EXTRAVAGANCIAS
POÉTICAS DEL NADAÍSMO
JA | Cuando en la Medellín de
1958, la ciudad más católica y trabajadora de Colombia, publicamos el “Primer
manifiesto nadaísta” –donde se afirma que “Dios murió en el diluvio y su
cadáver no fue rescatado por los bomberos”, y que “el trabajo es atentatorio
contra la dignidad de la poesía y también contra la propia dignidad humana”–,
allí ya se anuncia la próxima aparición de la Revista Nada… La verdad desnuda,
la negación.
Los nadaístas eran entonces una banda de poetas muy
jóvenes, extravagantes y extra vagos. Gonzalo Arango era el único que trabajaba
intensamente, escribiendo cuentos, manifiestos, poemas, dramas, cartas, comunicados
y colaboraciones literarias para los periódicos. Con lo poco que ganaba,
articulaba el movimiento, hacía ediciones en mimeógrafo, compraba libros,
estampillaba correspondencia, pagaba las cuentas en los bares. En los primeros
12 años nunca hubo recursos para editar la revista. Pero no sentimos necesidad.
Como tampoco de la publicación de libros. Los medios impresos fueron generosos
con nosotros, considerando la virulenta originalidad de los proponentes, para
difundir nuestro “evangelio de la nueva oscuridad”. Los suplementos literarios
dominicales de todos los diarios del país publicaron profusas muestras
literarias de los “nuevos bárbaros”. Aunque después se dieran al trabajo y a la
libertad de desmigajar todo y, al encontrarlas dignas de “esquizos”,
insultarnos a través de sus columnas editoriales. Así la fama rápidamente se
desparramó y también la influencia en la juventud. La revista Mito, órgano del
grupo que comandaba Jorge Gaitán Duran, nos dedicó por completo su último
número. Revistas de otros países nos cedieron sus páginas. Entre ellas El Corno
Emplumado y Pájaro Cascabel, de México, dirigidas una por Margaret Randall y
Sergio Mondragón, y la otra por Thelma Nava; Eco Contemporáneo, de la
Argentina, dirigida por Miguel Grinberg; de Venezuela, Zona Franca, dirigida
por Juan Liscano, y Rayado sobre el Techo, del grupo El Techo de la Ballena; La
Bufanda del Sol y Pucuna, de Ecuador, dirigidas por los poetas tzántzicos
Ulises Estrella e Ivan Egüez; El Pez y la Serpiente, de Nicaragua; y Venezuela
Gráfica y O Cruzeiro, del Brasil, estas últimas revistas de variedades.
Solamente en 1970, cuando confluimos en Bogotá los nadaístas de la provincia,
sobre todo de Medellín y Cali (Gonzalo Arango, Amílcar Osório, Eduardo Escobar,
Darío Lemos, Humberto Navarro, Jaime Jaramillo Escobar, Elmo Valencia,
Jotamario Arbeláez) es que se decide la publicación de Nadaísmo 70, como fue
llamado el primer número, y simplemente Nadaísmo, como aparecieron los siete
números siguientes. En esta revista eran publicados sólo los textos que la
prensa nacional rechazaba. Era dirigida por Gonzalo Arango y Jaime Jaramillo
Escobar hacía el papel de editor y gerente. Este último, en aquel momento, daba
inicio a una agencia de publicidad y había suspendido la escritura de sus poemas,
aunque no del todo, porque traducía a su muy especial manera los poemas de
Geraldino Brasil, cuyos libros le había regalado el director del suplemento de
El Tiempo, Eduardo Mendoza Varela. Los críticos afirmaban que Geraldino no
existía, pues a su respecto no a se encontraba pista alguna. Hace poco, cuando
me invitaste a Recife, adonde llevé las traducciones completas, leí algunas de
ellas y tuve la sorpresa de ver a la familia del poeta entre el público. Pero
yo hablaba de la revista. Teníamos que conseguir anuncios publicitarios para
financiarla. La prensa de derecha acusaba a los anunciantes de estar
subvencionando la subversión. Los gerentes de las empresas se fueron
acobardando. Gonzalo se cansó de buscarlos. Y hasta allí llegó la aventura.
FM | Tienes razón. Era amplia
la atención que se daba, en todo el continente, al Nadaísmo. De alguna manera
ustedes también tenían una publicación propia, formada por el conjunto de
páginas dedicadas al movimiento en varias publicaciones de la época. Pensemos
inicialmente en Colombia. Mito surge en 1955 y prosigue hasta 1962. La edición
de la revista es considerada más una proeza intelectual que económica.
Naturalmente este aspecto no era el único que distinguía a los dos movimientos.
Armando Romero observa que en Mito el elemento poético es, de cierta manera,
secundario, una vez que la revista era mantenida por “un grupo intelectuales
que planeaba disputar el poder con la generación del Centenario” (Los poetas de
“Mito”. Separata de la Revista Iberoamericana nº 128-129. Madrid,
julio-diciembre de 1984). Además de esas distinciones, sobre las cuales pido tu
comentario, ¿qué otros puntos son esenciales al establecer una diferencia entre
Mito y Nadaísmo?
JA | Aclaro que sí tuvimos una
publicación insolente que duró muchos años (1959-1970), llamada Esquirla,
suplemento dominical del diario El Crisol, de Cali, donde publicábamos lo que
era considerado impublicable en cualquier otra parte. También editada en Cali,
la revista El Ojo Pop. Eduardo Escobar, del grupo de Medellín, también hizo su
revista de poesía, La Viga en el Ojo. Cuando el poeta Mario Rivero se apartó
del grupo fundó su revista Golpe de Dados. Y muchos jóvenes inventaban revistas
para darse el lujo insolente de publicarnos.
Cada vez que se habla de generaciones, grupos o
movimientos en Colombia, los cítricos (sic) y los catedrásticos (sic) anulan el
Nadaísmo, dando un máximo relieve a la obra de los escritores de Mito y al
aspecto editorial de la revista en sí. Y enfatizan que el nuestro no fue ningún
movimiento de vanguardia, y ni siquiera poético. Como máximo, un problema
social, un caso policial. Los señores de Mito eran intelectuales progresistas
de buenas familias y posición social, con estudios en Europa y conexiones con
los medios periodísticos y editoriales. Los nadaístas éramos poetas de
provincia, de clase media baja y en su mayoría menores de edad. Pero sabíamos
disimular nuestra inexperiencia mostrándonos al día con las tendencias de
vanguardia y asustando a burgueses y beatos con el eslogan “somos geniales,
locos y peligrosos”.
Los nadaístas bebimos en Mito, cuya colección se
apoyaba en el estudio del poeta X-504. Es posible decir que el Nadaísmo nace y
se amamanta con Mito y que Mito muere y es enterrada después de haber dedicado
su última edición a los poetas nadaístas vivos. Así como Mito influyó en el
Nadaísmo, el Nadaísmo lo haría en dos grandes grupos de los ‘70: el M-19 y los
hippies. El M-19 hizo la paz y los hippies hicieron la revolución.
Con la muerte de Gaitán Duran y la consecuente
desaparición de Mito, quienes más perdieron fueron los nadaístas, le reveló
Álvaro Mutis a Armando Romero. Gaitán Duran había pensado en delegar la
dirección de su revista a Gonzalo Arango, una vez que consideraba que el
Nadaísmo era el fruto más evidente de su trabajo de introducir las nuevas –y
ocultas– tendencias catárticas en la literatura y en el arte. Del Marquês de
Sade a Sartre, a Genet, a Bataille, a Wright Mills, a Brecht, a Malraux, a
Shaw, a Sagan, a Ezra Pound, a Patchen, a Tardieu, a Lefevre, a Gramsci, a
Visconti, a Callois, a Pizarnik, a Goytisolo, a Updike, a Mondolfo, a
Lévy-Strauss, a Perse, a Nobokov, a Benn, a Durrell, a Ghelderode, a Rulfo, a
Cortázar, a García Márquez y al propio Gonzalo Arango y sus jóvenes alegres.
Pero muerto el capitán cesa la fragata.
Años después los nadaístas harían su propia
revista, que acabó llamándose Nadaísmo. Mientras buscábamos el nombre, uno que
posiblemente rindiera homenaje a Mito, surgió uno que sólo descartamos cuando
entendimos que la mención de Mito nos dejaría disminuidos: Nadais-Mito.
FM | También me parece que la
ausencia de una revista está de alguna manera compensada por las publicaciones
colectivas del movimiento, 13 poetas nadaístas (1963) y De la nada al nadaísmo
(1966). ¿Esta es también tu opinión? ¿Cómo era la circulación de esos libros?
¿Alcanzaron la misma anuencia de parte de esa red de revistas en varios países?
JA | Cuanto más famosos nos
hacíamos, igualmente más pobres, y nuestros editores en aquellos momentos eran
todavía más pobres que nosotros. Los libros ni siquiera conseguían llegar a las
librerías. Eran agotados en nuestras conferencias y giras por el país, dados a
cambio de un hospedaje zaparrastroso o un plato de sopa. Pero muchos poemas
saltaron de allí a las antologías. Los libros nos servían también para
despertar anfitriones. Hoy son objetos de culto en bibliotecas sofisticadas. Y
son encontrados para la venta a precios tan exorbitantes que sus propios
autores no los podemos adquirir.
FM | Ahora, ¿cómo ustedes se
relacionaban con una publicación surgida en los años 60 y activa en toda la
década, como lo era la revista Eco (1960-1984)? ¿De qué manera esta revista,
que según Eduardo Jaramillo fue, al menos en sus comienzos, “la revista de un
humanismo en el exilio”, percibía la actuación de los nadaístas?
JA | Era una excelente
revista, de tendencia germanista, donde no dejaban que los nadaístas mostraran
la nariz, a excepción de Armando Romero, que publicó algunos textos insólitos.
Su director en aquella época, Juan Gustavo Cobo Borda, poeta y crítico
literario de poca importancia, afirma: “los nadaístas siempre me saturaron” –en
ocasión de nuestros 50 años– porque nuestro provincianismo y nuestra penuria
económica nos impedían –según él – alcanzar el cosmopolitismo. Imagínate que
hasta el presente ya representamos a Colombia en 20 países, y que algunos
estamos forrados en oro. Yo apenas aguanto las ganas de proclamar que soy el
Premio Internacional de Poesía “Chino” Valera Mora, de la Fundación Rómulo
Gallegos, noticia que prácticamente ningún diario colombiano quiso divulgar.
FM | [risas] En un ensayo, el
mismo Juan Gustavo Cobo Borda observa que la revolución nadaísta se dio
“inicialmente, más como una poesía de la acción que como una propuesta de
renovación literaria” (“El nadaísmo, 1958-1963”. Revista Eco # 224. Bogotá,
agosto de 1980). ¿Cómo entendían ustedes las relaciones entre poesía y
comportamiento?
JA | Una poesía de la acción,
claro, a través del terrorismo verbal. Más que de arruinar el soneto,
tratábamos de desestabilizar las instituciones. Hace algunos días tuve la
ocasión de celebrar en Cuba, en el XIV Festival Mundial de Poesía, los 50 años
de dos revoluciones gemelas: la cubana y la nadaísta. Ambas sometidas a
bloqueos parecidos. Los cubanos al de los gringos; los nadaístas al de este
tipo de críticos.
FM | Cuando surge la antología
de Aldo Pellegrini, en 1966, donde estás publicado al lado de poetas de la
generación anterior (Mito), el propio Pellegrini menciona que el grupo de los
nadaístas se encontraba “actualmente dividido”. Me gustaría que comentaras algo
con respecto a esa escisión momentánea.
JA | El Nadaísmo siempre
estuvo dividido en tantas partes como nadaístas lo integraban. Inclusive
alguien llegó a decir que los nadaístas eran 3 y estaban divididos en 4. En el
seno del nadaísmo, en los primeros años, hubo disputas, sobre todo entre
Medellín y Cali, unas reales y otras ficticias. Las reales, por diferencias
ideológicas, como las relaciones con el partido comunista, que no nos veía con
buenos ojos porque sentían que les estábamos arrebatando la juventud, que con
nosotros se dedicaba a fumar marihuana en vez de ir a la guerrilla. Con todo, éramos
sus grandes aliados en las denuncias públicas contra la burguesía, el
stablishment y el imperio. Las ficticias, para dar que hablar a la prensa
cuando pretendía callarnos. Las diferencias persistieron porque no hubo nunca
una doctrina cerrada, había partidarios de la lucha armada y del budismo zen,
seguidores de Gandhi y de Marighela. Cuando Pellegrini me publicó en su
antología viva latinoamericana yo tenía 25 años y acababa de devorar la
Antología de la poesía surrealista, que robé de una librería con el poeta
argentino Leandro Katz. Desde entonces empecé a hablar de surrealismo cuando me
daba la gana.
FM | ¿Los nadaístas se sentían
más próximos al surrealismo o a la Beat Generation? ¿Había esa distinción,
considerando, entre otros aspectos, las influencias europeas y estadounidenses?
JA | Las influencias de los
movimientos de vanguardia europeos y de los beatniks no fueron previas.
Nosotros las encontramos por el camino. Sólo Gonzalo Arango y Amílcar Osório
estaban suficientemente ilustrados en ese tema. Los demás, como te digo, éramos
escritores incipientes con pretensiones de genialidad. En los dos o tres
primeros años devoramos toda la literatura de vanguardia del mundo. Además del
surrealismo y de los beatniks, fueron fundamentales para nosotros el
existencialismo de Sartre y el zen de Suzuki, la patafísica y el pietismo. Mi
devoción inicial yo la centré en Jarry, Eluard, Breton, Prévert y Péret, pero
todos nosotros navegábamos en Kafka, Akutagawa, Dostoievsky, Joyce, Guimarães
Rosa, Steckel, Wiennenger, Rimbaud, Lautréamont, Whitman, Poe, Lovekraft,
Donne, Pound, Huidobro, Fernando González y Cardenal.
FM | Dentro de ese amplio
espectro, se realiza en México, en 1964, el I Encuentro Americano de Poetas,
promovido por el Movimiento Nueva Solidaridad. Ustedes enviaron al evento una
carta donde leemos: “La poesía se sentirá orgullosa si consigue restituir en
los espíritus esa rara virtud humana tan en desuso en nuestro mundo que es la
amistad; y si consigue detener el desierto espiritual que crece en nosotros y
en la historia, arruinando el esplendor del mundo”. Ese momento apostaba a la
imposición de un nuevo valor moral, al surgimiento de lo que entonces se
llamaba “el hombre poscristiano”. No hubo un resultado satisfactorio, no es
necesario decirlo. Las sociedades contemporáneas erradicaron la amistad, las
leyes básicas de convivencia humana, y todo se restringe a las esferas del
consumo y de la intolerancia religiosa. Después de los años 60 nunca más se
volvió a pensar en una “nueva solidaridad”. ¿Hay alguna razón específica para
el fracaso de lo que allí entonces se buscaba?
JA | La carta de Gonzalo a ese
congreso desbordaba humanismo en plena primavera de la guerra fría. Cuando, en
busca del “hombre nuevo”, hasta los sacerdotes estaban tomando las armas.
Muchos nadaístas no teníamos ilusión alguna con la llegada de ese hombre
prometido que haría de la tierra un campo de paz a través de movimientos de
liberación. Aunque, de cualquier manera, haya llegado, y casi inmediatamente,
con la generación hippie, que fue uno de los tiempos de cambio más bellos que
vivió la humanidad. Paz y amor, brothercito, ¿parece poco? Así como Ginsberg
fue electo su profeta, para los nadaístas esos chicos fueron nuestros
profetizados. Con todo respeto por la revolución cubana, no creo que el hombre
nuevo fuera el Che Guevara; el hombre nuevo fueron los hippies, esos
surrealistas de Dios. El hombre nuevo no estaría interesado en sembrar cinco o
seis Vietnam, sino en acabar con la guerra. Lástima que se evaporaron cuando la
ropa se acabó, los cabellos cayeron e institucionalizaron el cannabis. Pero
desde entonces el vendaval de Dios retornó al mundo. Y todo aquel que fue
hippie lo sigue siendo.
FM | En una carta de noviembre
de 1971, Gonzalo Arango escribió a Aura de Mera cosas como: “Hay que salir del
sistema, de todos los sistemas dominantes. Inclusive del Nadaísmo” […] “El
Nadaísmo nos sacó del abismo negro y nos condujo a un abismo de luz, de amor,
de libertad. Ya no encuentro sentido en la protesta, en la rebeldía de esos
años. No protestaré más. El Nadaísmo ya me parece estrecho para vivir. Me frena
el vuelo.” […] “El Nadaísmo también se está volviendo un callejón sin salida,
un sistema de ver, pensar, sentir; un modo de ser, en síntesis.” […] “Ahora
escribo poco, como habrás ‘leído’. No tengo casi nada que decir.”
JA | Gonzalo tuvo una crisis
13 años después que había inventado el nadaísmo y la expresó así. Era su forma
de seguir siendo nadaísta “a su manera”. Había probado el LSD, había llegado al
paraíso que es la isla de Providencia, había encontrado el amor en una joven
caminante proveniente de Inglaterra, en suma, se había reconciliado con Dios. Quiso regresar del fondo del desfiladero al cual había conducido a la
juventud. Nosotros lo seguimos.
Aunque,
déjame decirte, a esta altura del 2009, que pienso que el nadaísmo, después de
50 años de algarabía, debe desaparecer del panorama social e inclusive del
teatro poético, convertirse en la sociedad secreta que siempre debería haber
sido, y trabajar de una manera alquímica en la transformación del alma del
mundo.
FM | ¿Sin LSD, sin Providencia
y sin amor, o sea, ningún tipo de reconciliación con Dios?
JA | Confieso que sin ninguna
influencia lisérgica, geográfica o emotiva, entré en acuerdo con Jesucristo.
Con él voy a trabajar en la parusía. Estoy entregado al viento paráclito. Y
adopté una nueva divisa: “No creas en el Credo. Cree en todo.”
FM | A cierta altura de
nuestro diálogo mencionaste la revista O Cruzeiro, brasileña, que era muy
antigua, había surgido en 1928 y no pertenecía al ambiente de nuestra
conversación. ¿Había alguna otra aproximación relacionada al Brasil en términos
de publicaciones periódicas?
JA | Ahora los nadaístas
tenemos lugar en Agulha Revista de Cultura. Allí están nuestros poemas,
manifiestos y declaraciones blasfematorias y sacras, en ese templo sin altar
del surrealismo. No puede pedir más el hijo del sastre, ahora dedicado a
confeccionar su novela La casa de las agujas.
FM, Jotamario Arbeláez e Jorge Ariel Madrazo. Porto Galinhas, 2007 |
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Dentro do poema – Poetas mexicanos nascidos entre 1950 e 1959, Org. Eduardo Langagne. Fortaleza: Edições UFC, 2009.
A aventura literária da mestiçagem, de Pablo Antonio Cuadra (em parceria com Petra Ramos Guarinon). Fortaleza: Edições UFC, 2010.
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Memória de Borges – Um livro de entrevistas (2 volumes). São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2013.
Bronze no fundo do rio, de Miguel Márquez (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2014.
Tremor de céu, de Vicente Huidobro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2015.
Costumes errantes ou a redondeza da terra, de Enrique Molina (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2016.
Reino de silêncio, de Mía Gallegos (edição bilíngue). Teresina: Kizeumba Edições, 2019.
Traduções do universo, de Vicente Huidobro. Natal: Sol Negro Edições, 2016.
O álcool dos estados intermediários, de Gladys Mendía. Santiago: LP5 Editora, 2020.
A tartaruga equestre, de César Moro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2021.
Agulha Revista de Cultura
Criada por Floriano Martins
Dirigida por Elys Regina Zils
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