevó, lo
tuvo siempre en vilo y a la vez le despertó esperanza de paz: el de la ‘transmutación
de los valores’ y el de la ausencia o muerte de Dios”.
Ahora bien, entre 1955 y 1962 –como queda dicho arriba– se publicará la
revista Mito, dirigida por Gaitán Durán: “La posición de Mito con respecto a la
poesía –señalará Armando Romero (Las palabras están en situación, Procultura, 1985)–
es la de una abertura cada vez mayor hacia ese tono de vibrante inteligencia y aguda
sensibilidad que es característico de la post-vanguardia, en la cual una mesura
de la expresión va acorde con un rigor de la conciencia para evitar que el poema
se precipite por los abismos de la incoherencia o el hermetismo”.
En 1958, en Medellín, Gonzalo Arango lanzará el Manifiesto Nadaísta: “Significaba
una revolución en la forma y el contenido del orden espiritual imperante en Colombia.
Tenía un extenso programa de subversión cultural (estético, social, religioso),
que apoyándose en la duda y en elementos no racionales y teniendo como arma la negación
y la irreverencia, el desvertebramiento de la prosa y el inconformismo continuo
buscaban el cuestionamiento de la sociedad colombiana. La aspiración del Nadaísmo
era desacreditar el orden instaurado en aquella época”, escribe E. Escobar (Gonzalo
Arango, Procultura, 1989) sobre este movimiento asimismo post-vanguardista.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas
de los demás países hispanoamericanos?
CVZ | Formulamos dos momentos en la historia del país colombiano: finales del
siglo XIX y comienzos del XX y su visión de una literatura nacional atada a la noción
de identidad. Y la irrupción en Medellín, Barranquilla y Bogotá de movimientos de
vanguardia, críticos del país y de la literatura, cuyos sujetos enunciadores buscaban
nuevos lenguajes y sentidos y establecían con Iberoamérica y Europa un diálogo intertextual
y transcultural, es decir, procesos discursivos heterogéneos en los cuales el locus
de enunciación –poético, narrativo, musical, pictórico, dramatúrgico…– se desplazara
del primero al Tercer Mundo. Este segundo momento, relacional, con corrientes estéticas
y escritores y obras de los demás países hispanoamericanos, lo visualizamos y verbalizamos
en Barranquilla con la revista Voces (1917-1920).
En efecto, “la idea de una literatura nacional atada a la noción de identidad
fue defendida por nuestros intelectuales durante el siglo (XIX), la mayoría de los
cuales fueron gramáticos y promotores de la pureza del lenguaje (recordar lo formulado
por Luis Tejada y Luis Vidales sobre el particular en los años veinte): Núñez, Samper,
Vergara y Vergara, Acosta de Samper, Caro y Camacho Roldán”, formulan M. M. Jaramillo,
B. Osorio y A. I. Robledo (Literatura y Cultura, V. I, La nación moderna. Identidad,
Ministerio de Cultura, 2000).
Subrayan las ensayistas: “Para Caro, el redactor de la Constitución de 1886,
el ideal religioso y el ideal artístico debían coincidir, lo cual implicaba el control
ideológico de la Iglesia católica, que le daba estabilidad al proceso de construcción
nacional de un país fragmentado por las luchas civiles y las arduas condiciones
geográficas”. Si bien Caro no se opone explícitamente al contacto de Colombia con
otras naciones, “considera que la tradición española y la católica poseen todo lo
que los pueblos americanos necesitan y deben permanecer tan puras e incontaminadas
como la lengua”. Esto planteaba una contradicción fuerte: “Un proyecto de nación
que remitía a la raíz hispánica y católica era un proyecto excluyente de las mayorías
mestizas y multiculturales”. Así, se rechazaba cualquier idea de modernidad.
Baldomero Sanín Cano lideraba desde finales del siglo XIX una defensa de
la universalidad del arte; traducirá e introducirá a Nietzsche en Colombia, el cual
será leído en Bogotá por José Asunción Silva y en Medellín por Carrasquilla y el
grupo de los Panidas. J. A. Silva, “escenificó la autonomía del arte y el papel
del artista en la sociedad finisecular en su novela De Sobremesa”, publicada más
de diez años después de su muerte; esta temática será retomada por José María Vargas
Vila y Clímaco Soto Borda. Vargas Vila articula erotismo y arte, y desafía el control
de la Iglesia católica sobre el cuerpo, en Las rosas de la tarde (1909) y Lirio
Negro (1914). José Eustasio Rivera, en La vorágine (1924), lo hará con relación
a modernismo, realismo/naturalismo y vanguardia. Alejandro López en Problemas colombianos,
1927, dará cuenta del hecho que la masificación removía ya los cimientos de la sociedad,
cuya escisión desactualizaba la herencia intelectual de entresiglos (E. Neira Palacios,
La gran ciudad latinoamericana, Eafit, 2004). Ese mismo año, José Félix Fuenmayor
en Cosme, considerada la primera novela urbana del país, “disiente de los intentos
de plasmar un imaginario hegemónico” (La nación moderna. Identidad). Jorge Zalamea
socaba asimismo la discursividad hegemónica…
Voces, como lo enunciáramos, publicada en Barranquilla –ciudad abierta y
cosmopolita, en comunicación con América, Asia y Europa en cuanto a migraciones,
mercancías, libros, ideologías–, regentada e impulsada por Ramón Vinyes, quien dominaba
y traducía siete idiomas– desde su Librería en donde se configura el Grupo de escritores
de la revista, establecía un diálogo multitextual y transcultural, procesos discursivos
heterogéneos en los cuales el locus de enunciación se desplaza del primero (su Barcelona
y España) al Tercer Mundo.
Primero, alcanzó una cobertura de autores y géneros que el grupo/revista
Panida, en Medellín, no logró alcanzar. “Para Vinyes constituía un interés prioritario
cultivar el intercambio con las demás literaturas y culturas latinoamericanas, pues,
‘nada se ha hecho en Colombia hasta ahora, para lograr un completo intercambio intelectual
con las demás naciones de habla española’ (nº 24, de 1918)”.
Ya citamos la publicación de obras de Huidobro, Apollinaire, José Juan Tablada,
Dermée, Reverdy, Jacob, etc. El mismo Vinyes publica en casi todos los números de
Voces, traduce, acota, comenta autores internacionales. Así, se pueden citar también
autores como Gide, A. Machado, J. Gómez de Castro, G. K. Chesterton, G. Rodin, F.
Hebbel, E. Diáz-Canedo. R. de Bury, H. von Hoffmansthal,
A. Samain. M. Gorki, S, Frug, S. Takynsky, J. M. López Ricó, C,
Riba, E. d’Ors, P. Vila…
Por ello, reiteramos la visión de J. Gilard: “Aunque se ignora habitualmente
su existencia, Voces debe figurar entre las vanguardias de los vanguardismos hispanoamericanos”.
La vida efímera de las revistas Panida y Los Nuevos no posibilitó establecer
relaciones enriquecedoras e importantes con otros países en la dimensión de Voces.
Sí lo logrará la revista Mito, entre 1955 y 1962, abierta a toda Hispanoamérica
y a Europa.
FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
CVZ | Primero, la autonomía/independencia del escritor, del poeta y, por extensión,
del artista. El escritor rompe con la unicidad o monologismo discursivo religión/arte
y con las instituciones religiosas y culturales ibídem. Se gesta de esta manera
el intelectual y escritor laico para el siglo XX y el siglo subsiguiente.
Segundo, el trabajo significativo y transformador sobre y del lenguaje:
la lengua literaria y poética es resignificada semiótica y semiótica y simbólicamente.
Tercero, el poema/texto/la escritura no es producto ni de una racionalidad
ni de una intencionalidad o voluntarismo ideológico. Semióticamente, el proceso
productivo y creativo es abductivo, participa del sueño, del juego, del inconsciente,
de la irracionalidad, del sin sentido, obedeciendo a pulsiones libidinales, la cora.
En esta dimensión es significativo el humor.
Cuarto, el descentramiento del locus en/de la enunciación, asumiéndose la
relación cuerpo/lenguaje (cuerpo mestizo, heterogeneidades discursivas, lingüísticas,
étnicas, literarias).
Quinto, el poema, el texto, la escritura se escribe en las urbes, dialoga
con las mismas. Como también –intertextualmente– con obras y autores en lengua castellana
y en otras lenguas.
Sexto, los procesos de escritura devienen auto-reflexivos estética y poéticamente.
Séptimo, grupos de vanguardia sin principios estéticos no llevan a escrituras
modernas ni vanguardistas (ni post-vanguardistas). Estéticas y escrituras deben
romper epistémica, discursiva, lingüística, estética y poéticamente con escrituras
y autores anteriores, para significar y significarse. Es la negación/denegación
frente a la tradición como principio creativo significativo, el locus de un Otro
en la enunciación.
Octavo, el quiebre de nociones como poesía-identidad-nación. Entonces, dialogicidad
inter y transcultural con lenguas, autores, obras, y la consiguiente heterogeneidad.
Noveno, la alternativa a la discursividad religiosa, a la articulación monológica
poesía-religión, en y desde las vanguardias –en el marco colombiano–, no sería a
su vez la de una discursividad poética monológica o unidireccional política (en
el caso de Vidales y Tejada, aquella del Partido).
FM | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible
tener acceso a ellos?
CVZ | En la mayoría de los casos, las revistas Panida, Voces –aún aquellas no
mencionadas aquí como es el caso de Revista de las Indias, 1936-1950 y otras– y
más tarde Mito; así como la obra de Luis Tejada, Luis Vidales y León De Greiff,
han sido publicadas recientemente y se puede tener acceso a las mismas.
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1915-1995 Enrique Gómez-Correa (Chile) TESTIMONIOS DE UN POETA EXPLOSIVO
1915-2001 Juan Liscano (Venezuela) LA EXPRESIÓN DE LO ESENCIAL
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Escritura conquistada. Diálogos com poetas latino-americanos. Fortaleza: Letra & Música, 1998.
Escrituras surrealistas. O começo da busca. Coleção Memo. Fundação Memorial da América Latina. São Paulo. 1998.
Alberto Nepomuceno. Edições FDR. Fortaleza. 2000.
O começo da busca. O surrealismo na poesia da América Latina. Coleção Ensaios Transversais. São Paulo: Escrituras, 2001.
Un nuevo continente. Antología del Surrealismo en la Poesía de nuestra América. San José de Costa Rica: Ediciones Andrómeda, 2004.
Un nuevo continente. Antología del Surrealismo en la Poesía de nuestra América. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores, 2008.
A inocência de pensar. Coleção Ensaios Transversais. São Paulo: Escrituras, 2009.
Escritura conquistada. Conversaciones con poetas de Latinoamérica. 2 tomos. Caracas: Fundación Editorial El Perro y La Rana. 2010.
Invenção do Brasil – Entrevistas [edição virtual]. São Paulo: Editora Descaminhos, 2013.
Esfinge insurrecta – Poesía en Chile [edição virtual, em coautoria com Juan Cameron]. Fortaleza: ARC Edições, 2014.
Un poco más de surrealismo no hará ningún daño a la realidad. México: UACM – Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2015.
Sala de retratos. São Paulo: Opção Editora, 2016.
Um novo continente – Poesia e Surrealismo na América. Fortaleza: ARC Edições, 2016.
Valdir Rocha e a persistência do mistério. Fortaleza: ARC Edições, 2017.
Laudelino Freire. Rio de Janeiro: Academia Brasileira de Letras, 2018.
Escritura conquistada – Poesía hispanoamericana. Fortaleza: ARC Edições, 2018.
Visões da névoa: o Surrealismo no Brasil. Natal: Sol Negro Edições, 2019.
120 noites de Eros. Fortaleza: ARC Edições, 2020.
TRADUÇÕES
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Delito por dançar o chá-chá-chá, de Guillermo Cabrera Infante. Rio de Janeiro: Ediouro Publicações, 1998.
Nós/Nudos, de Ana Marques Gastão (edição bilíngue). Lisboa: Gótica, 2004.
A condição urbana, de Juan Calzadilla (edição bilíngue). Florianópolis: Letras Contemporâneas, 2005.
Dentro do poema – Poetas mexicanos nascidos entre 1950 e 1959, Org. Eduardo Langagne. Fortaleza: Edições UFC, 2009.
A aventura literária da mestiçagem, de Pablo Antonio Cuadra (em parceria com Petra Ramos Guarinon). Fortaleza: Edições UFC, 2010.
III novelas exemplares & 20 poemas intransigentes, de Vicente Huidobro & Hans Arp. Natal: Sol Negro Edições/São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2012.
Sobre Surrealismo, de Aldo Pellegrini (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2013.
Memória de Borges – Um livro de entrevistas (2 volumes). São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2013.
Bronze no fundo do rio, de Miguel Márquez (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2014.
Tremor de céu, de Vicente Huidobro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2015.
Costumes errantes ou a redondeza da terra, de Enrique Molina (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2016.
Reino de silêncio, de Mía Gallegos (edição bilíngue). Teresina: Kizeumba Edições, 2019.
Traduções do universo, de Vicente Huidobro. Natal: Sol Negro Edições, 2016.
O álcool dos estados intermediários, de Gladys Mendía. Santiago: LP5 Editora, 2020.
A tartaruga equestre, de César Moro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2021.
Agulha Revista de Cultura
Criada por Floriano Martins
Dirigida por Elys Regina Zils
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
1999-2024
Encantada de ver a Carlos Vásquez Zadwaski, escritor, académico e investigador, en las páginas de Agulha Revista Cultural, dirigida por el escritor y editor Floriano Martins. Es importante recordar que CVZ es el presidente del PEN/Colombia; sobre todo que ha llevado a cabo importantes temas en pro de la defensa del estatuto de escritor en un país donde se privilegia la guerra por encima de la vida; y por ende donde la muerte es más importante que la creación literaria; esta última vista como un acto de rebeldía en contra del status quo.
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