LAS
VANGUARDIAS EN BOLIVIA
GCC | Es muy difícil precisarlo, porque en Bolivia la influencia de las
Vanguardias fue marginal y tardía. A diferencia del Modernismo, cuya llegada a
Bolivia está claramente datada (1898-99), tanto a través de obras publicadas
como de artículos de prensa, y cuya estela fue larga en la poesía de mi país
(Alberto Julián Pérez habla de un largo período de “retención” de la estética
modernista), las Vanguardias no desembarcan en la mediterránea Bolivia. Apenas
infiltran algunos ecos que jamás llegan a tomar cuerpo, pues –a diferencia de
países vecinos– aquí no se gestaron corrientes locales correspondientes con los
grandes movimientos hispanoamericanos de vanguardia (mal puede hablarse, por
ejemplo, de un ultraísmo, creacionismo, estridentismo o surrealismo,
bolivianos) ni tampoco se generaron movimientos propios con rasgos que podrían
considerarse nítidamente vanguardistas.
Es
sugestivo notar los esfuerzos de varios estudiosos y antólogos de la literatura
boliviana para encontrar –forzando un poco las tintas– numerosos poetas y hasta
movimientos vanguardistas en Bolivia. Un repaso sistemático y crítico de estos
esfuerzos puede encontrarse en el libro de Hübert Poppel y Miguel Gomes
Bibliografía y Antología Crítica de las Vanguardias literarias. Bolivia,
Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Allí puede verse de manera resumida y
secuencial la forma en que un determinado antólogo y/o estudioso de la
literatura boliviana elige su elenco de poetas vanguardistas y cómo esta
selección es diferente –y a menudo contradictoria– con la realizada por otro
estudioso, que propone otros nombres, a su vez ignorados por un antólogo
posterior y así ad nauseam.
De
hecho, uno no puede sino quedar perplejo cuando se clasifica como vanguardistas
a poetas como Franz Tamayo (modernista singular, entre la Hélade y los Andes) u
Oscar Cerruto, quien incluso –sin serlo, salvo quizá en sus poemas más
tempranos– fue llamado “primer vanguardista boliviano”; y aun quedan muchas
dudas en casos como los de Guillermo Viscarra Fabre, Raúl Otero Reiche, Yolanda
Bedregal, Lucio Diez de Medina y Antonio Ávila Jiménez, considerados
vanguardistas por varios críticos, y que al igual que otros poetas posteriores
–los propios Edmundo Camargo y Jaime Sáenz– acusan cierto recibo de la herencia
vanguardista, pero asimilada en una amalgama de influjos varios y con una
poética muy personal.
Se
ha tratado también de catalogar como vanguardista a un movimiento local, Gesta
Bárbara, en su segunda etapa, conocida como la Segunda Gesta Bárbara, iniciada
en 1944. Sin embargo, carece de la mayor parte de aquellos atributos rupturistas
que pueden definir a una vanguardia como tal. Resulta, más bien, un intento muy
heterogéneo de hacer una literatura renovadora con elementos e influencias de
varia inventio, entre las cuales algunos de sus miembros suman a las
Vanguardias, pero de manera particular, ocasional y a menudo arbitraria.
Entre
los poetas de la Segunda Gesta Bárbara, acaso el más próximo al Surrealismo
(aunque un “surrealismo muy propio” y “adherido al paisaje”, según Julio de la
Vega) sea Gustavo Medinaceli, quien se empapó de este movimiento en Francia y
una de cuyas lecturas públicas, en 1946, es considerada por De la Vega como el
comienzo del Surrealismo en Bolivia. Empero, la obra de G. Medinaceli se deslíe
y desdibuja luego en el tiempo, tras su temprana muerte en 1957 (había nacido
en 1923), sin divulgación ni capacidad de seguir influyendo o movilizando el
entorno, al punto que podríamos considerar que aquella lectura fue casi un
comienzo y casi un fin.
Otros
autores con mayor influencia vanguardista, pero apenas conocidos, leídos,
publicados y estudiados en Bolivia son Luis Felipe Vilela y Luis Luksic, de
quien se conserva, entre otros poemas de diferente alineación estética, apenas
un texto que fue parte de un proyecto de libro llamado Novela automática, al
parecer extraviado.
Hay
otros dos nombres –que en realidad son dos seudónimos– en los que deseo
detenerme un momento. El primero es el de un poeta peruano claramente
vanguardista, Gamaliel Churata (nacido Arturo Peralta), que vivió en Bolivia,
formó parte activa de la primera Gesta Bárbara (fundada en 1918 en Potosí) y
fue un movilizador literario e intelectual en la sociedad de su época, cuya
peculiar obra El pez de oro es ahora casi un libro de culto en medios
académicos andinos. Churata fue un vanguardista en Bolivia, no de Bolivia, pero
su labor de divulgación y modernización en un ambiente tan conservador y
provinciano como el boliviano resultó determinante para oxigenar en alguna
medida la literatura de su tiempo. De ahí que sea posible hablar de un cierto rastro
vanguardista de Churata en autores bolivianos contemporáneos suyos y aun
posteriores.
El
otro seudónimo es el de Hilda Mundy (Luisa Villanueva), una escritora nacida en
Oruro (por entonces un importante centro minero, ferroviario y comercial, más vinculado
al exterior que otras ciudades de Bolivia). La Mundy publica en 1936 un libro
de difícil clasificación (¿Prosa poética? ¿Poesía?), llamado Pirotecnia, con el
subtítulo Ensayo miedoso de literatura ultraísta. Luego, su obra y ella misma
(casada con el poeta Antonio Ávila Jiménez) se eclipsan, hasta ser recuperadas
en el año 2004 por el grupo de escritores responsables de la revista y sello
editorial “La mariposa mundial”.
Mundy
es, acaso, lo más cercano a la Vanguardia que se puede encontrar en Bolivia,
junto a otros tres autores en prosa: María Virginia Estenssoro con su
difícilmente clasificable texto El occiso; el narrador potosino Roberto Leytón,
con su ruptora novela Aguafuertes de 1926 (también olvidada y recientemente
recobrada, reeditada y revalorizada) y Arturo Borda, cuya inextricable y vasta
obra El loco –otro libro de culto entre los críticos andinos– acaba de
publicarse, en versión resumida, como parte de las 15 novelas fundacionales de
Bolivia, no siendo propiamente una novela la obra original.
En
resumen, podríamos decir –como apuntábamos al principio– que las Vanguardias no
dejaron una marca nítida en Bolivia, salvo de una manera aislada, por ejemplo
en Hilda Mundy o en algunos autores de la primera y segunda Gesta Bárbara, e
incluso en ellos solo en determinadas épocas y textos. Pero además, que su
llegada fue tardía (el Surrealismo ya cerca de los años ‘50).
¿A
qué atribuir este fenómeno? Creo que a dos rasgos de la poesía y las letras
bolivianas: su asincronía (concepto mencionado por Alberto Julián Pérez y
desarrollado por Gary Daher); esto es, su desfase –hacia adelante o hacia
atrás, y generalmente hacia adentro– respecto a los movimientos, tendencias,
ideas y estéticas predominantes en otras naciones; y su ensimismamiento, al que
suelo llamar “mediterraneidad espiritual”, provocada por una suerte de complejo
nacional que nos deja suponer que la falta de acceso al mar nos ha privado de
la posibilidad de relacionarnos con el mundo exterior y nos hace mirarnos
presos de altísimas montañas al occidente y ríos feraces al oriente.
Ello,
además de –y conjuncionado con– circunstancias históricas, sociales y
culturales muy concretas de la primera mitad del siglo XX: falta de integración
física y cultural entre las distintas regiones del país (y menos aún con el
exterior) por ausencia de carreteras, trenes y costa; grandes masas analfabetas
y sumidas en la pobreza, frente a una oligarquía ilustrada desdeñosa de la
construcción de un proyecto inclusivo y moderno de nación, y en medio una burguesía
pacata y provinciana; sentimiento de desconfianza hacia lo externo por las
derrotas en sucesivas guerras con países vecinos; la Guerra del Chaco, en los
tempranos años ‘30, que despertó la conciencia de que existía diversidad de
regiones y de razas en un mismo país, y generó un pensamiento, una literatura y
una intelectualidad propias, de fuerte acento nacionalista, ajenas en gran
medida a los flujos y reflujos del mundo exterior, en fin… Todo un caldo de
cultivo para el ensimismamiento y la asincronía de nuestras letras, y la
consiguiente aparición de poéticas y narrativas muy singulares y difíciles de
clasificar en las categorías habituales.
FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las
vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
GCC | Dicho todo lo anterior, está claro que si vamos a considerar a las dos
Gestas Bárbaras (de 1918 y de 1944) como movimientos vecinos a las Vanguardias,
éstas tuvieron un fuerte anclaje en motivos nacionales, en especial telúricos y
rurales (primera Gesta), que se combinaron con los elementos tomados de
diversos veneros, entre ellos el Surrealismo.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes
estéticas de los demás países hispanoamericanos?
GCC | Creo no equivocarme al postular que no existían relaciones
establecidas. Es más, en Bolivia ni siquiera podían circular con facilidad las
ideas y textos de los otros países por las propias limitaciones ya señaladas:
muy pocos lectores, pocas imprentas, dificultad de trasladar los libros,
periódicos de cortos tirajes…
Lo
que sí hubo fue una suerte de embajadores (esto mismo ocurrió con el
Modernismo, solo que en este caso con mucho y extenso impacto) que tendieron
puentes hacia y desde Bolivia, como el mencionado Gamaliel Churata o Gustavo
Medinaceli. Pero fueron muy pocos y a diferencia, otra vez, del Modernismo, los
vientos vanguardistas no llegaron a constituir escuela ni a arraigarse
nacionalmente.
Al
respecto, no deja de ser significativo que la influencia vanguardista traída
por Churata en su primera venida en 1917, llega a Potosí, zona minera otrora
rica pero entonces sumida en el aislamiento y la mediocridad provinciana, como
lo ponen en evidencia, con desgarro, los escritos de los propios integrantes de
la primera Gesta Bárbara. En este sentido, Churata es un pingüino en el Sahara,
una perla perdida en los Andes.
FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
GCC | Creo que ninguno que merezca anotarse.
FM | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es
posible tener acceso a ellos?
GCC | Los documentos de la primera y segunda Gesta Bárbara, otra vez consideradas movimientos cercanos a las Vanguardias, al igual que aquellos de los poetas o narradores que hemos considerado igualmente próximos a ellas, se han conservado en cierta medida. Algunos, los publicados en obra impresa, no son fáciles de encontrar salvo aquellos reeditados en años recientes. Y los aparecidos en periódicos y los inéditos figuran, unos pocos, en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia y en algunos archivos particulares, no de muy fácil acceso.
FM & Gabriel Chávez Casazola. Quito, 2011 |
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Delito por dançar o chá-chá-chá, de Guillermo Cabrera Infante. Rio de Janeiro: Ediouro Publicações, 1998.
Nós/Nudos, de Ana Marques Gastão (edição bilíngue). Lisboa: Gótica, 2004.
A condição urbana, de Juan Calzadilla (edição bilíngue). Florianópolis: Letras Contemporâneas, 2005.
Dentro do poema – Poetas mexicanos nascidos entre 1950 e 1959, Org. Eduardo Langagne. Fortaleza: Edições UFC, 2009.
A aventura literária da mestiçagem, de Pablo Antonio Cuadra (em parceria com Petra Ramos Guarinon). Fortaleza: Edições UFC, 2010.
III novelas exemplares & 20 poemas intransigentes, de Vicente Huidobro & Hans Arp. Natal: Sol Negro Edições/São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2012.
Sobre Surrealismo, de Aldo Pellegrini (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2013.
Memória de Borges – Um livro de entrevistas (2 volumes). São Pedro de Alcântara: Edições Nephelibata, 2013.
Bronze no fundo do rio, de Miguel Márquez (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2014.
Tremor de céu, de Vicente Huidobro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2015.
Costumes errantes ou a redondeza da terra, de Enrique Molina (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2016.
Reino de silêncio, de Mía Gallegos (edição bilíngue). Teresina: Kizeumba Edições, 2019.
Traduções do universo, de Vicente Huidobro. Natal: Sol Negro Edições, 2016.
O álcool dos estados intermediários, de Gladys Mendía. Santiago: LP5 Editora, 2020.
A tartaruga equestre, de César Moro (edição bilíngue). Natal: Sol Negro Edições, 2021.
Agulha Revista de Cultura
Criada por Floriano Martins
Dirigida por Elys Regina Zils
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1999-2024
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