LAS
VANGUARDIAS EN ECUADOR
RSS | En Ecuador la vanguardia, que tendrá varias tendencias o
manifestaciones, lo que le da un carácter plural, surge en las primeras décadas
del siglo XX. Ya hacia 1919 se habla, en las revistas y periódicos del medio,
de poetas de la vanguardia europea como Guillaume Apollinaire. Pero no
olvidemos que para 1918, un poeta, fundamental en este proceso, como es Hugo
Mayo, desde Guayaquil, empezó a colaborar con revistas ultraístas como
Cervantes y Grecia, que se publicaban en España. El mismo Mayo, junto con otros
contemporáneos creará, en los años ‘20, revistas como Síngulus, Proteo y su
célebre Motocicleta, que aparece en 1924, y en la que se difunden los textos de
los poetas del momento tanto de Ecuador, América Latina y Europa.
Para
1926, en Quito, circula una revista vital, Hélice. Sin duda el nombre de la
revista de Mayo como la quiteña, resultan sintomáticos y reveladores en lo que
tiene que ver con los códigos, el nuevo lenguaje, los postulados que los
vanguardistas llevarán adelante a través de sus revistas.
Hélice
fue dirigida por el gran pintor vanguardista Camilo Egas, el secretario de
redacción fue Raúl Andrade, uno de los cronistas y ensayistas más lúcidos de la
literatura ecuatoriana y latinoamericana del siglo XX. A ellos se sumarán
autores como el poeta Gonzalo Escudero y el gran narrador Pablo Palacio, quien
publicará algunos de los cuentos de su deslumbrante, hasta hoy, libro, Un
hombre muerto a puntapiés (Quito, 1927).
El
ambiente que tuvieron que enfrentar los vanguardistas, esto es similar en toda
América Latina, era deprimente y comprimido: eran los años en los que la
modernidad capitalista se instala en nuestras sociedades, lo que dará paso a la
formación de una clase oligárquica que empezará a defender sus privilegios con
pólvora; privilegios logrados con el ascenso que les permitió la Revolución
Liberal de 1895. En Ecuador, son años de inestabilidad política y económica. Un
hecho que marcará a todos los vanguardistas será el llamado “bautizo de sangre”
de la clase obrera que la plutocracia decretó el 15 de Noviembre de 1922 con
una masacre atroz que se desató en Guayaquil una vez que los trabajadores y la
población civil se lanzaran a las calles a exigir mejores condiciones de vida
al gobierno de turno.
Posteriormente,
se producirá en Quito la conocida Revolución Juliana de 1925 que se esforzó por
ponerle un límite a los abusos de esa plutocracia liberal que controlaba la
maquinaría del Estado. Revolución que sin duda puso al día al país en lo que
respecta a los procesos modernizadores del aparato estatal, de acuerdo a las
demandas del capitalismo internacional.
En
la cultura, en particular la literatura, lo que reinaba en ese escenario
fracturado, era una cultura amorfa, con enormes resonancias y sometimientos
coloniales. Una literatura cuya seña particular era la de encarnar de manera
inauténtica a una clase que, desde la colonia, y luego en la fundación del
país, no supo dar cuenta (si lo hizo fue de manera aislada, sobre todo por lo
que hicieron ciertos intelectuales civiles en el siglo XIX como Juan León Mera,
de manera marginal) de la complejidad, de las contradicciones que la cultura
del país encerraba en tanto nación plurinacional, por tanto atravesado por una
fuerte pluriculturalidad.
De
esas contradicciones, paradojas, e inautenticidad que expresaba a la larga o la
corta una identidad atrofiada, supieron dar cuenta de manera lúcida los
vanguardistas de Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja. Prueba de esto es la obra de
narradores como los autores del cuentario Los que se van: cuentos del cholo i
el montuvio, que se publica en 1930 en Guayaquil; la obra indigenista de Jorge
Icaza, y las ficciones de Pablo Palacio en Quito, así como la de uno de los
autores clave de este periodo: Humberto Salvador, autor de un libro de cuentos
como Ajedrez (Quito, 1929), y de la novela, En la ciudad he perdido una novela
(Quito, 1930). Título que por si solos ponen en evidencia la poética que las
vanguardias iban levantando en la piel y en la memoria del país.
FM | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las
vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
RSS | Creo que más que “estar de acuerdo”, lo que estaban era en sintonía, lo
que sin duda reviste a los movimientos de vanguardia de Ecuador, como los de
Latinoamérica, de un sello propio, particular, incluso de cierta independencia.
No olvidemos que el Creacionismo de Vicente Huidobro surge en Chile hacia 1916.
Tampoco creo que “agregaban algo distinto”; estimo que ellos aportaron lo que
las vanguardias europeas no pudieron desarrollar por su propia especificidad
cultural y política.
En
el caso del Ecuador, la vanguardia, tanto en poesía como en narrativa y teatro,
desarrolla elementos, estrategias, tópicos que no necesariamente son
surrealistas, sino ya realmaravillosos, realmágicos, o de un psicologismo que
trasciende la propia noción del Surrealismo o del Expresionismo. Tal es así que
esas nociones serán, con la literatura del boom en la década de los 60,
resemantizadas, reformuladas, amplificadas.
FM | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes
estéticas de los demás países hispanoamericanos?
RSS | Relaciones fluidas que se sostenían, a pesar de las limitaciones en lo
comunicacional, en el diálogo, el debate y la confrontación; manteniendo un
ámbito de autonomía que ponía en cuestionamiento las visiones eurocentristas
que intentaban colarse. Cuando examinamos las reseñas, que por si dicen más de
lo que ocultan, que publican las revistas de la vanguardia latinoamericana, por
ejemplo, Revista de Avance, de La Habana, el Boletín titikaka o Amauta, lo que
se desprende es el espíritu de polémica que los autores desplegaban, incluso
llegando a la contradicción, porque sin duda, sin ese elemento, la vanguardia
nuestra no hubiera podido implosionar y convertirse en lo que resulta ser hasta
hoy: una máquina verbal de movimiento perpetuo. Además, los debates, de los que
dan cuenta de manera profusa y rica los manifiestos y proclamas, son parte de
las discusiones que no se quedaron, por parte de los vanguardistas, en lo
puramente estético o literario, sino que, en un diálogo lúcido con la historia,
involucraron lo político.
FM | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
RSS | Creo que uno de los aportes centrales, innegable de las vanguardias a
la tradición poética latinoamericana, es lo que tiene que ver, y que es parte
del legado del romanticismo, está en la profundización de las propuestas que el
modernismo, con Martí y Darío a la cabeza, había abierto y que los
vanguardistas llevaron al límite. Esto es que la vanguardia dará lugar a la
conformación de una lengua diferente, más intensa, más antropófaga como diría
Oswald de Andrade, por tanto más salvaje, más peculiar; una vanguardia que creó
sus reglas de juego, que se expresan en los textos de O. de Andrade como en la
escritura avasalladora, moderna y post todo lo que venga, de César Vallejo,
Girondo, Neruda, Gilberto Owen, Hugo Mayo, Alfredo Gangotena, Borges, etc.
Los
poetas de la vanguardia liberaron al poema, por tanto a la escritura poética,
de todo aquello que antes interfería en la búsqueda de horizontes, abismos,
cielos e infiernos, en los que la libertad, uno de sus postulados centrales, no
sólo era un manifiesto retórico, sino un hecho poético, un acto de escritura
impostergable.
FM | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es
posible tener acceso a ellos?
RSS | Sin duda, y que estas palabras sean, a la vez, un tributo, al crítico y
ensayista Humberto E. Robles, quien fue el pionero, en Ecuador, de sistematizar
a través de un ensayo esclarecedor y oportuno, lo que implicaron los
movimientos de vanguardia en nuestro país, y de estructurar un libro que hoy
por hoy es un referente clave, ineludible, a la hora de hablar de estos
procesos: La noción de vanguardia en el Ecuador: Recepción, trayectoria,
documentos (1918-1934), cuya primera edición la auspició la Casa de la Cultura
Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, en 1989.
Vale
anotar que en 2006, con motivo del centenario del natalício de dos autores
ineludibles de este proceso, ubicados en tendencias o estéticas opuestas pero
complementarias, Jorge Icaza y Pablo Palacio, la Universidad Andina Simón
Bolívar, Sede Ecuador, publicó una segunda edición actualizada de este notable
texto. Título que se suma a los excelentes esfuerzos continentales de críticos
como el chileno Nelson Osorio, que en 1988 editó, en Biblioteca Ayacucho,
Manifiestos, proclamas y polémicas de la vanguardia hispanoamericana. Lo mismo
el libro del crítico Hugo J. Verani: Las vanguardias literarias en
Hispanoamérica: manifiestos, proclamas y otros escritos (México, Fondo de
Cultura Econômica, 1995). Así como el volumen de Jorge Schwartz: Las
vanguardias latinoamericanas: textos programáticos y críticos, de 1991; y el
trabajo de la crítica argentina Celina Manzoni: Vanguardistas en su tinta.
Documentos de la Vanguardia en América Latina (Buenos Aires, 2008).
Sin
duda que se trata de esfuerzos notables que han abierto una brecha que los
nuevos investigadores y críticos tendrán que ahondar; porque está claro que,
respecto a la vanguardia de Ecuador como a la de América Latina, no todo está
dicho, y siempre habrá algo más que anotar al margen. Por algo es un movimiento
que estuvo y está en vanguardia, o sea en ese movimiento que sobresale, que no
para de cuestionar y sorprender a propios y extraños, porque siempre va por
delante, en la proa, en la hélice o cabalgando en motocicleta…
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Escritura Conquistada – Poesía
Hispanoamericana reúne ensayos, entrevistas, encuestas y
prólogos de libros firmados por Floriano Martins, además de muestra parcial de
su correspondencia pasiva.
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Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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