LAS VANGUARDIAS
EN EL SALVADOR
AVT | En
El Salvador, las vanguardias, como en cada uno de los países de Centroamérica. Surgen
como fuerzas de choque, para decirlo así. No olvidar que las crisis históricas provocan
un cambio, una ruptura, respondiendo a un florecimiento renovador. Fenómeno literario
y artístico, que se vive por esa época en Centroamérica y desde 1920 a 1945 en Europa,
entre las dos guerras mundiales. La vanguardia europea, “manifestaba la problemática
que había dejado la Primera Guerra mundial –según juicio de José Roberto Cea– con
la crisis de valores burgueses, puestos en evidencia por esa primera matanza de
vidas a nivel industrial y la angustia de ver cerca otra matanza de mayores proporciones”.
[1] Aquí en Centroamérica (particularmente El Salvador), nuestras corrientes
de vanguardia reaccionan contra las normas ya caducas; contra los amoldados gustos
estéticos; modernizar, no solo, significa, cambiar lo viejo por lo nuevo; sucede
en el mismo proceso creador de la literatura y en el arte; en tiempos de la historia
y en todas las realidades del mundo. Claro en lo literario, es la lucha constante
por renovar (desde el tema mismo), hasta las expresiones del lenguaje y sus anhelos
de romper estilos, metáforas, expresiones inventadas, trazos, formas, simetrías,
sonidos, colores en el arte; estas corrientes vanguardistas nacen, toman auge, luego
decaen, son efímeras o siguen perviviendo en el espíritu de algunos creadores y
en otras realidades que no son las nuestras.
En El Salvador, igual al resto de países de Centroamérica, el apogeo del
Modernismo siguió dejando huellas por los años de 1930, 1940. Se trata aquí de caracterizar
o cuestionar la cultura del país en las primeras décadas del siglo XX. Un crítico
nuestro, Juan Felipe Toruño (1898-1978), nicaragüense, llega al país en 1923, desde
su página de Sábados de Diario Latino, fue eficaz promotor de las letras por esos
años, usa el término “Ultra modernismo” del que se hablaba en Europa, lo aplica
a nuestra literatura, como “Postmodernismo”, y otros usan dentro de la crítica misma
conceptos como “Modernismo Decadente”. [2]
Román Mayorga Rivas, poeta periodista, funda y dirige el Suplemento Literario
Dominical (1910-1911) del Diario del Salvador, y durante la primera visita de Rubén
Darío al país, había sido redactor de la famosa Revista de la Quincena, a la cabeza,
Francisco Gavidia, Vicente Acosta, eran de los principales animadores. Habría que
destacar en la segunda década de 1913-1926, miembros de una sola familia, conocidos
como la Dinastía Meléndez Quiñones, con el fin de manejar a su antojo la economía,
sometido al pueblo, usan métodos represivos y hacia 1922, ametrallaron una manifestación
pacífica de mujeres. Algunos escritores progresistas y otras familias oligarcas,
estaban en contra de aquella dictadura civil.
Pero en aquellos años ‘30 del siglo XX, ese “modernismo decadente”, pues
ya no pegaba, pero todavía en la literatura salvadoreña, vibraba en la poética de
Hugo Lindo (1917-1985), Raúl Contreras (1896-1973), Vicente Rosales y Rosales (1894-1980),
Ricardo Trigueros de León (1917-1965), Ricardo Martel Caminos (1919), Lilian Serpas
(1905-1985), Julio Enrique Ávila Villafañe (1892-1968), Gilberto Gonzales y Contreras
(1900-1954), Julio Enrique Ávila (1892-1968). Por esa época esos dejos del modernismo
se respiraba en poetas como Alberto Guerra Trigueros (1898-1950), tan solo oigamos:
“¡Alma de tiempos idos! ¡Alma! / ¡Alma llena de azul, alma serena! / Del tiempo
aquel en que corrió mi pena/ ¡Tan mansamente como mi alegría!” (“La invocación a
Lázaro”). Alberto Guerra Trigueros, poeta que en su filosofía estética que planteara,
expresa su dolor, ante la delicada situación de crisis de 1932, la desintegración
social, económica en que vive la sociedad, la tragedia del pueblo, pedía desde la
redacción del diario Patria [fundado con Alberto Masferrer (1868-1932)], que había
que resistir, pero sin violencia. Una especie de “Resistencia pasiva” como la califica
el compañero de mi generación Miguel Huezo Mixco, quien apunta, el mismo concepto
de la trama novelesca de Hombres contra muerte, de Miguel Ángel Espino, de esos
años. Alberto Guerra Trigueros, místico, [3] de un espíritu nacionalista
liberal, impulsador de la cultura, con una diferencia personal de otros, un simpatizante
de Sandino, también.
Un poeta bohemio, de acento modernista, cultivador del verso en depuradas
formas métricas, de tonos líricos musicales, como lo exalta en su Euterpologio politonal
(1938), es Vicente Rosales y Rosales. Pocos poetas como él, de peculiar expresión
dariana. Pero según la crítica académica, su único poema de valor es: “Invierno”,
de su libro El bosque de Apolo (1929), aunque con sesgos de un modernismo agotado,
pues lo que más predomina en su estilo, es una poesía sacralizada de un idealismo
metafísico, pero “Invierno” refleja ya un giro distinto, cierto humanismo abstracto
con carácter social, poema que en parte responde a los inicios de una nueva poesía,
ya con leves reflejos del vanguardismo y oigamos: “Brumoso el ideal, la carne inerte…/
Para otro dieron lana las vicuñas…/ En este invierno –macho de la muerte– / ¡Cuántos
nos hemos de comer las uñas! / Tres meses de hospital a leche cruda / o terminar
mendigo y en muletas. / ¡Hoy esta noche dormirás desnuda / mientras se mueren de
hambre los poetas! / Se cuentan casos extraordinarios / de los que el frío flagelo
siniestro; / con estos casos se hacen hoy los diarios. / ¡Tal vez mañana se refiera
el nuestro!”. Poema que según se dice, marca los primeros atisbos del vanguardismo
en el país, poema digno de una antología.
Muchos poetas desarrollaron la mayor parte de su obra, en elucubraciones
de conciencia conformista, reflejan su visión de mundo, nada estimulante al momento
histórico que se vivía por esa época en el país, los años de 1930-40, en ellos no
hay juicio crítico en su poesía. Claro “estimulante”, a “intereses creados”, personales,
el compromiso oficial; ¡Sí!, intelectuales, amoldados a favor de un sistema injusto,
egoísta. Sí, comprometidos con gobiernos militares fascistas, con oficios de Embajadores,
Ministros, representantes culturales de gobiernos oficiales, puestos burocráticos
internacionales. Como suele la conducta moral del poeta y es tu conciencia social
la que decide y te juzgue; y es tu obra misma que hagas, te salve o te condene,
tu proceder ante y por el pueblo, ese proceder de tu conducta moral, tus principios
ideológicos, tu militancia por el pueblo, como creador, artista, escritor ligado
a una clase, en favor de los pobres, en lucha por la justicia social y una nueva
sociedad.
No olvidar, paralelo a éste postmodernismo de 1920 en adelante, los críticos,
hablan aquí en El Salvador, en el género narrativo, por esa época, del llamado Regionalismo
Costumbrista, el mejor ejemplo, el escritor impresionista Arturo Ambrogi (1875-1936),
por su pintoresco Libro del trópico (1907). Ambrogi fotografía la escena campestre,
la describe en todos sus detalles, es puro Realismo Costumbrista, de estampas regionales.
También se oye hablar del Realismo Social, una culminación en este movimiento, en
la narrativa es, Salvador Salazar Arrué (1899-1975), su joya literaria: Cuentos
de Barro (1933), en los inicios de la dictadura del General Maximiliano Hernández
Martínez (1895-1968). Salarrué, como se le conoce, poeta, pintor de corrientes indigenistas,
pinta la escena con esa manera del ser salvadoreño, su imaginación rescata, la fantasía
humana, la inocencia, plantea nuestra identidad cultural. Esa sombra del indigenismo
se manifiesta también en pintores como José Mejía Vides. Es la época en que se habla
de la “poesía pura”, el poeta José Valdés desde la ciudad de Santa Ana, es el vocero,
seguidor principal de ella, por los años ‘30; y esto como parte ya de la historia.
[4]
Pero viene otra oleada, ¡Ojo! Quienes marcan en forma más concreta la entrada
del vanguardismo en El Salvador, entre 1930, aunque ya, según Toruño, “Neruda y
García Lorca estaban influyendo en el ambiente”. Esta nueva vertiente, se concentra
en un importante núcleo, el llamado Grupo Seis. Venimos hablando de 1930-1940. Estos
poetas y narradores salvadoreños, que después de “Inverno” de Rosales y Rosales,
son los precursores, que dan origen a las corrientes vanguardistas en El Salvador,
destacan el caso del “poeta salvaje” Antonio Gamero (1915-1974), Pedro Geofroy Rivas
(1908-1979), Oswaldo Escobar Velado (1919-1961), Cristóbal Humberto Ibarra (1920-1988),
Carlos Lovato (1911-1999), Manuel Alonso Rodríguez (1916), Rafael Álvarez Monchez
y su principal animadora, Matilde Elena López (1923-2010), poeta y escritora, que
ejerce la docencia, el teatro y la crítica. Grupo que tiende a desprenderse de un
“modernismo decadente”, a diferencia de los poetas metafísicos anteriores, quienes
siempre estuvieron bien con Dios y con el medio acomodado que los halagaba. Estos
poetas y escritores, voces nuevas, rebeldes, agrupadas en Asociaciones Antifascistas,
quieren literatura para el cambio, una poesía de protesta social de toques políticos
de izquierda; tienden a romper en formas del lenguaje, temas, imágenes, metáforas.
“No en vano nuestra generación se había definido al presentar en sus inicios su
proclama poética en el ‘Manifiesto de la poesía coral’. No en vano había surgido
los grupos de vanguardia, como el grupo Seis, el comité de escritores antifascista,
con voluntad de lucha y compromiso con el pueblo”, diría más tarde Matilde Elena
López, en autocrítica a esta generación. [5] Se oye hablar de otros, del
grupo, como Alfonso Morales (1919-1999), Manuel Aguilar Chávez (1914-1957), José
María Méndez (1916), Julio Fausto Fernández, Luis Gallegos Valdés, Ricardo Trigueros
de León, Serafín Quiteño (1906-1987), Pilar Bolaños, Margot O’conor (después de
Van Severen), José Luis Leiva, Renato Cifontes, Rodolfo Jiménez Larios, Francisco
Rodríguez Infante. Y por entonces Lidia Nogales que fue noticia en la poesía de
esa época de 1940, llama la atención, su grito quejumbroso, su lirismo agónico,
su persona de anonimato, se atribuye a Raúl Contreras, como invento de ella, “Lidia
Nogales”, es una incógnita, noticia, que causa alarde en la poesía de esos años.
Pero de este mismo grupo, un poeta vanguardistas neto, es Antonio Gamero
(1917-1974), rompe con el poema “Buscando tu saliva” que exclama: “En esta constelación
de gritos y en este vaivén de olas humanas y difusas, / yo busco la corriente clara
de tu saliva –ungüento iluminado de palabras y risas. / Me quito la camisa, el miedo
y los zapatos/ y subo por escalas de aire y nada para asaltar y desflorar/ la desnuda
verdad de la esperanza.” Es un poema extraordinario que marca rompimiento, atisbos
“surrealistas” o “superrealistas”. Su poemario TNT (Trinitrotolueno), significa,
ya un lenguaje poético personal, coincidiendo con la irrupción del vanguardismo
europeo. Publicado en 1943, su título escandalizó en su tiempo, obedece una comparación
metafórica, con un químico explosivo; su poesía fue como una bomba, que explota
ante las viejas formas estéticas del postmodernismo, al contradecir con sarcasmo,
la sobriedad de una paz aparente y social de su tiempo; poeta que en el uso de su
lenguaje hay crudeza en el hablar, seguidor de este movimiento, Antonio Gamero,
es un poeta que denota palpables influencias de las corrientes vanguardistas que
entran en El Salvador por esos años.
Pero sonaba la voz vibrante de Pedro Geofroy Rivas (exilado, vive en México
un tiempo por causa de la dictadura militar), quien sorprende con su canto, influido
por Neruda y poetas del 27 de España. Al igual que Salarrue, busca nuestra identidad
nacional. Ambos son ya grito vanguardista con cierto lirismo, rescata el pasado
prehispánico que nos pertenece (antropólogo social), voz de protesta social, de
izquierda, que se ríe de sí mismo, como de los demás y del mal habido de otros:
“Yo soy el que muere pisoteando retoños, / el que rompió el milagro, / el intruso
de todas las palabras / … / al mariguano
que me ha oído discutir con los ángeles.” Poeta franco, cuando habla, habla con
ironía y sarcasmo a sí mismo, auto cuestiona su clase: “Pobrecito poeta que era
yo/ burgués y bueno. / Espermatozoide de abogado con clientela. / Oruga de terrateniente
con grandes cafetales y millares de esclavos / Embrión de gran señor, violador de
mengalas y de morenas siervas campesinas.”
Pero estos son poetas que destacan, su grito de protesta contra todo mal
estado de cosas. Otro que sobresale del Grupo Seis, es Oswaldo Escobar Velado (1919-1961),
abogado y notario, presa del alcoholismo, su poesía alude a una visión de búsqueda
de una conciencia nacional, una conciencia social de patriotismo y lucha (aunque
de una familia de literatos y de extracción burguesa), siempre fue un poeta rebelde
con el grito de los pobres, los títulos de sus libros lo reflejan desde su Patria
Exacta (influido quizás por el Canto General, de Neruda. Este poeta también sufre
cárcel y exilio alguna vez. Pero es poeta que acusa, denuncia, de fondo su religiosidad
militante a través de la poesía: “Este Cristo sangrante que mi mano señala/ se llama
Centroamérica/ la piedra de su iglesia se levanta en Bolívar, / Morazán sostiene
su bandera de siglos/ y en un coro de niños su mineral estatua / nos abre su esperanza.”
(Cristoamérica, 1952). Escobar Velado trajo una poesía revolucionaria de su época,
aunque dicen que en un tiempo de apuros, fue un tiempo asesor de la Guardia Nacional,
esas son algunas contradicciones de práctica ideológica, de conducta, no acordes
con su poesía, achacan su conducta moral como escritor. En carta del 30/09/1951,
enviada a su persona, desde Argentina por el Premio Nobel de Literatura Miguel Ángel
Asturias (1899-1973), le manifiesta: “Lo que de su poesía me atrae es la forma directa,
inmediata. (…), nervio de una poemática futura, para nuestras tierras aun en lucha
de reivindicación. El verso-dardo, el verso flecha-envenenada, el verso piedra de
hondero apasionado. (…) Siga produciendo a lo vivo, sangre y espíritu, tierra y
canto, que nuestra Centroamérica todavía tiene que decir al mundo.” Su rebeldía
se apegaba a una práctica democrática que permitía por momentos el régimen opresor,
de entonces, de que había cierta libertad de expresión un tanto simulada.
Entonces esos movimientos de vanguardia que se han dado, surgen o decaen,
en El Salvador; y también, ¿por qué no decir? que prevalecen, somos una vanguardia
nueva, no la evadimos, que nos manifestamos distinta a otras realidades; vanguardias,
que surgen en su propia atmosfera, en relación a nuestros problemas históricos que
enfrentamos. Los hálitos de las vanguardias, siguen prevaleciendo en algunos aspectos
en las expresiones, miren los dejos existencialistas y surrealistas que caracterizan
la obra creadora de algunos poetas de ayer, de nosotros, hasta algunos jóvenes escritores
contemporáneos de hoy; por lo menos, en los usos del lenguaje, más que todo en la
literatura, las generaciones de ayer y hoy que vivimos, contemporáneos, quienes
debemos ante las crisis, romper, inventando otros géneros, estilos, átomos estéticos
para el cambio, la realidad a través del aporte del lenguaje y de la imaginación
con la literatura, reflejando la realidad hecha ficción y ficción de la realidad,
valga la redundancia…
FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias
europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
AVT | Las vanguardias, como fuerzas de reacción estética ante los problemas
internacionales y nacionales repercuten a través del espíritu mismo; aquí, por las
mismas contradicciones de clase que vivimos, siempre ha habido, estilos y formas
en desacuerdo con la cultura dominante, cultura oligárquica, burguesa con sus propios
gozos estéticos, como tú sabes; enfrentada a una cultura popular, una cultura proletaria,
de empuje exige militancia; aquí siempre se ha dado una cultura de liberación nacional,
con actitud antiimperialista. Una especie de cultura de la Resistencia, aguerrida
dentro de la lucha revolucionaria; pero no resistencia pasiva, sino en lucha constante,
en alertas consignas de guerra “hasta vencer o morir”. El Salvador, no es una excepción
en Centroamérica, por ello, surgen voces muy características, esta nueva vanguardia
revolucionaria en Centroamérica busca desplazar lo obsoleto de un sistema, que exige
vivir en forma más humana, más civilizada, para todos. La
literatura no es sentimiento de algo inerte, ni muerto, ni de hechos estancados,
pues tiene vida creadora a través de un espíritu renovador. En la poesía se detecta
más esta facultad. Por ello el arte y la literatura, que en realidad tienen un valor
auténtico, humano, aunque no presenta soluciones a los problemas nacionales, pero
contribuyen a reflejar esa crisis, denuncian o protestan contra los males dictatoriales,
la inconformidad social, contra todo aquel despotismo, sofrenando la libertad humana.
Una sensibilidad nueva, por esa realidad de los ‘30-’40 es la realidad de un mundo,
que se resquebraja frente a dos guerras mundiales, como sucede en las sociedades
nuestras en el occidente de América. Aunque también, en nuestro medio, las vanguardias
buscan romper, incluso pueden, hasta cambiar las mismas tradiciones del medio en
que surgen. Aquí se dieron y siguen dándose en alguna medida, con efectos de otras
constantes históricas y estéticas dentro de la realidad misma que vivimos y enfrentamos.
Quiero decirte, amigo
Floriano, que a mi modo de pensar, la vanguardia que se
plantea en los años ‘30 en Centroamérica, en Hispanoamérica,
se da en forma distinta, cómo se gesta en Europa. Aunque hay puntos de contacto
con esas ideas estéticas a través del espíritu mismo. La vanguardia literaria en
El Salvador y Nicaragua, se proclaman en el sentido de “recobrar lo nacional ante
el modernismo exótico”, planteado, llevado a un modernismo decadente, apogeo que
había marcado Rubén Darío en su culminación de aquel movimiento cosmopolita desde
América hasta Europa.
Entonces Nicaragua vivía la crisis política desde 1928 a 1932, de un problema
nacional, los yanquis habían invadido el territorio y cuando no pudo derrotar al
Ejercito Defensor de la Soberanía de Nicaragua, comandado por el jefe guerrillero
de Niquihomo, General Cesar Augusto Sandino (1895-1934), pues el espíritu antiimperialista
de un patriota como Sandino, como Farabundo Martí en El Salvador que lucha a su
lado, fungiendo como secretario en las Segovia, (de Honduras colaboraba el escritor
Froilán Turcios), todos habían influenciado en el espíritu también nacionalista
del movimiento literario de vanguardia de esa época en Centroamérica. En Nicaragua
se manifestaron escritores como: José Coronel Urtecho (1906), Pablo Antonio Cuadra
(1912), Luis Alberto Cabrales (1901), Manolo Cuadra (1908-1957), Octavio Rocha (1909)
y Joaquín Pasos Arguello (1915-1947). Bruno Mongalo, Luis Castrillo y Joaquín Zavala.
Manifestaron sus propósitos estéticos en su Ligera Exposición y Proclama de la Anti-Academia
Nicaragüense (1930). Fueron, quienes, impulsaron ese movimiento de vanguardia que
influye en otros países, como lo afirma el crítico José Roberto Cea. [6]
Nuestra vanguardia salvadoreña, también supo amoldarse a una conciencia creadora
en relación a la historia. Pero debemos estar claros, estas obedecen a sus
propios estadios geográficos donde se dan, pero la vanguardia nuestra obedece a
problemas propios, nuestros, con retoques europeos.
Decimos que la vanguardia Literaria en El Salvador, como en toda Centroamérica,
surge en oposición al Postmodernismo, rechaza, manifiesta lo nuevo, surge en rebeldía
contemporánea. Pero como digo un vanguardismo literario y artístico, con realismo
social y crítico con brotes distintos de lo Europeo. También con la salvedad, que
al cuestionar esas corrientes dadas sus características, debemos explicarlas en
el contexto nuestro. Símbolos vanguardistas, dados por ese choque en relación de
todos “aquellos movimientos locales de toda índole, políticos o sociales”. Nosotros
los escritores y poetas, ¡No negamos, nos hemos visto influenciados por esos cánones
culturales! Por esas corrientes del Existencialismo, el Surrealismo, Realismo Mágico,
Realismo Social, Realismo Crítico, Realismo Socialista, la corriente del Absurdo
y hasta el Indigenismo que hemos profesado hasta hoy, así como de las corrientes
sociológicas. Corrientes desde los ‘30, los ‘40, a nuevas expresiones de los poetas
de 1950, hasta la nuestra, la generación de los ‘70, a la que yo pertenezco, alcanzando
las voces de los ‘80. Siempre hemos estado en acuerdo y en desacuerdo con las modas
foráneas que entran al medio, los alienados se ven absorbidos por ellas, modas del
consumismo, pero las corrientes artísticas, vienen de otros medios, que agregan
algo distinto a lo nuestro. Actualmente somos una
vanguardia nueva de nuestro tiempo y te lo explico así en detalles, siempre junto
a la historia nuestra.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas
de los demás países hispanoamericanos?
AVT | En El Salvador hasta hoy se ven reminiscencias estilísticas en poesía vanguardista,
pues es difícil sacudirse esas corrientes de la noche a la mañana como repito, los
poetas nuestros de esos años, se vieron influenciados por poetas de mayor renombre
de los demás países hispanoamericanos. Desde los escritores de la generación del
27 en España: Alberti, Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández,
y otros hispanoamericanos, poetas nuestros como: el peruano César Vallejo (1898-1938),
considerado entre los más grandes innovadores de la poesía del siglo XX en Latinoamérica.
Grandes influencias nos trajo Pablo Neruda (1934-1973), importante poeta del siglo
XX en América; como lo es posteriormente Roque Dalton en El Salvador, como la tienen
otros países de Latinoamérica, poetas de militancias políticas a favor de los pobres;
Neruda de actitudes anti-dictatoriales, miembro activo del Partido Comunista de
Chile, Premio Nobel de Literatura (1971). Quizás Neruda y Vallejo han sido los poetas
de mayores influencias en las generaciones de 1940 y 1950 en adelante en la poesía
salvadoreña de vanguardia en Centroamérica. Otros poetas que influyen en la época
del siglo XX, el norteamericano Walt Whitman (1819-1892), expresión del llamado
Trascendentalismo y el Realismo Filosófico, poeta que influyó a poetas fuera de
su país. Poetas como: Rubén Darío, Pablo Neruda, Coronel Urtecho, Ernesto Cardenal
(del llamado Exteriorismo), los salvadoreños Oswaldo Escobar Velado, Geofroy Rivas,
León Felipe en España y yo mismo de la generación de los ‘70 me vi tocado por el
canto sonoro de Hojas de hierba (Leaves of Grass), me deslumbró su poesía, su lenguaje
torrente de río, su estilo, todos hasta hoy nos vimos influenciados por Walt Whitman,
creador del “versolibrismo”, cantor de la democracia norteamericana. Como también
influenciados por ese lenguaje de Henry Miller, John Dos Pasos, William Faulkner,
Ernesto Hemingway, Toreau y Tenesse Williams, y hasta los postulados de Emerson,
grandes valores de la literatura norteamericana. Influyen los poetas llamados de
la “Generación Perdida”, Proust y otros también.
Otros grandes poetas que influenciaron en nosotros, el mejicano Octavio
Paz (1914-1998), Premio Nobel de Literatura (1990), quizás entre los poetas hispanos
más lúcidos de todos los tiempos. Poeta Neo modernista en sus comienzos, pero fueron
los poetas surrealistas, con quienes convive en Francia hacia el 1946 y 1947, los
que más influyeron en su poesía conceptual, erudita, metafísica, “esotérica”, pero
en sus inicios anteriores destaca, en una poesía lírica, contemplativa de la realidad
que lo circunda en su soledad contemporánea.
En fin todos estos poetas en mención, [en
momento alguno, se vieron influenciados por corrientes vanguardistas europeas y
crearon sus propias concepciones, luego ellos mismos fueron influenciando a otros
poetas nuestros, surge el Creacionismo, característico en el chileno Vicente Huidobro
(1893-1948), en Hispanoamérica uno de los primeros poetas vanguardistas, “misión
de crear e inventar nuevas realidades”. Entre 1920-1925, surge el Estridentismo,
en México, poetas como Manuel Maples Arce (1898-1981), auspiciado por el llamado
Futurismo italiano. Y el Futurismo surge en 1909, cuando Tomasso Marinetti, publica
en París su Manifiesto, la imaginación futurista de Maiakovski, poeta ruso, escuela
que proclama la ruptura artística del pasado y canta la invención de la era de las
maquinas. Otros vanguardismos, el llamado Pancalismo y Panedismo en Puerto Rico,
con el poeta Luis Llorens Torres (1878-1944). El llamado Postumismo en República
Dominicana, su precursor el poeta Domingo Moreno Jiménez (1894-1986). Como “poesía
social de corriente negra”, se representa con Nicolás Guillen (1902-1989) en Cuba
y otros poetas del Caribe: Luis Palés Matos, Manuel del Cabral y Ramón Guiraes,
sus tradiciones vienen de la cultura africana. Blaise Cendrars, Guillaume Apollinaire,
publican en sus inicios obras de la llamada “Poesía Negra” en Francia, corriente
que repercute en la música (Jazz) y en el teatro, como sintetiza el historiador
Alfredo Veiravé. [7] El llamado Nadaísmo de Gonzalo Arango. El llamado Ultraísmo,
surge en España, su principal fundamentador Rafael Cansinos Assens hacia 1919, escuela
que en Hispanoamérica profesa el argentino José Luis Borges, quien convive con poetas
ultraístas en España como: Guillermo de Torre, Gerardo Diego, Juan Larrea. El llamado
Imaginismo que se da en Inglaterra, sin ignorar la llamada escuela crítica del Formalismo
Ruso, descubierta por ese movimiento de vanguardia de postguerra en Francia, que
se llamara Estructuralismo, además instrumento de teoría, de análisis y método de
ver la literatura.
En El Salvador, hacia 1940, escritores como Miguel Ángel Espino (1902-1967),
publica Trenes (1940) y Hombres contra la muerte (1947), hay renovación del lenguaje,
es ya “la visión social Centroamericana”, dentro de una pasiva violencia en su trama
social; pero ya, años antes, el autor había planteado sus posturas estéticas en
su prólogo a Mitología de Cuscatlán, publicado en 1919. Esas renovaciones estéticas,
eran voces con ecos de la vanguardia que se estaba dando en la literatura de entonces
con su propia visión de mundo en Centroamérica. También se proliferan las revistas
de vanguardia desde 1930 en El Salvador, como en Centroamérica, ya entrados en el
siglo XX, surgen publicaciones al servicio de la cultura en la región. Desde la
revista El Repertorio Americano (1919-1959), bajo la dirección de Joaquín García
Monge, que expandió la corriente vanguardista en Centroamérica. Será Costa Rica,
desde San José, el portavoz del vanguardismo a partir de 1919, hasta su supuesta
extinción en 1958, que no estoy de acuerdo. La revista Centroamérica (1909-1921)
en Guatemala. En 1924 apareció en San José la revista Repertorio Centroamericano,
órgano del Consejo Superior Universitario Centroaméricano. Tenemos conocimiento
de las siguientes revistas salvadoreñas que han aparecido desde 1930: Mercurio (1938-1939),
Revista Las Américas (1943, 1945, 1946), Brisas Nuevas (1945, 1947), Horizontes
(1945 1948), Álbum (1953), Revista de la Biblioteca Nacional, Anaqueles (1948-1955),
bajo dirección de Baudilio Torres. Recuento de publicaciones importantes, según
afirman los historiadores.
Las vanguardias en Hispanoamérica, según cada país, toman un cauce propio,
identifican problemas históricos distintos, movimientos que ya en Europa pasaban
de moda, aquí entran en auge como fenómeno social, surgían en otras zonas de América,
Centroamérica, El Salvador, con sus efectos de estilos de expresión propia y formas
creadoras muy diferentes en problemas históricos distintos. Por ello debemos, esas
corrientes, dadas sus características culturales en el proceso literario y artístico,
debemos explicarlos en nuestras propias realidades sociales, presentando su visión
de mundo.
FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
AVT | Digamos que los vanguardismos literarios en El Salvador, han tenido según
las generaciones hasta hoy, rasgos de esos “ismos” como, el Surrealismo, el Existencialismo,
el Exteriorismo, más que todo en la poética, la narrativa, también ha prevalecido
esa vanguardia del Realismo Crítico, del Realismo Social, o Realismo Socialista
y del “Absurdo”, y en el fondo cierta tradición lirica en el lenguaje. Como en los
poetas de la llamada “Generación Comprometida” (1950), rompen, protestan enérgicamente.
El poeta y crítico nicaragüense Juan Felipe Toruño, director de la página Sábados
del Diario Latino, dio a conocer escritos desde la generación del 40, Grupo Seis.
Publico textos, juicios críticos, polémicos de choque con las generaciones anteriores,
del Grupo Octubre de 1950, El Circulo Literario Universitario (1956), animado por
Tirso Canales (1930), Ricardo Bogrand (1930-2009), Álvaro Menéndez Desleal (1932),
dramaturgo y narrador de corriente existencial, del absurdo, influenciado por Borges
en sus Cuentos. Otro poeta Waldo Chávez Velasco, dramaturgo, poeta, después de profesar
ideas de corte revolucionario, dio un viraje de 360 grados hacia la derecha reaccionaria,
buscando acomodo en la burocracia oficial como intelectual utilizado. El poeta bohemio
Orlando Fresedo (1932-1965), influenciado por poetas como Pablo Neruda. Poetas que
ya muestran una expresión de corte social, temas que toman una forma de conciencia
social, humanos en sus fundamentos estéticos, ideológicos. Con el tiempo, algunos,
cambiaron en su pose moral que inspiraron años anteriores, comprometiéndose cómodamente
con el sistema opresor, gozaron del acomodo, representantes de la cultura oficial
y oficiosa de su época. A cambio de otras voces que toman una ideología política,
que tampoco escapan a los dejos de un surrealismo, un vanguardismo, que presenta
su poesía en general. Poesía combativa, de militancias políticas; el mejor ejemplo,
lo tenemos en Roque Dalton (1935-1975), nuestro gran poeta revolucionario, en su
proceso creador tuvo sus influencias vanguardistas, el admite, primero nerudianas,
después surrealistas a lo André Bretón y César Vallejo, influye mucho en él, Nazin
Hikmet, el poeta turco, una poesía conceptual a lo Jacques Prévert, lo demuestra
en su extraordinario “Poema de amor” que dice así: “Los que ampliaron el Canal de
Panamá/ (y fueron clasificados como “silver roll” y no como “gold roll”)/ los que
repararon la flota del pacifico, / en las bases de California,/los que se pudrieron
en las cárceles de Guatemala, México, Honduras y Nicaragua,/ por ladrones, por contrabandistas,
por estafadores, por hambrientos,/ los siempre sospechosos de todo/ (“me permito
remitirle al interfecto/ por esquinero sospechoso/ y con el agravante de ser salvadoreño”)/
los que llenaron los bares y los burdeles/ de todos los puertos y las capitales
de la zona/ (“La Gruta Azul”, “El Calzoncito”, “Happyland”)/ los sembradores de
maíz en plena selva extranjera,/ los reyes de la página roja/(…) los que fueron
cosidos a balazos al cruzar la frontera/ los que murieron de paludismo/ o de las
picadas de escorpión o la barba amarilla/ en el infierno de las bananeras/ los que
lloraron borrachos por el himno nacional/los arrimados, los mendigos, los mariguaneros,/
los guanacos hijos de la gran puta,/ (…) los eternos indocumentados / los hacelotodo,
los vendelotodo, los comelotodo, / los primeros en sacar el cuchillo,/ los tristes
más tristes del mundo, / mis compatriotas / mis hermanos”, [8] extraordinario
poema que rompe y del poeta nacional Roque Dalton. En cuanto a José Roberto Cea,
es otro poeta que milita, digamos a través de la literatura, honesto, no se presta
y en su lucha avasalladora, demuestra su indeclinable lealtad al hombre, –como dije
una vez de la poesía de Alfonso Hernández–, demuestran una conducta moral revolucionaria
hasta hoy en la poesía de Centroamérica; y es quien ha ganado más premios internacionales
fuera de El Salvador.
Otro de sus miembros del Grupo Octubre, Ítalo López Vallecillos (1932-1986),
historiador del periodismo, dramaturgo, editor, uno de los creadores de la famosa
Pájara Pinta, que trascendentalmente marca una etapa de oro en la literatura de
los 50-70s y oigamos en voz de Ítalo: “Se ladrón de atardeceres. Guárdate las lluvias
finas. / y en ocasión, espléndido, regala tu ternura. Destrúyete. / incéndiate.
Vive la hora sin remordimientos.” (Ars Vivendi”, 1977). Manlio Argueta (1935), novelista
y poeta exilado en Costa Rica, por un tiempo por la dictadura, su regreso después
de la guerra. Consagrado novelista entre los mejores narradores de Latinoamérica.
Se expresa sin temores: “Mi país, tierra de lagos, montañas y volcanes. / Pero no
vengas a él, mejor quedas en casa. / Nada de mi país te gustará. / Los lirios no
flotan sobre el agua.” (Postcard, 1967). Roberto Cea (1939), narrador, dramaturgo,
ensayista, poeta de las tradiciones ancestrales, los mitos, el uso del lenguaje
mágico indigenista, urbano, existencial, y su viraje a la poesía coral, conceptual,
amorosa, social y erótica: “Dicen las malas lenguas, y la mía, ¡por Dios!, que no
es tan buena; / que Chicho Cuadra, se hacía remolino, azotaba las puertas/ y cruzaba
sin miedo el cementerio” (Memoria de un vecino, 1968). Y en su poema “Crónica Salvadoreña”:
“Nosotros aquí, en El Salvador,/ Hemos perdido el aire / Y a punto de estallar estamos./
Aquí, en El Salvador, hay que decir las cosas / A corazón partido y con cojones./Tantos
han extraviado la palabra/ que a muchos nos rompe la nostalgia./ Aquí, en El Salvador/Entre
vecinos./ y del prójimo hablamos,/por detrás, cuando ha dado la vuelta/(…) Es una
mierda, este San Salvador, pero divino./ Aquí ¡ hasta las piedras hablan, sufren,
y se tiran abrazos!” Cea grita con su verso franco, irónico, sarcástico, otro hablador;
y nos duele el país El Salvador con su voz, aquí hay coraje y valentía para decir
las cosas.
En relación a tu pregunta, querido Floriano, que
si hay en nuestra literatura, la incorporación de una “tradición lirica”, con elementos
de vanguardia. Claro que sí, como vemos, la corriente lírica, sigue reflejando sus
huellas en torrentes, balbuceos, entre nosotros hasta hoy; estos bardos del ‘50
para acá, con el antecedente de Francisco Díaz (1812-1845), asesinado; el poeta
Miguel Álvarez Castro (1795-1855), patriota entre la Colonia y la independencia,
seguidores de la lucha, los exilios de Francisco Morazán (1792-1842), y a lo largo
del siglo XX, hasta hoy en día, los poetas que aparecen con una nueva actitud, hay
una toma de conciencia social de participación liberadora. Como en el vanguardismo de ruptura formal de Roberto Armijo (1937-1997),
ensayista, dramaturgo, poeta con leves dejos del soneto modernista, con sentido
de realismo crítico, social, tono conversacional, el poeta más lirico del grupo:
“Cuatro años de penumbra cotidiana. / De presentir vivir, viviendo muerto. / De
abrir el corazón, sentirlo yerto, / sin escuchar su musical campana” (soneto, 1957).
Un poema suyo bellísimo es, aquel que empieza así: “Una vez más la patria me duele
dentro de mí y me sufre/ (…) Mi madre no habría sido triste ni mi padre habría estado
junto a su alcohol./(…) Pero fue en vano/ No soy lo que pude ser/ Soy más pequeño
que una brizna más miserable que una hormiga.(…)/ Si hay poeta bueno en el sentido
admirable de la palabra quien lo niega / Soy yo pero la vida es así / Necesito la
Máscara el puño la palabra cruel para sobrevivir/ Por eso sufro/ (…) / Es verdad
en mi país la vida del poeta es una mierda/ Lloro de cólera al darme cuenta de que
Alfonso gran poeta sacude los estantes de libros/ Cuándo el poeta será un príncipe/
Un Dios /Por qué desde Platón se le relega / Por qué lo vuelven un Prometeo/ Un
Cristo y a veces un Judas/ Un lavaplatos / Ay la edad de oro la Edad de los poetas
/ Todo será felicidad la alegría brotará en las flores / La patria no será una llaga
pústula maligna.” Poema lírico con otro tipo de lenguaje muy propio, poema que Roque
Dalton, toma como bello epígrafe de su novela Pobrecito poeta que era yo (1994).
Uno, muy valioso, poeta representativo de esta generación
es Alfonso Quijada Urias (1940), narrador, poeta de lenguaje surrealista, onírico,
contemplativo, de miedos, entre sueños, frustrados de una realidad mágica, de blasfemias
prodigiosas, de esperanzas y tragedias, pero de neurosis constante: “Todo viene
de que uno es llorón y no se faja como los otros que nacieron rosaditos. / Se aprende
a no quedarse dormidos en la silla Luis XV, heredada de generación en generación
(la silla y la costumbre). A no fiarse de quienes hablan de la torre de babel, conquistadores
con una pipa francesa. / Aprendí a confiar en las malas palabras y esto cuando uno
anda en los veinte y se cree un rambo y toma un trago a la salud de este país y
del hermano sifilítico” (“Se suplica no llorar en casa”), poeta militante el mismo.
El mismo Roque Dalton en una crítica a Los Estados Sobrenaturales (1961) dice: “Quijada
Urias se ha colocado a la vanguardia de los jóvenes poetas salvadoreños, aportando
una visión del mundo y del hombre, desenfadadamente contemporáneo, como quizás nadie
antes en la poesía salvadoreña (…) su poesía tamizada por las culturas de la sociedad
de consumo (que se vuelven pan de cada día con la transformación de los países Centroamericanos
en partes de un mercado común para la producción norteamericana) es un grito de
alarma que pasa mucho más cerca de la gesta del Che que de la poesía de Ginsberg”.
[9] Las influencias de Quijada Urias, un poeta raro en su expresión, datan
desde Dante, Apollinaire, Lautréamont, los llamados poetas malditos, Blake. Maiakovski,
Essenin, simbolistas como Rimbaud, Villon, Baudelaire, poesía de tono Kafkiano y
de Joyce. Poetas como Quijada Urias, surgen del Circulo Literario Universitario,
entre los ‘50 y los ‘60, son poetas de vanguardia en este seguimiento histórico
que llevamos, de rompimiento en la época contemporánea; no solo por la renovación
en el uso del lenguaje, sino por sus giros estilísticos; el vanguardismo siempre
está presente en su verso, en su teatro y narraciones, aunque los caracteriza, esa
corriente de la llamada “Anti poesía” también, a lo Nicanor Parra o Quevedo. Poetas
que dejan un eco de existencialismo a lo “Sartreano”, con la visión de compromiso
que Sartre plantea, a veces a lo Samuel Becket, influenciados en su teatro y narrativa
del absurdo de Antonin Artaud; demiurgos, algunos instantes “nihilistas”, por lo
general, de una expresión punzante, que tiende a lo testimonial de la literatura;
como ficción de la realidad o la realidad que nos circunda hecha ficción; voces
más apegadas a un lenguaje, urbano, coloquial y con halitos liricos palpables.
Y no pecamos todavía al afirmar que esos dejos vanguardistas
se dan, en poetas del llamado grupo Piedra y Siglo (1967), con Rafael Mendoza (1943),
Luis Melgar Brizuela (1945), Julio Iraheta Santos (1940), Ricardo Castrorrivas (1938),
Ovidio Villafuerte (1938), Uriel Valencia (1940), Jorge Campos, pero entre todos
ellos, sobresale Chema Cuellar (1942-1980), voz testimonial de poeta militante,
en Acabo de partir de mí mismo, rompe a lo César Vallejo con Trilce, sus influencias,
el mismo me lo dijo un día, la forma, la expresión vibran en una renovación vanguardista
en Latinoamérica; y se pronuncia contra ese formalismo del lenguaje. César Vallejo
influye en Chema Cuellar, hasta lo antigramatical de las normas en la escritura:
“no soi Chema Cuellar/ ny soy amigo de nadie/ ny tuve una abuela paralytyca/ ny
soi poeta/ ny ciudadano/ny nada/ me vale un pyto que nadie se acuerde de my/ me
llevo a san salvador en el bolsillo”. Y entonces Chema Cuellar, es poeta que responde
a las escuelas de Vanguardia en algunos aspectos de su obra creadora, influenciado
también por las ideas marxistas, impulsada su poesía en un marco de lucha proletaria
y liberadora.
Y en otros extremos estéticos de conciencias conformistas, en la vanguardia
misma, la poesía de David Escobar Galindo (1943), se expresa con riqueza de lenguaje
suyo muy personal: “húndete en la ceniza, perra de hielo, /que te trague la noche,
que te corrompa/ la oscuridad; nosotros, hombres de lágrimas, / maldecimos tu paso
por nuestras horas. …por la sangre en el viento, no entre las venas/ donde nazcas,
violencia, maldita seas. / (…) nunca seremos ojos llenos de vida, /sino que en lava
inmunda vegetaremos, / (…) / Húndete en la ceniza, perra de hielo/que te trague
la noche que te procrea; /por la sangre en el viento, no es su recinto, donde quiera
que nazcas, ah dondequiera, /sin descanso de estirpes, años y mares, sin descanso,
violencia, maldita seas”. “Como perra de hielo”, simboliza a su modo de pensar,
de sentir la lucha del pueblo, incluso en su poema “El verbo Patria”, lo recuerdo,
el poeta David Escobar Galindo, y en su duelo ceremonial y oración por la violencia,
la maldice, desde su posición aristocrática, no la admite, quiere una violencia
pasiva, aunque la juzga desde su cómoda posición de rector universitario; pero que
sepa, a nadie le gusta la violencia, (aunque por alcanzar la paz se puede llegar
a la violencia) por irracional, el dolor mismo, inhumano que produce; pero la violencia
es dialéctica y justificada para la clase desposeída, que quiere un cambio; porque
después de agotar los convenios más civilizados del pueblo, del derecho humano;
de aguantar tanto “pijaseyo” como decimos, en la jerga de la lucha, no hay más alternativa
que la violencia misma, para alcanzar los sueños de la felicidad humana; hasta el
mismo Monseñor Romero dijo un día, que si la violencia era justa para alcanzar otra
vida mejor, se acepta como derecho del pueblo, por buscar su propio destino, o alcanzar
incluso, las tragedias, los horrores y consecuencias sociales que trae una guerra
civil, que en todo derecho democrático, justifica la lucha organizada, capaz de
asaltar hasta el mismo cielo. Una utopía de nuevos valores humanos, es la mera lucha
de clases que vivimos todo el tiempo; queriendo superar los estados de crisis, injustos
para el pueblo en general. Y en eso debe el poeta que pronunciarse, pues no está
exento de los problemas sociales. Uno no se puede ir en retorica lírica, lucida
y perdida en diferentes torrentes de ríos del lenguaje con bellas metáforas, que
casi te saquen o ignores la realidad. La poética de Escobar Galindo, viene de la
vertiente, que caracteriza a poetas como, Hugo Lindo, Vicente Rosales y Rosales,
con rasgos del poeta demiurgo, metafísico, lucido; cierto el poeta Escobar Galindo,
suele cantar líricamente el dolor social del pueblo, dolor existencial desde su
propia visión de mundo, acomodada, creador que respira con decoro académico, cruzando
sus piernas plácidamente, lee placentero un libro de poesía, para enriquecer su
expresión, refinada en cuidados formales, estilísticos, y estéticos que sabe manejar
con maestría; mientras tanto, en sus manos su “yogur”, su “lunch”, a tiempo, atendido
con esmero servicial. Quien ha publicado una extensa obra en poesía y narrativa,
con su visión de mundo muy fiel, ¡claro! fiel a su clase burguesa. Siempre considerado,
el poeta nacional, símbolo de la oligarquía, ideólogo, representante oficial, David
Escobar Galindo, antítesis moral, frente a una diferente actitud consecuente, de
militancia, de valentía, que caracteriza la conducta moral de poetas consecuentes
como: Roque Dalton, Otto René Castillo, Huberto Alvarado, Obregón, Roberto Cea,
Alfonso Quijada Urias, Javier Heraud, Francisco Urondo, Mario Benedetti, ejemplos
en Latinoamérica y otros jóvenes Centroamericanos que supieron jugarse la vida:
Alfonso Hernández, Leonel Rugamas, Carlos Fonseca Amador, Edwin Castro, José María
Cuellar, Arquímedes Cruz, Mauricio Vallejo Marroquín (1957-1980), Jaime Suarez (1950-1980),
desde los ‘70, ‘80, ‘90; actitud de militancia opuesta a los otros extremos en que
surge David Escobar Galindo y sus seguidores. Como afirma el poeta combatiente Miguel
Huezo Mixco: “Al igual que sus abuelos, los liberales del siglo XIX, (…) el más
conspicuo de estos es David Escobar Galindo, poeta, político de indiscutibles dotes,
banquero, además el mismo”. Admito hay instantes de segundos, en que me gusta su
poesía, me dejo con placer llevar de ella, de sus imágenes deslumbrantes, pero me
pierde su expresión y deseo volver a mi realidad, esta punzante realidad aparente,
deformada, frente a mis ojos, que me arrebata el alma, mis sentidos, y nervios;
esta es la realidad que nos duele, verla, palparla y es dichoso estarla viendo en
esta época histórica, juntos, y no callarla nunca, aunque se “parta la madre”, en
dolencias o esperanzas liberadoras. Mientras tanto el poeta Escobar Galindo vive
su vida existencial en el extraño mundo de su amanecer cotidiano.
Entonces pasando a otras cosas, sin perder el hilo que llevamos en la plática,
estos cánones foráneos, es decir los movimientos de vanguardia, a la hora de un
examen crítico de los mismos, no deben tomarse faltos de criterio, sino hemos de
tratarlos conforme arreglo a esas experiencias literarias, de cómo se han venido
manifestando históricamente en el momento preciso del quehacer cultural salvadoreño
o Centroamericano. Porque décadas después vinieron poetas y narradores que influenciaron,
los escritores del boom dieron muchas luces al continente. Como: Carlos Fuentes,
Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Saramago, Cortázar, Carpentier, Lezama Lima,
José Donoso, y hasta el mismo Vargas Llosa, genial como novelista y controversial
en su posición ideológica de hoy. Brasileros como Drummond de Andrade, Manuel Bandeira,
postmodernista, Montes de Oca, o surrealistas o el barroco contemporáneo de Lezama
Lima (Paradiso) o Carpentier (La consagración de la primavera), contagian sus influencias,
hacen escuela. Y esto ha sido afirmado en sus coloquios, por un escritor que admiro
mucho, se trata de Don Antonio Cándido, maestro brasilero, ¡mis respetos! Por su
agudeza de crítico y teórico de la literatura hispanoamericana de hoy y de quien
uno aprende mucho, como su oyente.
No está además afirmar que una corriente postvanguardista deja respiros
llegados hasta el día de hoy. El mismo Roque Dalton, poeta de rompimiento, ha influenciado,
no solo con su actitud, ejemplo de militancia, hasta nosotros la generación de los
‘70 en su primera promoción, poetas desde el llamado Grupo de “La Mazacuata”: el
poeta mártir Alfonso Hernández (1948-1988) Cdte “Gonzalo”, Eduardo Sancho (1948),
conocido “compa” dentro de las filas de la revolución como Ferman Cienfuegos; Rigoberto
Góngora, Salomón Rivera, Mauricio Marquina (1945), Reyes Gilberto Arévalo (1949-2012),
Roberto Monterrosa (1945), Emiliano Androsky Flamenco (1947), Eduardo Rico, Felipe
Minero. Por otro lado hacia los años 1974-75, surge la segunda promoción de los
70s. Poetas que responden a la vanguardia de una generación revolucionaria, buscan
crear una literatura combativa, acusatoria, reflejo de la historia, de la realidad
nacional salvadoreña, traemos las influencias de la revolución cubana. Y con algunos
de las generaciones anteriores se presenta como una generación revolucionaria… Poetas
como el poeta combatiente: Miguel Huezo Mixco (1954), Delfy Gochez Fernández, Alfonso
Velis Tobar (1949), quien escribe; es poesía de militancia, con sentido liberador.
Dramaturgos y narradores como Miguel Ángel Chinchilla. Víctor Hugo Mata Tobar (1945),
Alfonso Montoya, Horacio Castellanos Moya, narrador de formas atrevidas en el uso
del lenguaje, rompe, su crítica a la revolución, a sus mismos líderes en su proceder
moral dentro de la lucha armada. Somos promociones que llevamos rasgos vanguardistas.
David Hernández, Roger Lindo, Nelson Brizuela, Ricardo Lindo, André Cruchaga por
su labor cultural, Joaquín Meza, Mauricio Saballos, Carlos Santos, Roberto Quezada,
Octavio Martínez, Salvador Juárez, Salvador Mariona, Heriberto Montano. Desde las
promociones de los 80s, se oyen voces como el Grupo Xibalba: Otoniel Guevara, Luis
Alvarenga, Quinteros, Javier Alas, Jorge Vargas Méndez, Carlos Bucio, Caralva, otras
como Lil Milagro Ramírez, Amada Libertad, que dieron hasta su vida. se conoce la
voz peculiar de Mextli Súchilt Mendoza, poetas y artistas desaparecidos como Roberto
Franco, con su militancia, intelectuales como Reynaldo Echevarría, y otros que escapan
a mi memoria. A la mayoría de poetas, los caracteriza, un verso libre, con diferencias
de estilos, temas, pero sobresale, lo “testimonial” es un común denominador de nuestra
producción literaria; género que se impone. Esta vanguardia se da en nuestro medio
Centroamericano, que todavía prevalece hasta las generaciones de 1970-90 en algunos
escritores. Encontrándose todavía hasta nosotros, dejos de un realismo social, testimonial,
muy diferente a estos otros poetas de Postguerra de hoy, que surgen en los ‘90,
en la “Luna”, demiurgos, contemplativos, en un medio de postración social, de crisis,
responden a otra constante histórica, testigos de la Firma de los Acuerdo de Paz
en México, que ponían fin a una guerra civil de largos doce sangrientos años en
el Salvador (1980-1992), ellos no vivieron la guerra en carne propia, y si oían
hablar, eran unos niños, los poetas jóvenes de Postguerra: Susana Reyes (1971),
Noé Lima (1971), Lya Ayala (1973), Jorge Galán (1973), Jennifer Valiente (1973)
William Alfaro (1973) Carlos Clara (1974) Rainier Alfaro Bautista (1974), Elmer
Menjivar (1974), Alfonso Fajardo (1975), Eleazar Rivera (1976), Osvaldo Hernández
(1976), Luis Angulo Violantes (1977), Danilo Villalta (1979), Mauricio Vallejo Márquez
(1979), Rafael Mendoza López (1979), Roxana Méndez (1979), Claudia Meyer (1980),
Pablo Benítez (1980). Grupo
“La Fragua”. Otras voces jóvenes, dramaturgos, narradores, artistas, teatreros comparten
esta promoción de postguerra en El Salvador, como Juan Carlos Velis Paniagua (1973)
autor y actor de teatro y cine al salvadoreño canadiense de Windsor University.
La mayoría, si bien es cierto una promoción, de una época de reconstrucción, concertación
nacional, tono diferente, presentan una realidad como sin futuro y de caos social
en los 2000 en adelante de esta época contemporánea. Así pasó en México (1910-1920),
España, después de la guerra civil (1936-1939), vino una narrativa de la revolución,
una poesía contemplativa, existencialista, en medio de una desintegración social,
miedos, como de esperanzas perdidas; después de la valentía de un pueblo de irse
a una lucha armada, por buscar otros medios de felicidad humana, con futuros luminosos
para todos; y una decena de poetas y artistas cayeron en combate o fueron secuestrados
por los escuadrones de la muerte, su memoria es muerte heroica. El Salvador, Guatemala
y Nicaragua son espejo palpable en esta experiencia revolucionaria en Centroamérica.
Todos sus poetas muertos. Esta vanguardia se da en nuestro medio Centroamericano,
en poesía, novela, cuento, teatro, diríamos que todavía prevalece. En quienes, incluso
hay cierta tradición lirica en nuestra poética y estilos de un lenguaje (coloquial,
popular, urbano), una literatura que refleja nuestra realidad y otra que la evade
por sus gozos estéticos mismos que chocan en gustos de clase, a partir de una visión
sociológica materialista, nuestra literatura y arte de vanguardia de hoy debe ser
como “espejo de su tiempo”, como pensaba Lenin al crear su teoría del reflejo, en
su análisis de la obra de Tolstoi.
FM | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible
tener acceso a ellos?
AVT | Claro éstos no solo se pueden recuperar, sino que explicar sus hallazgos desde
las revistas y otras fuentes que permiten a los investigadores trazarse una imagen
de cada momento dentro del proceso histórico de la literatura salvadoreña, Centroamericana,
que reflejan dejos postvanguardistas hasta el presente contemporáneo, otra nueva
Vanguardia digamos. Desde los grupos habidos, conocidos desde el pasado, se plantearon
una visión de mundo, a través de sus “Manifiestos”, “Proclamas”, “Polémicas”, Revistas,
Páginas Literarias y Dioramas de la Cultura. Ahora es mejor ver el pasado por cada
uno de los creadores, juzgarse ellos mismos, si fueron consecuentes, capaces con
lo que proclamaron. ¿Lo cumplieron o no?, que se cuestionen ellos mismos; porque
el tiempo mismo se encargó de írselos comiendo, como nos pasa a muchos. Por ejemplo,
el llamado Grupo “Piedra y Siglo”, publica su proclama en 1967, todos se comprometían,
una conducta moral a ejercer, por un arte en beneficio del pueblo; y por las clases
más desposeídas, marginadas. Alguna de su poesía tiene vigencia en la actualidad.
Algunos solo fueron retórica del diente al labio, en la práctica, se acomodaron
en intereses personales, burocráticos, asesores juristas, publicistas, religiosos,
lingüistas. Otros de méritos académicos, el caso del Dr. Luis Melgar Brizuela, su
aporte de análisis crítico y preocupación por el rescate de la literatura; Julio
Iraheta Santos, poeta de militancia cristiana, pan de Dios con la causa del pueblo.
Pero es el poeta José María Cuellar, la “Piedra de toque”, único poeta militante
del Partido Comunista. Ganador del Premio Internacional de Poesía, patrocinado por
la revista Imagen, de Venezuela: Poesía a lo largo del Camino (1971), que culminaría
sus Crónicas de Infancia (1971), publicado por el Ministerio de Educación, Mientras
tanto también, nosotros andamos simpatizando, con las ideas del Che, de Farabundo
Martí, Sandino, después Monseñor Romero, inspiran nuestra lucha revolucionaria por
la liberación nacional, a partir de los ‘70 en adelante. Chema Cuellar, que surge
entre los ‘67 en adelante, es poeta muy representativo de la vanguardia salvadoreña
en Latinoamérica. No olvidemos, que la literatura, cumple una función humana y social,
sin importar, que ese mensaje creador, se vea colmado de otros estilos, formas y
expresiones que tienen enraizado el tono vanguardista en todos los sentidos de la
vida, supieron alcanzar un escenario propio de nuestra historia y de nuestro tiempo;
supieron empollarse en diferentes extremos estéticos, desde una forma de conciencia
social revolucionaria, o una forma de conciencia social, conservadora, neoliberal,
reaccionaria, indiferente; en unos de ellos, escurridiza dentro del detritus del
sistema de patria que respiramos, con el temor de profanar su nombre santo, vistos
como conducta moral, algunos escritores y artistas nuestros. Desde el grupo de poetas
agrupados a la llamada “Generación del 44”, que proclama su “Manifiesto de la poesía
coral”, “Generación Comprometida” de 1950, El Grupo Octubre, el Circulo Literario
Universitario de 1956, después “Oswaldo Escobar Velado”, Los Cinco (1967) con su
proclama conocida en su prólogo, el Taller Literario “Francisco Díaz” que impulsan
Rafael Gochez Sosa, Montano, Salvador Mariona y Tirso Canales. Revista Juez y Parte,
animada por Pedro Cumas, Pepe Rodríguez Ruiz, Armando Herrera, Hildebrando Juárez.
Se leen poemas del poeta obrero Cesar Ulises Masis, Rolando Elías, Alejandro Masis,
Gilberto Santana, Daniel Eguizábal, de huellas líricas a través de las Páginas de
la Prensa Gráfica “Arte y Letras” de Adela de Falkonio. El “Círculo literario Francisco
Gavidia”, con poco tiempo de vida, fundado por Chema Cuellar, Nelson Brizuela, Neftalí
Cubias, Alfonso Velis Tobar en los ‘80, desde la Universidad Nacional, que tantas
veces padeció la intervención del ejército fascista, todos pronunciamos planteamientos
estéticos entre la década de los ‘70 a los ‘80. La Cebolla Purpura, criticamos,
acusamos, se encarnaron los problemas nacionales, blasfemaron, pusieron el dedo
en la llaga, pregonaron la justicia social. Ahora viendo hacia atrás que se juzgue
cada uno su papel. Pueden conocerse esculcando la época de la famosa “Pájara Pinta”
en El Salvador, se manifiestan por aquellos días, labor de Roque Dalton, premio
Casa de las Américas con su poesía peculiar: La Taberna y Otros Lugares (1969),
rompe con su retórica verbal, conceptual; miembro del Consejo de Redacción de la
Revista CASA de las Américas de Cuba, donde residía exilado con su familia, desde
la década de los ‘60 en adelante; publicación antiimperialista, que tanto ha contribuido
al quehacer científico de la Literatura en Nuestra América. Otros Grupos de los
80s., en adelante Los Cinconegritos, poetas como: Joaquín Meza, Salvador Juárez,
Julio Henríquez, Matilde Elena López en su primera época. Luego Alfonso Velis Tobar,
Joaquín Meza, colaboran Rafael Mendoza, Chinchilla, algunas veces Roberto Cea, en
su segunda época hasta 1987. “Hubo algo muy grandioso
en el grupo literario Cinconegritos, –cuestiona el poeta Salvador Juárez– y es el
haber respondido decididamente ante la persecución, cárcel y amenazas que sufrimos
algunos de sus miembros, demostrando de manera objetiva y unitaria la lealtad a
los más altos ideales que inspiraba al colectivo y la solidaridad a favor de la
vida e integridad humana, todo en aras del sacrificio por el pueblo en lucha.” [10] Por otro lado en el tema que llevamos, todos tampoco
escapamos a expresiones vanguardistas. La mayoría han tenido su grado de compromiso,
lucharon con la poesía, contados con los dedos, se tomaron las armas, militaron
algunos; otros ni siquiera lo intentaron, lo digo ahora en neutro, no hay necesidad
de lupa para ver quiénes siquiera colaboraban, dejaban pasar la vida digamos, y a través de la
practica literaria hubo alguna militancia; porque otros, en sus afanes burocráticos,
acabaron drenando algunas veces el oficialismo mismo que imperaba en manos de la
oligarquía Arenera en su época, el sistema los absorbió, con su canto de sirena,
contemplativos, huidizos de la realidad aparente; otros en su frustrada soledad,
saben cómo sobrevivir en este teatro de la vida, padeciendo sus dolamas, sus angustias,
quizás, escribiendo su poesía, sus memorias, pensando en la obra que impresione
o en el premio nacional de cultura; o dejaron de hacer literatura; porque una cosa
les digo, no hay que dejarse absorber, ni por el tiempo, ni por el sistema mismo,
que no te acomode; o mejor dicho, mejor que te incomode, cuando sabes que están
mal las cosas; el tiempo te come, el tiempo llega a tu final un día, aunque sea
trabajo de hormiguita, feliz dejando tus frutos, entre espinas olvidadas, luego
seamos imagen y memoria histórica de una época legendaria del pasado.
En El Salvador, en todo caso, quiero que sepas, amigo Floriano, aquí, siempre
se ha escrito por necesidad misma del espíritu, la poesía siempre ha sido una necesidad
histórica, indispensable del alma (quienes la profesamos en su oficio, conducta
moral) en que la realidad nos punza la conciencia, manera de enraizarnos en esa
utopía de la vida misma, las contradicciones, los grandes problemas del pueblo salvadoreño;
eso es un reflejo de nuestra literatura de Vanguardia, de nuestra cultura, enfrentada
por los escritores, pintores, poetas, músicos, escultores, artistas viviendo en
todo sentido esta crisis de la que nunca salimos, pero ni con la lucidez de la poesía.
La poesía aquí ha encontrado su enemigo que la acecha, su enemigo de clase. Y hasta
es un delito ser poeta en este país, cuando ella es un oficio, por el pueblo y la
liberación integral. Hubo un tiempo. Te matan, te secuestran, te encarcelan, te
desaparecen para siempre.
Vivimos actualmente, un espíritu de otro tipo de vanguardia, obligada a
dar “Testimonio”, de la realidad; reflejo de los problemas de nuestro tiempo, aunque
esta literatura de Testimonio, existe desde el mismo conquistador Bernal Díaz del
Castillo (1496-1580), lugarteniente del invasor genocida Pedro de Alvarado (1485-1541),
conquistador en 1525 de Cuscatlán hoy El Salvador, desde un yo colectivo e individual,
narra con veracidad amena la invasión, el sometimiento. [11] La literatura
de testimonio se afirma, casi como otro género en Centroamérica; a partir de los
60s, décadas de los 70s, “Miguel Mármol” de Roque Dalton es el caso más palpable
del género. Las narraciones testimoniales que han surgido, hablan de la opresión
carcelaria del régimen, “El Salvador: Memoria Intacta” de María Cortina, “Guazapa”
del compa norteamericano Samuel Clemens. “Las Cárceles Clandestinas”, de Ana Guadalupe
Martínez; “Nunca estuve sola” de Nidia Díaz, las novelas testimoniales de Claribel
Alegría, los cuentos de Jacinta Escudos, El Mozote, tragedia de genocidio que se
narra, por una sobreviviente, el mismo Del Ejercito Nacional al Ejército Guerrillero,
del ex capitán Francisco Mena Sandoval en lucha a favor del pueblo. Hay que Callarlo
(1988), de Paco Metzi; son voces testimoniales, que tienen que ver con la historia;
eso para mí, es literatura de Vanguardia, incluyendo la poesía, el teatro y la narrativa
del momento; es literatura dentro de la guerra. Es parte de la denuncia al régimen.
Los ‘80, y los ‘90, en los focos políticos de mayor tención revolucionaria en Centroamérica:
Guatemala, El Salvador y Nicaragua, sin menospreciar a los demás países hermanos.
Donde y cuando se produce, surge hasta hoy, una literatura peculiar, de imaginación,
de variantes características y estéticas extremas en Centroamérica. Como comprueban
mis investigaciones, literatura que empieza a ser interesada como estudio por el
canon académico universitario norteamericano.
La literatura Testimonial se convierte en bastión de expresión, en oposición
a esa literatura decadente, enfoca una literatura de lucha social, necesitamos en
Latinoamérica, una literatura que refleje la realidad nacional, la salvadoreña,
realidad que estamos viviendo en cada época de nuestra historia. Y la literatura
y el arte no están exentos de nuestros problemas nacionales. Por ello diría que
el testimonio se da como un movimiento de vanguardia revolucionaria de nuestro tiempo
en El Salvador y Centroamérica. Se impone como otro género, necesidad de contar
desde un “yo”, “nosotros”, de “ellos”, el acontecer histórico, la insurgencia de
la lucha armada, contar con lenguaje coloquial, popular. Algunas vanguardias, tal
parecen, no terminan de decaer, el existencialismo, lo onírico, la soledad, la angustia,
la pesadilla de la utopía, lo absurdo que vivimos en la realidad misma, la inconformidad
social, de una conciencia en rebeldía, que se niega a morir; dejos de estas corrientes
vanguardistas, ¿no me van a negar?, halitos, huellas, que sentimos, hasta en las
generaciones jóvenes más recientes.
NOTAS
1. José Roberto Cea. Letras 3. San Salvador: Canoa Editores, 1988.
2. Juan Felipe Toruño. Desarrollo Literario de El Salvador. San
Salvador: Departamento Editorial del Ministerio de Cultura. 1957.
3. “El diario Patria
se había opuesto antes a la dictadura civil de los Meléndez Quiñones (1911-1922)
y en críticas y notas se cuestionaba, contra del poderío e intromisión de los EEUU
en los asuntos salvadoreños y Centroamericanos; por esos años, los ánimos admiran
el espíritu nacionalista de Sandino en contra del imperio y se volcaron a su causa.
El diario Patria fue propulsor del arte
y la cultura de las letras en su tiempo.” Miguel Huezo Mixco. La casa en llamas. La cultura salvadoreña en
el siglo XX. San Salvador: Ediciones Arcoíris, 1996.
4. Manuel Alba Bauzano en
el Diccionario Ilustrado de El Salvador,
dice que Ambrogi, según la crítica, es el “gran escritor costumbrista al que se
considera jefe e iniciador de la llamada escuela criolla de El Salvador”. 1968.
5. Matilde Elena López. Estudios sobre poesía. San Salvador: Dirección
de Publicaciones, 1971.
6. José Roberto Cea. Poesía-vanguardia. Exteriorismo. José Coronel
Urtecho y Ernesto Cardenal. La Vanguardia en Nicaragua. San Salvador: Canoa
Editores, s/f. Los poetas citados, fueron, quienes firmaban esta proclama
como los principales impulsores de este movimiento que se inició por 1928.
7. Veiravé, Alfredo. La literatura hispanoamericana. Buenos Aires: Editorial
Kapelusz, 1976.
8. Véase de Manlio Argueta,
Selección, prologo y notas. “Poesía de El
Salvador”, Costa Rica: Editorial Universitaria Centroaméricana, EDUCA, 1983.
9. Véase en la contraportada
de “Los Estados Sobrenaturales”, nota critica de Roque Dalton, Editorial Universitaria,
El Salvador, 1961.
10. Véase de Salvador Juárez. “Joaquin Meza y su trascendencia en la cultura popular salvadoreña”
en “Real Diccionario de la Vulgar Lengua Guanaca”
de Joaquin Antonio Meza Rodezno. 1a. Edic. San Salvador: Nekepu. Editores. 2008.
11. Nos referimos a “Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo. Escrita
en la Colonia en Guatemala en 1560. 1ra. edic. 1632, Madrid/México: Ed. Porrúa,
1960.
∞
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Delito por dançar o chá-chá-chá, de Guillermo Cabrera Infante. Rio de Janeiro: Ediouro Publicações, 1998.
Nós/Nudos, de Ana Marques Gastão (edição bilíngue). Lisboa: Gótica, 2004.
A condição urbana, de Juan Calzadilla (edição bilíngue). Florianópolis: Letras Contemporâneas, 2005.
Dentro do poema – Poetas mexicanos nascidos entre 1950 e 1959, Org. Eduardo Langagne. Fortaleza: Edições UFC, 2009.
A aventura literária da mestiçagem, de Pablo Antonio Cuadra (em parceria com Petra Ramos Guarinon). Fortaleza: Edições UFC, 2010.
III novelas exemplares & 20 poemas intransigentes, de Vicente Huidobro & Hans Arp. Natal: Sol Negro Edições/São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2012.
Sobre Surrealismo, de Aldo Pellegrini (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2013.
Memória de Borges – Um livro de entrevistas (2 volumes). São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2013.
Bronze no fundo do rio, de Miguel Márquez (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2014.
Tremor de céu, de Vicente Huidobro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2015.
Costumes errantes ou a redondeza da terra, de Enrique Molina (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2016.
Reino de silêncio, de Mía Gallegos (edição bilíngue). Teresina: Kizeumba Edições, 2019.
Traduções do universo, de Vicente Huidobro. Natal: Sol Negro Edições, 2016.
O álcool dos estados intermediários, de Gladys Mendía. Santiago: LP5 Editora, 2020.
A tartaruga equestre, de César Moro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2021.
Agulha Revista de Cultura
Criada por Floriano Martins
Dirigida por Elys Regina Zils
https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
1999-2024
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