EL
ECUADOR DE LAS LUCES
RPR | Mis vivencias y mis testimonios directos o referenciales, es decir, mi
subconsciente y mi consciente. Lo que traje desde antes de ser en la memoria
colectiva y lo que me tocó presenciar o heredar como parte de un ser
individual. Mis versos o las palabras que configuran mis versos no acreditan ni
resuelven nada. Son huellas del camino que vamos haciendo en compañía de uno
mismo y de los demás.
FM | Recuerdo una entrevista con Lawrence Ferlinghetti, en que el poeta
estadunidense observa que hace tiempo que los escritores o los pintores de su
país no hacen “declaración social o política importante”. Creo que lo vital en
la declaración de un artista radica en su contenido estético y no en su
importancia social o política. Me parece algo evidente. Ernst Jünger defiende
que “el artista es ante todo responsable ante su obra y no ante tal o cual
orientación política”, concluyendo que, “para él, es una necesidad ser
egoísta”. ¿Estás de acuerdo con Jünger cuando dice que “en primer lugar está el
hombre, y su ambiente viene después”? Si así fuera, ¿no te parece que hay una
eterna confusión en esa discusión en torno a la responsabilidad del escritor y
el destino de la poesía?
RPR | Si la poesía es vivencia o testimonio del mundo de cada escritor y de
su entorno sociológico, su rasgo político es evidente, mas no tiene porqué
vincularse de manera incondicional a la creación estética. Debemos ser
responsables y solidarios con el tiempo que nos tocó vivir y con el ser
universal, sin caer en los surcos fanáticos o polarizantes. El destino de la
poesía debe estar y ha estado siempre en manos de los poetas. La atmósfera
política no se configura en nuestras manos, pero podemos ayudar a vislumbrar
los esquemas de una justicia social sin banderas.
FM. En Tus lecturas de Huidobro, dice el venezolano Guillermo Sucre que
allí “el fracaso es estético en la medida en que es también existencial: no es
posible suprimir el acaso, ni la muerte”. Dice también que “la poesía está
ligada a la búsqueda de lo que no se podrá encontrar”, que la poesía es una
imposibilidad. A tu modo de ver, ¿cuál es el verdadero ámbito de la poesía?
RPR | La poesía no tiene ámbito, es parte del espacio, presencia tangible del
cosmos, por lo tanto es configuración ilímite dentro del límite de la palabra.
FM | En Corriente alterna (1967), dijo Octavio Paz que “la crítica es el
punto débil de la literatura hispanoamericana”, a pesar de que ya destacase en
aquella ocasión los primeros momentos del venezolano Guillermo Sucre, que
después escribiría un libro fundamental como La máscara, la transparencia
(1975). Tienes una intensa actividad crítica. ¿Qué buscas en tal aventura y
cuál es el diálogo posible (además de la afirmación de una diferencia) entre
poesía y crítica, tanto en el Ecuador como en toda América hispana?
RPR | Todo poeta es un crítico y en todo crítico hay un poeta no desarrollado
(hablamos en términos relativos). Las dos esferas: creación e interpretación no
son sino el anverso y reverso de un mismo mundo estético. El poeta crea, el
crítico recrea y en ese aparente juego de imagen están conjugados los mismos
elementos asociativos y discursivos con que trabajan el uno y el otro.
Posiblemente Octavio Paz en su libro Corriente alterna, al decir que la crítica
es el punto débil de la literatura hispanoamericana, lo hace desde el punto de
vista comparativo y lo que es más en relación con una crítica científica como en
los norteamericanos, los rusos o los europeos. Por supuesto que a nosotros nos
falta el rigor formal e nos sobra la generosidad conceptual. En mis últimos
libros, sobre todo en mis estudios sobre el Modernismo y el Vanguardismo
poético en el Ecuador, he tratado de someterme al rigor de los planos
lingüísticos, sin desdeñar, desde luego el horizonte estilístico que en gran
parte configura la mágica atmósfera de la creación.
FM | Hablemos un poco de Hugo Mayo (1895-1988). Aunque poemas suyos han sido
incluidos en la antología Índice de la nueva poesía americana (1926),
organizada por Alberto Hidalgo, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges, no
encontramos referencia a este poeta en algunos destacados estudios acerca el
agitado período de las vanguardias literarias hispanoamericanas. A título de
ejemplo, observo que tanto Hugo J. Verani (Las vanguardias literarias en
Hispanoamérica, 1986) como Nelson Osorio Tejeda (Manifiestos, proclamas y
polémicas de la vanguardia literaria hispanoamericana, 1988) no mencionan a
Hugo Mayo ni tampoco su aclamada aventura editorial con la revista Motocicleta.
Con todo, sabemos que él inaugura el movimiento de vanguardia en el Ecuador. El
hecho de que su obra sólo haya sido reunida en libro en los años 1970, ¿habría
sido el único obstáculo para el reconocimiento de su importancia?
RPR | Sobre Hugo Mayo y su gran silencio continental pese a su valor
literario, hay dos razones; primeramente la no publicación de sus poemas dentro
de un libro a su debido tiempo, y la falta de críticos o estudiosos de su obra.
Tuvo que esperarse mi llegada para que los dos obstáculos desaparecieran. En
1976, logramos hacer que se publique su primer libro, Poemas de Hugo Mayo, en
la editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, cuando
nos desempeñábamos como Subdirector de la Sección de Literatura, es decir
cuando el poeta pasaba los 80 años de edad y su horizonte estético estaba casi
perdiéndose en la complejidad de las nuevas modas literarias. Hicimos una buena
selección de su poesía de diferentes tiempos y estilos y el libro empezó a
correr, a tal punto que dos estudiosos del fenómeno literario de la vanguardia
en especial y de la literatura en general dan noticias de ello. En Manual de la
literatura latinoamericana de Isaías Peña (Bogotá: Educar Editores, 1990), y
Mihai Grünfeld, profesor de Vassar Collage en Nueva Cork en su libro Antología
de la poesía latinoamericana de vanguardia (Madrid: Edición Hiperión, 1997),
hablan de Hugo Mayo y seleccionan poesía del libro a que hacemos mención. Seis
años antes publicamos un libro titulado Siete poetas del Ecuador, donde
incluíamos a Hugo Mayo con un estudio y una buena selección de su poesía. El
libro fue distribuido casi íntegramente en USA. Así abordamos el conocimiento y
difusión de su obra que hoy ha despertado heroicamente.
FM | Siguiendo con Hugo Mayo, me gustaría saber por qué relacionas el
Surrealismo con una “poesía de entretenimiento” y cuáles, de hecho, son las
conexiones entre Hugo Mayo y el Surrealismo.
RPR | Hugo Mayo no fue surrealista, se vincula en su primera etapa con el
Dadaísmo y por supuesto, entre Tristán Tzara creador de éste y André Breton del
otro, hay diferencias notables en la manera de manejar el lenguaje. El Dadaísmo
fue ruptura y no creación, actitud iconoclasta no solamente en la literatura
sino a nivel de otras manifestaciones artísticas; el Surrealismo, se aprovechó
de los procesos oníricos y de la apertura que dio al subconsciente Freud para
elevar nuevos horizontes en la concepción del hecho poético. Todos estos
movimientos fueron vanguardistas.
FM | Gran parte de la crítica considera a Jorge Carrera Andrade (1903-1976)
como uno de los más importantes poetas hispanoamericanos del posmodernismo. Sin
embargo, en tu libro Modernismo y postmodernismo en la poesía ecuatoriana
(1995), observas que hay más “garra y sustancia” en Alfredo Gangotena
(1904-1944), así como “más estilo” en Gonzalo Moscoso Escudero (1903-1971),
aunque haya en Carrera Andrade “más variabilidad de esquemas”. Este múltiple tratamiento
acabó propiciando grandes fallas, a ejemplo de lo que también ocurriera con
Pablo Neruda. A tu ver, fallas que se producen en el propio acto de creación, a
lo que agrego también las fallas de recepción, cuando la multiplicidad de
recursos impera sobre a calidad de utilización de los mismos. De cualquier
manera, ¿qué perjuicios trajo este aspecto a la poesía de Carrera Andrade y qué
otros rasgos comunes podemos encontrar entre este poeta y el autor de Canto
general?
RPR | Indudablemente que Carrera Andrade es uno de nuestros más altos poetas
surgidos después del Modernismo en el Ecuador y pienso que su obra cimentó en
gran parte el prestigio de la poesía hispanoamericana en los últimos 50 años.
Pero Alfredo Gangotena y Gonzalo Escudero están a la misma altura y quizás
Gangotena le supera en fuerza y magia telúrica. Pero, no caminaron, no fueron
difundidos, no se enrolaron dentro del contexto poético hispanoamericano como
Carrera Andrade y de allí la diferencia en el tratamiento. Me ratifico que
Escudero es un maestro en la oportuna y original manera en manejar el lenguaje
como estilo.
FM | Según Carrera Andrade, el franquismo perjudicó mucho las relaciones
entre España y la América hispana. En carta que te escribió en 1969 declara:
“Casi todos los escritores de nuestra América tomaron posición a favor de la
República, motivo por el cual no tienen entrada sus obras ahora”. Con todo,
incluso hoy es prácticamente nulo el diálogo entre poetas españoles e
hispanoamericanos, a pesar de los esfuerzos de un crítico como el español Jorge
Rodríguez Padrón, quien advierte que no habrá “lectura de la diferencia”
mientras no haya diálogo. Entonces, te pregunto primero sobre la justificación
de que la falta de diálogo entre España y la América hispana haya sido
determinada por el franquismo. Y seguidamente, me gustaría saber tu opinión
sobre un posible inventario de pérdidas debidas a esa ausencia de diálogo.
RPR | En la carta a que haces referencia escrita por Carrera Andrade, en
verdad corresponde a ese lapso histórico que vivió España. La censura impuesta
por Franco fue cruel para el ámbito cultural y literario de entonces. Ningún
escritor que tomó parte a favor de la República, podía entrar con su obra en
España. Además la narrativa tuvo mayor acogida que otro género literario por
las editoriales de la península. Luego, nuestra condición de ser tercer
mundistas, pesa mucho en la apertura cultural. Recuerdo que Vicente Aleixandre,
gran poeta, gran lector y buen amigo mío, en nuestros diálogos hogareños,
apenas solía mencionar a Carrera Andrade y alguna que otra referencia
bibliográfica. En las universidades españolas, algunos profesores y no pocos
alumnos no saben ni siquiera dónde queda nuestro país. Algo hice por difundir
lo nuestro en poesía cuando dicté seminarios y charlas en las universidades de
Madrid, Pamplona y Sevilla. Te voy a dar un ejemplo de los tantos para
confirmarte mi aseveración. El Dr. José María Valverde, catedrático de Estética
de la Universidad de Barcelona, España, en su monumental obra Historia de la
literatura universal (10 tomos, Editorial Planeta, Barcelona, 1985), escrita a
dúo con el Dr. Martín de Riquer, catedrático de Literaturas Románicas de la
misma Universidad, en el vol. # 7 [pg. 486] dice textualmente: “Mientras la
novela de la naturaleza y del indio se abría paso difícilmente en la novela
Cumandá del colombiano Juan León Mera (1832-1894)”. Esto es mala fe, es
ignorancia supina. Don Juan León Mera, ecuatoriano de Ambato, cuna también de
Juan Montalvo, uno de los más grandes ensayistas de Hispanoamérica en el siglo
XIX y a quien estos ilustres catedráticos universitarios le ignoran
olímpicamente; decíamos que Juan León Mera logró fama antes que en el Ecuador
en España, gracias a don Juan Valera quien acogió sus escritos con deleite y
sagaz visión crítica y quien honró copiosamente con una relación epistolar a
nuestro novelista que además fue el Primer Presidente de la Real Academia de la
Lengua, capítulo Ecuador.
FM | Preguntado sobre dónde se escribe la mejor literatura del mundo
actualmente, dijo George Steiner que en el este europeo y en América latina,
justificando su respuesta en que “la gran literatura, el gran pensamiento,
florece bajo presión”, y agregando que “pensar es un asunto solitario, canceroso,
autista, loco; ser capaz de concentrarse profundamente, interiormente”. A lo
que parece, el reconocimiento de esa literatura se define todavía por su
abordaje fantástico, excepto por Octavio Paz, cuya actuación es muy definida en
torno de la ensayística y de su proyección política, por así decirlo. Ningún
gran poeta latinoamericano –pienso en Gonzalo Rojas, Vicente Gerbasi, Pablo
Antonio Cuadra, Roberto Juarroz, César Dávila Andrade, Carlos Germán Belli,
José Kozer– ha alcanzado una posición de reconocimiento internacional pautada
por su propia obra. ¿La obra en sí todavía define el prestigio de un autor?
RPR | Así es, una gran parte de la mejor literatura del siglo XX en sus
últimas décadas se ha dado en América Latina. Obras como las de Juan Rulfo,
Borges, García Márquez, Onetti, Cortázar, Vargas Llosa o Roa Bastos con
testimonios de aperturas hacia la universalización del espacio creativo por
encima de las barreras del lenguaje. En poesía el camino ha sido diferente. Es
un género en primer término, menos comercial y por ende las editoriales, poco
hacen por difundirla y cuando se han interesado en ella, no ha sido en razón de
las excelencias de la obra sino de las conexiones o ubicaciones extraliterarias
del autor. Pienso que Ernesto Cardenal es un buen poeta, si se quiere, un gran
poeta, pero su prestigio se debe a coyunturas de otra índole, tal vez
políticas. Pienso que en esa altura están Vicente Gerbasi, Carlos Germán Belli
o nuestro César Dávila Andrade y que sin embargo no gozan del reconocimiento continental
que merecen. El hecho de que no se lo dieron el Nobel de Literatura a Jorge
Luis Borges y no se haya dado todavía a ningún escritor brasileño teniendo más
de uno de garra universal en poesía y narrativa reafirma la idea de que el
“prestigio” a veces no se sienta ni asienta sobre bases intrínsecas sino
coyunturales. Y al decir prestigio entre comillas hablamos de reconocimientos
oficiales. Nada más. La obra sólida a la larga trasciende y permanece. Vallejo,
el peruano de los Heraldos negros vivirá más tiempo en el espacio y en el
tiempo que Neruda.
FM | Creo que establecemos una gran confusión cuando entendemos que el
sentido es forma. Se presume que el mensaje, al ser considerado esencialmente
forma, no tiene por qué aspirar a cualquier otro sentido que no sea meramente
estructural. Éste me parece uno de los grandes sofismas de nuestro tiempo,
responsable de la elocuencia del discurso (vacío) de la propaganda y del
surgimiento de algunas anomalías, como el concretismo brasileño o esa corriente
neobarroca que se irradia a partir del Uruguay y de la Argentina y que
contamina, en el Brasil, justamente a los herederos del concretismo. La
discusión actual en torno a la forma tiene muy poco que ver con la utilización
de metros y ritmos clásicos. El recurso fue convertido en esencia. La obra de
un poeta como César Dávila Andrade, por ejemplo, aniquila los equívocos aquí
apuntados. Fue totalizadora, a ejemplo de la poesía de José Lezama Lima, sin
preocuparse por las restricciones de cualquier orden, de fondo o de forma,
recobrando los plenos poderes de la especie humana. ¿Qué te parece hoy,
finalmente, esa recurrente distracción en torno de la relación dialéctica entre
sentido y forma?
RPR | No se puede hablar de dos elementos en la obra poética. Si el lenguaje
como forma de expresión comunica, la idea se vuelve recipiente a la vez y se
unifica en la vertiente piramidal de los sentidos. Además, el poeta no escoge
ni los metros ni los ritmos. La poesía viene con su propia indumentaria. De
allí que estrofas de verso abierto o estructuras ancestrales (sonetos, por
ejemplo) nada tienen que ver en el acto poético. Lo que si hay que evitar es la
difamación del género so pretexto de innovaciones del lenguaje. Tanto en Dávila
Andrade como en Lezama Lima, la poesía asoma aunque por diferentes andariveles,
pero asoma y esto es lo que perdura.
FM | Una nota de prensa sobre la Antología cósmica de la poesía del Ecuador
(1997) dice que el libro, por su difusión a partir de México, donde fue
editado, debe contribuir a que los poetas ecuatorianos no permanezcan inéditos.
Años atrás, en uno de esos encuentros de escritores, Jorge Enrique Adoum
atribuyó responsabilidad a países como México, Argentina y Brasil por el estado
de desprestigio de la literatura latinoamericana ante el mundo. Pienso en un
país intensamente activo en el barullero período de las vanguardias, como fue
la República Dominicana. Fundamentales contribuciones vinieron de Nicaragua, de
Cuba, de Ecuador, de Perú etc. Actualmente enumeramos expresiones poéticas en
varios países, Javier Sologuren, Alvaro Mutis, Ludwig Zeller, Roberto
Echavarren, Pedro Shimose. No discuto aquí tu idea de una “poesía cósmica”, que
me parece una segmentación algo discursiva en relación con el gran avance
estético propiciado por la poesía hispanoamericana. Lo que me gustaría poner en
discusión es la responsabilidad de esos países (Argentina, Brasil, México) en
el destino cultural de resto de América Latina. ¿Qué opinas a este respecto?
RPR | La falta de conocimiento de nuestra poesía –de la ecuatoriana– no está
dada por culpa de otros países sino por culpa nuestra. Algo dejé clarificado
sobre este aspecto en otra respuesta. A través de la Antología de la poesía
cósmica, hecha gracias al esfuerzo y solidariedad de ese genuino mecenas que es
Fredo Arias de la Canal ha servido para que muchos países nos conozcan y muchos
estudiosos nos lean. De este viaje editorial iniciado en México he podido darme
cuenta de la aceptación que ha tenido nuestra poesía en sitios muy distantes y
gustos tan divergentes como en USA, Cuba, España, Argentina, Brasil etc. Nos
faltó difusión, nos faltó empuje editorial. Desde la presentación de la
antología hasta su selección impactaron. Vino la lectura, la relectura y el
criterio. Hoy te puedo afirmar que nuestro ámbito poético ya no estará
circunscrito a uno o dos poetas, sino a un registro de nombres mucho más
auténtico por auténticos creadores. Lo de Cósmico pienso que no influye en la
lectura. Son arquetipos ufanados y extraídos por quienes como Fredo y como yo pensamos
que el cosmos y su energía encauzan todas nuestras actividades por más íntimas
o secretas.
FM | En una carta dirigida en septiembre de 1965 a Juan Liscano, cuando éste
dirigía la revista venezolana Zona Franca, Jorge Carrera Andrade manifestaba su
esperanza de que América “culminará, un día, en la unión y en la libertad”.
Bien sabemos que América ha sido escenario de las más brutales modalidades de
degeneración cultural, y que las señales de resistencia no indican exactamente
una visión optimista del futuro. ¿Qué piensas acerca de algo como el MERCOSUR?
RPR | Creo en la Unidad de América, sobre todo en aquella en donde las pequeñas diferencias nos unen cada día más. Creo en la universalidad del hombre en su búsqueda de paz y solidariedad. La unión no se afianza en los nombres o membretes, sino en la cultura de una sociedad hecha para servir al hombre y no el hombre sirviente de una sociedad.
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Un nuevo continente. Antología del Surrealismo en la Poesía de nuestra América. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores, 2008.
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Delito por dançar o chá-chá-chá, de Guillermo Cabrera Infante. Rio de Janeiro: Ediouro Publicações, 1998.
Nós/Nudos, de Ana Marques Gastão (edição bilíngue). Lisboa: Gótica, 2004.
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Dentro do poema – Poetas mexicanos nascidos entre 1950 e 1959, Org. Eduardo Langagne. Fortaleza: Edições UFC, 2009.
A aventura literária da mestiçagem, de Pablo Antonio Cuadra (em parceria com Petra Ramos Guarinon). Fortaleza: Edições UFC, 2010.
III novelas exemplares & 20 poemas intransigentes, de Vicente Huidobro & Hans Arp. Natal: Sol Negro Edições/São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2012.
Sobre Surrealismo, de Aldo Pellegrini (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2013.
Memória de Borges – Um livro de entrevistas (2 volumes). São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2013.
Bronze no fundo do rio, de Miguel Márquez (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2014.
Tremor de céu, de Vicente Huidobro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2015.
Costumes errantes ou a redondeza da terra, de Enrique Molina (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2016.
Reino de silêncio, de Mía Gallegos (edição bilíngue). Teresina: Kizeumba Edições, 2019.
Traduções do universo, de Vicente Huidobro. Natal: Sol Negro Edições, 2016.
O álcool dos estados intermediários, de Gladys Mendía. Santiago: LP5 Editora, 2020.
A tartaruga equestre, de César Moro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2021.
Agulha Revista de Cultura
Criada por Floriano Martins
Dirigida por Elys Regina Zils
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